Carta a la redacción
El primero de julio el pueblo de México salió a las calles a votar con esperanza. Campesinos, obreros, maestros, oficinistas, los asalariados de este país fueron a las casillas a imponer su voluntad como nunca. ¿El propósito? Un intento de cambio. Salieron a votar por un proyecto, por mejoras salariales, por la eliminación de los abusos del poder, para que les alcance la comida, seguridad, por la libertad de expresión y, hay quienes dicen, por cumplir un sueño emprendido desde hace 50 años.
Los resultados electorales de este primero de julio no solo llevaron a un candidato a secas al poder, es el despertar del animo de la conciencia del pueblo por hacer algo por la situación precaria económica y social que se vive por el capitalismo voraz, es la expresión con los medios que sintieron a su alcance el cual fue el depositar su esperanza en una urna, no como un cheque en blanco sino a cambio de una mejora de su vida cotidiana.
Este primer triunfo se comienza a traducir en valentía entre la clase trabajadora que da visos de rebeldía entre las bases de agremiados a los sindicatos charros, dirigidos por personajes totalmente alineados a la política neoliberal que han cedido de manera descarada a las (contra) reformas estructurales en detrimento de las condiciones laborales y de vida de los obreros. Un ejemplo muy emblemático de este caso es el sindicato petrolero que en días pasados a los trabajadores les pasaron unas hojas para que firmaran su apoyo al dirigente Carlos Romero Deschamps pero los trabajadores se negaron e incluso, mas recientemente, ya hay una fracción disidente que pretende desbancar al actual secretario general y el plus de todo es que ya lo hacen de manera franca y abierta y así en otros sindicatos como el del IMSS y Suterm por decir algunos de tradición charra por excelencia.
No es cosa menor, los de abajo comienzan a sentir la confianza necesaria para revelarse ante quien los ha oprimido durante décadas, a quien los a sumido en la precariedad, ante los que por lógica debiera representarlos pero están de parte del patrón, tienen la confianza de criticar a aquel a quien llevaron al triunfo, a expresar su desacuerdo con este o aquel que fue propuesto funcionario que no representa los intereses de los explotados y a ser tomados en cuenta para las decisiones que afectara su vida diaria.
Pero el triunfo del primero de julio solo es un paso, solo fue un gancho dado al poder económico, mas no fue un nocaut. Los poderes facticos se reponen, se reposicionan y presionan ya que la correlación de fuerzas ha cambiado y, hasta el momento, no está del todo a su favor y pretenden que cualquier proyecto o programa no los toque ni con el pétalo de una rosa.
Es necesario aglutinar el despertar de las bases, de los de abajo, y traducirlo en organización que permita impulsar un movimiento más amplio y que obedezca a las necesidades de campesinos, obreros y asalariados en general. Este es un trabajo de los militantes y activistas, se tiene que aprovechar toda la coyuntura para tender las redes necesarias para desbancar a los charros e identificar a los que pretendan serlo, organizar a los trabajadores en donde no haya organización, tender puentes de organización desde el norte hasta el sur del país sin sectarismos con un programa común para darle continuidad al ambiente de cambio.
La coyuntura esta dada, hay valentía y disposición de un amplio sector. Es hora de las bases, hora de los de abajo.