Reproducimos a continuación la intervención que la compañera Katharina Doll de Offensiv en Hamburgo hizo en el IV Encuentro estatal de Libres y Combativas del Estado Español sobre el modelo de prostitución alemán y el horror que este supone para miles de víctimas de esta lacra.
Compañeras:
Estoy muy contenta de poder participar en este Encuentro y también muy impresionada con todo el trabajo y los informes sobre las distintas luchas de las mujeres trabajadoras en el Estado español. Nos llevaremos con nosotras de vuelta a casa este espíritu combativo para prepararnos para el 8 de Marzo.
Me gustaría hablar sobre la cuestión de la prostitución y hacer algunas consideraciones sobre la reivindicación legalizar esta práctica ya que, hasta donde he podido conocer, es planteada por algunas asociaciones que se autodenominan "sindicatos de prostitutas” aquí en España, igual que sucede en Alemania.
En Alemania la prostitución fue legalizada en 2002 por un gobierno socialdemócrata, un gobierno del SPD en coalición con los Verdes.
Los argumentos oficiales que entonces se dieron para legalizar la prostitución fueron ofrecer a las prostitutas una oportunidad legal para exigir mejores salarios y que estas pudieran acceder a un seguro médico.
Pero, ¿qué significó realmente esta ley?
Hoy en día en Alemania el número de mujeres prostituidas alcanza los 400.000, y ni siquiera el 10% de ellas están registradas oficialmente.
Hemos vivido un aumento brutal de los “sex clubs” y una reducción de los precios que los puteros tienen que pagar a las prostitutas. Al mismo tiempo, la legalización de la prostitución ha desencadenado un boom en el tráfico sexual, especialmente de mujeres de los países más pobres de Europa, como Rumania o Bulgaria.
Un estudio de 2011 que fue publicado por Comisión Europea ha demostrado que ahora que la prostitución es legal en nuestro país, este mercado es un 60% mayor que en Suecia –donde no está legalizada– y que Alemania tiene un 62% más de víctimas de trata que el país escandinavo.
Las feministas liberales nos dicen que no hay nada malo en este crecimiento de la industria del sexo porque las prostitutas escogen trabajar de esto por libre elección. Incluso, el lobby alemán llamado “Unión Humanista” escribió en 2013 que “no sólo las mujeres alemanas, sino también las inmigrantes activas en el trabajo sexual lo hacen de forma voluntaria y autodeterminada”.
Pero es evidente que todas estas declaraciones van más allá de ser puramente propaganda: son una mentira muy burda.
Nosotras, las feministas revolucionarias y marxistas, nos posicionamos respecto a la prostitución siempre desde una perspectiva de clase.
Cuando se legalizó la prostitución en 2002, las nuevas leyes no fueron destinadas a proteger a las víctimas, sino a los proxenetas. Lo que sucedió en Alemania en 2002 es que oficialmente se legalizó el proxenetismo, algo que permitió que un proxeneta se pueda quedar hasta con el 49% de lo que cobran las prostitutas.
De esta manera, el modelo alemán ha abierto la puerta a un gigantesco mercado capitalista de esclavitud y explotación sexual. Porque detrás de todos los argumentos “humanistas” sobre “defender los derechos de las prostitutas” se encuentra la defensa del gran negocio que hacen un puñado de empresarios con esta industria.
El sindicato del sector público alemán ver.di estima que la conocida como industria “red light” genera cerca de 14.500 millones de euros de beneficio al año. Y aquí no estamos hablando de pequeños proxenetas aislados, sino de grandes empresarios que en Alemania son conocidos como “proxenetas de cuello blanco”.
Pongamos un ejemplo concreto. En Colonia, en el oeste de Alemania, se encuentra uno de los burdeles más grandes de Europa: el “Hotel Pascha”, bien conocido por ser un modelo de gran negocio dentro de la industria del sexo. Su dueño era un businessman que poseía numerosos burdeles en Alemania y en Suiza y que ya en los años 90 invertía cientos de millones de euros en prostíbulos. Ahora, este mismo año, el Pascha se ha vendido a un nuevo propietario por un valor de 11 millones de euros.
El Pascha es un gran edificio con 10 plantas donde viven 120 prostitutas. Estas mujeres viven allí y tienen que pagar 160 euros de alquiler cada día. Esto significa que cada año los proxenetas de este burdel se embolsan medio millón de euros tan sólo con la renta que deben pagar las prostitutas.
Cuando la crisis económica golpeó Alemania en 2020 y 2020, a raíz de la pandemia, los propietarios del Hotel Pascha recibieron dinero público por parte del Estado alemán supuestamente para pagar a sus empleadas y empleados. Las víctimas de este infierno no vieron ni un solo céntimo de todo ese dinero, muy al contrario: se quedaron sin ingresos y todavía teniendo que pagar 160 euros diarios.
¿Qué mujeres trabajan en este burdel? En 2005, una redada policial en el Pascha descubrió que 23 de estas 120 mujeres eran víctimas del tráfico de personas y de origen nigeriano, cuatro de ellas menores de edad.
De hecho, en Alemania 9 de cada 10 prostitutas son víctimas de la trata de personas. ¡Pero esto no es ningún delito! Un ex funcionario de la Policía Criminal Federal admitió en una entrevista que un proxeneta gana entre 15.000 y 20.000 euros al año con mujeres que son traficadas desde los Balcanes a Alemania. Este es el verdadero rostro de este mercado escalofriante.
El 90% de las mujeres que se ven forzadas a prostituirse en nuestro país se encuentran en una situación llamada “prostitución de pobreza”, lo que significa que necesitan por lo menos a 7 clientes al día para poder sobrevivir económicamente.
Así que nosotras hacemos una pregunta: ¿qué tiene que ver todo esto con la “libertad de elección”?
Si la prostitución se legaliza como un mercado más, como ha sucedido en Alemania, la idea de vender tu cuerpo por dinero se normaliza. En Berlín ahora están surgiendo diferentes empresas que están desarrollando apps para pedir prostitutas a domicilio.
En este punto, otra de las cuestiones que tenemos que denunciar es cómo está enfocado el trabajo social. Por ejemplo, en Hamburgo, que es uno de los epicentros de la prostitución en Alemania, hay muchos centros sociales que trabajan y asisten a prostitutas. ¡Pero ninguna de las soluciones que les ofrecen pasa porque puedan escapar de la prostitución!
Por eso, la legalización de la prostitución y toda la propaganda mediática que nos habla de la “libertad de elección” tiene un único objetivo: maximizar las ganancias de aquellos que se benefician y mucho de esta industria.
La prostitución es una de las formas más violentas y degradantes de esclavitud para las mujeres pobres. La propia idea de que un hombre pueda comprar el cuerpo de una mujer por dinero, rompe el vínculo de solidaridad que debería existir entre todos los seres humanos.
La industria del sexo es solo un ejemplo de como el lucro privado y el capitalismo hacen crecer la pobreza entre la mayoría de la población, pervierte las relaciones humanas y hace todavía más ricos a unos pocos.
La prostitución es una enfermedad capitalista. Y necesitamos una respuesta del conjunto de la clase obrera contra ella.
Luchemos juntas para acabar con la explotación de las mujeres trabajadoras, terminar con la opresión de clase y por un mundo socialista.