El pasado 3 de julio finalmente culminó el proceso de auscultación que la Junta Directiva de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) lanzó a partir del 25 de junio y cuyo objetivo era definir al sustituto de Enrique Fernández Fassnacht, quien renunciara a la Rectoría General el pasado 14 de junio para asumir la Secretaría General de Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES). El beneficiado por el mecanismo impulsado por la Junta Directiva sería el hasta ese momento Rector de la Unidad Xochimilco, Salvador Vega León, quien se mantendrá al frente de la UAM hasta 2017.
La definición del nuevo Rector General de la UAM lejos de ser una cuestión secundaria, se trata de un acontecimiento de especial relevancia que afectará significativamente la vida de la nuestra casa de estudios en los próximos años, razón por la cual es importante que hagamos un balance sobre dicho acontecimiento con la intención de valorar los posibles derroteros de política impulsada por las nuevas autoridades.
El legado de Fernández Fassnacht
Cunado Fernández Fassnacht tomó posesión de su cargo el 2 de diciembre del 2009 declararía que su objetivo sería impulsar una política que en dos décadas transforme a la UAM en la mejor universidad del país, además de alertar sobre la tendencia decreciente en la matrícula de algunas carreras. Sobre esas intenciones es como se erigiría el Plan de Desarrollo Institucional elaborado.
Los hechos hablan más que las palabras y lamentablemente para la comunidad de la UAM, los resultados finales son lo contrario a lo prometido por el anterior rector, pues la deserción estudiantil sigue siendo extremadamente alta, tan es así que el propio Fernández Fassnacht en marzo pasado, declaración que se publicó en La Jornada, reconocería que en nuestra universidad dicho fenómeno es del 30% y que incluso en el caso de algunas carreras éste fenómeno llega al 50%. Además la UAM sigue estando cerrada al 90% de los jóvenes que aspiran estudiar en ella.
En buena medida un margen tan limitado para aceptar nuevos estudiantes y los escandalosos porcentajes de deserción (estigma que pesa sobre la UAM como espada de Damocles al ser empleado este fenómeno de manera oportunista por todos los enemigos de la educación pública para desprestigiar a nuestra universidad) son obra de los escasos de recursos materiales y financieros con que labora nuestra casa de estudios. Sólo para hacernos de una idea de qué tan serio es este problema basta mencionar que mientras en la unidad Iztapalapa, según el informe La UAM-I en cifras 2010, el costo anual por alumno es de 18 mil 851 pesos, en la UNAM (donde los recursos también son insuficientes) el gasto anual por alumno en ese mismo año fue de 54 mil 125 pesos para el caso de las licenciaturas, y de 34 mil 392 pesos para las preparatorias nacionales y el CCH.
Sin dinero suficiente es imposible que se contrate al personal académico necesario, por ejemplo, para que la UAM no le cierre sus puertas a 9 de cada 10 jóvenes que aspiran a estudiar en ella; sin un financiamiento adecuado los estudiantes de la UAM nos vemos obligados a estudiar en condiciones de serias limitaciones de infraestructura (talleres, laboratorios, bibliotecas, computadoras, apoyos y becas, practicas, asesorías, etcétera) con un personal académico insuficiente, mal pagados y en condiciones severas de inestabilidad laboral (situación que obliga a cientos de profesores a tener dos o tres trabajos de manera simultánea para poder vivir, restándoles tiempo y energías para poder atender de manera adecuada su cátedra) y un reducida platilla laboral para atender los diferentes servicios que ofrece nuestra universidad.
Sin presupuesto adecuado y sin la infraestructura necesaria cualquier planteamiento que se diga el idóneo para verdaderamente elevar el nivel académico UAM y transformarla en la mejor de México, como supuestamente lo pretendía Fernández Fassnacht, termina siendo pura demagogia.
La nueva rectoría
Fernández Fassnacht plagó de promesas incumplidas a la UAM; los datos antes mencionados nos permiten señalar que en lo fundamental nuestra universidad no avanzó durante su pasada administración y por contrario sí continúa padeciendo los mismos problemas del pasado. En la práctica, a consecuencia de lo anterior, la rectoría de Fernández Fassnacht terminó siendo un instrumento más de la política de los gobiernos priístas y panistas la cual sólo ha dejado como saldo para las universidades públicas deterioro y un gris panorama para éstas.
Por todo ello, y dada la experiencia de rectorado tras rectorado en los que las promesas abundan y los resultados siempre son marginales, pensamos que no podemos confiar en la promesas del nuevo rector, Salvador Vega León, el cual, al igual que sus antecesores, al momento de exponer sus propuestas para mejorar las condiciones de estudio, de enseñanza y de trabajo en la UAM, no ataca los problemas de raíz, mismos que están relacionados en última instancia por el pobre presupuesto que recibe nuestra universidad del gobierno federal para el desarrollo de sus funciones.
La UAM es presa del ataque lanzado por la burguesía desde los años ochenta contra las universidades públicas tras la llamada crisis petrolera y la severa devaluación experimentada por el peso en ese contexto. Ante la sacudida económica y con el objetivo de estabilizar al endeble capitalismo mexicano, los gobiernos del PRI adoptaron como política recortar salvajemente el presupuesto de todas las dependencias públicas, traduciéndose ello en un recorte del gasto destinado a las universidades públicas del 22% a lo largo de dicha década. Es misma política sería heredada por los gobiernos panistas de Fox y de Calderón, en los que el presupuesto para las universidades públicas se mantendría estancado. En ese marco es en el que, por ejemplo, las universidades privadas experimentarían un explosivo desarrollo incrementado su matrícula del 18 al 32% entre 1991 y 2005, mientras que durante ese mismo lapso la matrícula de las universidades públicas decrecería del 82 al 68%.
En la actualidad, ya bajo el gobierno de Peña Nieto, el presupuesto para las universidades públicas equivale al 0.8% del Producto Interno Bruto (PIB), porcentaje muy similar al asignado en 1982, año en que estalló la crisis petrolera, cuando fue del 0.72% del PIB. Esto último quiere decir que en esencia el gasto asignado por el gobierno para las universidades públicas, incluida la UAM, reporta un retroceso de 30 años.
Algunos especialistas insisten en la idea de que la dura problemática de las universidades públicas sólo podrá superarse a condición de que su presupuesto se eleve hasta el 1.5% en proporción al PIB. Ello querría decir que este gasto del Estado se tendría que incrementar casi en un 100%.
Considerando todo lo anterior, es por ello que sostenemos que cualquier promesa de mejorar las condiciones de estudio en la UAM, sin atacar los problemas de fondo, es decir, su más que limitado presupuesto, sólo puede conducir al fracaso. Ese fue el caso de Fernández Fassnacht y lo será también el de Salvador Vega León, sobre quien desde ahora nos atrevemos a asegurar que a propósito de la necesidad de dignificar el presupuesto para la UAM y para el conjunto de las universidades, antes que hacer reclamos verdaderos a Peña Nieto para que modifique su política de recortes al gasto social, preferirá ponerse hacer malabares con los dineros de nuestra universidad haciendo toda clase de ajustes y recortes e incluso, ¿por qué no?, eliminar algunos servicios e incrementar los precios de otros.
Al igual que lo hizo Fernández Fassnacht en su momento, Salvador Vega León optará por tratar de administrar la pobreza y el abandono en que se tiene a la UAM, siendo la comunidad universitaria quienes tengamos que pagar los platos rotos de esa política con condiciones de estudio y de trabajo cada vez más deterioradas.
En los hechos las autoridades de la UAM al aceptar la política de recortes de la educación pública en su conjunto y al llevarla a la práctica en nuestra universidad, se vuelven un instrumento al servicio de un Estado que tiene como enemigo el derecho de todos los jóvenes mexicanos a una educación superior de calidad y suficiente.
Antidemocracia
El asunto es que sistemáticamente el conjunto de la comunidad de la UAM es excluida de las decisiones más importantes que afectan la vida de nuestra universidad. Al igual como lo ha sido en el pasado, el nuevo rector fue electo por los 9 miembros de la Junta Directiva; dicho órgano que es a la vez electo por el Colegio Académica, organizó una supuesta consulta para escuchar la opinión de la comunidad universitaria para, nuevamente de forma supuesta, tenerla en cuenta al momento de decidir entre los diferentes candidatos para la rectoría. Además de haberse tratado de una medida más que opaca y anónima entre la inmensa mayoría de universitarios, académicos y trabajadores, la consulta sólo fue una maniobra más de las autoridades para tratar de darle legitimidad a un proceso a todas luces antidemocrático que permite que tan sólo 9 individuos decidan la rectoría sin tomar en cuenta a los 45 mil estudiantes de nuestra universidad, ni a los profesores y trabajadores.
Bajo esa clase de mecanismos la alta burocracia de la UAM no sólo aseguran su reproducción en las instancias de poder, sino además garantizan el que se siga aplicando es misma política leal al régimen y que se ha traducido en un serio revés para la universidades públicas. Es por ello que debemos denunciar como antidemocrático el régimen de gobierno de la UAM y los mecanismos de elección del rector, luchando a la vez por el derecho a la participación democrática de toda la comunidad universitaria en las decisiones más importantes que le afectan. Reclamemos nuestro derecho a la elección por medio de voto directo y universal del rector y el resto de autoridades de la UAM.
Sólo de esa manera podremos llevar a las instancias de gobiernos a estudiates, académicos y trabajadores realmente comprometidos con los la universidad pública y los derechos de los universitarios. Mientras no hagamos que surja una rectoría y órganos de gobierno de la UAM de genuinos procesos democráticos, lo que veremos serán ataques de las autoridades a las condiciones de estudio acompañados de golpes a nuestros derechos democráticos tal como es el caso de los sostenidos intentos del Colegio Académico por imponer el Reglamente de Convivencia Universitaria y reformar el Reglamento de Alumnos, todo ello en la línea de la ANUIES, institución que casualmente ahora es dirigida por Fernández Fassnacht, y cuya directriz para todas las universidades del país es la de endurecer la manos contra los estudiantes bajo la excusa del combate a la inseguridad.
¡Por condiciones dignas de estudio, enseñanza y de trabajo en la UAM!
Está claro que las autoridades están totalmente plegadas a la política en contra de las universidades públicas, por consecuencia la lucha por condiciones dignas de estudio, enseñanza y de trabajo en la UAM solo puede ser obra de la acción organizada en un solo frente de estudiantes, trabajadores y profesores. Necesitamos la unidad de acción y un programa de lucha que unifique las demandas de los diferentes sectores que integramos la comunidad universitaria. No debemos dar luchas aisladas ni por separado, ese es el mejor escenario posible para las autoridades.
Además nuestra lucha la debemos extender hacia la UNAM, el IPN, la BUAP, la UAEM, y demás universidades públicas, para marchar todos juntos en defensa de la educación pública y al mismo tiempo trabajar por construir una organización estudiantil estable y de alcance nacional. Solamente organizándonos a ese nivel y vinculando nuestra lucha al movimiento obrero, podremos estar a la altura de las circunstancias y movilizarnos con fuerza para revertir esa política del régimen que ha atacado a las universidades públicas y a los derechos de los estudiantes a lo largo de ya tres décadas.
Debemos luchar y exigir un incremento significativo del presupuesto para la UAM y para todas universidades públicas, por democracia interna y respeto a nuestros derechos democráticos y por la elección por medio de voto directo y universal del rector y el resto de autoridades de nuestra casa de estudios.
Compañero únete al Comité Estudiantil en Defensa de la Educación Pública (CEDEP) y lucha por estas ideas.
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