“Toda crisis social, es inevitablemente, una crisis del ejército”
León Trotsky, Adónde va Francia
Han transcurrid 13 años del inicio de la mal llamada “guerra contra el narcotráfico”, y no solo no se ha logrado el supuesto objetivo, sino que nos encontramos ante una de las peores crisis de violencia en el país. La militarización ha sido un sangriento fracaso para la mayoría de la población y un jugoso negocio para unos cuantos. Al mismo tiempo, el espíritu de sobrevivencia, la creatividad y la auto organización se han revelado como la verdadera alternativa para acabar con la violencia y el crimen organizado.
Han transcurrid 13 años del inicio de la mal llamada “guerra contra el narcotráfico”, y no solo no se ha logrado el supuesto objetivo, sino que nos encontramos ante una de las peores crisis de violencia en el país. La militarización ha sido un sangriento fracaso para la mayoría de la población y un jugoso negocio para unos cuantos. Al mismo tiempo, el espíritu de sobrevivencia, la creatividad y la auto organización se han revelado como la verdadera alternativa para acabar con la violencia y el crimen organizado.
AMLO llama a poner nuestra confianza en las Fuerzas Armadas, pero se olvida de los crímenes en los que estas instituciones han participado durante estos 13 años de “el combate al crimen”.
Algunos de los argumentos expuestos para mantener a las FFAA en las calles, ahora bajo la figura de Guardia Nacional, son: Su supuesta actitud responsable. Los militares no son parte de la solución a la violencia, son parte del problema. Durante los primeros tres años de comenzada la “guerra contra el narco” 300 civiles inocentes fueron asesinados a manos de militares (La Jornada/2009/09/10), no olvidemos la violación tumultuaria de 14 mujeres, en julio de 2006 en un bar de la Monclova por el pelotón del XIV Regimiento Motorizado de Caballería, o la violación de Ernestina Ascencio, mujer indígena de 72 años que fue violada y asesinada por militares. Los abusos de autoridad como el caso de Tlatlaya, la colusión con el narcotráfico como lo demuestra la investigación independiente en el caso de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa e incluso casos históricos de genocidio como la masacre de 1968. Las FFAA, han provocado más violencia que seguridad y protección.
También se ha dicho que no se inmiscuyen en negocios sucios, pero la realidad es que altos mandos como el General Roberto Miranda, el Coronel Marco Antonio de León Adams o el General Humberto Antimo Miranda, han sido descubiertos en la nómina del Cartel de Sinaloa, durante el juicio al Chapo, pero esto es solo una muestra de lo infiltradas que están las FFAA por el crimen organizado.
Los esfuerzos por mantener la legitimidad de las FFAA, se han hecho con base en montajes, mentiras, cifras maquilladas y una enorme campaña propagandística de legitimación durante los últimos sexenios. Los altos mandos se han convertido en parte de la oligarquía que mantiene el estado de temor y opresión hacia el pueblo trabajador, ya que muchos de ellos son grandes empresarios financiados con el dinero manchado de sangre del pueblo al que debía defender.
Si bien el nombramiento de los altos mandos descabezó la estructura amafiada y burocratizada que ha operado en los últimos sexenios, la historia del ejército en las calles está llena de testimonios de violaciones a derechos humanos, la naturaleza de este cuerpo armado no está diseñada para proteger a los civiles, sino para atacar al enemigo. El supuesto adiestramiento que reciben en derechos humanos es un fracaso y visto como un estorbo que protegen criminales ¿Qué nos asegura que los próximos, dentro de la Guardia Nacional, no lo serán? Según datos del The New York Times, los soldados mexicanos matan a ocho personas por cada una que dejan lesionada, un índice de letalidad desproporcionado y muy alto, pues según datos de la Cruz Roja, en una guerra en promedio hay cuatro heridos por una persona muerta (NYT, 26/05/2016).
La conformación de una Guardia Nacional implica 13 reformas constitucionales que abren la puerta a grandes riesgos para el futuro, en el que la Guardia Nacional puede convertirse en un arma mortal para el pueblo.
Al contrario del protagonismo que se le quiere dar a las Fuerzas Armadas, exigimos una depuración urgente, a todos los niveles, en donde se enjuicie y castigue a todos los elementos coludidos con el crimen organizado, responsables de asesinatos extrajudiciales, sicarios a sueldo de las grandes empresas mineras, a todos los vinculados con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, a los represores al pueblo de Nochixtlán, etc.
Necesitamos un cuerpo de autodefensas nacional, que como ya lo han demostrado son los únicos capaces de erradicar la inseguridad y la violencia del crimen organizado en sus comunidades, la elección de los mandos a través de verdaderas estructuras democráticas asamblearias, en cada comunidad, pueblo y región, así como el control democrático y jurídico de todas esas estructuras directamente por la población civil.
No necesitamos la militarización del país, necesitamos la participación del pueblo organizado en todos los asuntos claves de la economía, la seguridad y la lucha contra la violencia.