En  medio de las condiciones reales que esta destapando la pandemia, organizarnos y defender la vida

En  fase II de emergencia sanitaria mujeres de la tercera edad vendiendo tamales (nadie se hace cargo de su bienestar sólo ellas mismas), servicio de salud, mayoría de personal femenino (enfermeras,  administrativas, intendencia y médicos)…  Maestras, obreras,… triples jornadas, presión económica, falta de espacio, cuidado de los niños, y muchas en encierro con sus agresores, la violencia domestica crece.  

Vulnerabilidad laboral

La epidemia ocurre en condiciones en que la mayoría de la población no cuenta con seguro médico, con salarios insuficientes o inexistentes en un trabajo informal o jornadas extenuantes que superan las 8 horas.

En México, gran parte del sector informal somos mujeres,  que subsistimos a través del empleo precario, cuidar nuestra salud por contagio no es una posibilidad, la disyuntiva si morir de hambre o por contagio se vuelve una realidad, porque no hay otro modo de llevar el recurso económico a casa, y a esto hay que sumar que al no haber clases nuestros hijos acuden con nosotras o permanecen encerrados solos en nuestras viviendas.

De acuerdo con datos de INEGI del último trimestre de 2019,  la Población Ocupada Informal, incluidos trabajadores subordinados sin seguridad social,  llegó a 31.3 millones de personas… ¿Es justo o lógico? Frente a un puñado de mujeres ricas que se quedan en sus casas a vivir lujosamente con las ganancias producto del sudor de las y los trabajadores.

Desde nuestra perspectiva, lo que afrontamos no es una cuestión de género, es una cuestión de clase, porque ni en el trabajo ni en el día a día padece de igual forma una mujer empresaria o esposa de empresario que las de la clase que trabajamos o morimos.

Respecto al trabajo formal, datos del INEGI en ese mismo periodo muestran que la Población Económicamente Activa alcanzó 55.7 millones de personas, 22 de esos millones son mujeres. Aunado al dato que en 2017  los hogares con jefatura femenina, donde la mujer absorbe toda la responsabilidad de sacar adelante a la familia,  alcanzó un 37.8% en la Ciudad de México.

En la pandemia esto se traduce en una triple jornada: La necesaria para mantener nuestro salario en home office o acudiendo a laborar presencialmente por exigencia del patrón sin las medidas necesarias dictadas por la Secretaria de Salud; limpieza, alimentación y administración del hogar  y labores de acompañamiento académico de los niños al cierre de las escuelas.

Home office encara el escaso acceso a una vivienda de calidad:   la Encuesta de Hogares INEGI 2017, señala que 35.1 % de la población en la ciudad de México habita en departamentos, de los cuales 6.8% lo hace en condiciones de hacinamiento, nos encontramos ante una habitación con baño compartido  que se rentan para familias enteras. Contar con un lugar para trabajar en casa además de un espacio donde los niños puedan desarrollarse sana y tranquilamente es un ideal lejano para los trabajadores. La cuarentena vivida en ratoneras, es una penosa realidad para muchos,  falta de agua, falta de luz, falta de servicios básicos…

Poco espacio físico, estrés económico sumado al encierro, presiones derivadas de la cultura machista y patriarcal que pesa sobre nuestros hombros nos confronta con otro escenario de esta decadencia social, la violencia familiar, que se agudiza configurándose  como el preludio la expresión atroz de la barbarie de este sistema: el feminicidio.

Seis de cada diecinueve mujeres sufren violencia en el hogar, el encierro eleva este riesgo de situaciones violentas para las mujeres y sus hijos.  La directora de la Red Nacional de Refugios A.C. expresó al periódico Excélsior que durante estos días aumentó de 60 a 160 el número de llamadas y mensajes diarios pidiendo auxilio porque su pareja se comporta más violenta desde que inicio la llamada cuarentena.

Los testimonios registrados  por estas asociaciones son sintomáticos: “antes de la cuarentena iban a su trabajo más de 8 horas, casi no veían a sus esposos, y entre las actividades cotidianas, como llevar a los niños a la escuela, había muchas oportunidades de evitar la cercanía con el agresor, pero ahora todo cambio”, “qué bueno que te vas a quedar en casa, porque ahora si vas a cumplir con las tareas que te corresponden, ahora si me vas a atender”,  “qué bueno que no vas a salir porque así ya no me vas a poner el cuerno”.

Ante la restricción de circulación, las mujeres sobrevivientes enfrentan obstáculos adicionales para huir de situaciones violentas, así como mayor riesgo de explotación sexual.  Distintos organismos atienden vía telefónica, y otras tantas asociaciones ofrecen apoyo de refugios pero es insuficiente, los feminicidios no están en cuarentena.

Requerimos una política integral que trasciende a la secretaria de salud, sentar las bases para fortalecer la capacidad de prevención y el embrión de una nueva organización social que derrumbe las bases del capitalismo y del patriarcado para el futuro próximo.  La pandemia frenó momentáneamente las movilizaciones feministas, pero el descontento y la organización se mantiene y crece, exigimos:

Derogación de las reformas estructurales, eliminar el outsourcing que vulnera entre otros el derecho a la seguridad social de las y los trabajadores, pero especialmente de las mujeres cabezas de familia.

Renacionalizar los servicios estratégicos y expropiar las grandes empresas, ponerlas bajo control de los trabajadores.

Paquete de protección social que suspenda el pago de rentas, y de todos los servicios públicos,  suspendiendo cortes de luz o agua para dar  protección a más de 50% de la fuerza laboral que vive al día.

Subsidios económicos que cubran seguro médico integral y la canasta básica (despensas semanales gratuitas con alimentos no perecederos e insumos básicos para toda la población que se sostiene del comercio informal o que percibe menos de tres salarios al día, aquella que vive del día a día).

Duplicar los refugios gratuitos y en buenas condiciones para mujeres y sus hijos víctimas de violencia.

Créditos de vivienda y programas de empleo para romper la dependencia económica.

Licencias laborales con goce de sueldo para trabajadoras que sufran violencia domestica.


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