- La codicia rompe el saco.
- Aventuras y desventuras nunca comienzan por poco.
Lo que un día fue, no será
Después de meses de intentar reajustarse, la General Motors se declaró en quiebra el primero de junio de este año. La empresa que inició en 1908 en la ciudad industrial de Flint, el gigante que durante décadas se convirtió en el ícono de Estados Unidos: la transnacional que todo patrón quisiera tener terminó tramitando en Nueva York su solicitud de aplicación del Capítulo 11 del Código de Bancarrota de Estados Unidos, la cual por cierto fue aceptada.
¿Eso qué quiere decir? Que la empresa, que tenía un valor en acciones de 83 mil 300 millones de dólares se reestructurará con fondos del Estado, quedando bajo la dirección de quienes ya llevaron a la quiebra dicha empresa. Por cierto, la reestructuración ha significado y significará recortes a los salarios y derechos de los trabajadores, cierres de decenas de plantas y despidos masivos de decenas de miles alrededor del mundo, México incluido, así como también la consecuente depauperación de centenas de miles de familias que dependen directa o indirectamente de la industria automovilística, pero eso es lo menos importante obviamente.
He aquí un perfecto ejemplo de lo que los marxistas nos referimos con el límite objetivo de los capitalistas para continuar desarrollando las fuerzas productivas y por tanto, a la sociedad. En los medios de comunicación burgueses, tales como el Financial Times y Reuters, los analistas debaten dónde estuvo el error de esta enorme transnacional. Unos dicen que fue la excesiva expansión del negocio, aunque en el juego del capitalismo la estrategia de expansión es la única que permite a los patrones mantenerse en la cima de la pirámide alimenticia. Otros, que se desvincularon de las necesidades de los compradores, adquiriendo marcas y diseños groseros y derrochadores, de los cuales Hummer lleva la batuta en estos departamentos (por cierto, Elba Esther nos puede comentar ampliamente acerca de las virtudes de estos cochecitos).
Dentro del mundo capitalista una empresa puede o no funcionar dependiendo de varios factores. Cuando no funciona, en principio el patrón se va a la quiebra, la fábrica se desmantela, el dinero que sale de ahí se reparte entre los inversionistas y si al final algo queda, ahí se lo reparten entre los trabajadores, dependiendo de qué tanto éstos se pongan las pilas. Como quiera que sea, la incapacidad de seguir creciendo, se paga con la quiebra y se acaba el cuento.
¿Pero entonces qué pasa con el susodicho Capítulo 11? Lo que pasa es que hasta entre perros hay razas y no es lo mismo un patrón charalito que un pez gordo como los dueños de la GM. El Capítulo 11 pone a disposición del patrón recursos del Estado debido a que la empresa en cuestión cubre un “interés público”. De modo que el “país entero” está interesado en que la GM salga a flote. Para ello por supuesto son necesarios los sacrificios que ya hemos enumerado. Pero bien vale la pena “por el bien de la nación”.
Antes que la GM, otras tres pobrecitas compañías se abrazaron a este Capítulo 11: la Chrysler, la Washington Mutual y Lehman Brothers Holdings con sendas acciones valuadas en 39 mil, 328 mil y 640 mil millones de dólares respectivamente. Todas estas compañías, tremendos monstruos con tobillos de cristal dejarán caer su enorme peso sobre las ya bastante sobadas espaldas de la clase trabajadora estadounidense. Veremos cuánto más aguantan nuestros hermanos de clase allá antes de que se nos acabe el “patriotismo” de los ricos.
De paso, estos caballeritos nos han mostrado un ejemplo más que a los marxistas también nos interesa destacar. Las leyes y el Estado no se comportan igual con todos. Su existencia responde a la necesidad de la clase dominante de conservar sus privilegios. Así, en teoría, tenemos derecho a elecciones limpias (ajá, limpias como las de 2006 aquí en México o las que acaban de pasar en Irán), en teoría, quien pierde en el juego del capitalismo tiene que asumir su derrota. Decía Goethe, un sabio alemán: Gris es la teoría, verde el árbol de la vida.
Cuando el futuro nos alcance
Desde la General Motors hasta Six Flags, las compañías que eran el “soporte” de la sociedad ahora se vuelven su lastre. Los que antes daban empleo y bienestar (GM llegó a emplear directamente a más de medio millón de obreros tan solo en Estados Unidos) ahora nos cobran caro ese bienestar.
Cuando hablamos de control obrero, hablamos de tomar las fábricas y hacerlas funcionar para satisfacer nuestras necesidades. Si nosotros administramos las fábricas, ¿para qué querríamos construir carros que nadie compraría? ¿para qué querríamos despedir trabajadores o bajarles el empleo? Eso iría completamente en contra de nuestros intereses. El control obrero tiene su razón histórica de ser y ha mostrado que es el camino para tomar las fábricas y además, el control del Estado; de este fascinante tema puede seguir leyendo en bastantes artículos en nuestras páginas militante.org y marxist.com.
El futuro pinta dos caminos absolutamente diferentes y Engels supo expresarlo de manera contundente:
Socialismo o barbarie.