Acartonado, falso, rígido, insuficiente, han sido algunos de los epítetos con que se ha descrito el primer debate entre los aspirante a la presidencia. Coinciden en este balance militantes declarados de la izquierda y la derecha ¿A qué se debe esta coincidencia?
Durante el debate los partidos de la burguesía fueron incapaces de disimular las grandes contradicciones y conflictos que existen entre ellos. Los rabiosos ataques entre Josefina Vásquez Mota, candidata del PAN, y Peña Nieto, candidato priista, fueron contundentes, y cuando no, dejaron entrever una crítica mordaz. Ambos se increparon la responsabilidad sobre el narcotráfico, la crisis económica y la falta de aprobación de las llamadas reformas estructurales. Josefina puso el dedo en la llaga con el caso Paulette y los feminicidos en el estado de México.
El PAN y el PRI no pudieron hacer otra cosa más que desnudarse a sí mismos, confirmando que ambos partidos representan los mismos intereses de clase. La burguesía consciente de que no podía ofrecer un espectáculo diferente, intentó desviar la atención antes, durante y después del debate. Primero, Ricardo Salinas Pliego, dueño de Tv Azteca, encabezo una polémica estridente al negarse a televisar el debate por su canal de máxima audiencia en provecho de un partido de futbol. Ya iniciado el debate jugaron su papel de distractores dos elementos; Julia Orayen contratada por el IFE y Quadri por parte de Elba Ester Gordillo. Ambos tenían la misión de consumir tiempo y espacio en las noticias posteriores al debate, tiempo que de otra manera lo hubieran ocupado más ataques entre el PRI y el PAN o por otro lado López Obrador.
La derecha y en particular el PRI, sabíanse débiles en el debate, por lo tanto adoptaron la táctica de hundirlo en el fango. El elemento fundamental no fueron los factores de carácter logístico o técnico; que si era muy poco el tiempo para hablar, que si las cámaras no estaban bien encuadradas, etcétera. El elemento de fondo es que el PRI y el PAN no podían y no pueden dejar de atacarse públicamente y son incapaces de obtener las simpatías de la mayoría de la población. No están satisfechos con los resultados del debate. Al término del mismo, Peña Nieto se dijo incapaz de definir qué candidato fue el ganador.
El balance para la izquierda
Entre amplios sectores de la izquierda, causó regocijo que Obrador evidenciara gráficamente la relación entre Peña Nieto y Salinas de Gortari, así como el papel de Televisa en la campaña del priista. Sin embargo, también existe la sensación de que se podía y se debía hacer más. Pero este sentimiento no sólo tiene que ver con el debate, es un reclamo que de diferentes maneras han expresado las bases de la izquierda a lo largo de la campaña.
La actitud expectante y no militante de los millones que en 2006 se movilizaron en apoyo a Obrador, es una manifestación de esta crítica hacia sus posturas y reiterados llamados a la conciliación con los empresarios y el régimen, incluido el propio Caderón. El cobijo que ha brindado a elementos cómo Bartlett o Juan Ramón de la Fuente no puede sonar sino cómo un abandono de sus posiciones políticas más avanzadas, sobre todo para los militantes de base más consecuentes.
Desde el punto de vista de la izquierda el debate pudo haber sido todavía más útil. Si bien AMLO criticó con certeza los vínculos de Peña Nieto con los empresarios más ricos del país, también tenía que haber extendido la crítica hacia Calderón. Además de insistir en la necesidad de combatir la corrupción, AMLO tenía que plantear con todas las letras la necesidad de expropiar a los capitalistas para de esta manera hacer los cambios que los trabajadores necesitan. Andrés Manuel debió de haber denunciado las acciones fraudulentas que desde el IFE, el Estado y los partidos de la derecha se están llevando a cabo para cerrarle el camino a la izquierda. Es responsabilidad de los dirigentes consecuentes de la izquierda desenmascarar la farsa que representa la democracia burguesa y no generar ningún tipo de ilusiones en ella. Se pudo haber hecho un llamado claro a los trabajadores, campesinos, sindicalistas, estudiantes, hijos de trabajadores para movilizarse en contra del fraude.
Para la izquierda el balance del debate fue positivo, pero pudo haber sido mejor. La candidatura de la izquierda tiene ante sí un escenario inmejorable para fortalecerse, sin embargo no lo está aprovechando y en ello radica la insatisfacción con el debate. La juventud y los trabajadores son consientes de que pudo haber tenido repercusiones más profundas.
El hecho de que días después del debate la juventud diera muestras masivas y contundentes de rechazo al PRI, primero en un concierto masivo en el Zócalo y posteriormente en una universidad privada, son síntomas de que la juventud y la clase trabajadora están dispuestos a impedir que el PRI llegue a la presidencia. La izquierda, AMLO en particular, tiene la responsabilidad de encausar éste ánimo y espíritu de lucha permitiendo que los jóvenes se integren a la campaña cómo protagonistas del debate, de la definición del programa, de las acciones y movilizaciones que se tiene que encabezar para derrotar al PRI y al PAN. El verdadero reto para la izquierda está en derrotar a los partidos de la burguesía en las calles y no sólo en los debates, es ahí donde realmente se definirá el destino del país.