Estas elecciones arrancan con un Morena mucho más polarizado que refleja dos corrientes políticas completamente opuestas. De un lado, estamos el pueblo trabajador, que con nuestro voto logramos derrocar al PRIAN después de décadas de pesadilla, colocando a AMLO en el gobierno para hacer una política en favor de la clase obrera, los campesinos pobres y la juventud.
De otro lado, están los capitalistas, para quienes esas elecciones fueron una gran derrota, no pudiendo recurrir al fraude, como otras veces, por miedo a una insurrección. Sin embargo, no renunciaron a su objetivo principal: seguir enriqueciéndose a costa de explotar al pueblo. Su sabotaje a cualquier medida que mejore nuestras condiciones de vida continúa. Algunas veces desde fuera, impidiendo la aplicación real de cualquier medida progresista, como hacen los empresarios con el aumento del salario mínimo, y, también desde dentro colocando a sus alfiles en las posiciones clave de la dirección y escogiendo a sus candidatos entre la peor basura heredada del viejo régimen, como Mario Delgado. Utilizan el partido para imponer su agenda y llevar acabo sus ataques. Con esto además quieren mandar un mensaje para las próximas elecciones: "se los dijimos, fue un error votar por Morena, miren que desilusión”.
Pero los planes de la burguesía se están enfrentan a un obstáculo: sectores de la base del partido y muchos votantes morenistas. Por todo el territorio nacional se vivieron protestas para resistir a las infiltraciones de los chapulines e imposiciones de la burocracia, a pesar de que durante estos tres años después de la llegada de AMLO a la presidencia, la burocracia y la derecha del partido hicieron hasta lo imposible por desmovilizar y desarticular a los círculos y comités. A pesar de todo, varios de estos, reconocidos o no, han sobrevivido a los intentos de convertirlos en meros promotores del voto.
La responsabilidad de la izquierda oficial
El sector de la dirección que se declara de la izquierda ha declarado su intención de rescatar los comités, de volver a los orígenes, de vincularse con las luchas y causas del pueblo; han impulsado iniciativas como los círculos de formación política que muchos militantes han tomado con las dos manos para seguir dando la pelea. Sin embargo, también hacen un discurso totalmente contario, llamando a la unidad de Morena, advirtiendo que las actitudes en contra de esa “unidad” benefician a nuestros enemigos o que son difamaciones provenientes de la derecha.
El fracaso de esta política es claro: abrió nuevamente las puertas de par en par a los sectores oportunistas de los partidos del ex régimen, con candidaturas nauseabundas como la de Salgando Macedonio en Guerrero, acusado de violación.
Un ejemplo que muestra el terrible precio que pagamos por la debilidad y los errores de quienes se reclaman de izquierdas en la dirección es lo ocurrido en Matamoros. Finalmente, Mario López Hernández “La Borrega”, a pesar de sus conocidos y difundidos nexos con el narcotráfico se impuso por encima de los obreros del MOM 20/32. Mientras un criminal responsable del sufrimiento de nuestra clase y juventud encuentra un sitio en Morena, las y los trabajadores que ponen en práctica un sindicalismo de clase, democrático y combativo son empujados fuera por las maniobras de la burocracia.
Estos últimos tres años nos enseñan mucho: a la derecha no se la derrota con palabras ni con consultas. Solo podremos parar a la reacción con una dirección que se apoye en la fuerza, los métodos y el instinto de la clase obrera.
Morena ganará a pesar de sus candidatos
La burocracia está muy confiada en que arrasará en las próximas elecciones, y puede ser así. Sin embargo, no sé deberá a sus “magníficos” candidatos y programa, sino a que AMLO aún mantiene una gran autoridad; aún hay ilusiones en la 4T, y también hay una profunda hostilidad hacia los regímenes de la derecha. La memoria sigue fresca y para el pueblo trabajador es claro que con los regímenes anteriores estaríamos viviendo una masacre aún mayor.
Pero la paciencia de la clase obrera no es infinita y las necesidades sociales urgentes, por lo que más tarde o más temprano, en estas elecciones o en unas posteriores, esta actuación tendrá consecuencias negativas. Si ocurre ahora, y al final los resultados no son tan buenos como se espera, la responsabilidad será únicamente de los dirigentes morenistas y no de la debilidad de la base social de la izquierda.
A pesar de todo, es evidente que todavía contamos con un factor que, sin ser mérito de Morena, ayuda a la organización temporalmente en el terreno electoral: la bancarrota y el descrédito que mantiene la derecha, que no solo no levanta cabeza, sino que incluso en muchos lugares profundiza su crisis. La alianza Va por México del PRI, PAN, PRD y anexos demuestran claramente su debilidad, en el caso del PRD están cerca de perder el registro en varias zonas. Pero esta debilidad no es gratuita, sino el resultado de años de luchas del magisterio democrático, de la juventud, de las comunidades contra los megaproyectos de muerte, las mujeres trabajadoras, etcétera, y no de las conspiraciones entre las cúpulas.
Los errores de la dirección dan oxígeno a la reacción
La posibilidad de aplastar aún más a la derecha en algunas entidades se enfrenta a una serie de dificultades. Las gestiones que no se han diferenciado en mucho de la derecha (como en Baja California donde Bonilla gobernó claramente para el empresariado cobrándose con la vida de las y los obreros en las maquilas y fábricas de la frontera norte), la política reformista y de colaboración de clases de MORENA, sus candidaturas insostenibles, la posición de AMLO ante el movimiento feminista, el impulso desde el Gobierno Federal de los megaproyectos de muerte; sin duda, son situaciones que no pasan de largo en la mente de miles de trabajadores que ven sus aspiraciones traicionadas. Por otro lado, los apoyos sociales, claramente insuficientes, no han servido para revertir completamente los estragos tan tremendos de la crisis sanitaria y económica, así que no todo está ganado para Morena.
El conjunto de las y los oprimidos no queremos volver a la pesadilla del PRIAN; pero durante estos años no nos hemos quedado quietos, las iniciativas progresistas presentadas por el gobierno de AMLO se han tomado con las dos manos y ha sido con la lucha como hemos logrado materializarlas. Sin embargo, muchas veces se ha tocado la puerta del Palacio Nacional exigiendo cumplimiento a un sinfín de demandas y no porque seamos elementos de la derecha, sino porque este gobierno prometió ser para los trabajadores y las expectativas no se están cumpliendo.
Estas elecciones intermedias podrían ser claves para Morena, pues con un programa genuinamente de izquierdas y candidatos que verdaderamente reflejaran los intereses de la mayoría podrían consolidar la 4T de las familias trabajadoras. Sin embargo, el camino elegido por la dirección no lo permitirá: los chapulines y los arribistas se opondrán a una verdadera transformación por muy tímida que sea. Por lo tanto, lo que para la burocracia es la garantía de triunfo, para nosotros representa justamente el obstáculo para que tengamos un cambio de fondo.
Ahora más que nunca no abandonemos la calle
Si bien el grueso de la clase trabajadora y la juventud han sido desmovilizadas bajo el argumento de dejar todo en manos del Gobierno, los procesos electorales y las gestiones del Congreso, ya se dan visos de que esto no puede mantenerse largo tiempo, menos aún en medio de la catástrofe de la pandemia. Lo hemos visto ya con el magisterio, en el movimiento feminista y ahora mismo entre la juventud y los docentes en la Universidad Nacional; urge resolver las demandas de la juventud y los trabajadores.
La única forma de sacar a la derecha de Morena y del gobierno es volviendo a la movilización masiva, a la crítica contundente contra sus políticas y métodos de desmovilización y nulificación de la base; la burocracia dirá que estamos atacando al partido, pero en realidad es un intento por rescatarlo y convertirlo en un verdadero instrumento de lucha por los intereses de los trabajadores.
Ahora más que nunca debemos volver a las calles, al vínculo con las luchas cotidianas del pueblo; es necesario impulsar una campaña potente basada en la movilización como lo hicimos en 2005, 2006, 2012 y 2018. El enemigo ahora se encuentra en casa y necesitamos combatirlo abierta y contundentemente. Basta del discurso falso de unidad, el cual sólo beneficia a la derecha y pretende domesticar a los elementos honestos del partido en beneficio de la mafia empresarial y banquera.
Desde la magnificas e históricas movilizaciones contra el desafuero de AMLO en 2005, las y los trabajadores, campesinos pobres y un sector de la juventud hemos transitado un largo periodo para construir una organización que defienda auténticamente nuestros intereses, demostrando que siempre los oprimidos estamos pugnando por constituir una herramienta, un partido propio, democrático, de clase y revolucionario que cambie nuestras condiciones de vida.
AMLO tiene que elegir
La dirección de Morena solo propone la vía electoral, contraponiéndola además al ímpetu de lucha y combatividad. Llaman a esta forma legal, pacífica y democrática, y tratan de convencernos de que ya no es necesario hacer marchas, mítines o reuniones porque todo se resolverá desde el Ejecutivo y las cámaras.
Pero eso es falso; como se ha demostrado, hasta ahora ninguna de las iniciativas progresistas de gobierno de AMLO se ha podido implementar de manera contundente a beneficio de las y los trabajadores. Un ejemplo reciente es la descafeinada reforma al outsourcing, en la que la burguesía puso todos sus esfuerzos para evitar que se aprobara en su carácter más benéfico para los trabajadores. Así pasará con cada una de las iniciativas similares si no son soportadas, empujadas y defendidas en las calles.
Los marxistas no somos sectarios ni anarquistas, y no despreciamos el trabajo en el parlamento. Pero también comprendemos que bajo el capitalismo los parlamentos son una maquinaria que la burguesía utiliza para asimilar a su sistema a los dirigentes de la izquierda, separándolos de su base y corrompiéndolos con privilegios y sobornos. Para evitar el peligro de la burocratización y la corrupción de los cargos de Morena es necesario abandonar el cabildeo y apoyarse en un genuino programa de izquierdas que desafíe al gran capital.
El camino a seguir es el ejemplo de los candidatos obreros de Matamoros, los aspirantes y candidatos deben de venir de la base y ser controlados por ellas, deben venir de quienes hemos luchado por cambiar realmente las cosas y deben recibir un salario obrero a cambio de su participación en el gobierno. Si quieres pensar y actuar como un trabajador o una trabajadora debes vivir como ellos y ellas. Esa es la manera concreta y eficaz de vincularse a la lucha de pueblo y volver a los orígenes. Si miramos a nuestro alrededor, Brasil, Venezuela, Argentina… la experiencia demuestra que no hay tercera vía. Todos los intentos de construir un capitalismo de rostro humano, más justo con el pueblo están fracasando. Solo hay dos caminos entre los que elegir: o con los trabajadores o con los empresarios.
Necesitamos una izquierda de lucha, combativa y democrática, no un aparato electoral. Sectores que se dicen opositores a Mario Delgado deben abandonar el discurso de unidad y combatir con determinación a la derecha dentro del partido, la base sin duda apoyaría ese proceso. A través de la movilización y participación real de la militancia debemos desterrar los métodos amañados para elegir a nuestros representantes, un proceso totalmente antidemocrático que suprime la voz e intereses de la base proletaria y combativa del partido.
Por una Izquierda Revolucionaria
El programa reivindicativo de Morena debe romper con toda la lógica del sistema capitalista -explotación, crimen, corrupción-, erradicar la pobreza -no atenuarla-, y eliminar los privilegios de unos cuantos. Se tiene que reivindicar un programa revolucionario:
- No más recortes, exigimos el 10% del PIB en educación pública y salud, respectivamente;
- Nacionalización de la industria eléctrica, petrolera y minera;
- Erradicación del outsourcing;
- Nacionalización de la banca;
- Basta de criminalización contra la juventud y la lucha feminista;
- Cancelación de todos los megaproyectos de muerte.
La historia nos ha enseñado que no ha habido reformas de fondo que no hayan sido resultado de movilizaciones contundentes o de procesos álgidos de lucha en las calles; no ganaremos nada en el Congreso que no ganemos antes en las calles.
Votar no es suficiente
El voto a Morena no es suficiente, como nos han tratado de convencer. Varios miembros de la lucha social se han integrado a Morena en estas campañas electorales; desde nuestro punto de vista esto no es un error, siempre y cuando se dé una batalla desde la izquierda tanto dentro como fuera del partido para llevar a cabo un programa de ruptura con este sistema.
Ahora más que nunca debemos mantener nuestro vínculo con las luchas y la movilización en la calle. Debemos dar una batalla contundente contra la derecha, unirnos y cristalizar un ala de izquierda auténtica de combate, que brinde realmente una alternativa a los miles de oprimirnos que siguen viendo en Morena una alternativa para cambiar las cosas.
Al interior hay dos alas debatiendo de forma clara: por un lado, los deseos de la burguesía y sus lacayos los burócratas; por otra parte, los millones de oprimidos que estamos pugnando por construir de verdad un instrumento de lucha que cambie a la sociedad de raíz. Las y los compañeros de Izquierda Revolucionaria jugamos un papel activo en defender un Morena al servicio de la clase trabajadora ¡Ni un paso atrás!
¡UNETE A IZQUIERDA REVOLUCIONARIA!