El debate que está abierto hoy en día por la Reforma Energética promovida por AMLO y Morena ha alcanzado magnitudes internacionales. Esto no es casualidad, el fondo de lo que se debate no son las energías limpias, el costo de producción o venta, a pesar del propio López Obrador, es posible entrever la pugna por el control de un sector estratégico en un momento de prolongada crisis capitalista y sobreproducción en el sector eléctrico.
El fondo del debate
La nueva ley impulsada por el Gobierno pretende un aura progresista, aunque en realidad está lejos de ser una “medida osada y progresiva” como, por ejemplo, lo fue la expropiación petrolera de Cárdenas. Sin embargo, como mencionamos, se inscribe en la crisis económica internacional, un escenario difícil en el que la burguesía se ve obligada a defender con uñas y dientes su propiedad y sus negocios; es esta la razón del conflicto internacional que han montado, en el que la generación eléctrica privada en México ha sido defendida por las multinacionales con una campaña de mentiras y aullidos ensordecedores en el que las energías limpias y el planeta es lo que menos les importa.
López Obrador no intenta romper con el capitalismo, solamente intenta aminorar la presión que ejercen las multinacionales de la energía sobre la economía mexicana. Él mismo ha dicho que sólo busca quitar las “aristas más filosas” de la Reforma de Peña Nieto sin derogarla y proteger al sector nacionalizado de “la voracidad de algunas empresas”.
Sin embargo, tendrá que pelear cada palmo de terreno recuperado de décadas de políticas privatizadoras. Como ya se vio la burguesía va a utilizar toda la variedad de herramientas que tenga a su paso, el chantaje internacional, la prensa nacional e internacional y las declaraciones de los organismos patronales, sus centros de investigación, organizaciones civiles y, por ahora con éxito, al Poder Judicial, con los amparos promovidos por empresas y las suspensiones otorgadas por juzgados sospechosamente expeditos.
El debate tecnológico
Las condiciones tecnológicas de la industria eléctrica no sostienen la propaganda de los privados nacionales y extranjeros sobre las energías limpias, su participación es minoritaria, argumentan “en favor” de éstas porque están defendiendo su negocio. No tiene más sentido toda su perorata. Al final del día el planeta y la necesidad humana de energía es para ellos oportunidad de enriquecerse, como con el agua, los bosques, los minerales, la salud, educación o la alimentación. Es la lógica del capitalismo, el lucro de una ínfima minoría y el infierno para miles de millones.
No es la intención hacer del presente artículo un debate técnico. Sobre la cuestión tecnológica y política de las energías limpias, Izquierda Revolucionaria está preparando, junto con la Fundación Federico Engels México, la publicación del libro “El cambio climático y la lucha por el socialismo” de Víctor Taibo donde contribuimos ampliamente al debate desde una posición revolucionaria. Pero sí agregamos dos cosas más de importancia para los fines del propio artículo:
Denunciar que las mismas empresas que lloran lágrimas de cocodrilo por las energías limpias son las mismas que sostienen, junto con organismos internacionales y nacionales de los países imperialistas, una política de contaminación global cubierta con la hoja de parra de las energías limpias.
La propaganda política de las empresas privadas juega cínicamente con la ignorancia de la opinión pública y conseguir chantajear al Gobierno mediante la confusión popular. Las cuestiones técnicas y especializadas de la industria eléctrica son presentadas parcial y tendenciosamente para presentarlos como competidores leales, inversionistas honestos y empresarios comprometidos con México, que aceptan disciplinadamente su posición subordinada a la CFE y el Sistema Eléctrico Nacional. Todo es mentira.
Lo mínimo y lo necesario
No se trata de apoyar o no la presente Reforma. La controversia presente abre la necesidad de defender un programa de oposición revolucionaria que desafíe los límites reformistas del Gobierno de Morena impulsando la participación activa y clasista de los trabajadores para llevar hasta sus últimas consecuencias lo que la Reforma actual sólo intenta en el papel.
Se trata de que la nueva Ley es lo mínimo que podría hacer el gobierno en defensa de los intereses de la mayoría, ante lo cual decimos resueltamente que se puede hacer más, e incluso, para defender lo hecho se necesita una política que confronte de manera abierta y consecuente a los poderes fácticos, es decir, a la burguesía, a sus medios de comunicación y a las instituciones del Estado que controlan.
El enfrentamiento con el Poder Judicial y con algunos órganos descentralizados como la CRE o la COFECE, es consecuencia de intentar realizar un programa para el que no están hechas las instituciones y leyes actuales del Estado mexicano, no se puede ganar la Presidencia y la mayoría parlamentaria y ya. Se tiene que transformar todo desde la base, el Estado mexicano actual está hecho para proteger los intereses de la minoría capitalista, necesitamos quitarlo y levantar otro, uno que defienda los intereses de la mayoría explotada.
La contienda por la energía eléctrica parte de la idea de soberanía nacional, pero ni hablar de ello cabe si AMLO no se enfrenta decididamente a la burguesía y la única garantía para ganar esa batalla es la movilización popular, más allá de las urnas, de las instituciones. Es “mandar al diablo las instituciones”, convocar a la participación de los trabajadores del sector eléctrico, de toda la clase obrera y de los pobres del país, levantar un poder popular que dispute al de la burguesía.
Completamente fuera de la discusión sobre la reforma están los trabajadores de CFE y los de otras empresas energéticas del Estado, cosa que no es asunto menor. Y no sólo se trata de que los sindicatos charros, el SUTERM y otros, tengan sujetos a los obreros y hayan secuestrado su voz; se trata también de que el programa político de la Cuarta Transformación no considera necesaria la participación de la clase obrera, le es ajena la participación democrática y la intervención combativa de los empleados de CFE, lo mismo que de PEMEX, nucleares, etc. AMLO y Morena se alejan cada vez más de esa perspectiva.
¿Qué reforma energética defiende Izquierda Revolucionaria?
La actual reforma es un pequeño paso que queremos hacer grande y seguir caminando. Hay que cambiar todas las leyes necesarias, terminar todos los contratos y declarar ilegal todos los permisos de generación eléctrica privada. Expropiar sin indemnización la industria eléctrica, además de consolidar un plan para evitar la sobreproducción y dirigirla en beneficio de la mayoría explotada, tanto para la producción como para el consumo en los hogares.
Cierto es que una industria nacionalizada tendría que invertir en la renovación tecnológica y el reordenamiento de la generación y distribución. Pero para ello no necesitamos a los capitalistas, necesitamos un control democrático de la industria, por parte de los obreros electricistas, de los empleados y usuarios en el caso de la venta. Un genuino Plan Nacional para la industria con un control obrero y popular.
De esta manera se garantiza la renovación tecnológica, la ampliación de las energías renovables sin la violencia contra los territorios indígenas y el medio ambiente como hoy con los megaproyectos de muerte. Y su correcta y fiable integración a la producción nacional.
La actual Reforma no es la revolución social pero un sector eléctrico nacionalizado y bajo control obrero sería también fundamental para un gobierno obrero y revolucionario como el que defendemos en Izquierda Revolucionaria. Apenas una pequeña parte de lo que se tiene que hacer, impulsando la lucha obrera y popular podemos convertir esta batalla en un paso porque sea la clase obrera, campesino, las y los oprimidos, los que sean dueños de un sector estratégico para gobernar sus destinos, para levantar una sociedad socialista.