"¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de EEUU!" Las famosas palabras de Porfirio Díaz son más verdaderas hoy que en cualquier otro momento de la tempestuosa historia de este país. La crisis del capitalismo mundial ha golpeado duro a México. Y su extrema dependencia de EEUU, que previamente se presentaba como algo beneficioso para la economía mexicana, se ha convertido en un problema colosal.
El colapso de la demanda en EEUU ha afectado duramente a las exportaciones mexicanas. Aproximadamente 36.000 empresas han cerrado con la consiguiente pérdida de 735.000 puestos de trabajo. El desempleo, sin embargo, es mucho más elevado de lo que presentan las cifras oficiales, porque se debe incluir a los millones de mexicanos que sobreviven vendiendo chicles en las calles y en el metro, o limpiando los parabrisas de los automóviles parados en los semáforos y que se considera que tienen empleo.
Sobre todo, han caído de manera dramática las remesas de los trabajadores emigrantes mexicanos en EEUU, porque los trabajadores emigrantes con pocos derechos son los primeros en ser despedidos. Zonas enteras de México y Centroamérica que dependen casi totalmente del dinero que reciben de sus familiares que trabajan al norte de la frontera, está creando una situación muy seria que tiene consecuencias potencialmente explosivas.
El ambiente explosivo que se ha acumulado debajo de la superficie de la sociedad mexicana durante décadas quedó dramáticamente al descubierto en 2006, cuando el bloqueo al candidato opositor del PRD, López Obrador, provocó una insurrección nacional en la que salieron a las calles millones de mexicanos corrientes, trabajadores, campesinos, estudiantes y parados. El famoso Zócalo del centro de la capital fue ocupado por una ciudad de tiendas de campaña durante dos meses y medio. Pero finalmente, la ausencia de una dirección decidida llevó a una caída del movimiento, y el gobierno de derechas de Calderón y el PAN fue impuesto sobre una población renuente.
El programa del PAN desde el principio era un ataque directo a los niveles de vida y derechos democráticos de la clase obrera. Esta política no fue el resultado de ningún capricho, sino un reflejo de la calamitosa situación que tiene el capitalismo mexicano. Las cifras hablan por sí solas. En 2009 el PIB mexicano cayó un 5,5 por ciento, según cálculos oficiales del gobierno. No obstante, la OCDE dice que la caída será aún más abrupta, un - 8 por ciento.
El déficit fiscal está en aproximadamente 400.000 millones de pesos y el próximo año se prevé que suba hasta los 500.000 millones de pesos. El gobierno de Calderón está decidido a poner todo el peso de los recortes al gasto público sobre los hombros de las masas. Sin embargo, la clase dominante mexicana olvidó un pequeño detalle. Los trabajadores y campesinos mexicanos tienen una larga tradición revolucionaria.
El gobierno del PAN ha aumentado el IVA y está contemplando imponer un IVA a los alimentos y medicinas, que hasta ahora están exentos. Como muchas familias pobres gastan la mayor parte de sus ingresos en alimentos y medicinas, esto representaría un ataque muy serio a los niveles de vida. Al mismo tiempo que Calderón reduce el ingreso de los sectores más pobres, están entregando subsidios abundantes a los empresarios, siguiendo el ejemplo de los gobiernos de las naciones mucho más ricas. Mientras los pobres sufren, los beneficios de los bancos y el sector financiero aumentaron en el segundo trimestre de este año en 18.714 millones de pesos, un aumento del 70 por ciento respecto al año pasado.
Todo eso está provocando un descontento profundo en la población, un hecho que no pasa desapercibido para los estrategas del capital. El periódico de La Jornada (8 de noviembre) publicó un artículo con el titular: No es la crisis financiera lo preocupante, sino la crisis económica y social. Alemán Velasco, el antiguo gobernador de Veracruz, advirtió que el país estaba en el punto de no retorno.
En un foro de industriales mexicanos dijo: "El país está en el punto de no retorno, como un avión en medio del Atlántico". E insistió en que México debe hacer todo lo necesario para ser competitivo como otras naciones. En varias ocasiones en el transcurso de su discurso, Alemán reiteró la idea de que estaba preocupado por la situación del país y que éste era el sentimiento general entre la comunidad empresarial de México.
El lunes 9 de noviembre La Jornada citaba al hombre más rico del mundo, el mexicano Carlos Slim, diciendo que no esperaba una recuperación sustancial pronto. Slim señaló que desde la crisis de 1982 el crecimiento de la renta per cápita de la población ha sido prácticamente cero. Su receta para combatir la pobreza era predecible: más inversión para producir más empleos y conseguir que la gente trabaje en lugar de recibir ayudas del Estado:
"El empleo es lo que combate la pobreza, no la seguridad social y por eso necesitamos inversión y actividad económica". Los capitalistas sólo invertirán cuando estén seguros de obtener beneficios y como los beneficios de los empresarios se extraen del trabajo no pagado a los trabajadores, la conclusión es ineludible.
Traducido al lenguaje sencillo significa: más beneficios y menos impuestos para los empresarios, y recorte de toda la ayuda estatal y beneficios para los pobres. Esto es precisamente razón fundamental que hay detrás de Calderón y el gobierno del PAN, que es el fiel representante de los voraces capitalistas mexicanos.
El gobierno no sólo quiere reducir salarios directamente sino también reducir el déficit presupuestario recortando el salario social: reduciendo y finalmente eliminando la ayuda estatal que ha hecho la vida por lo menos un poco más soportable para millones de familias mexicanas pobres. Sanidad, educación, vivienda y programas antipobreza, todo está bajo ataque.
Durante décadas la burguesía mexicana, utilizando al PRI, adoptó una política diestra de mantener tranquilos a los trabajadores, por un lado controlando los burocráticos aparatos de los sindicatos y otras organizaciones populares, por otro lado, dando concesiones en forma de seguridad social.
El PRI incluso nacionalizó ciertos sectores de la economía, el más notable el petróleo, que fue nacionalizado por Lázaro Cárdenas en 1938, y la electricidad, sobre la que el estado mexicano poco a poco consiguió el control en los años cincuenta.
Esta política inteligente de equilibrarse entre las clases, en realidad, enmascaraba la dictadura de la burguesía mexicana, que no vaciló en utilizar la represión más brutal cuando el movimiento amenazaba con escapar a su control. Pero mediante una combinación de corrupción y represión, consiguieron mantener el control durante un largo tiempo. Ahora todo eso ha terminado y se abre un nuevo período de convulsiva lucha de clases. Esto explica la preocupación de personas como Alemán o Slim.
El colapso económico mundial ha revelado cruelmente la debilidad del capitalismo mexicano y ha sacado a la luz las profundas fallas que dividen a la sociedad mexicana. Hasta hace poco, con los ingresos procedentes del petróleo, turismo y las remesas de los trabajadores emigrantes, consiguieron mantener tapada la olla de la lucha de clases. Pero en 2006 fue un punto de inflexión dramático en la situación.
La erupción de las masas en la escena hizo temblar todo el edificio. La burguesía mexicana y los dirigentes reformistas del PRD, miraron al abismo y vieron el futuro que se avecinaba para México. Como el aprendiz de brujo, el candidato del PRD, López Obrador, había conjurado unas fuerzas que no podía controlar y se echó atrás, entregando el poder, en efecto, a Calderón.
La realidad es que los capitalistas mexicanos ya no pueden permitirse tolerar el tipo de situación que existía con el PRI. El colapso económico significa que ya no tienen el mismo margen de maniobra. En lugar de los métodos astutos e hipócritas del PRI, la burguesía tuvo que recurrir a los métodos descubiertos, descarados y agresivos del PAN.
El anterior gobierno del PAN con Fox intentó llevar a la práctica un programa de recortes y privatización pero tuvo que dar marcha atrás debido al movimiento de la clase obrera. Ahora el gobierno Calderón ha sacado las conclusiones necesarias: para aplicar las medidas necesarias primero deben aplastar el principal obstáculo en nuestro camino: la clase obrera organizada.
Está muy claro que el gobierno aprovechó la lucha interna de poder entre las alas rivales de la burocracia del SME para provocar un conflicto con el poderoso sindicato de electricistas, precisamente porque era uno de los más fuertes y combativos de México. El 11 de octubre el gobierno anunció el cierre de la empresa pública de electricidad, Luz y Fuerza, sin aviso previo. Las noticias cayeron como una bomba.
Hoy hablé con un miembro del sindicato que me dijo: "Nos quedamos conmocionados cuando escuchamos que habían cerrado Luz y Fuerza. Esperábamos algún tipo de ataque de este gobierno, pero pensábamos que empezaría por los sindicatos más débiles". Como en Gran Bretaña en los años ochenta, Margaret Thatcher provocó una lucha con los mineros para dar ejemplo al resto de la clase obrera británica, por eso el gobierno del PAN ha decidido convertir en un ejemplo al SME para aterrorizar e intimidar a los otros sindicatos.
Aquellos que planearon esta operación sabían lo que estaban haciendo. El cierre de Luz y Fuerza inmediatamente fue un golpe duro contra el sindicato, sobre todo al nivel de su aparato burocrático. La verdad es que a pesar de su imagen (justificada) de poderoso sindicato, el SME (Sindicato Mexicano de Electricistas) estaba bajo el control de una burocracia muy corrupta, que disfrutaba de grandes privilegios y estaba estrechamente vinculada a la propia empresa. Cuando el Estado cerró la empresa, de un plumazo, cortó el terreno bajo los pies de lo que antes era una burocracia poderosa.
El gobierno inmediatamente puso en marcha sus planes que obviamente llevaban elaborados hace tiempo. Utilizaron la vieja táctica del palo y la zanahoria, y la táctica igualmente venerable del divide y vencerás. El gobierno ofreció lo que llaman "liquidaciones" a los antiguos empleados de Luz y Fuerza. A cambio de aceptar el cierre, las autoridades ofrecieron sumas de dinero y también utilizaron la perspectiva de una futura recontratación.
Esta fue una táctica divisiva, porque las cantidades ofrecidas variaban de 100.000 pesos a los varios millones, según los años en servicio. La oferta del futuro reempleo también fue un fraude divisivo. De un total de 45.000 trabajadores despedidos, sólo 10.000 podrían optar a un nuevo contrato y sólo serían los que aceptaran la oferta de liquidación. Incluso entonces, sólo 7.500 finalmente estarían cualificados para el empleo.
Escandalosamente, aproximadamente un tercio de los viejos dirigentes sindicales han aceptado la liquidación, abandonando así a su suerte a la militancia. Esto nos dice mucho sobre la naturaleza de la burocracia. Afortunadamente, la fuerza de este sindicato, como cualquier otro, reside no en su cúpula con su ejército de funcionarios, sino en su base obrera, que ha reaccionado con furia ante las acciones del PAN.
Resulta interesante que el viejo dirigente corrupto del sindicato, Martín Esparza, se haya opuesto al cierre de Luz y Fuerza y al plan de liquidación. Pero ni él ni Alejandro Muñoz, el líder de la tendencia opositora, Transparencia Sindical, tienen una estrategia seria para ganar esta lucha profunda y encarnizada. La mayor parte de su esfuerzo se ha centrado en apelaciones legales al Estado y mientras han convocado una lucha, pero se han esforzado muy poco en organizar una campaña masiva de explicación en las fábricas, para conseguir una acción solidaria de masas, la única manera de obligar al gobierno a la retirada.
La posibilidad real esta acción de masas se pudo ver el 15 de octubre cuando más de medio millón de trabajadores y jóvenes que respondieron a la convocatoria de una manifestación de masas en apoyo a los electricistas. Esto demuestra que los trabajadores comprenden que el ataque al SME es una preparación de un ataque general a los trabajadores organizados. El ambiente de los manifestantes era de furia. La mayoría de las consignas iban dirigidas contra el gobierno y en defensa de Luz y Fuerza. Pero algunos de los manifestantes coreaban: "Si no hay solución, habrá revolución" y "Esta lucha llegará a la huelga general".
La manifestación terminó con una reunión de masas en el Zócalo, el centro antiguo de Ciudad de México. El tamaño de la manifestación se puede imaginar por el hecho de que los últimos contingentes que entraron en el Zócalo llegaron una hora después del final del mitin. Algunos ni siquiera llegaron, dispersándose por las calles aledañas después de horas de manifestación. La marcha duró siete u ocho horas. Un elemento muy importante (y nuevo) fue la presencia de un gran número de jóvenes.
Muchos estudiantes se manifestaron con los trabajadores, incluidos estudiantes de la Universidad del Valle de México, un centro de enseñanza privado para hijos de los ricos. Por otro lado había un contingente de Tepito, una zona muy pobre, donde muchas personas viven de la venta de discos piratas y productos importados ilegalmente desde China, una zona donde teme entrar la policía porque se encuentran con palos y piedras. En otras palabras, aquí tenemos una expresión de prácticamente cada sección de los trabajadores, jóvenes y pobres de México, manifestando su apoyo a los electricistas.
También fue significativa la presencia de trabajadores del sindicato de Seguridad Social, cuyo dirigente es un parlamentario del PAN. El gobierno ha sido totalmente despiadado utilizando la Seguridad Social para aplastar a los electricistas y romper su espíritu atacando a sus familias, viudas e hijos. Los funcionarios de la Seguridad Social tienen guarderías para los hijos de las madres trabajadoras perdiendo el derecho después de dos meses en el paro. Sin embargo, era costumbre de los trabajadores en estas oficinas ignorar esta regla y permitir a las madres en paro mantener a sus hijos en las guarderías. Pero los empresarios de la Seguridad Social, siguiendo órdenes del gobierno, han dado instrucciones estrictas de expulsar a los hijos de los electricistas en paro.
Más que cualquier otra cosa este hecho revela la verdadera cara cruel del capitalismo mexicano. Los electricistas están siendo atacados despiadadamente por todas partes. La prensa siempre ha sido hostil al sindicato. Pero ahora ha intensificado sus ataques hasta un nivel de ferocidad que no tiene precedentes. Anteriormente los periódicos hablaban de "trabajadores privilegiados e improductivos". En el caso de Luz y Fuerza la línea era: "¡Dejémosles que vayan a la huelga y cerramos!"
El jueves 5 de noviembre el sindicato convocó una asamblea masiva a la que asistieron unas 2.000 personas de unos 40 sindicatos diferentes, además de organizaciones estudiantiles. Entre otros sindicatos representados estaban: telefonía, sindicatos de profesores y universidad, sector público y automovilístico. Algunos sindicatos nunca habían participado antes en una acción, como los trabajadores de la oficina legal estatal, mientras que otros sindicatos estaban tradicionalmente dominados por burócratas de derechas corruptos ("charros"). También había un puñado de parlamentarios del PRD y del PT (Partido de los Trabajadores). Un orador tras otro se pronunciaba a favor del "paro nacional".
El ambiente sin duda estaba caldeado. Los dirigentes del SME pidieron a los trabajadores despedidos poner banderas rojas y negras cerca de las oficinas de Luz y Fuerza (los colores que recuerdan a la vieja tradición anarcosindicalista que fue muy poderosa). Esto se hizo en muchas zonas, pero en algunos lugares fueron más allá de lo previsto por los dirigentes. En algunos lugares los trabajadores llegaron a las oficinas no con banderas, sino con cubos de pintura roja y negra, procediendo a decorar los edificios. Esta actividad artística provocó enfrentamientos violentos con la policía, a los que resistieron los trabajadores.
En Necaxa (Puebla) los trabajadores rompieron los candados de las puertas. También ocurrió en Pachuca. En la zona Salónica de Ciudad de México, las autoridades enviaron grúas móviles para remolcar a los camiones aparcados en la propiedad de Luz y Fuerza. Los trabajadores se enteraron y bloquearon las puertas, parando a todo aquel que entraba o salía, incluida la policía. Durante horas siguieron allí, hasta que se fueron las grúas móviles: una victoria pequeña pero significativa.
Durante la asamblea masiva del 5 de noviembre, uno de los oradores era un trabajador de Juandho. Al principio habló nervioso (probablemente nunca antes había hablado en público): "Los trabajadores no estábamos haciendo ningún daño, sólo realizando nuestra actividad sindical normal, pero la policía comenzó a provocarnos. Luchamos y uno de nuestros compañeros resultó herido. Pero la policía tenía más heridos y tuvo que retirarse". Estas palabras fueron recibidas con una ovación estruendosa. El orador parecía crecer en estatura llevado por la emoción de la ocasión. Ya no quedaba ningún rastro de nerviosismo, en ese momento se dirigió a los dirigentes sindicales: "Lo que necesitamos es una acción más decidida. ¡NECESITAMOS UNA HUELGA!" La asamblea estuvo de acuerdo con él. Se votó por unanimidad un paro nacional para el miércoles 11 de noviembre.
Lo que se propuso es casi una huelga general y está abierto a muchas interpretaciones, desde una huelga de 24 horas a paros parciales de una o dos horas, o incluso darse de baja. Sin embargo, no ha habido una huelga general en México desde 1916, así que la convocatoria de un paro nacional es un gran paso adelante. Algunos sectores seguro que irán a la huelga, principalmente en educación y en parte del sector público. Los estudiantes, como es habitual, también se unirán. Pero desagraciadamente, como no se ha hecho una campaña sistemática de asambleas en las fábricas, es probable que los paros en los sectores clave de la industria sean esporádicos. Los mineros, un sector tradicionalmente combativo de la clase obrera, enviaron representantes a la asamblea de masas, pero no convocaron una huelga. Lo mismo sucedió con el sindicato metalúrgico.
Parece que no habrá manifestación central en Ciudad de México. En su lugar se ha propuesto bloquear el tráfico y manifestaciones locales espontáneas. Esta táctica desafortunadamente deja mucho margen para las provocaciones y la violencia policial. A pesar de estas limitaciones, sin duda habrá un movimiento extenso de propuesta en muchas partes del país con manifestaciones. Particularmente importante es el movimiento en Michoacán, donde los trabajadores industriales se unirán a los profesores, estudiantes, campesinos y la base del PRD. El paro nacional puede ser una manera importante para la preparación de una verdadera huelga general posteriormente. Así es como lo ven muchos trabajadores.
En el momento de escribir este artículo, en la tarde del 11, están en pleno auge los preparativos para mañana. Acabo de recibir una llamada telefónica entusiasta de un compañero del Politécnico, un sector tradicionalmente combativo de los estudiantes, diciendo que una asamblea de unos 400 estudiantes había votado unánimemente apoyar la lucha. Hay rumores de que algunos trabajadores planean ocupar las instalaciones de la empresa. Esto significará nuevos enfrentamientos con la policía, con la posibilidad de trabajadores heridos o incluso muertos. Este trágico acontecimiento podría transformar rápidamente toda la situación. Los portavoces del Capital saben que México es un polvorín que puede explotar en cualquier momento. Podemos esperar acontecimientos dramáticos.
Ciudad de México, 10 de noviembre de 2009.