Recientemente ha salido una nota que expone con claridad la barbarie que millones de mujeres humildes pasamos todos los días en nuestro país. De los 12 feminicidios registrados en América Latina, 7 son en México, de los cuales 4 son en el Estado de México.
Esta cifra escalofriante no sólo debe de indignarnos o avergonzarnos, como dicen los políticos o afanosos patriotas, debe de ser un grito de guerra sin cuartel contra el machismo, un llamado a la movilización y acción no solo de las colectivas que llevan años levantando la voz, sino de todo el pueblo organizado que está luchando contra este sistema opresor y machista, y que en el caso de las mujeres nos está matando. Es urgente que todas y todos levantemos la bandera de la lucha contra la violencia en general y las mujeres en particular y consigamos justicia real a las agresiones y asesinatos.
La justicia machista es cómplice de los agresores
Recientemente, se repite el hecho de que, una víctima de agresión fue expuesta a escarnio público, el caso de la compañera Yndira Sandoval, que pone sobre la mesa nuevamente que una es la culpable de las agresiones sufridas y que incluso las merecemos. Esta ideología a matado por cientos de años a miles de mujeres, este “principio machista”, es lo que le da seguridad a los agresores, sean hombres o mujeres, para asesinarnos o darnos un castigo ejemplar por no comportarnos bajo los estándares establecidos, estándares que nos someten a una vida ciega, oprimida, violentada, infeliz, ignorante y deprimente.
No nos cansaremos de decir una y otra vez: ¡nadie! tiene el derecho de agredirnos por nuestra vestimenta, por divertirnos, por la hora en la cual transite por la calle, por el transporte público o privado que aborde deseando volver a casa, porque no dije suficientes veces que no, porque no me defendí lo suficiente y toda esa sarta de tonterías que dan elementos a la justicia machista del Estado para que en vez de castigar a los culpables, los victimen o los expongan como seres indefensos ante las circunstancias; y a la víctima se le exponga, critique, espíe, investigue y reciba todo tipo de invasiones a su privacidad para convencer a la sociedad que nosotras somos las únicas culpables de los hechos.
El Estado mexicano es uno de los más injustos y corruptos del mundo. Precisamente los pasados 16 y 17 de noviembre comparecieron frente a la Corte Interamericana de Derechos Humanos las compañeras detenidas en el año 2006 en San Salvador Atenco, donde el Estado además de aprenderlas arbitrariamente las violento, en concreto, por ser mujeres y las agredió sexualmente. A once años las compañeras no han obtenido reparo y castigo a los agresores, optando por recurrir a instancias internacionales mientras que el Estado mexicano argumenta que las compañeras mienten para salvarse de ser juzgadas por rebeldes y radicales, que se ha consignado a 52 servidores públicos y que se han propuesto reparos pero que no han sido aceptados por las víctimas ¡Que mentira y cinismo tan grande!
Este trato a las víctimas inhibe por completo la denuncia y exposición de agresores. Por eso una de nuestras piedras de toque en esta lucha es la depuración del aparato del Estado por personal cualificado en casos de violencia hacia las mujeres. Sabemos que esto no cambia de fondo las cosas pero si nos coloca en una situación más favorable para enfrentar al machismo. Por supuesto no lo lograremos con escritos o apelando a la sensibilidad de los jueces y gobernantes, sensibilidad que ha demostrado ser peor a la de un cadáver, sino mediante la lucha organizada en la calles.
Ante la barbarie feminicida, feminismo combativo y organizado
Para muestra un botón, este año el Estado ha propuesto una reducción al presupuesto destinado a programas sociales orientados a la mujer, además, se ha negado a dar la Alerta de Genero a Estados como Tlaxcala, entidad con el mayor número de índices de trata de menores en todo el país e incluso de América Latina. ¡Así el estado mexicano demuestra su preocupación e indignación!
No nos queda la menor duda que la única forma de erradicar el cáncer del machismo es transformando esta sociedad desde la raíz, pero cada conquista que logremos mediante la lucha es un peldaño que subimos para conseguir ese fin, sin embargo, nuestra lucha no debe limitarse a las demandas más inmediatas como justicia, respeto de protocolos, autodefensa, equidad y respeto, sino que tiene que ir más allá, el carácter del genocidio que estamos siendo víctimas nunca antes se había visto y documentado, por tanto, la respuesta debe ser igual de contundente y firme. Tenemos que exigir que todo el movimiento de la izquierda que está luchando se pronuncie y participe en las batallas por los derechos de la mujer y contra la violencia machista, no queremos discursos de solidaridad, queremos acciones.
¡Trabajador, trabajadora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente!
¡Todas y todos a las manifestaciones del 25 de noviembre!
¡Si tocan a una, todas y todos respondemos!