Los resultados recientes de los exámenes para ingresar a los bachilleratos y a las universidades ha demostrado que ha ido creciendo la tendencia de la última década dentro de las universidades públicas, de rechazar a la inmensa mayoría de los aspirantes que compiten por un lugar dentro de las aulas para estudiar, principalmente a los hijos de la clase trabajadora.
Esto debido a una política de privatización de los servicios públicos, falta de inversión en la educación y su infraestructura, recortes al presupuesto de las universidades, elevación de cuotas dentro de las mismas, etc. Lo que da como resultado que sólo el que tiene dinero con qué pagar puede acceder a una educación de calidad, y en consecuencia, a un empleo digno y bien remunerado, es decir, se condena a casi toda la juventud a vivir en un estado de precarización y miseria toda su vida.
Las cifras de las universidades demuestran lo anterior:
-De los 126 mil 753 aspirantes sólo 10 mil 916, equivalentes a 8.6 por ciento lograron un puesto en la UNAM, esto es que el 92 por ciento quedaron fuera de las aulas.
-De los más de 90 mil 600 aspirantes sólo 24 mil 200, lograron un lugar en el IPN, esto deja a 66 mi aspirantes sin un puesto dónde estudiar
-Y en la UAM son rechazados 9 de cada 10 aspirantes.
El gobierno ha intentado solventar este trágico panorama al incentivar la creación de, por un lado, universidades tecnológicas cuya única finalidad es ofrecer a los burgueses mano de obra barata para ser mejor explotada, y por el otro, universidades privadas las cuales muchas de ellas no cumplen con los estándares de calidad mínimos para impartir sus carreras, es decir, son universidades “patito” que su único objetivo es obtener dinero de los alumnos que fueron rechazados de las universidades públicas.
La propuesta por parte de las autoridades de que los aspirantes rechazados puedan cursar sus carreras en línea es un insulto a las aspiraciones de la juventud por un lugar de estudio digno y sólo una forma para dejar del lado el problema.
Ya que en medio de la peor crisis mundial, los capitalistas han implementado toda una serie de medidas para que a toda costa la tasa de ganancia no decrezca y la crisis no se profundice, aunque eso signifique exprimir hasta el último centavo de la clase trabajadora y arrebatarle sus derechos más fundamentales –que nadie les ha regalado, ya que son el resultado de luchas históricas- reformando la constitución para hacer “legal” el robo que se pretende hacer. Y dentro de éstas llamadas “reformas estructurales” como la laboral, o las pensiones, está la educativa, que junto con la fiscal –IVA en alimentos y medicinas- y la petrolera –inversión privada en la paraestatal-, busca aumentar la renta del capital por sobre la vida de las personas, busca que los jóvenes y trabajadores paguen la crisis que los banqueros y capitalistas provocaron.
La lucha sí sirve
El ejemplo de la juventud en los últimos años ha sido aleccionador, desde Canadá hasta Chile–que el pasado 11 de julio vivió a un exitoso paro nacional-, pasando por el mundo Árabe y España –en donde el Sindicato de Estudiantes ha convocado a diferentes huelgas y marchas en contra de la reforma a la educación. La juventud mexicana debe de ver esos procesos sociales de lucha un ejemplo a seguir, Turquía y Brasil son la muestra de que la movilización sirve para arrancarle concesiones a la clase dominante en beneficio de la mayoría explotada de la población, a condición de vincularse con otros sectores de trabajadores y explotados.
La lucha del año pasado que el #Yosoy132 protagonizó contra la imposición de EPN, y en donde se volcaron a la calle miles y miles de jóvenes es prueba fehaciente de las contradicciones del sistema en su conjunto, contradicciones que no han sido resueltas y sí agravadas, lo cual deja la puerta abierta a nuevas implosiones en México, más profundas que la anterior.
Por una organización permanente, de clase y de la juventud
El ambiente de ataques por parte del gobierno de EPN hacia los trabajadores ha dejado claro que no parará hasta socavar el último de nuestros derechos. Es por eso que se vuelve cada día más necesaria la formación de una organización a partir de la cual la batalla pueda desarrollarse de una mejor forma: una organización nacional de estudiantes, permanente, combativa y con programa de clase. Solo con ello podremos defender la educación pública para los hijos de los trabajadores y aniquilar la exclusión de la educación superior.