El pasado 26 de enero se llevó a cabo el VI Congreso Nacional Extraordinario de Morena, en el que se avaló que la presidencia nacional del partido recaiga de manera interina, en el diputado federal Alfonso Ramírez Cuéllar, destituyendo de esa posición a Yeidckol Polevnsky, manteniéndola solamente como Secretaria General de Comité Ejecutivo Nacional (CEN). La labor de Ramírez Cuéllar, se supone que consistirá en llevar adelante el proceso para convocar a Congreso Nacional en un lapso de cuatro meses para elegir a la nueva dirigencia de manera formal.
Dentro del juego burocrático y sin principios que se está desarrollando a lo interno de Morena, esto podría parecer un paso adelante para las aspiraciones de Bertha Luján de ocupar la presidencia, pero en el fondo este congreso refleja las profundas divisiones que existen al interior del partido, en medio de métodos totalmente burocráticos, y una lógica de lucha de intereses personales y de grupo que están llevando a Morena a un proceso de descomposición al más puro estilo de los partidos tradicionales que tanto se han criticado.
La batalla por la dirigencia nacional de Morena ha sacado a la luz toda una serie de vicios que dominan a esta organización política, la cual se formó con el esfuerzo de miles de trabajadores, campesinos, jóvenes y demás sectores que buscaban construir una alternativa de lucha contra todos los agravios que genera el capitalismo. Sin embargo, con todos estos métodos, por la vía de los hechos se traiciona a estas aspiraciones de transformación que emanan de las bases del partido.
Desde mediados del año pasado inició el proceso para la elección del nuevo presidente del partido. Recordemos que este cargo lo tenía López Obrador, pero al asumir la presidencia, Yeidckol Polevnsky toma funciones de presidenta, dado que ella era y es la Secretaria General del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) de Morena, cargo para el que sí fue electa. De esta manera el grupo más allegado a los empresarios y a sectores de derecha asumía parte importante de la dirección y control del partido.
A partir de julio de 2019 iniciaron las asambleas distritales y estatales, sin embargo, en el mes de octubre estas son anuladas por el Tribunal Electoral, argumentando que en dichas asambleas el padrón estaba alterado, que estaba inflado, y en algunos casos también rasurado. Dada esta situación, el proceso normal que se dirigía hacia el Congreso Nacional para el 20 de noviembre, quedo paralizado, beneficiando a Polensvky para buscar maniobrar nuevamente de cara a quedarse con el control de Morena. Esto reflejaba como los métodos de siempre, los métodos más arraigados del priismo, estaban dominando a un partido que se planteaba hacer las cosas de forma diferente.
La ridícula lucha de grupos ha caído incluso hasta los insultos personales, principalmente entre Polevnsky y Bertha Lujan, expresando una lógica de hacer política muy ajena a las masas trabajadoras y muy cercana a la podredumbre del régimen anterior. Finalmente, y mediante una serie de maniobras y sin la integración real de las bases del partido vía las asambleas democráticas, se logra convocar el Congreso. Si bien, hay un legítimo interés de las bases por sacar a Yeidckol de la dirigencia del partido, y una tendencia a apoyar la candidatura de Bertha Lujan, lo más importante es garantizar métodos democráticos, a partir de la participación amplia y libre de las bases tanto para la destitución de una como para la elección de los dirigentes, los cuales deben salir de las mismas bases a partir de los comités locales y estatales y con base a un programa de lucha que unifique y homogenice al partido bajo este programa que defienda siempre los intereses de la clase trabajadora y los campesinos pobres. Dichos dirigentes deben haber demostrado su compromiso con un programa de izquierda y con la lucha de toda la clase obrera. Yeidckol ha demostrado una y otra vez, estar del lado de los empresarios como lo hizo en el caso de las huelgas obreras en Matamoros el año pasado.
Pero la participación de la militancia tampoco se debe limitar a la elección de cargos, es fundamental su incorporación en todo tipo de actividades, incluyendo la formación política, a la que, por cierto, Yeidckol ha puesto trabas constantes. Esta participación activa y constante será la única posibilidad de control democrático de la dirigencia y con ello evitar que la deriva se profundice hacia los caminos ya recorridos por el PRD.
En el pasado Congreso, también se eligieron a los representantes faltantes del CEN, incluyendo personajes como Enrique Dussel, en la parte de formación política, varios de estos personajes expresan las consecuencias políticas de haber aceptado, de cara a las elecciones del 2018, cualquier cascajo político con la consigna de ganar los comicios a toda costa. Esta política de hacer alianzas con nuestros enemigos de clase se está convirtiendo en el principal verdugo de Morena, nutrido de toda clase de arribistas.
Esto no tiene nada que ver con las luchas serias, organizadas, y totalmente sacrificadas de la clase trabajadora, que nos tomamos los cambios en serio y con las dos manos, porque lo que padecemos día a día en nuestros centros de trabajo, escuelas, colonia, etc., no es juego. Es decir, con esos métodos Morena se aleja de ser una alternativa de lucha seria que corresponda con los esfuerzos realizados por todos sus votantes, aun así existe todavía la disposición de amplios sectores de las bases para seguir dando la batalla por rescatar su organización que tanto trabajo costo construir y llevar hasta donde se encuentra. Más aún en un contexto en donde la lucha no para y se requiere una herramienta para avanzar y no hay más alternativas que se muestren viables.
El congreso del pasado 26 de enero, más que resolver las diferencias, las ha profundizado, reflejando al interior de Morena la tensa situación política nacional. Ahora Polenvsky ha impugnado la decisión de dicho congreso y no reconoce la legitimidad del diputado Ramírez Cuéllar al frente del partido, así como ninguna de las decisiones ahí tomadas, misma postura en la que está un sector de CEN de Morena que apoya a la actual Secretaria General.
Ramírez Cuellar querrá convocar a una reunión del CEN, sin embargo, el grupo de Yeidckol no lo reconocerá y no asistirá, generando un mayor conflicto, porque las cosas se siguen haciendo mal, en lugar de poner por encima principios de izquierda, las necesidades del pueblo y la lucha por la transformación radical de este país, se pone prioridad a los intereses de grupo y personales, de genta ambiciosa que solo quiere dinero y poder, a través de posiciones políticas internas y puestos en las elecciones intermedias.
Morena es una organización política, que según los objetivos que busca, debería funcionar no solo para ganar puestos políticos sino como una plataforma de lucha social. Por ello es que no basta con haber llegado a la presidencia de la república. Derrotar a la derecha en las pasadas elecciones no resuelve las cosas por sí mismas, es por ello que López Obrador no puede permanecer ajeno a lo que pasa al interior del partido político que lo llevo a la presidencia, porque no es solo un partido, es la aspiración de miles de trabajadores de encontrar un verdadero cambio de vida, y eso se logra solo luchando.
La posición de AMLO de no meterse en los asuntos internos del partido, es como lavarse las manos ante una problemática que en gran medida es resultado de una política implementada por él mismo: la conciliación de clases. Si bien el presidente de la república no puede gobernar solo para beneficio de un partido político, sí debe tener claro que los verdaderos cambios se lograran enfrentado a la burguesía y para ello se necesita del pueblo organizado y movilizado. Se requiere de esta organización democrática dentro o fuera de Morena para dar esa batalla, el mismo AMLO lo ha dicho: “sin el pueblo nada…” pues bien, Morena ahora mismo es un freno para la integración del pueblo en la lucha por conseguir conquistas para el pueblo, cuando debería ser exactamente lo contrario.
La consigna dentro de las asambleas y comités de base de morena, no solo debe ser “fuera Yeidckol”, sino “fuera todos los oportunistas de Morena”, como Monreal y muchos otros.
Es urgente e imprescindible una verdadera alternativa de izquierda para defender un programa que se plantee acabar con la explotación laboral y el indignante enriquecimiento de los empresarios, defender las luchas de los jornaleros, indígenas, campesinos, las luchas feministas, etc. . En todo caso de alcanzarse un puesto político en el gobierno, este debe servir para impulsar a todos los movimientos sociales que luchan de manera seria y real por acabar con el capitalismo, más no para hacerse parte de él.