Escrito por David
El periodo cardenista (1934-1940) sólo puede ser comprendido de manera cabal entendiendo la teoría de la revolución permanente de Trotsky y estudiando de manera concreta la forma peculiar en que ésta se expresa durante la etapa cardenista. En un artículo poco conocido Trotsky explica, en referencia a las débiles burguesías latinoamericanas, que en los países industrialmente atrasados en la época del imperialismo “el gobierno oscila entre el capital extranjero y el nacional, entre la relativamente débil burguesía nacional y el relativamente poderoso proletariado.
Esto le da al gobierno un carácter bonapartista sui generis, de índole particular. Se eleva, por así decirlo, por encima de las clases. En realidad, puede gobernar o bien convirtiéndose en instrumento del capital extranjero y sometiendo al proletariado con las cadenas de una dictadura policial, o maniobrando con el proletariado, llegando incluso a hacerle concesiones, ganando de este modo la posibilidad de disponer de cierta libertad con relación a los capitalistas extranjeros”. Éste fenómeno explica, por un lado, la recurrencia de las dictaduras policiales en América Latina y, por el otro, el fenómeno aparentemente desconcertante del populismo.
La incapacidad de los ejércitos campesinos para plantear una alternativa al capitalismo, sumado al virtual decabezamiento del movimiento obrero en las ciudades posibilito a los caudillos burgueses (Carranza, Obregón y el Maximato) desde finales de 1910 imponer paulatinamente francas dictaduras policiales y detener, no sin muchas dificultades, la revolución agraria. Parecía que la alternativa de la dictadura policial de derechas sería el desenlace final de la revolución mexicana. No obstante el gradual fortalecimiento del movimiento comunista que organiza ligas campesinas armadas en estados, como Michoacan y Veracruz, la cuales reiniciaron la toma de tierras, y el resurgimiento del movimiento obrero y huelguístico, imposibilitan darle al régimen policial alguna estabilidad. En este marco los dirigentes pequeñoburgueses como el mismo Cárdenas y Francisco Mugica ganan terreno al interior del PNR. Cárdenas llega al poder en 1934. El impulso revolucionario logra el reparto de 18 millones de hectáreas (bajo la improductiva forma ejidal), se crean instituciones para impulsar la industrialización. (la Comisión Federal de electricidad, por ejemplo), la nacionalización de los Ferrocarriles y sobre todo el petróleo. Estas conquistas son producto de la movilización obrera, en particular la nacionalización del petróleo se da como resultado de una huelga muy combativa en este sector.
El carácter bonapartista burgués del régimen de Cárdenas se expresa en la orientación y los objetivos que el régimen veía en estas conquistas. Ante todo fortalecer y “amamantar” a la débil burguesía. Cárdenas tuvo siempre claridad de su tarea de arbitro y nunca tuvo la intención de romper con el capitalismo: “La política del gobierno está dirigida a mantener el equilibrio de los factores que intervienen en la producción, que son el trabajo y el capital”.
No obstante el resultado bonapartista no fue una fatalidad histórica, hubo oportunidades claras por parte del Partido Comunista Mexicano de luchar por la dirección del movimiento (por ejemplo podían haber tenido la dirección del la CTM si no hubieran renunciado de manera sectaria dejando la dirección a Fidel Velázquez y el oportunista Lombardo Toledano). Sin embargo la política ultraizquierdista primero, y la oportunista después posibilitó que el régimen coorporativizara al movimiento obrero y estabilizara al régimen durante décadas.
La tarea urgente es la de reconquistar la posiciones y trascenderlas mediante la revolución socialista, la tarea es la de construir la organización revolucionaria que pueda encauzar el movimiento a la liquidación del capitalismo, sólo así no sólo recuperaremos el petróleo que nos pertenece sino el conjunto de la economía bajo un plan socialista.