Una derrota que se podía evitar
En el año de 1995 el Estado, por medio del Departamento del Distrito Federal destruyó al Sindicato de Autotransportes Urbanos y de Pasajeros (SUTAUR-100) con el pretexto de que la empresa estaba en quiebra. El esquema empleado es muy similar al que hoy se quiere practicar con el Sindicato Mexicano de Electricistas y también a la táctica desarrollada en contra del Sindicato de Mineros.
Ruta 100 era una empresa pública que trabajaba cubriendo 150 rutas y contaba con más de 700 autobuses para el transporte den la ciudad de México, de hecho, antes de la existencia de Ruta 100, en 1981 el transporte urbano estaba controlado por una mafia de compañías privadas perfectamente ineficientes que mantenían a los trabajadores en condiciones deplorables. La llegada de Ruta 100 y la fuerza que los trabajadores tenían en la empresa permitió que se construyera una red de transporte eficiente y barato para la población.
El costo del servicio no se establecía por un análisis el costo-beneficio, sino en función de los criterios políticos del Gobierno mexicano y esto suponía la necesidad de un subsidio, que por supuesto implicaba un estado permanente de pérdidas, a cambio de ello había un transporte regulado eficiente y barato que cubría las necesidades de la población trabajadora.
El Sindicato SUTAUR-100 era abiertamente de izquierda, no obstante seguía una política de cierta complicidad con el Estado, en la medida que sostenía una posición absolutamente abstencionista e incluso agresiva en contra de lo que consideraba “reformismo”. La situación cambió en el año de 1988, época del gran fraude electoral que instaló a Salinas de Gortari en la Presidencia, las bases del sindicato desoyendo el llamado de sus líderes apoyaron la lucha contra el fraude y de un modo un tanto tardío la dirección del sindicato finalmente se sumó. Desde entonces y hasta sus últimos días SUTAUR-100 jugó un papel importante en frentes de unidad de acción, ejemplo de ello era la movilización del 1 de mayo, la cual siempre celebraran al margen de todos los sindicatos unos por charros otros por reformistas, no obstante desde 1988 su unidad con los sindicatos independientes significó uno de los primeros pasos para el fin de los desfiles oficiales.
La llegada de Salinas supuso un cambio de actitud frente al Sindicato, que a su vez, se dedicó a distintas luchas y en general se negó a aceptar las políticas privatizadoras del gobierno. De entrada no era posible destruir a Ruta 100, no había con quien sustituirlo, ni tampoco se podía a desconocer a la dirección sindical; normalmente su Comité Central designaba al sucesor que invariablemente era sustituido al término de su periodo, en un proceso casi sin fisuras.
El gobierno optó por la misma táctica empleada contra el SME, que mientras cedía y cedía en aspectos económicos de escasa importancia: “primas vacacionales, permisos, etc.”, reducía paulatinamente el presupuesto destinado al mantenimiento de la empresa, con lo que las dificultades de operación aumentaron y la calidad del servicio disminuyó. A la larga los gastos en mantenimiento correctivo se fueron disparando, incrementando el déficit de la empresa.
Una prueba de la fuerza del sindicato fue el paro de 1989 cuando prácticamente paralizaron la ciudad. No obstante para 1995 las cosas habían cambiado, Manuel Camacho Solís, jefe del Departamento del Distrito Federal, implementó un plan para hacer competir a Ruta 100 con otro tipo de transporte, el gobierno había concedido múltiples concesiones a empresas de transporte privado, los llamados peseros y después microbuses, para 1995 Ruta 100 ya no era la única alternativa de trasporte público y basándose en dichos medios de transporte el gobierno decidió dar el golpe.
En primer lugar decidieron congelar los depósitos bancarios de la empresa, de ese modo bloquearon económicamente la lucha que se hubiera podido desarrollar, posteriormente al declarar la quiebra de la empresa, las autoridades declararon que ya no había materia de trabajo y retiraron el reconocimiento al sindicato como interlocutor. También ofertaron liquidaciones arriba del promedio pero dejaron como plazo el año que corría.
Los trabajadores, por supuesto, se lanzaron a la lucha, se movilizaron por todos los medios a su alcance, lamentablemente no se señalaron mecanismos serios de vinculación con otros sectores y al final por desgaste la lucha se fue diluyendo. Por supuesto que hubo solidaridad y movilizaciones masivas, pero nunca se fue más allá de eso y a la larga tuvo sus efectos
A la larga las divisiones fueron haciendo mella y al final se formaron dos bandos que se disputaron tanto la dirección de la lucha como las propiedades y concesiones que después el gobierno perredista les concedió.
La derrota de los trabajadores de Ruta 100 también se desató en el marco de una profunda crisis, y posterior a ello se abrió una fase muy difícil para el movimiento obrero, políticamente las masas se expresaron dos años después eligiendo un gobierno del PRD en la ciudad.
Una de las lecciones más claras de lo acontecido con SUTAUR-100 es que este tipo de luchas no se pueden dar en forma aislada aún si el sindicato es aparentemente muy poderoso.
La única opción es la unidad