El derrumbe del peso

La reciente depreciación del peso demuestra la increíble fragilidad de la economía mexicana. El precio del peso superó el límite de las 17 unidades por dólar. Desde mayo del 2014 hasta agosto del 2015 el peso acumuló una caída del 27.5% de su valor. En 1994 la devaluación de la moneda fue menor y sin embargo la fuga de capitales que provocó acabo por sumir al país en una crisis muy profunda.

La devaluación del peso, en el contexto de la crisis internacional que se ha prolongado por más de ocho años, tiende a afectar y distorsionar toda la economía. Quizá uno de los puntos más apremiantes es la presión que se genera para que los capitales, nacionales o extranjeros, salgan del país buscando mejores rendimientos, pues cuando el peso pierde valor frente al dólar, entonces esos capitales también pierden proporcionalmente su valor. La salida de capital aún no está del todo cuantificada en el conjunto del año, pero Banorte calcula que en el primer trimestre del año, cuando la depreciación aún no estaba en sus niveles máximos, salieron 3 mil millones de dólares del país. Ello equivale al 23% de los valores colocados por Banco de México (Banxico) para evitar la devaluación del peso. La fuga de capitales podría llegar hasta los 12 mil millones de dólares al final del año. Si esta salida no ha sido más grave aún es gracias a las medidas que el gobierno ha implementado, que en esencia significan resarcir con dinero público las pérdidas de los capitales privados.

Otro efecto derivado de la depreciación es que los precios de las importaciones se encarecen, ello se refleja en la inflación, aunque no de manera inmediata. En una encuesta realizada recientemente a 500 grandes empresas mexicanas, la mitad aceptó que los precios de las importaciones se incrementaron. Formalmente se afirma que en un ambiente de depreciación las mercancías locales bajan de precio y por ello se vuelven “competitivas”, lo cual les permite incrementar su volumen de ventas en el exterior. Sin embargo, ello no necesariamente ocurre; lo fundamental sería que el principal socio de México, Estados Unidos, tenga la capacidad para adquirir esas mercancías, pero eso no está ocurriendo. Por otra parte, una cantidad importante de mercancías mexicanas tienen precios fijados en dólares (petróleo, electrónica, sector automotriz, etcétera), por tanto no se reducen sus precios ni resultan competitivas por la depreciación misma. Para ejemplificar, véase que en el primer semestre del año con una caída del peso del 6.04%, las ventas de manufacturas o automotrices se incrementaron en un pírrico 0.8%. Los cálculos de algunos economistas dicen que para que realmente las mercancías se vuelvan competitivas se necesita que el dólar llegue a 20 pesos, pero eso sería crear otras contradicciones que anularían la “ventaja” que en el mercado mundial supone la depreciación.

Otro efecto de la devaluación del peso es el encarecimiento de la deuda pública y privada –cuestión que se abordará más adelante- factor que obliga al gobierno mexicano a intervenir con políticas monetarias.

Formalmente la política del gobierno es permitir la libre flotación del peso, dejando que en función de la oferta y la demanda se establezca su precio. No obstante la realidad es que el Estado finalmente sí interviene, como lo hacen todos los estados en el mundo, no sólo para establecer el precio del peso y su paridad con el dólar sino en toda la economía. Una cosa es que no lo haga y otra cosa es que su intervención no surta un efecto de verdadero alivio.

El Gobierno Federal y el Banxico actúan deliberadamente para tratar de mantener el peso en ciertos límites, con una receta que es poner en manos de capitalistas dólares baratos para que ellos hagan todo tipo de negocios especulativos. Banxico vende los dólares, por ejemplo en una de las jornadas, a 17.15 y los bancos los revenden a 17.41, la diferencia se convierte en beneficio directo para estos banqueros. En los hechos se trata de ofrendarles un negocio multimillonario a partir de la haciendo pública. Las llamadas subastas de dólares que realiza Banxico, iniciaron en marzo de este año con 52 millones de dólares diarios, luego incrementaron el monto en julio a 200 millones. De esta forma las reservas internacionales han disminuido en 9 mil 605 millones de dólares. En una subasta real la batalla por obtener los dólares permitiría incrementar su precio, pero las “subastas” de Banxico son más bien asignaciones cuyas reglas no son públicas, de esta forma queda claro que se trata de una medida de financiar y trasvasar la riqueza del Estado a capitalistas plenamente identificados y vinculados al gobierno de Peña Nieto.

Pero eso no es todo, la banca puede obtener todavía más beneficios, por ejemplo, utilizando sus ganancias con la compra-venta de dólares, adquiriendo ellos mismos bonos del gobierno por los que pueden recibir cuantiosos intereses. Por ello no sorprende que a pesar de las dificultades que engendra la crisis internacional los banqueros en México reporten ganancias por 64 mil 500 millones de pesos en el primer semestre de este año. Con ello superaron su propia marca del año pasado en un 13%. Finalmente los dólares que Banxico “subasta” es dinero que sale de las arcas públicas, cerrando así un círculo desastroso que sólo significa un saqueo de la riqueza que generan los trabajadores y que se entrega a los grandes capitales para mantener e incrementar sus ganancias.

A estas alturas cabe una pregunta, ¿después de tanto saqueo se ha solucionado el riesgo de otras depreciaciones? La respuesta es no, de hecho hay economistas que pronostican un tipo de cambio para el peso de 18 unidades por dólar para el próximo año. Lo cual indica que no se ha resuelto ningún problema de fondo sino que con la reducción de las reservas internacionales se han acortado las bases para paliarlo.

Implicaciones de la deuda

El endeudamiento ha sido una de las herramientas más importantes del gobierno para mantener a flote la economía nacional, pero ahora enfrenta grandes riesgos. En estos momentos la deuda federal total es de 7.1 billones de pesos -lo que significa un crecimiento del 18.4% en aproximadamente un año-, representando el 40% del PIB. La dependencia del conjunto de la economía hacia la deuda es muy significativa. Durante el periodo 2012-2015 el crecimiento de ésta ha sido equivalente al 2.03% del PIB por año, al mismo tiempo que el promedio de crecimiento del PIB ha sido de 2.85 %. Es decir, el crecimiento de la economía nacional está apenas 0.82% por encima del crecimiento de la deuda.

La depreciación del peso y el ambiente negativo de la economía a nivel internacional le otorga a la deuda una gran relevancia. El gobierno se ha encargado de difundir la idea de que no hay problema puesto que el nivel de la deuda respecto del PIB está por debajo del promedio de otros países como los Estados Unidos que tiene una deuda pública equivalente al 100% de su PIB, o Alemania que tiene una deuda equivalente al 70% de su PIB. El hecho de que sólo un 21.7% del monto total de la deuda esté tasado en divisa extranjera implica, según las palabras del gobierno, que hay pocos riesgos de que la depreciación tenga efectos negativos sobre este rubro.

El primer argumento es demagogia pura, pues no se puede comparar la economía mexicana con la estadounidense o la alemana ya que éstas dominan el capitalismo a nivel internacional, razón por la cual poseen grandes herramientas, no sólo económicas, para enfrentar las presiones sobre su deuda.

Plantear que el nivel actual de deuda no engendra futuros riesgos porque una parte minoritaria (21.7%) está tasada en moneda extranjera es esconder la realidad concreta. En los últimos 15 años la deuda externa se ha pagado siete veces a pesar de lo cual no se ha logrado reducirla sino que por el contrario se ha incrementado. De ahí que la composición de la deuda actual ya signifique una grave sangría para las finanzas públicas.

Por otro lado, si el banco de la Reserva Federal estadounidense incrementa sus tasas de interés (como está previsto que ocurra a finales del año) entonces el gobierno mexicano también tendrá que hacerlo para evitar una fuga masiva de capitales. Ello impactará directamente a cerca del 80% de la deuda que está tasada en pesos. De hecho, en el futuro será más grave el deterioro de las arcas públicas por la necesaria subida de intereses que tendrá que prometer el gobierno a cambio de los bonos del Estado. Ello tendrá un impacto mayor a la hora de elevar el monto de la deuda que el incremento que ocurrirá producto de la devaluación del peso.

Antes de la devaluación que ha sufrido el peso este año, la deuda pública era ya un lastre para la economía. Por si esto no fuera poco, la deuda privada también promete agregar un componente de inestabilidad y deterioro a las arcas públicas. La deuda de empresas mexicanas no financieras llega a 100 mil millones de dólares sólo con el exterior. Esta deuda es tan grande como la deuda externa del gobierno. Aquí lo grave además del monto es su ritmo de crecimiento, pues la deuda se ha duplicado desde el año 2009 a la fecha. El FMI ya ha alertado sobre esta situación y acepta que ello puede terminar en dos escenarios: o una pérdida para las empresas o una pérdida que tendrá que asumir el Estado.

La deuda privada y pública es una bomba que puede estallar en el contexto de las fuertes turbulencias internacionales, marcadas por la desaceleración china, la lucha de Estado Unidos por recuperar su preponderancia en el mercado mundial y la consecuente inestabilidad financiera. Desde el punto de vista capitalista, la única manera de darle estabilidad a la economía y de seguir beneficiándose de ella es extrayendo más riqueza de los trabajadores para entregársela a los especuladores capitalistas. Pero esto se convertirá en mayor rabia contra el régimen y a diferentes ritmos, en un fortalecimiento de la lucha social.

Tijerazos presupuestales

El gobierno de Peña Nieto ha recortado del presupuesto de este 2015 unos 124 mil 500 millones de pesos, para el 2016 será la misma cantidad más 135 mil millones de pesos. En tan solo dos años el recorte llegará a 384 mil millones. El dinero que ya no se orientará al gasto social se va a reconducir para rescatar y apoyar a la burguesía. Videgaray lo expuso en términos muy claros, “nosotros – el gobierno- no generamos el problema pero vamos a actuar responsablemente”, lo que quiere decir que con los fondos públicos, generados por el grueso de la población trabajadora, se financiará a los capitalistas privados.

El recorte al presupuesto no soluciona de fondo ninguna debilidad económica en el país pero sí destruirá puestos de trabajo. Oficialmente se acepta el despido de 17 mil trabajadores del estado y la eliminación de 851 programas sociales de un total de mil 97 que existen. Además, se recortará el gasto en salud, cultura y otras áreas que tienen que ver con el nivel de vida de las masas. En más de una dependencia de gobierno se está operando el recorte presupuestal de una manera discrecional.

Este recorte y su nulo efecto sobre la economía plantea que el gobierno deberá ir por más todavía, convirtiéndose en un punto clave para agudizar la línea de ataques a la educación, acelerará la privatización del sistema de salud, la destrucción de jubilaciones y pensiones, etcétera.

Se acabó el sueño petrolero

Hace no mucho tiempo se especulaba que los precios del barril de petróleo se mantendrían altos por un periodo de al menos dos décadas. En esta perspectiva, México se vería beneficiado porque además la demanda se elevaría. El negocio sonaba muy jugoso y bajo esa perspectiva se privatizó PEMEX.

Entre 1997 y 2003 México produjo un promedio de 3.3 millones de barriles diarios de crudo, de aquel año hasta el 2014 la producción ha bajado hasta niveles que se registraban hace 25 años, con 2.5 millones de barriles diarios. El 2015 se podría cerrar con un promedio de 2.4 millones de barriles por día.

El precio del petróleo mexicano ha seguido una pendiente en caída libre, en marzo del año 2012 llego a cotizarse en 112 dólares el barril, para septiembre de este año cayó hasta los 40 dólares. Entre los bajos niveles de producción y los bajos precios se generó un hueco en las finanzas públicas de 326 mil millones de pesos. La perspectiva de los precios sigue siendo a la baja, para el año 2016 se han adquiridos coberturas, una especie de seguro para fijar el precio del petróleo, que cubren el precio del barril a 49 dólares. De hecho, los análisis del Banco Mundial indican que los precios podrían repuntar a 65 dólares por barril pero hasta el año 2020 y a 83 dólares hasta 2025.

Los bajos niveles de producción y de precios han provocado que el negocio del petróleo pierda atractivo para los inversionistas. Por esa razón en la primera licitación para la entrada de empresas privadas al negocio petrolero, donde se esperaba un ingreso de 18 mil millones de dólares, el gobierno sólo logró captar 2 mil 600 millones.

La pérdida contundente de ingresos del Estado por la venta de petróleo, implica una transformación histórica para México, ya que PEMEX llegó a aportar una tercera parte del gasto gubernamental, ahora eso quedará en el pasado. Saber en qué magnitud concreta impactará la reducción del gasto gubernamental en la economía nacional es imposible, lo que sí se puede decir es que jugará un papel relevante en el desequilibrio del conjunto de la economía y particularmente en la calidad de vida de las masas trabajadoras.

Bajo el capitalismo no hay salida

Nada de lo que ha hecho el gobierno de Peña Nieto le da fuerza a la economía mexicana para salir de su tendencia decreciente. Esta impotencia para hacer remontar la economía es más grave si se considera que la derecha ya ha realizado sus más severas e importantes reformas: laboral, energética, educativa, financiera, fiscal, etcétera. De hecho, aunque se privatizara el sector salud y educativo no hay certeza de que por éste medio la economía regenerará una tendencia hacia la alza -el caso de Estados Unidos y Chile donde ya han privatizado estos servicios es un ejemplo-, ni siquiera en los parámetros de la propia economía burguesa. El aspecto más determinante ahora es que todas las contradicciones y debilidades de la economía mexicana no se han resuelto y peor aún, se han profundizado.

El punto que más nos interesa a los marxistas no es la “salud de la economía” en sí misma sino ante todo la manera en que ésta se va a reflejar política y materialmente en la clase trabajadora. Ante ello es preciso remarcar el hecho evidente de que la derecha necesita mantener las mismas políticas de extracción de riqueza sobre los trabajadores, sin embargo, cada paso que den en ese sentido alimentará aún más la rabia y las ganas de luchar contra el régimen. Es decir, las dificultades económicas de la burguesía, y la manera en que las afrontan, tienden a profundizar los choques entre las clases sociales. Pero esto no necesariamente se producirá de manera inmediata y mucho menos sin dificultades. Lo destacado de la situación es que la burguesía fortalece las condiciones para futuras explosiones sociales.

Lenin decía que el capitalismo es horror sin fin, nuestra realidad demuestra que esa idea sigue siendo totalmente vigente. La única alternativa para la clase trabajadora es luchar por un mundo donde no exista la propiedad privada de los medios de producción, y en donde el trabajo de todos sirva para solucionar las necesidades sociales y no los caprichos y privilegios de un puñado de personas que dominan la economía a nivel internacional.

¡Socialismo o barbarie!


banner libres y combativas

banner

banner

banner libres y combativas

banner revolutionary left

banner sindicato de estudiantes

banner revolucion rusa