El pasado 21 de mayo, alrededor de una centena de pobladores de San Bartolo Ameyalco (en la delegación Álvaro Obregón, D.F.) se enfrentaron a un operativo de alrededor de dos mil policías del gobierno del DF que intentaban imponer una obra para instalar tuberías que vulneran los manantiales del pueblo. A sabiendas del repudio del pueblo, la obra ya había sido detenida por los vecinos el 14 de febrero, los trabajadores del Sistema de Aguas reanudaron obras escoltados por policías. Como respuesta, los pobladores de San Bartolo tocaron las campanas de la iglesia para llamar al pueblo a agruparse y defender su derecho al agua. Esto detonó una serie de enfrentamientos, monta de barricadas y horas tensas entre los policías y los pobladores. Dejando la jornada finalmente un saldo de alrededor de 150 heridos y al menos 5 pobladores detenidos.

Algo relevante de este acontecimiento es que, por más que el enfrentamiento fue entre dos mil elementos de la policía y un centenar de pobladores, al día siguiente del enfrentamiento Mancera reconocía que había 101 policías heridos y que 32 debieron ser hospitalizados (y al menos dos siguen en el hospital). Este dramático resultado nos dice mucho sobre la situación actual del balance de fuerzas en el país. Desde la llegada del PRI a la presidencia, se ha vuelto cotidiano que toda protesta sea respondida por oídos sordos de la autoridad y despliegues de miles de granaderos. Forzando a los cuerpos policiacos a sobrepasar sus capacidades y empujándolos una y otra vez a golpear a sus hermanos de clase. El único modo de mantener este ritmo, donde los cuerpos armados son lo único que permite al gobierno seguir lanzando son reformas anti-obreras, es engrosando más y más las filas de corporaciones como la de granaderos. Para esto se ha recorrido a una política de constante contratación, cosa que ha hecho que miles y miles de desempleados que hasta hace unos meses trabajaban en el sector productivo hoy son parte de las fuerzas armadas del estado. Por otro lado, también se han apoyado de integrar de improviso a otras corporaciones, como policías de tránsito o bancarios, a los granaderos. Esto lleva a que los cuerpos de granaderos que son mandados a enfrentarse a las manifestaciones no solamente estaban hasta hace poco del otro lado de las vallas, sino que la mayoría de las intervenciones han sido desorganizadas. La falta de entrenamiento y planeación ha llevado a que esto se sustituya con acuartelamiento de miles de policías que son puestos de improviso con cascos y escudos a enfrentar manifestaciones. Esto se ve en que los granaderos actúan de forma desorganizada, reflejando más odio y coraje generado por el acuartelamiento que intervenciones planeadas. Si uno pone atención a las manifestaciones de los últimos meses, podrá ver esta falta de organización y actitud errática entre los cuerpos policiacos. De ahí que una centena de pobladores decididos y organizados hubieran podido derrotar a granaderos que los superaban 10 a 1.

El hecho de que los pobladores de San Bartolo pudieran enfrentar a la policía en condiciones tan desfavorables nos muestra que el pueblo organizado puede enfrentar la política de macanazos y oídos sordos de la autoridad. Que si nos organizamos el estado no podrá frenar nuestro derecho a protestar. Ahora claro, otro elemento importante que tener presente es el hecho de que los policías actuales no hace mucho fueran trabajadores (por la antes mencionada política de reclutamiento indiscriminada). Los acuartelamientos de los que hablé se apoyan en martillarle a los policías la idea de que los “anarquistas” son infiltrados que quieren simplemente agredirlos y banalizar. Si acompañado de la organización, el movimiento se plantea la tarea de contrarrestar este trabajo de adoctrinamiento de los acuartelamientos a partir de dirigir un discurso político claro a la policía, podremos no solamente vencerlos sino también hacer que las propias tropas se dividan y se nieguen a atacar contra sus hermanos de clase. Ejemplos de esto ya pueden verse por todo el mundo.

En fin, después del enfrentamiento, el gobierno de la ciudad insiste en que los pobladores que han salido a luchar en defensa de sus derecho no son más que títeres de los piperos; justificando con esto que siguen sus obras. Al día siguiente del enfrentamiento, los pobladores de San Bartolo hicieron una asamblea donde decidieron desconocer al delegado de Álvaro Obregón Leonel Luna; reconociendo como única autoridad a la asamblea del pueblo.

Mientras los pobladores de San Bartolo siguen su lucha y el gobierno se niega a escuchar sus exigencias y se contenta con reiterarles que la obra es por su propio bien, los acontecimientos del día 21 y posteriores son una escuela de cómo podemos enfrentar a este gobierno que se niega a escuchar nuestros reclamos. Si San Bartolo pudo, nosotros también. La lección es muy clara, formando comités de lucha en nuestras escuelas, barrios y centros de trabajo podremos contrarrestar la política represiva del gobierno e incluso quebrarla desde su propio interior. En el camino para transformar la sociedad, San Bartolo es una muestra heroica del camino a seguir.

¡El agua no es una mercancía, es un derecho!

¡Si San Bartolo puede, nosotros también!


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