En enero pasado fueron inaugurados la Biblioteca Central Universitaria y el Estadio Lobos de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) por parte del rector Enrique Agüera, cuyo costo total fue 753 millones de pesos (mdp).

El mandato de Agüera Ibañez se ha caracterizado por renovar la imagen de la universidad, construyendo  un nuevo estadio deportivo, edificando el Complejo Cultura Universitario, pintando aquí y poniendo luces allá. Todas estas obras serían lo mejor para la universidad en el caso de que la calidad educativa y el desarrollo de tecnología, dentro de la misma, fueran excelentes; sin embargo, esto no ocurre en la universidad.

No es por casualidad que una universidad mexicana, siendo la institución encargada del desarrollo de tecnología que contribuya al desarrollo del país, no esté interesada en crear tecnología propia. Esto  se explica en parte por la prohibición no escrita en el Tratado de Bucareli (firmado en 1923 entre México y Estados Unidos), de producir maquinaria especializada (motores, aviones, etc.) o maquinaria de precisión, lo que ha sumido al país más en el subdesarrollo.

Sabiendo que la calidad de la educación no se mide por el número de edificios elegantes construidos o lo bonito que se ven los jardines, sino de acuerdo al grado de análisis que exista en cada tema impartido, llegando siempre a concebir verdades que sean demostrables; es absurdo entonces que se inviertan más recursos, tratando de mejorar la imagen, cuando existe una carencia de las herramientas necesarias para demostrar la teoría enseñada, por ejemplo materiales de laboratorio, proyectores, y hasta de simples aulas para evitar la sobrepoblación de estudiantes (en algunas facultades existen grupos que oscilan entre los 60 y 70 alumnos). También es absurdo que difundan el programa educativo Minerva, como un programa con calidad educativa por el simple hecho de estar avalado por la empresa calificadora Standar & Poor's, la misma empresa que estuvo implicada en la explosión de la crisis financiera en 2008.

Por otra parte, los libros que forman el acervo de la biblioteca central fueron extraídos de las bibliotecas de área, lo que nos lleva automáticamente a preguntar ¿cómo es que teniendo 403 mdp para construir una biblioteca tan avanzada tecnológicamente, no existan los recursos para dotarla de su inherente y básico material que son los libros?

Ante este hecho, no podía hacerse esperar el descontento de la comunidad universitaria, y de algunos grupos estudiantiles al interior de la universidad, quienes han convocado a manifestaciones culturales para exigir que los libros sean devueltos a sus respectivas bibliotecas de área y sean sustituidos por material nuevo.

En el CEDEP y en Militante apoyamos la lucha de los compañeros universitarios por la devolución del material y la adquisición de nuevos libros para equipar mejor a las bibliotecas. Sin embargo, también sabemos que la lucha estudiantil debe ir más allá de estas reivindicaciones, extenderse a otras universidades y unirse a la lucha de la clase trabajadora, dado que es la única capaz de garantizar una verdadera educación de calidad, científica y gratuita, acabando con la explotación capitalista.

Por eso, junto a las demandas estudiantiles como educación gratuita, democrática, científica y de calidad para los hijos de la clase trabajadora, también debemos luchar por la nacionalización de la banca, la tierra, las grandes compañías constructoras y la industria (sin indemnización para los grandes capitalistas que las manejan) y ponerlas bajo control democrático de los trabajadores, como única posibilidad de resolver la problemática de la juventud a nivel mundial.

¡Afíliate al CEDEP y a Militante para luchar juntos por estas demandas desde tu escuela!


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