Con el final del sexenio de AMLO, se consuma un proceso que lleva más de 30 años desarrollándose. El obradorismo es un movimiento que ha demostrado lo que se puede conseguir por medio de la movilización en las calles, este ha protagonizado las movilizaciones más grandes en la historia del país, de hasta tres millones de personas, para detener al monstruo del prianismo. Esta enorme fuerza derrotó el intento de desafuero y encarcelamiento de AMLO en 2005, respondió a dos fraudes electorales, tras lo cual AMLO llegó finalmente a la presidencia, y ha derrotado en las urnas y en las calles todos los intentos de la derecha de volver al gobierno. Ahora AMLO concluye su gobierno con un récord histórico en aceptación que supera el 70% y con un movimiento detrás que no sólo no está derrotado, sino que ha ganado confianza en sus propias fuerzas y ha demostrado que existe la fuerza o y disposición entre las masas para llevar a cabo no sólo reformas, como hasta ahora han querido AMLO y toda la dirigencia, sino toda una verdadera transformación revolucionaria de la sociedad. 

Ahora debemos emplear esta fuerza para continuar con el movimiento hasta terminar con el sistema en su conjunto, de otra forma, la amenaza de la vuelta del viejo régimen estará siempre presente. Han ocurrido cambios importantes en estos 6 años, pero el poder económico sigue en manos de una oligarquía parásita de banqueros, terratenientes y grandes monopolios y multinacionales imperialistas que continúa intentando utilizar el aparato estatal y su poder para sabotear cualquier avance social y harán  todo lo posible por aplastar y derrotar este ascenso en la organización y movilización obrera y popular. Sólo entendiendo esto, sacando lecciones de este último periodo, podemos dotarnos del programa y plan de acción que nos permita acabar con el viejo régimen y erradicar de manera definitiva la miseria, la corrupción y la opresión.

 

Cómo llega AMLO al gobierno

La dictadura prianista nos dejó las mayores tragedias:  la guerra sucia, la masacre del 2 de octubre y el halconazo y la ineptitud del gobierno en el sismo de 1985. Más recientemente, la desaparición de 43 normalistas, el despojo de territorios y recursos, la formación de un narcoestado y una crisis de desapariciones. En el terreno económico la burguesía nacional e imperialista se hizo millonaria con la privatización masiva de servicios públicos como las telecomunicaciones, la minería, el petróleo, los bancos, etc., crisis y devaluaciones. 

AMLO llegó a contender por la presidencia en este contexto y sobre la marea de grandes movilizaciones a nivel nacional, que expresaban la urgencia y la necesidad de acabar con el prianismo: la insurrección en Oaxaca de 2006, las huelgas mineras, las luchas del magisterio, la huelga estudiantil de la UNAM de 1999, la más larga en su historia. En América Latina se vivía un proceso de giro a la izquierda con la revolución venezolana como emblema de las aspiraciones de la clase trabajadora latinoamericana. 

AMLO logró capitalizar este descontento y darle un cauce organizado y nacional que otros movimientos no pudieron, como el zapatismo o diferentes organizaciones o movimientos que se reclamaban socialistas. Que este gobierno sea el segundo con más apoyo en la historia del país después de Lázaro Cárdenas no es ninguna casualidad. Y desde luego no es producto de “las masas ignorantes” como considera la derecha, con el desprecio hacia las y los oprimidos que les caracteriza, y como repiten con sectarismo algunos sectores desubicados de la izquierda.

Ante tanta miseria de la dictadura prianista, las masas vieron en AMLO una esperanza de cambiar las cosas. Enfrentando todos los obstáculos, le llevaron al gobierno y por eso durante estos 6 años lo han considerado suyo y defendido contra todos los ataques de la reacción. 

La lucha contra los fraudes electorales hizo sonar todas las alarmas de la burguesía y sus representantes en el poder. Las masas se movilizaron durante meses y estaban dispuestas a todo. Si AMLO hubiera confiado en llamar a la movilización masiva y a la huelga general de sus millones de votantes para obligarlos a reconocer su victoria, los gobiernos espurios de Calderón y EPN habrían podido ser derrocados como producto de una insurrección de masas, abriendo la posibilidad de un cuestionamiento frontal del poder de la burguesía y del resurgimiento de la alternativa socialista entre millones. 

La insistencia de AMLO en llegar al poder por la vía institucional e intentando mantener la paz social fue respondida por la oligarquía con violencia tras violencia. El pacifismo se quedó siempre de nuestro lado. El costo de la imposición del PAN en 2006 y del PRI en 2012 fue la represión brutal del movimiento. El objetivo fundamental de estos dos gobiernos era destruir al movimiento, desmoralizar y controlarlo, pero aún así no lo consiguieron. Por el contrario, atizaron el enojo y el hartazgo de la clase trabajadora y capas medias que en 2018 le dieron a López Obrador un triunfo histórico e indiscutible en el terreno electoral.

La clase dominante no tenía muchas alternativas, si cometía nuevamente fraude —que tendría que haber sido un fraude monumental— se podía enfrentar a una insurrección que incluso podría rebasar el control del propio AMLO, lo que él mismo llamaría “soltar al tigre”. La otra alternativa, era permitir la llegada de AMLO e intentar domesticar y descafeinar el movimiento a su favor. 

La burguesía se inclinó por la segunda opción. Después de todo, AMLO nunca ha planteado acabar con el capitalismo, el sistema que le permite a la burguesía existir y enriquecerse, sino la posibilidad de llevar a cabo políticas más favorables para los más pobres respetando la propiedad de los bancos y las grandes empresas. El problema es que los capitalistas no pueden aceptar esto como una nueva normalidad, incluso cuando hay un sector que se ha acomodado al nuevo gobierno, para la burguesía en conjunto es insostenible a largo plazo. Por eso cada medida aplicada por el gobierno, incluso aunque no tocase sus privilegios o lo hiciese limitadamente, ha sido contestada por ellos con sabotaje y ataques.

 

Gobernar para la burguesía o para la clase trabajadora

AMLO ha intentado conciliar los intereses de los empresarios con los de las familias trabajadoras y humildes, aunque sean contrapuestos. Hasta el momento Morena, AMLO y el movimiento obradorista han evitado que la clase dominante gobierne a la vieja usanza. Intentando acabar con varios de los privilegios más insultantes y escandalosos que ha mantenido la clase dominante durante décadas, por ejemplo, ha retirado las exenciones de impuestos a las grandes empresas. Como resultado, el ingreso tributario de 2018 a 2023 creció en un 47.5%, con más de dos billones de ingresos anuales extra al sexenio anterior, lo cual ha sido una de las bases importantes para mantener los programas sociales. 

También ha impulsado la cancelación de proyectos como el aeropuerto de Texcoco y la cervecera Constellation Brands y ha llevado a cabo al menos 500 pequeñas expropiaciones para proyectos de interés público. Es por eso por lo que el empresariado no ha dejado de boicotear y golpear al gobierno de AMLO.

Intentando responder a las reivindicaciones de las masas que le apoyan, ha elevado el salario en su máximo histórico, redujo la pobreza en más de nueve millones y los programas sociales cubren el 15% del ingreso familiar. Pero lo ha hecho sin expropiar las principales claves de la economía, como la industria eléctrica, petrolera, la minería, la banca y todos los contratos de asociaciones público-privadas. Esto significa que estos avances están permanentemente bajo amenaza por parte de los capitalistas y en terrenos como el impulso de PEMEX y la independencia energética, cualquier medida de avance choca con el  mantenimiento de los privilegios de la burocracia del estado y el poder de las grandes empresas, que no han dejado de explotar hasta la médula a la clase trabajadora y acaban convirtiendo en papel mojado cualquier intento de acabar con las desigualdades o avanzar seriamente en la soberanía y el control efectivo de las riquezas del país frente al poder de las grandes empresas nacionales y extranjeras. 

Un ejemplo muy claro de las limitaciones y sabotaje de la oligarquía al que se ve sometida cualquier reforma lo hemos visto recientemente con la reforma judicial. Intentando responder a una vieja aspiración popular, el gobierno de AMLO planteó la elegibilidad de los jueces. La clase dominante, con la reaccionaria casta judicial y la derecha al frente, ha lanzado una campaña histérica. Las masas han mostrado su disposición a apoyar una transformación que acabe con esta justicia burguesa clasista, machista, y racista y patriarcal. Pero la reforma finalmente aprobada, aunque limita los ingresos de los jueces a un máximo que no puede superar el del jefe del estado y establece algunas otras obligaciones, no acaba con el carácter oligárquico de la justicia. 

Este es solo un ejemplo de intereses antagónicos que ha ubicado a cada quien en su lado de la barricada, por un lado, la iglesia, los empresarios, la derecha y Estados Unidos defendiendo los privilegios de los jueces corruptos, fiscales, ministros y magistrados y por el otro, la clase trabajadora y el movimiento de la izquierda esperando eliminar los privilegios a esta lacra que sólo vela por una justicia para quien puede pagarla. 

Mientras no acabemos con el estado capitalista y construyamos mediante la acción revolucionaria de las masas un estado de la clase obrera es imposible una justicia al servicio de las masas pobres. Esta seguirá siendo un instrumento de los ricos y poderosos contra las y los oprimidos

Lo mismo ocurre con el mantenimiento de la economía capitalista. La burguesía ha tenido manga ancha para seguirse haciendo de dinero, en las propias palabras de AMLO, “a la burguesía le ha ido bien”. Los ricos se han hecho más ricos, los bancos han incrementado sus ganancias en un 30%; Germán Larrea ha incrementado su riqueza en un 58.1%, Carlos Slim un 41.8%, Alejandro Bailleres 28.9% y Ricardo Salinas 26.4%.

Mientras la clase trabajadora seguimos con empleos precarios y problemas para llegar a fin de quincena. A 49 millones de personas no les alcanza para comprar la canasta básica y los índices de pobreza se encuentran en 47.6%, y 9.4% de la población se encuentra en pobreza extrema, según datos de la Coneval. México se ha colocado en el primer lugar en feminicidios, transfeminicidios, asesinatos a defensores del territorio y en cifras de desaparecidos.

AMLO también ha denunciado al imperialismo en sus discursos. Pero en la medida en que no ha atacado la propiedad de los bancos y las grandes transnacionales la dependencia de EEUU se ha sostenido y profundizado. El 82% de la IED viene de este país, así como el 90.7% del armamento, además ha habido cinco campañas de ingreso de tropas de Estados Unidos a México tan solo en este año. Otra señal de esta dependencia es el seguidismo a las políticas económicas de Estados Unidos para fortalecer el T-MEC y llevar a cabo sanciones arancelarias contra China, además de una fuerte política anti inmigrante que ha cobrado la vida de más de mil personas en territorio mexicano y al menos 55 en centros de detenciones.

El no llevar el proceso hasta un cauce revolucionario y confrontativo con el sistema, y utilizar en cambio una política de pactos con la clase dominante y las cúpulas, nos dejan deudas importantes y sentidas por el movimiento de izquierda. Como el fortaleciemiento y vínculos con las Fuerzas Armadas, que nos ha impedido tener justicia y verdad en el caso de Ayotzinapa y el 2 de octubre del 68; o la persecución a los defensores del territorio al no expropiar a las grandes trasnacionales y frenar los megaproyectos de muerte; los pactos con el charrismo del SNTE impiden la total derogación de la reforma educativa, o la negativa a romper relaciones con Israel, por la dependencia militar, ante el genocidio en Palestina, así como romper relaciones y expropiar a las empresas que financian esta barbarie capitalista, etc.

 

La contradicción entre los intereses de clase no se han eliminado

Las principales contradicciones en la sociedad no se han resuelto, no ha sido posible que ricos y pobres, explotados y explotadores podamos convivir en un mundo embellecido por la democracia de la clase dominante. En cada iniciativa de López Obrador para gobernar con la consigna de “primero los pobres”, en cada propuesta de reforma, se ha abierto un conflicto entre los intereses de clase. 

Por ejemplo, la jornada laboral de ocho horas, la eliminación real del outsourcing y la reforma energética que en los hechos no se han podido aplicar o han quedado muy cortas a lo que se necesita por la oposición del empresariado. A la derecha y a los empresarios sólo les rige una ley: obtener el máximo de beneficios a costa de la explotación de la mayoría. 

Los marxistas luchamos por reformas y mejoras. Pero, a diferencia de los que plantean que es posible humanizar al capitalismo, nosotros planteamos que cada reforma y avance que logramos arrancar a los capitalistas es y será resultado de la lucha y que el único modo de mantener y ampliar esas conquistas de forma definitiva es llevando la autoorganización y movilización de la clase obrera hasta el final, expropiando a los capitalistas y transformando la sociedad. 

Para ello impulsamos la lucha revolucionaria mediante la movilización en las calles, organizados en comités de lucha en cada escuela, barrio y centro de trabajo. Es fundamental arrebatarle todo el poder, recursos y privilegios a la oligarquía si no queremos de regreso a la derecha aplicando las políticas más salvajes contra la clase trabajadora ¡Tenemos la fuerza para llevar a cabo una transformación revolucionaria!

El sexenio de AMLO ha sido el resultado de una contradicción histórica, entre la imposibilidad de mantener intacto el statu quo de la oligarquía mexicana y la necesidad y empuje de las masas de trabajadores por transformar la sociedad, pero también entre esta necesidad de cambiarlo todo y la falta de una alternativa marxista de masas. Seis años la consciencia de clase se ha desarrollado plena de ires, venires, subidas, bajadas, adelantos y retrocesos, avanzando intentando quitar todos los obstáculos del camino, pero frenada a cada paso por la actual dirección, política, sindical y social del movimiento transformador.

 

Por una alternativa de izquierda revolucionaria y socialista

El gobierno de Claudia estará sometido a más presiones que el de AMLO. El panorama internacional es aterrador, con la guerra en Ucrania escalando y el genocidio en Palestina, Cisjordania y Líbano en marcha, además de la inevitabilidad de una nueva crisis económica mundial de la que nos llevarnos la peor parte, arrastrados por el imperialismo norteamericano. 

Las presiones de EE. UU. y de la burguesía interna no harán más que incrementar de tono. Mientras las principales palancas de la economía sigan en manos de los poderosos y de los explotadores, los problemas de los oprimidos y oprimidas seguirán sin ser resueltos poniendo en peligro las bases del obradorismo y al movimiento mismo, y las tensiones cada vez serán mayores.

La correlación de fuerzas sigue a favor de los oprimidos, la derecha ha querido agruparse, pero, a pesar de sus muchos intentos, este objetivo no se ha consolidado.  Pero no podemos confiarnos. La burguesía está golpeando a través de sus políticos. Ante las dificultades para que sus partidos pudiesen desbancar a Morena, están apoyándose en una derecha interna formada por arribistas, políticos burgueses y la cooptación de líderes de la izquierda así como la formación de una nueva casta de funcionarios e intelectuales venidos de las viejas luchas y de la academia “progresista”  para empujar al gobierno y a Morena a ceder totalmente a sus exigencias y presiones. 

Esta derecha interna también es utilizada para implicar a AMLO y la 4T al máximo en la colaboración de clases para llevar a cabo su agenda con la mayor velocidad. Su objetivo es seguir hablando de usar la 4T para intentar desgastar y desmoralizar a las masas mientras sus medidas prácticas buscan golpear y reprimir −como estamos viendo ahora mismo hacia el movimiento feminista, los pueblos en resistencia y el movimiento pro Palestina. Incrementarán la ofensiva para eliminar todo elemento combativo y de clase. 

Necesitamos una herramienta efectiva, con una política de clase clara, combativa y un programa auténticamente revolucionario para enfrentar este escenario. El núcleo político del programa obradorista es la reforma del capital, transformar la institucionalidad sin tocar la estructura económica, para ello necesita enfrentarse a las reticencias de ciertos sectores de la burguesía para salvar al capitalismo en su conjunto. AMLO y Morena  se han basado en la movilización de las masas pero siempre de manera controlada y como herramienta auxiliar al énfasis siempre puesto en la acción parlamentaria y gubernamental como lo principal, para utilizar su fuerza para imponerse frente a los sectores más reaccionarios (fifís) e incluso a algunos puntos del imperialismo.

Desde Izquierda Revolucionaria no queremos atenuar las lacras del sistema, sobrellevar las crisis o disminuir la explotación, ¡queremos eliminarlo! Buscamos construir una sociedad donde no exista la explotación del hombre por hombre, donde las y los trabajadores tomemos nuestros centros de trabajo en nuestras propias manos bajo control democrático, ante la barbarie económica que se aproxima. Sólo expropiando a la burguesía y construyendo una economía socialista, de manera urgente, será posible consolidar los avances y garantizar que no haya una vuelta atrás. 

La solidaridad latinoamericana e internacionalista también será clave para confrontar al imperialismo en decadencia, uniendo nuestra lucha a la de nuestros hermanos del sur y del norte. Una transformación socialista en México se convertiría en un poderoso imán de atracción para el resto de pueblos de América Latina, donde hemos visto procesos revolucionarios y la elección de gobiernos de izquierda, y para la propia clase obrera y oprimidos de EEUU, que han protagonizado huelgas y movimientos de masas muy poderosos, derrotando cualquier ofensiva de la derecha y el imperialismo.

 

¡Adelante con todas las fuerzas a reagruparnos, fortalecer la alianza revolucionaria de clase y construir una auténtica izquierda revolucionaria!


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