En medio de la pandemia por la Covid-19 y la crisis a la que ha dado lugar, es más necesario que nunca retomar las tradiciones más combativas del movimiento LGBTI, recordar las revueltas de Stonewall y las movilizaciones contra la opresión sexual y por los derechos de la comunidad sexodiversa en México. La represión, el maltrato, la marginación y la opresión que vivimos las personas LGBTI siguen siendo realidades muy vivas. Al igual que el machismo, el racismo o la explotación laboral, la lacra de la LGBTIfobia se ha profundizado en medio de la crisis.
En la pasada campaña electoral, la extrema derecha hizo público su odio e ideología reaccionaria con spots en defensa de la familia burguesa y la heterosexualidad, con ello ha envalentonado a ciertos sectores que no dudan en atacar abiertamente nuestros derechos y lo que somos. Los transfeminicidios se han disparado en el último período. El conservadurismo más reaccionario, animado por esta gente, se intenta abrir paso. Los gobiernos de ultraderechistas como Trump, Bolsonaro, Putin o Viktor Orbán son un buen ejemplo de esta amenaza y de la necesidad de combatirla de forma militante.
Esta discriminación no es casual, sino es fruto del sistema en el que vivimos. De la misma forma que el capitalismo condena a la clase trabajadora y a la juventud a la precariedad y a la miseria, da alas a la ideología podrida de la reacción y la Iglesia Católica que difunden el veneno del machismo, el racismo y la LGBTIfobia.
La derecha contra los derechos LGBTI. ¡Fuera el Pin Parental!
En mayo del año pasado fue aprobado en Aguascalientes el Pin Parental, una ofensiva reaccionaria contra la educación pública, laica y científica. La derecha, intenta implementar el denominado Pin Parental, criminalizando y calumniando al colectivo LGTBI y al movimiento feminista, planteando abiertamente la censura de cara a impedir una educación inclusiva y progresista que tenga en cuenta la diversidad sexual y los diferentes modelos de familia existentes. Una ofensiva por parte de estos que callan y encubren las prácticas pederastas generalizadas por parte de la Iglesia Católica.
En un país como México donde las niñas y adolescentes dan a luz a cientos de bebés al año, las complicaciones durante el embarazo y el parto son la segunda causa de muerte entre las mujeres jóvenes de entre 15 y 19 años, el 61% de los alumnos LGTBI reportaron haber sido víctimas de acoso escolar y el 30% de los agresores de menores son familiares directos (solamente por nombrar algunos datos) ¡El Pin Parental es un auténtico crimen!
Hay que ser claros, el Pin Parental es una ofensiva reaccionaría que persigue destruir la educación laica, científica y democrática. Bajo ese “nombre” se esconde el intento de excluir de la educación cualquier actividad o iniciativa que denuncie la violencia machista y la cultura de la violación, o que defienda los derechos del colectivo LGTBI. La derecha y la Iglesia quieren llevar a nuestras escuelas su mensaje de odio y su instrucción.
Ante la ofensiva reaccionaria, ¡ni un paso atrás! ¡Exijamos la retirada inmediata del Pin Parental y la creación de un Plan de estudios que garantice nuestro acceso a una educación sexual científica, inclusiva y en libertad!
¡Ni un crimen y agresión más sin respuesta y justicia!
Entre 2008 y 2019, el 78% de los asesinatos de personas trans en el mundo se cometieron en América Latina, 2,608, señala el Observatorio de asesinatos trans de Transrespect.org. En México, según datos del Centro de Apoyo a las Identidades Trans, entre 2007 y 2019 en todo el país fueron asesinadas 544 mujeres trans. Sin embargo, estos datos pueden quedarse muy por debajo de la brutal realidad debido a que no existe ninguna ley o protocolo donde las fiscalías del país lleven registro de este tipo de asesinatos, porque no se reconocen todavía los crímenes de odio por condición LGBTTTI en el país y no toman la identidad de género como variable.
Las que más sufren este ataque son las personas trans que, ante toda la segregación, discriminación y negación de derechos que viven, son obligadas a la explotación sexual. Y lamentablemente más del 50% de los casos no pueden ser identificadas o reclamadas por familiares, ya que muchas emigran y huyen de sus hogares por lo que generalmente se carece de redes que den seguimiento a sus desapariciones, asesinatos y por tanto obtener justicia.
A esto se le suma el machismo y la transfobia institucional, donde las autoridades no toman en cuenta la identidad de las mujeres trans y hacen expresiones aberrantes tales como: “hombres vestidos de mujer”, muchas veces, incluso, se les criminaliza porque “engañaron” a sus clientes y se “hicieron pasar por mujeres”, fomentando con ello la impunidad y las agresiones incluso, muchos de los criminales salen de prisión sin enfrentar una sentencia ejemplar.
Las fuerzas policiales siempre se han distinguido por sacar su lado más clasista, racista, tránsfobo y homófobo. Las imágenes de detenciones y agresiones desmedidas en medio de la cuarentena han llenado las redes sociales. Estos elementos, que se ensañan con nuestros y nuestras compañeras inmigrantes o la juventud en lucha son los mismos que nos persiguen, extorsionan, criminalizan y reprimen.
Hasta 2018, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dejó de considerar la disforia de género como una enfermedad mental. Y en 2015, con una reforma del Código Civil de la Ciudad de México tuvo la primera legislación en el país que permitió el derecho a miles de personas a cambiar su nombre y género en los documentos de acuerdo a su identidad. Hasta este siglo estos derechos se han arrebatado a través de la lucha ¡Aberrante!
Las mujeres transgénero son uno de los dos grupos más afectados por agresiones físicas motivadas por su condición. Las agresiones siempre están asociadas con transfeminicidio, daños físicos, violación, acoso sexual y amenazas de muerte, de acuerdo con la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV). Viviendo un constante acoso, marginación y negación de los derechos más básicos, encarcelándonos e internándonos en psiquiátricos. Incluso hoy se siguen permitiendo abiertamente cursos de la Iglesia Católica para “curar” la homosexualidad y la transexualidad, lo que ha llevado a muchos y muchas al suicidio. No es cierto, por tanto, que nuestra pesadilla acabara con la aprobación de ciertas leyes, nuestras vidas aún siguen en riesgo y en la exclusión.
Por lo anterior sigue siendo urgente y necesario retomar las mejores tradiciones del movimiento combativo de la comunidad para defender nuestras vidas, obtener justicia y eliminar el machismo y la LGTBIfobia institucional, es por eso forzoso retomar la calle en el sentido más combativo, visibilizando estos crímenes y reivindicando un programa que frene esta violencia.
La Iglesia Católica nos ataca y nos oprime. ¡Basta de impunidad y de privilegios!
A pesar de llenarse la boca de palabras como regeneración o reforma, la Iglesia Católica y el papa Francisco siguen difundiendo su mensaje de odio, reacción y atraso, con consecuencias muy duras, incluido el asesinato, para muchas de nosotras y nosotros. La Iglesia Católica y sus máximos responsables, utilizan sus homilías dominicales para criminalizarnos, tratarnos de enfermos y antinaturales, o defender que se perpetúe nuestra discriminación y opresión. Los campeones del abuso sexual y la pederastía tienen completa inmunidad para decir lo que les plazca, ejercer su influencia ideológica y propagar su propaganda homófoba y machista, y encima seguir recibiendo decenas de miles de millones, directa o indirectamente, por parte del Estado.
Por eso mismo, es necesario pasar de las palabras a los hechos, y exigir acabar con este poder espiritual pero muy material de la Iglesia Católica y sus diferentes sectas. Exigimos al Gobierno de AMLO romper con todas sus alianzas con los partidos reaccionarios como Partido Encuentro Social (PES) e introducir ya una asignatura obligatoria de educación sexual, donde se reconozca que queremos ser lo que somos, nuestra realidad, los diferentes modelos de familia, y lo que ha sido la lucha del Movimiento LGTBI por la conquista de nuestros derechos.
Es necesario acabar ya con los privilegios y prebendas de la Iglesia Católica, y su influencia en la educación. Un Gobierno progresista, feminista y aliado del movimiento LGTBI no puede seguir permitiendo que decenas de miles de niñas, niños y adolescentes sigan bajo la influencia de la Iglesia Católica. ¡Hay que ser coherentes! ¡Hay que actuar ya!
La lucha revolucionaria es el único camino. ¡Por un movimiento LGTBI combativo, de clase y anticapitalista!
El inicio del movimiento por los derechos de la comunidad LGTBI estuvo protagonizado por las capas más explotadas y marginadas, muchos provenientes de la clase trabajadora. Como siempre, aquellos que tenían recursos siempre tuvieron más posibilidades para salvar su situación y poder disfrutar de su libertad sexual. Aquellos y aquellas que se levantaron por el derecho a una plena libertad sexual lo hicieron para lograr la plena igualdad: el derecho a un puesto de trabajo, por el fin de la explotación laboral y por unas condiciones de vida dignas. Por eso hoy, en un momento en el que el sistema capitalista sigue intentando domesticar nuestro movimiento convirtiéndolo en un auténtico carnaval para el lucro de empresas privadas y multinacionales, es más necesario que nunca reivindicar el carácter combativo y anticapitalista que late en su seno.
Nuestra opresión tiene responsables directos. Los que no nos contratan por nuestra identidad sexual o los que nos impiden cambiar nuestro nombre oficialmente, son los mismos jueces y juezas que dictan sentencias machistas o los que encarcelan a la juventud en lucha. La brutal opresión cotidiana que siguen sufriendo los transexuales debe acabar ya, garantizándose plena y efectivamente sus derechos y oportunidades, y rechazando cualquier tipo de transfobia.
Defendemos un movimiento LGTBI anticapitalista y de clase que señale directamente a todos los responsables de nuestra opresión. No se pueden defender nuestros derechos y al mismo tiempo justificar a las mismas instituciones machistas y homófobas que nos golpean. Personajes de la derecha que de manera oportunista levantaron nuestra bandera en las pasadas elecciones, no son bienvenidos en nuestro movimiento.
Nuestros aliados y aliadas son aquellas que forman parte de nuestra clase. Porque no se nos persigue y margina por ser homosexuales, transexuales o lesbianas únicamente. Nuestro crimen es ser LGTBI, y a la vez, ser pobres. En nuestra trinchera están nuestras compañeras y compañeros migrantes, los trabajadores y las trabajadoras en lucha contra la precariedad laboral, las y los compañeros de las comunidades que dan la batalla contra los megaproyectos de muerte, el personal sanitario en defensa de una salud pública y universal, y todos y todas las que luchamos contra cualquier tipo de opresión y contra la explotación capitalista. Bajo este sistema nunca podremos ser lo que somos. Necesitamos levantar un movimiento LGTBI revolucionario y anticapitalista para conseguir todas nuestras reivindicaciones y construir una nueva sociedad, libre de cualquier tipo de opresión: una sociedad socialista al servicio de la mayoría, organizada democráticamente por los y las trabajadoras, en la que todos y todas podamos vivir en genuina libertad.
¡No más exclusión y opresión!
Exigimos empleo, salud, educación y vivienda digna ¡YA!
¡Ni una trans asesinada más!