A más de un año de haber dejado las aulas a causa de la pandemia por Covid-19, más de 2 millones de estudiantes abandonaron la escuela en el ciclo escolar 2020-2021 y otros 2.9 millones no se inscribieron por falta de recursos económicos para pagar inscripciones. Además de eso miles de estudiantes tuvieron que conseguir un trabajo con un salario mínimo para continuar pagando sus estudios o ayudar en sus hogares por la pérdida de algún familiar a causa de la pandemia.
La juventud y la clase trabajadora no sólo nos estamos enfrentando una crisis de salud, además cargamos con una crisis económica y con un sistema educativo obsoleto, que nos ha ido expulsando en el camino. Un sistema sumamente abandonado y dañado por las reformas educativas impuestas para el beneficio del capitalismo, profesores precarizados abandonados por un sindicato charro que evita la lucha por mejores condiciones de trabajo y educativas.
Por otro lado, esta situación tiende a empeorar y demostrar una brecha aun mayor cuando hacemos el estudio por género. En el caso de las mujeres, las cifras aumentan, demostrando que las condiciones de estudio suelen ser más pesadas ellas, quienes, según el estudio anteriormente mencionado, han visto un aumento importante en la percepción de labores domésticas y de cuidados respecto a los hombres.
Lo cierto es que la situación actual es un problema social, colectivo, nunca individual. Los sistemas educativos deberían proporcionar herramientas pedagógicas para comprender el mundo en que vivimos, para cuestionar y crecer, tanto social, personal y colectivamente. Potenciar las fortalezas de cada estudiante debería ser objeto principal de un sistema educativo liberador; no la evaluación estándar bajo lineamientos de carácter violento y punitivo. Esto sólo puede ser posible mediante un rescate real y comprometido con la educación pública, un rescate radical que permita incluir a las hijas e hijos de la clase trabajadora, que asegure la manutención de cada estudiante, que promueva los ambientes de convivencia lejos de la lógica del sistema capitalista e imparta una educación científica, laica, critica e histórica.
La educación a distancia profundiza ese perfil de educación elitista y limitada, infértil para el porvenir y para el desarrollo de las comunidades. El sistema educativo, en lugar de preocuparse por ayudar a analizar, conllevar y procesar, a través del conocimiento, una de las experiencias más difíciles para la humanidad, está jugando un papel de presión y yugo sobre miles de familias trabajadoras, exacerbando diversas problemáticas de nuestra vida cotidiana.
Bajo el contexto actual de mucha presión e incertidumbre, las universidades siguen empecinadas en mantener los exámenes de selección y una supuesta normalidad. Defender estos filtros es defender la universidad como un privilegio y no un derecho, descaradamente las instituciones nos dicen: “no hay lugar para todos hay que elegir los mejores”. Además, nos cobran altos montos para poder presentar un examen, y es por ello que miles ven truncado su acceso a la educación superior, millones de jóvenes presentamos exámenes en diferentes escuelas una y otra vez con la esperanza de arrancar un poco de acceso a la educación pública.
Desde el Sindicato de Estudiantes hemos levantado una lucha firme por un aumento presupuestal al rubro educativo público, más concretamente, exigimos que se destine, cuando menos, el 10% del PIB a educación pública. Ello no es ningún sueño irrealizable, pues incluso la recomendación de la OCDE en inversión educativa es de un 8% del PIB. Esto como única vía para revertir el estado actual de la educación pública ¡Ningún infante, adolecente o joven más obligado a abandonar sus estudios!
Bajo el capitalismo la educación, con su lógica clasista, se ha convertido en un gran negocio. Decimos fuerte y claro que la educación debe ser un derecho y no un privilegio.
Por una educación pública, gratuita y popular
Las y los hijos de las y los trabajadores a la universidad
Alto a la exclusión y discriminación escolar