La posición política que ocupan los miembros de Morena es ventajosa, no sólo porque tienen bajo su mando la delegación políticamente más activa, la Cuauhtémoc, por ser el epicentro de las manifestaciones a nivel nacional; sino porque además son el partido con más representantes en la ALDF. A pesar de la posición de fuerza que le han otorgado los votantes de izquierda en los pasados comicios a Morena, su política está totalmente restringida a una vacilante retórica parlamentaria que se pierde en los pasillos y sótanos de la “política profesional”.
Así, en lugar de llamar a la movilización contra el fraude electoral, contra la compra del voto por parte del PRI, PAN y PRD y contra las resoluciones del Tribunal Electoral que restó posiciones a Morena, se limitaron a una débil acción mediática en la toma de protesta de los jefes delegacionales. Algunos diputados de Morena se alinearon frente al estrado con cartelones con la leyenda “delincuente electoral” sobre los retratos de algunos jefes delegacionales del PRD y PRI. Posteriormente, el 8 de octubre, la bancada de Morena abandonó la sesión donde comparecía el secretario de Seguridad Pública, ya que los habían presionado para que asumieran un pronunciamiento político. El coordinador de la bancada de Morena saldó la situación con declaraciones para los periodistas: “¿Cómo se atreve a violar la soberanía de la Asamblea Legislativa al sugerirnos los mensajes que debemos dar?”. “Que le quede claro, estamos ofendidos y le exigimos una disculpa”.
Apenas asumir, la bancada de Morena planteó que frente al recorte a la educación que afectará a las principales universidades del país, asentadas en la capital: UNAM, UAM, IPN, UACM, los diputados se rebajarían el sueldo a la mitad y con esos recursos fundarían nuevas universidades en las delegaciones que gobierna Morena. Esta medida además de que se ha quedado en meras declaraciones, rehuelle el problema fundamental que enfrenta toda la clase trabajadora y que se agudizará en los próximos meses: el recorte demoledor al gasto social. Frente a ello la propuesta de Morena no es ni siquiera un paliativo.
De hecho, el problema de la falta de recursos ya está haciendo estragos en la política de Morena. Los burócratas de la delegación Cuauhtémoc, emblema del avance electoral de Morena, han protagonizado un paro de labores el pasado 26 de octubre por falta de pagos de bonos y horas extras. Estas manifestaciones aunque están siendo alentadas y capitalizadas por el sindicato de trabajadores del DF, controlado por una mafia priísta, no obstante no explica el fondo del problema. Y es que la política de Morena de no basarse en la movilización para hacer frente a la asfixia económica de la derecha contra la clase trabajadora en general y ahí donde administra Morena en particular, generará desánimo entre sus bases. Ello abre un margen amplio para que la derecha haga un uso demagógico de los errores de la dirección de Morena.
Las reformas que han de aumentar el nivel de vida de las masas no se conseguirán sino con la movilización y la participación protagónica de la clase trabajadora. Ninguna “correlación de fuerzas parlamentaria” sustituirá el papel activo de la lucha en las calles. Morena debe salir de las mazmorras del congreso y demás oficinas gubernamentales e incorporarse a la lucha social de la cual ha tomado distancia desde hace ya un buen tiempo, si lo que pretende es abanderar las demandas de los pobres. A Morena no le bastarán los guiños hacia la juventud para restablecer su credibilidad y arraigo entre este sector. Los jóvenes y estudiantes que recién se han incorporado a la lucha de manera más decidida, tienen una idea clara: una auténtica izquierda es la que lucha contra el sistema, y esta izquierda es la que se necesita construir.
Régimen interno corroído por la burocracia
La política de distanciamiento de las luchas sociales, está alimentada internamente por un régimen donde hay cada vez menos participación de la base y un control cada vez más pleno de los “políticos profesionales” que siguen arribando al partido. Para la mayoría de ellos el partido no es más que un trampolín para arribar a cargos públicos de una u otra manera. El caso más reciente de la apostasía de estos arribistas es la integración del excandidato de Morena en la delegación Benito Juárez al gabinete de Mancera. Martí Batres, presidente del Comité Ejecutivo Nacional de Morena, sancionó así la decisión del ex panista y ahora ex morenista, Schmal: “A propósito del caso lamentable y triste de González Schmal, nosotros no avalamos que él se integre al gobierno de Mancera y que nadie se integre a su gobierno por parte de Morena”.
Pero el problema de fondo es más grave, la falta de vínculo de Morena con la lucha social lleva al partido a tratar de sujetarse de todo tipo de “acuerdos políticos” con burócratas de todos los signos. Un ejemplo de las contradicciones que esta política genera, son los guiños de la bancada de Morena en su discurso inaugural en la ALDF, dirigido al propio Mancera: “Rectifique el camino y cuente con nosotros para que esta vuelva a ser la ciudad de la esperanza”. Esta política confusa e incongruente, es la que ha terminado por ser incomprensible para los miles de seguidores que dieron origen al Movimiento de Regeneración Nacional.
Escepticismo y desorientación ideológica
En este momento, Morena está marcado por una fuerte desorientación política e ideológica, producto del afán de la dirección por gestionar la política y la administración pública desde un punto de vista “de izquierda”, pero sin romper con el sistema capitalista. La visita que el mismo Andrés Manuel hiciera pública a El Vaticano, así como la carta que entregó al papa, en el fondo y la forma, son una muestra contundente de la inviabilidad de los caminos intermedios. Al mismo tiempo, denotan un retroceso ideológico profundo por parte de Andrés Manuel.
En la susodicha carta se reafirma una vez más el fondo político que mantiene a Morena en la encrucijada: “Este cambio de régimen lo estamos impulsando por la vía pacífica y electoral, convenciendo, incluso, a los adinerados de no dar la espalda a los que sufren, bajo la premisa de que sólo buenos podemos ser felices y de que por el bien de todos, primero los pobres”. Pretender conciliar y representar por igual los intereses de ricos y pobres, ha demostrado ser un fracaso histórico profundo.
La dirección de Morena se equivoca al seguir un pretendido camino intermedio, lleno de escepticismo hacia la clase trabajadora y el campesinado pobre, y que como contraparte coloca como vanguardia de la transformación social a las clases medias. Andrés Manuel ha expresado esta idea de distintas manera y en distintos mítines públicos, en su reciente gira por Oaxaca: “Morena obtiene votos en las ciudades, de la clase media, y la gente más humilde, más pobre, vota por sus verdugos: por el PRI, por el PAN y otros partidos debido a la compra del voto”. Esta desorientación ideológica no puede sino profundizar la crisis política en Morena.
La clase trabajadora, la juventud que lucha en las calles, los campesinos más humildes: oprimidos por el estado, los caciques, la ignorancia, la iglesia, por el narcotráfico y por los políticos de la derecha, seguirán -¡seguiremos!- encontrando en la lucha de clases, en la lucha decidida contra la clase capitalista, la única manera de asegurarnos un futuro digno. Morena puede –y debería- sumarse a esta fuerza histórica, que sin embargo seguirá su curso a pesar de todas las dificultades. ¡Viva la clase obrera! ¡Viva la lucha socialista!