Universidad y lucha de clases
Desde hace varias décadas, gracias a la lucha de las familias trabajadoras para que sus hijos pudieran acceder a la educación superior, las universidades públicas dejaron de ser bastión inexpugnable de la burguesía y por tanto del pensamiento uniformador y acrítico que tanto regocija a la derecha política; se trataba de ese pensamiento que sólo tiene como objetivo la reproducir de las relaciones de dominación y opresión ideológica, cultura, científica, política y económica.
La irrupción de los hijos de los trabajadores en las aulas universitarias trajo consigo, gradualmente, la participación de otras teorías y formas de pensamiento de carácter crítico, dándole una nueva dimensión no sólo a los contenidos de los planes de estudio, sino además a la forma misma en que sería impartida la enseñanza. Esas teorías críticas, cuyo principal exponente sería el materialismo dialecticos, modificarían la forma en que en adelante se enseñaría en la filosofía, la económica, la pedagógica, la sociología, la física, la química, las matemáticas y resto de materias impartidas en la universidad pública. Desde entonces la visión conservadora de la ciencia, la cultura y el conocimiento dejarían de ser cien por ciento hegemónica para verse obligada a compartir las aulas universitarias con formas de pensamiento científico críticas y antagónicas con las relaciones de opresión, abriendo ello una enorme brecha entre dos bandos: por una lado, el de aquellos que pugnan por una universidad que forme profesionistas acríticos, indiferentes ante la realidad social, incapaces de pensar por ellos mimos y que no generen nuevos conocimientos sino que simplemente se limiten a repetir los conocimientos impartidos y en consecuencia, reproducir las relaciones sociales dominantes; y por otro, el grupo de quienes están convencidos de que la universidad tiene la responsabilidad de educar a profesionistas con criterio propio, que sean capaces de generar nuevos conocimientos y estén seriamente comprometidos con los problemas sociales de su realidad.
Estudiante Objeto vs. Sujeto
De cada una de ambas vertientes se desprende dos modelos antagónicos con procedimientos distintos al momento de impartir la clase: por un lado el pasivo, aquel en el que el estudiante es visto como un mero receptor (Objeto) de conocimientos; y el activo, en el que el estudiante es reconocido como (Sujeto) capaz de generar nuevos conocimientos. Así, en el primer caso la disciplina es entendida como un proceso de domesticación del alumno y como mecanismo para doblegar su voluntad propia para que asuma dócilmente el conocimiento impartido; en éste caso el estudiante pretende ser formado como un profesionistas incapaz de genera nuevos conocimientos y que por consecuencia asimile pasiva y acríticamente el status quo en la ciencia y la sociedad. Es por ello que cuando los estudiantes asumen una posición crítica ante el conocimiento impartido, el ala conservadora del profesorado se lanzan histéricamente contra los primeros por medio de toda clase de humillaciones, sanciones, improperios, rígidos y exagerados mecanismos de evaluación, sobre cargas académicas y todo aquel recurso que consideren conveniente para aplastar el espíritu crítico e independiente que por lo general caracteriza a la juventud. Para éste tipo de profesores - por lo regular vinculada a las autoridades universitarias a cambio de una serie de privilegios - el autoritarismo no es un recurso accidental sino todo un método coherente con su visón de la enseñanza y con los contenidos conservadores que aún perduran en el currículo universitario, tanto en el abierto como en oculto.
Por el contrario, un profesor que se opone a ese modelo es aquel que reconoce la capacidad creadora de los estudiantes e incentiva su participación; que llega a acuerdos con ellos para definir mecanismos compartidos para el desarrollo del proceso enseñanza-aprendizaje y para la evaluación misma. Es un profesor que no visualiza al conocimiento como un todo acabado y sobre el que nada tiene que decir el alumno, pero sí, al contrario, trata de dotarlo de recursos para que además de asimilarlo pueda desarrollarlo. Así pues, en definitiva para la formación del estudiante bajo éste perfil, el autoritarismo en el aula de clases es todo un obstáculo.
Organización contra la reacción
Desafortunadamente, a pesar del avance del profesorado progresista, el autoritarismo en las aulas de las universidades públicas sigue siendo un factor que dista de ser marginal. Si bien el caso de algunos profesores autoritarios tiene otra clase de explicación, lo cierto es que en tanto fenómeno escolar, se trata de una expresión concreta en las aulas comprometida con el orden existente, ese mismo orden que es el que más les conviene para clase dominante y sus formas de pensamiento. Lamentablemente esa es la realidad de todos los días en la UAM-I, misma que a la vez se trasforma en una agravante de mucho peso en la explicación de los altos índices de reprobación y de deserción en nuestro centro de estudios.
Por consecuencia el autoritarismo de esta clase de profesores más que ser un hecho aislado, es un procedimiento orgánico mismo que en condiciones de polarización social (tal como lo vemos ahora a consecuencia de la lucha en el PIN y por Ayotzinapa en 2014) se pone al servicio de las autoridades, por medio extenuantes sobrecargas académicas, evaluaciones exageradas, etcétera, tratando de agobiar a los estudiante para impedir su participación y organización política. A la vez de ello esta clase de profesores utilizan el aula para tratar de dividir a los estudiantes poniéndolos unos contra otras, para infundir toda clase de prejuicios y desconfianza contra la lucha social e incluso para intrigar contra los universitarios que han decidido lanzarse a la lucha.
De ahí que, reconociendo que la academia está dividida en dos bandos en general, es necesario que el ala progresista del profesorado - que representan un número importante - se organice y actué como un solo bloque que conscientemente tenga como objetivo neutralizar a la reacción académica, tarea doblemente necesaria en estos momentos en que está mucho de por medio en lucha por una sociedad mejor para los estudiantes y las familias trabajadoras.
Por nuestra cuenta los estudiantes debemos organizarnos aula por aula, carrera por carrera y organizar un frente común para eliminar de una vez por todas todo rasgo de autoritarismo por parte de esa clase de profesores reaccionarios que además de humillarnos todos los días, pareciera que también tiene como objetivo desmoralizarnos para que renunciemos a seguir estudiando. Esas mismas medidas las debemos impulsar para luchar contra los resabios de conservadurismo científico en los contenidos universitarios y en las formas de gobierno, mismas que inhiben el potencial creador de los estudiantes y que asfixian su participación democrática en los asuntos más importantes de las instituciones de educación superior.
Únete al Comité Estudiantil en Defensa de la Educación Pública de la UAM-I para luchar contra el autoritarismo y por un trato digno en las aulas.