El gobierno de Andrés Manuel López Obrador transita en el contexto de la crisis económica más importante en la historia del capitalismo, aún más profunda que la de 2008. De este hecho trascendental ningún estado, nación o régimen puede escapar. Las leyes que rigen el sistema −la obtención de la máxima ganancia a costa de lo que sea− se imponen a muerte, sangre y choques en cada rincón del globo. Todos los gobernantes, incluyendo los progresistas o los que se proclaman afines al pueblo se inclinan ante los grandes designios del capital, no hay nadie que esté escapando de aceptar la lógica capitalista.

La pandemia cabalga sobre los oprimidos   

En este contexto, aplicar una política que trate de conciliar los intereses de millones de personas  que no poseen nada más que su trabajo y los intereses de aquellos dueños de todo, los capitalistas, lo único que se logrará es permitir que la burguesía se reponga de su crisis y se estabilice políticamente y que sea el principal verdugo de miles de oprimidos, como ya lo hemos visto con la pandemia en nuestro país llevándose más de 60 mil vidas.

Esta crisis sanitaria ha cobrado la vida principalmente de los sectores más pobres de nuestro pueblo, las colonias populares densamente pobladas, sin servicios y con altos niveles de pobreza siendo los focos rojos de manera permanente. Rechazamos los argumentos que enfatizan la responsabilidad en los individuos ya que todos los días millones hemos tenido que desplazarnos a los centros de trabajo que no han parado, como las zonas industriales de Xalostoc, el Bajío, la frontera norte o Monterrey.

La política reformista salda con más 60 mil muertes

La política de López-Gatell ha llegado a su límite. Es lamentable escuchar que la Covid es un fenómeno natural que no se pudo evitar, que irremediablemente se perderán vidas. Reconocemos los esfuerzos de este gobierno −que de haber gobernado la derecha jamás se hubieran hecho−, celebramos las denuncias del desmantelamiento del sistema sanitario y del nivel de vida y del deterioro de salud de nuestro pueblo, años de explotación, hambre y miseria; también celebramos el anuncio de que la vacuna será universal y gratuita. Sin embargo, el problema del reformismo radica en que sólo desea atenuar la miseria, la pobreza y la muerte (aplanar la famosa curva) mejorar el sistema, reparar sus fallas, pero no construir una sociedad nueva.

Las buenas intenciones de López-Gatell llegan en un momento donde no puede haber reformas de ese calibre. Es imposible resolver las reivindicaciones democráticas pendientes si la clase trabajadora a la cabeza no toma el poder político, económico y social de la sociedad. Presenciamos constantes episodios de confrontaciones con los mecanismos de solución de López-Gatell y los impulsados por Marcelo Ebrard, Moctezuma Barragán o el mismo AMLO, dando el espaldarazo al empresariado que se reusó a cerrar los sectores no esenciales y aplicar los mecanismos sanitarios adecuados en los centros de trabajo.

Estos personajes no están ahí por casualidad, están ahí para garantizar que los negocios sigan viento en popa, las ilusiones de AMLO de hacer convivir a sectores de la burguesía “responsables y humanistas” con sectores sociales y progresistas ha fracasado. Los segundos han ido cediendo claramente sus posiciones y terreno a la burguesía, tanto en el gabinete como en las iniciativas −el caso de la pandemia, la educación y el medio ambiente son claros ejemplo de ello−.

Con tal de no cortar una serie de apoyos para los programas sociales y rescatar el tema petrolero, aceptan las políticas contrarias al pueblo en temas cruciales como los megaproyectos o la educación pública. El único camino para confrontar a estos sectores es confiar en el poder de la clase trabajadora, en esa fuerza de millones de oprimidos que sacó a la derecha del poder y que sigue presente.

La llegada de AMLO no ha significado para nada paz social, sin embargo, tampoco presenciamos un movimiento amplio, masivo, unitario y clasista. De haber llamado seriamente a la actuación activa y política de las masas para empujar un programa realmente de ruptura se hubiera respaldado firmemente. En cambio, se ha optado por los pactos, las negociaciones, las colaboraciones, que en los hechos ha significado el abandono de un programa en beneficio de los trabajadores y oprimidos.

Los empresarios y la burguesía no son nuestros aliados

AMLO trata de conciliar y apaciguar esa fuerza aún presente y latente, bajo el ideario de conformar un gobierno de colaboración y unidad donde todos necesitamos de todos. Tratan de mantener su simpatía y apoyo avanzado en acciones democráticas como el ataque a la corrupción y los apoyos sociales. Sin embargo, estas acciones son totalmente cosméticas e insuficientes, por ejemplo, el caso Lozoya se ofrece como una golosina para los tragos amargos.

Este caso es una gota en el océano de la corrupción y robos de los empresarios y sus políticos de derecha, situaciones totalmente inherentes al sistema. De qué nos sirve tener a Lozoya cantando las verdades si la pobreza es pujante, si el desempleo galopa con espuelas de hierro, si nuestras familias siguen enfermando y muriendo, si la juventud desesperada se suicida o muere de tedio en las casas por falta de empleos dignos y son expulsados de la educación pública, si a las mujeres trabajadoras y jóvenes nos siguen matando o con la ley y justicia que se pregona haber cambiado siguen aprobando reveses parlamentarios tan reaccionarios como el pin parental en Aguascalientes y, para rematar, se continúa con la implementación a muerte y sangre de los megaproyectos en las comunidades.

¿De qué nos sirven los parapetos donde se dialoga con el pueblo cuando el Zócalo se llena de plantones ante luchas que no se les mira y soluciona? Eso sí, se les traslada millones de pesos a las televisoras privadas que, por años, nos han reproducido la moral del machismo, el racismo, la homofobia y atacado las luchas del pueblo organizado como las del magisterio democrático tildándolos de terroristas, flojos, irresponsables y corruptos, en vez de otorgar todos esos recursos a la educación pública para crear más escuelas, universidades, contratar profesores e instalar tecnologías en los centros educativos.

La falsa fortaleza de la derecha

Podemos ver claramente la ofensiva hipócrita de la derecha estos meses y lo qué hubiera significado que ésta gobernara en medio de esta crisis. Rehusamos todo análisis sectario y simple que diga que esto es un gobierno exactamente igual a los anteriores y también nos distanciamos del seguidismo acrítico que se niega ver la realidad de diversas zonas y conflictos en el país, donde diversos males se han profundizado.

La burguesía juega a dos bandas, por un lado se infiltra en el gobierno haciendo uso de sus posiciones para avanzar, por otro lado, está apuntalando y agrupando a los sectores más reaccionarios, conformando los bloques de oposición en las cámaras, como el grupo de 10 gobernadores así como mandando a su sicarios a reprimir los movimientos que siguen pariendo un movimiento auténticamente combativo y de quiebre.

Han organizado marchas e incluso la crisis económica tratan de hacerla pasar como resultado de una mala gestión de AMLO, sin embargo, ninguno de estos intentos ha fructificado, ahora mismo varios gobernadores de la derecha están siendo acusado por corrupción, tráfico de influencias, narcotráfico o, como el caso de Javier García Cabeza de Vaca, investigado por la DEA norteamericana.

Necesitamos una izquierda revolucionaria y anticapitalista

El potencial de respuesta y organización que aún poseemos las y los trabajadores ante cada golpe que nos están dando es el factor determinante. La idea de poder vivir un capitalismo con rostro humano es una idea que pretende cegarnos y drogarnos para no ver que tenemos la fuerza y la capacidad para hacer frente, no sólo a la derecha, sino a la patronal y a los empresarios. Convencer a nuestros opresores en el contexto actual de que se volteen del lado del pueblo no sólo es un sueño sino es inútil y perjudicial para la causa de los oprimidos. MORENA, la 4T y AMLO, de seguir el camino de profundizar su vínculo con los sectores contrarios a los intereses de nuestra clase, beneficiarán a estos mismos y pavimentarán el camino para que la derecha vuelva. Las y los trabajadores tenemos una tarea por delante: construir una autentica izquierda revolucionaria anticapitalista en nuestras batallas actuales que rompa con los pactos de la burguesía tanto local como trasnacional y que levante un programa socialista. 

Desde Izquierda Revolucionaria impulsamos:

  • Inyección de emergencia del 10% del PIB al Sector Salud, apenas necesario para sobre llevar la crisis sanitaria sin descuidar el resto de los padecimientos.
  • Contratación inmediata de al menos 270 mil profesionales de la salud.
  • Control democrático de insumos y destinarlos a las necesidades reales del personal médico y pacientes. Para evitar el contrabando, el robo y la venta de estos materiales exigimos control democrático por asambleas del personal de base de hospitales y clínicas, organizadas por turno.
  • Refuerzo inmediato de los hospitales y de las clínicas de atención cotidiana.
  • Todo el personal contratado en el período de la pandemia debe ser basificado, con todas las prestaciones y sindicalización.
  • ¡Nacionalización del sector farmacéutico, gratuidad de todas las medicinas necesarias para enfrentar el coronavirus y el resto de las enfermedades! El Gobierno debe garantizar gratuitamente todos los medios de protección sanitaria necesarios: pruebas, guantes, mascarillas, gel, uniformes, vacunas, etc.
  • Pruebas masivas, al menos 20 mil por día, a toda la población priorizando a la población con mayor riesgo de contagio y/o de agravamiento en caso de contagio. Sin listas de espera ni selectividad rigurosa para su aplicación.
  • Ningún despido de trabajadores ¡No pagaremos su crisis con nuestros empleos! Aplicar el subsidio de desempleo a toda la población que lo necesite en base al salario mínimo fijado ¡ningún trabajador sin sueldo!
  • ¡No a la especulación con las necesidades del pueblo! Sancionar la elevación y especulación de precios de la canasta básica y enceres sanitarios, evitar la escasez con la intervención y control del comercio por parte de las comunidades.
  • Asegurar los derechos laborales de todos los trabajadores, sindicalizados o no, otorgar permisos pagados a cabezas de familia o trabajadores con dependientes económicos, y asegurar que puedan trabajar desde casa.
  • Ni un centavo a las televisoras y empresas privadas. Reclamamos el 10% del PIB a la educación pública, la cancelación del Programa Aprende en Casa ¡Por un Plan de rescate de la educación pública! Reivindicamos la contratación de miles de profesores, disminución a 15 alumnos por salón, construcciones de escuelas necesarias para garantizar realmente el derecho a la educación en condiciones salubres y dignas, eliminación de la brecha digital, exigimos la salida de las empresas privadas de la educación pública.  
  • Por una real Reforma de Pensiones que elimine las AFORES y vuelva al mecanismo solidario de pensiones y garantice un retiro digno, universal y estatizado. 
  • Asegurar la libertad de expresión, la contingencia no puede significar un discurso de “unidad” hipócrita con los que pretenden explotarnos y aprovecharse de la contingencia para incrementar sus ganancias, los empresarios no son nuestros aliados. Mantener nuestro derecho a movilizarnos y luchar por defender nuestros derechos aún, pese y sobre todo por la contingencia.
  • No pagaremos su crisis sanitaria y económica, exigimos la nacionalización de todos los sectores estratégicos, bancos y empresas y ponerlas al servicio de las necesidades reales de la sociedad bajo control democrático de los trabajadores.

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