A 33 años del golpe de estado que derribó a Salvador Allende
Ya previamente al movimiento obrero que significo la llegada al poder presidencial del candidato socialista Salvador Allende, Chile había experimentado uno que otro tímido levantamiento de la clase obrera hacia la burguesía, contra la cual se enfrentaban sus intereses.
Chile, desde siempre se ha enfrentado al problema de la tierra y de la emancipación del país del imperialismo; las grandes extensiones de tierras se encontraban para cuando Allende asume el poder en manos del 5% de sociedad chilena, los grandes terratenientes a su vez, debido a la mano de obra barata que significaba la explotación del campesinado se negaban a modernizar la industria chilena dejándola siempre e un atraso en comparación con los demás países desarrollados que día a día revolucionaban sus distintas ramas productivas con la implantación de nuevas y mejores tipos de maquinaria y tecnología y esto se debía a que la oligarquía y chilena no defendía ni siquiera sus propios intereses de clase liberal-burguesa, sino más bien defendía los intereses de las grandes transnacionales extranjeras que explotaban las riquezas del país a cambio de una miserable suma de dinero que se le otorgaban a esta clase burguesa y de terratenientes, y esto aunque significó un grado de desarrollo para la economía chilena, como ya dijimos anteriormente siempre se encontraba algunos bastantes pasos más atrás del mercado productor capitalista; pero aun así se desarrolló la clase obrera y asalariada. Ya para 1907, el 43,2% de la población vivía en los centros urbanos y en 1920 había subido a 46,4% y comienzan entonces a surgir los grupos organizados del movimiento obrero en defensa de sus intereses.
El verdadero acontecimiento que llevó a la clase obrera chilena a tomar verdadera conciencia de su rol de participación en la sociedad y de su condición de explotado fue el triunfo de la Revolución de Octubre en Rusia para el año de 1917, y es a partir de este momento cuando la organización de trabajadores toma un rumbo verdaderamente socialista y en miras de lograr lo que se había llevado a cabo en Rusia, el triunfo de la revolución. Se crea entonces el Partido Comunista de Chile que acepta la 21 condiciones establecidas por la Internacional Comunista para ingresar a ella; pero luego de la muerte de líder bolchevique Lenin y tras la Segunda Guerra Mundial, el PCCh se alineo con la nueva política estalinista de colaboración con los sectores que representaban a la burguesía, que contrariaba totalmente los principios revolucionarios que antes Lenin y Trotsky habían desarrollado.
Como consecuencias de la ausencia de un verdadero partido que defendiera los intereses de la clase obrera y que no se vendiera al reformismo burgués y a la prevención estalinista, se crea el Partido Socialista de Chile, que busca retomar los principios del marxismo-leninismo, del bolchevismo y de la Revolución de Octubre.
Para el año de 1936 el espíritu revolucionario del movimiento obrero se expresó claramente con las célebres palabras de Marmaduke Grove, quién fue un destacado líder del movimiento obrero, estas fueron: “cuando lleguemos al poder, nos faltaran faroles para colgar a la oligarquía”; y aunque la reacción de la oligarquía por aplacar dicho movimiento obrero fue persistente, este se enfrentó con la resistencia de la clase obrera organizada en milicias populares que lograron frenar el avance del movimiento de derecha. En estos momentos se dio en Chile una situación propicia para que triunfara la clase obrera realizando así la tan esperada revolución; pero la incapacidad de los dirigentes del PSCh en ofrecer un verdadero liderazgo y una alternativa para la situación vivida se vio reflejada cuando los estalinistas chilenos presionaron a la dirección de PSCh para crear una coalición que contrariaba todos los principios del partido, pero la inexperiencia del joven partido resistió ante estas presiones y aunque las condiciones eran optimas para la culminación del movimiento esta simplemente se vio fracturado y por ende anulado. En el Congreso extraordinario que se realizó en 1938, la candidatura de M. Grove fue retirada aunque esta se venia proclamando desde hacía dos años antes.
Es entonces cuando observamos claramente como la falta de dirigencia y de claros objetivos trazados en el PSCh hicieron que sucumbieran ante la presión que los estalinistas chilenos les aplicaron con sus pactos reformistas y que contrarían totalmente los principios del marxismo-leninismo por los cuales, precisamente había surgido el PSCh.
“El joven partido no resiste la colaboración de las clases. Sus sectores menos maduros y más oportunistas se ‘engolosinan’ con el aparato del Estado y olvidan los objetivos que motivan su instalación en él: Afloran las debilidades del reformismo de algunos dirigentes, que habían permanecido ocultos durante los primeros años de lucha…” (A. Sepúlveda en: Socialismo Chileno, pp. 20-21).
“La vía chilena al socialismo”
Salvador Allende, antes de su llegada a la presidencia en las elecciones celebradas en Chile en el año de 1970, había sido candidato, también a la presidencia, en el 58 y en el 64, y representaba el creciente sector del movimiento obrero quién era candidato común del PCCh y el PSCh. Se puede decir que las elecciones de 1964 fueron simplemente una disputa entre los demócratas-cristianos, representados por Frei y el FRAP, representado por Allende; para los marxistas la llamada Democracia Cristiana son simplemente defensores de los intereses de la oligarquía que utilizan un lenguaje “izquierdista” para engañar a las masas.
Para las elecciones de 1970, se busca construir un nuevo frente electoral que lograra vencer en los comicios a los intentos de la oligarquía en frenar el creciente movimiento obrero chileno que reclamaba las injusticias a las que la clase explotada se veía inmersa en su día a día y a lo cual creían al Estado cómplice y justificador en las acciones de la clase capitalista. Es entonces cuando surge la Unidad Popular, que no era más que el intento de concilio entre los factores del PCCh y del PSCh y resumía la totalidad de las discrepancias entre los dirigentes de los diferentes partidos. Para estas elecciones, a la UP se le enfrentaban los dos partidos de la burguesía: el Partido Nacional, representado por Alessandri y la Democracia Cristiana, representada por Tomic; pero para este entonces la masa obrera se había cansado de las promesas en de los democristianos que aunque parecían de izquierda eran simplemente unos representantes más de la oligarquía y es entonces cuando el voto se vuelca hacia la Unidad Popular cuyos resultados acabaron así:
Elecciones presidenciales en Chile, 1970.
Allende --------------------------1.075.616 (36,3%)
Alessandri ----------------------1.036.278 (34,9%)
Tomic ---------------------------- 824.849 (27,8%)
Datos obtenidos de la revista Marxismo Hoy; 1998.
Las cercanas cifras revelan claramente el proceso de polarización que existía en la sociedad chilena para aquel entonces; sin embargo el hecho de que la UP simplemente no hubiera triunfado con una fuerte mayoría significó el aprovechamiento de la burguesía para imponer las ya conocidas condiciones al nuevo gobierno que buscaba defender los derechos vulnerados de la clase obrera y llevar al Estado chileno hacia el socialismo.
Es aquí cuando los dirigentes de la UP se enfrentan con dos caminos a seguir: o pactar con el sector contra el cual luchan (la oligarquía) o rechazan tajantemente este ofrecimiento y denuncia esta practica para “impedir la voluntad popular” y organizan movilizaciones a lo largo del territorio llamando a las masas a tomar conciencia del ofrecimiento. Aunque muchos de los dirigentes de la UP y marxistas en el país se sintieron indignados ante tal propuesta y tal manejo de de la situación por parte de la oligarquía temerosa del movimiento popular que atentaba contra sus intereses de clase dominante, la dirección de la UP decidió ceder, como lo hizo en el pasado el PSCh a las insistencias de los estalinistas chilenos, ante la insistente presión de este sector para imponer condiciones al nuevo gobierno.
Aquel pacto se llamó “pacto de las garantías constitucionales” que prohibía la formación de milicias privadas o el nombramiento como oficiales de miembros de las Fuerzas Armadas no formados en las distintas academias militares. Tampoco se podían hacer ningún tipo de cambios en el Ejército de Tierra, del Aire de la Marina o de la Policía Nacional; esto solo podría efectuarse con la aprobación del Congreso donde aun los partidos de la burguesía contaban con la mayoría parlamentaria; “De esta forma, Allende y los demás dirigentes de la UP cayeron en la trampa desde el primer momento, olvidando los principios fundamentales del marxismo y el programa de fundación del socialismo chileno” (Corriente Marxista Revolucionaria Lecciones de Chile, 1998).
Fue bastante difícil para la UP llevar a cabo un plan de gobierno que satisficiera a la fervorosa clase obrera debido al grado de compromiso con que estos estaban atados a la burguesía chilena, y las reformas de carácter democrático-burgués que se llevaron a cabo cansaron rápidamente a las masas proletarias que exigían su verdadero cambio; el cambio de esencia, de raíz. Es entonces bajo esta presión que el gobierno de la UP lleva a cabo medidas importantes de nacionalización, como la que se llevó a cabo en 1971 a la industria del cobre, del carbón y del hierro; se llevaron a cabo una serie de reformas sociales que beneficiaban a la clase trabajadora y que incrementó los niveles de apoyo popular al régimen. También se organizaron campañas de distribución de leche gratuita a los niños en los colegios, se congelaron los precios y los alquileres, hubo un aumento de salarios y pensiones, etc., en fin, estas medidas fueron bastante más lejos de lo que quizás algunos dirigentes de la UP creían podían hacer, sobretodo con respecto a la nacionalización, ya que enfrentaban y afectaban directamente a los intereses de la burguesía. El resultado de este plan de gobierno fue una fuerte radicalización en la sociedad chilena tanto en las zonas rurales como en los centros urbanos.
Otra de las medidas tomadas por el gobierno de Allende, y que causó la reacción de los latifundistas, fue la expropiación de tierras ociosas; para 1971 el gobierno había expropiado 1.378 predios con 2.600.000 hectáreas, hecho que significaba casi la cifra del gobierno demócrata-cristiano de Frei en los seis años anteriores de periodo presidencial y en 1972 se incrementó la cifra llegando a los más de 2.000 predios con aproximadamente 2.800.000 hectáreas. Estos grandes latifundistas, en reacción a la reforma agraria, en una clara campaña de sabotaje abandonan y desmantelan las instalaciones de sus haciendas; algunos otros tomaron la decisión de armarse para defenderse de la reforma agraria y financiaban violentos grupos de la ultraderecha.
Aunque de manos atadas el gobierno de Salvador Allende tocó la “llaga” de la oligarquía e hizo a esta temblar por la avanzada popular que esto significaba, el gran problema del gobierno de la UP y que nunca pudo verdaderamente solventar, fue el de aparato del Estado, es aparato burocrático. Para llevar a cabo todas las políticas que se buscaron implementar se requería de una coherencia y conciencia que reinara en la administración pública y que esta bailara al son de los mismos ideales políticos para que las trabas ideológicas desaparecieran y se pudiera llevar a cabo el proyecto; pero es aquí donde falla el gobierno y de donde la burguesía se aprovecha para repuntar.
La reacción de la burguesía
La primera de las acciones que esta lleva a cabo, es que mediante su control de los medios de comunicación y con ayuda del gobierno norteamericano y apoyo activo de la CIA (posición admitida por el mismo gobierno de los Estados Unidos décadas después del golpe del 11 de septiembre de 1970), se desata la campaña en contra del gobierno nacional con la alianza del partido de la Democracia Cristiana con el Partido Nacional, quienes exigían el desarme de los grupos de izquierda y trataban de bloquear la promulgación de nuevas leyes en el parlamento. Está documentado que existían grupos de la derecha armados en las calles chilenas y que de cuando en cuando llevaban a cabo acciones terroristas, pero la alianza de la DC con el PN no realiza ninguna denuncia hacia estos grupos.
Procedieron distintos tipos de sabotajes a la economía nacional y el gobierno estadounidense cortó la ayuda económica a la nación chilena y organizó un boicot mundial a la economía del cobre chileno, en donde, las nacionalizaciones que se llevaron a cabo sin un previo análisis de la situación global y sin una debida planificación económica produjeron un desbarajuste en la situación económica de la nación que provocó un aumento en la inflación, reducción de salarios y que afecta a la clase media que se vuelca hacia la oposición contra el régimen de Allende.
Una ofensiva de la oposición fue con el paro de los camiones que se produjo en octubre de 1972, a lo cual la clase proletaria responde con masivas e impresionantes movilizaciones que logran frustrar el intento desestabilizador y esperan la llamada de sus dirigentes para aplastar de manera rotunda a la contrarrevolución, pero este llamado nunca llega y de las bocas de los dirigentes surgen simples oraciones llamando a la calma y a la disciplina e implementan a un nuevo actor en una reestructuración del gobierno que abogaba por el concilio, se introduce al aparato burocrático a la casta militar, que se encuentra ligada a la clase burguesa por nexos tanto familiares como comerciales, en fin, representan una capa identificada mucho más con los intereses de la oligarquía que con los de de la gran masa trabajadora, y esta acción benefició notablemente a los planes de la oligarquía.
Una vez más, la defensa de la clase obrera se hace presente ante las acciones contrarrevolucionarias que la oligarquía chileno llevó a cabo, y esta se refleja el 29 de junio del 73, el mismo año en que se produjo el golpe de estado, en donde miles de trabajadores hicieron huelgas y abandonaron sus puestos de trabajos para marchar hacia el Palacio de la Moneda en donde se percibía como la clase obrera constaba de tal claridad política que defendía los principios revolucionarios en donde se necesitaba aplastar el movimiento contrarrevolucionario de la oligarquía para poder verdaderamente lograr una transformación en la sociedad, pero ellos, las bases, los verdaderos excluidos comprendían más lo que estaba sucediendo que sus propios dirigentes políticos con un sentido de cambio de tipo reformista, y ese 29 de junio, cuando en los pasillos del congreso los representantes de la burguesía temblaban ante la avanzada popular, Allende simplemente se repliega y hace un llamamiento a estos trabajadores para que volviesen a sus fábricas a trabajar.
Es entonces cuando los levantamientos militares y amenazas de golpes de estado comienzan a volverse mucho más claras y concretas debido a las acciones débiles tomadas por el gobierno y su confianza en la “lealtad” que defenderían los militares al gobierno legalmente instaurado e irónicamente el mismo Allende nombra a Leigh Guzmán y a Pinochet jefes de las Fuerzas Aéreas y del Ejercito, respectivamente. El 11 de septiembre de 1973 el golpe se lleva a cabo y es rodeado y bombardeado el Palacio de la Moneda, miles de campesinos y trabajadores mueren en defensa de sus ideales, también el presidente Salvador Allende; una dictadura de carácter particularmente sangrienta y salvaje se instaura en Chile al mando del general Augusto Pinochet y procura dar un buen escarmiento a todos los grupos y partidos de izquierda que intenten una vez más desestabilizar el camino del sistema capitalista en defensa de los derechos de los trabajadores. Exiliados, torturados, perseguidos políticos y “desaparecidos” colman la escena chilena a partir de la instauración del régimen de derecha calificado de fascista y que logra imponerse por la falta de dirigencia del gobierno socialista de la UP que no logra manejar la situación y actuar en el momento preciso volviendo sus esfuerzos en simples mofas de las cuales se burla la oligarquía tras vencerlo.
CAPÍTULO III
ANÁLISIS Y CONCLUSIONES
Luego de estudiar la situación chilena desde los años previos al ascenso de Allende al poder y durante su gobierno, y tras haber comprendido los conceptos de reforma y de revolución, dos distintos tipos de desenvolvimiento del movimiento obrero, podemos finalizar nuestro análisis concluyendo que la experiencia chilena goza de las características de un procesos reformista que aunque con las más honestas intenciones de lograr el cambio en la sociedad en donde una clase explotadora somete a otra a vender su fuerza de trabajo para generar sus condiciones materiales de vida y a la vez se apropia de la gran parte de las ganancias que este genera, lamentablemente olvidan los principios del marxismo-leninismo; estos son nuestros argumentos.
Desde el primer momento en que se conforma la Unidad Popular, es palpable en sus elementos componentes son contradictorios debido a la existencia en ella de pequeños grupos y partidos pertenecientes al mas bajo estrato social de clase media y burgués que se enfrentan e cuanto al modo de cómo alcanzar el socialismo con los ideales y principios que inspiraban al PSCh, principios que se adherían a la doctrina del marxismo-leninismo, que rechazaba fervientemente cualquier política de alianza o pacto con sectores o partidos burgueses. A su vez también parece algo contradictorio la alianza establecida entre el PSCh y el PCCh, a que precisamente el PSCh había surgido como respuesta y rechazo a la perversión de la doctrina revolucionaria que el estalinismo había implementado y ordenado líneas a seguir para todos los partidos comunistas del mundo, entre los cuales se encontraba y había aceptado el PCCh.
Otra de las características que califican a este movimiento de reformista es el pacto que se asume desde la toma del poder entre el gobierno y la oligarquía, por sentirse el primero en desventaja debido al hecho de no haber ganado las elecciones en el mismo año de 1970 con una apreciable mayoría. La doctrina revolucionaria del marxismo-leninismo además de rechazar cualquier concilio entre los sectores revolucionarios con aquel que simpatizara o que tuviera algún dejo de simpatía con los sectores burgueses de la sociedad, también promulgaba, y con palabras del propio Lenin que: “para el triunfo de la revolución se necesita verdadera conciencia revolucionaria y grupos de hombres armados en defensa de esta”; precisamente el pacto anulaba esta segunda premisa de la doctrina marxista-leninista. Suficientemente inteligente jugaron loas cabezas de la burguesía precisamente al presionar a Allende a prohibir y decretar de “anticonstitucionales” a las milicias privadas que se formaran en el país; esto no permitía al gobierno dotar a los trabajadores con armas, tal y como lo establece la doctrina revolucionaria, para defender a la revolución en el momento de la ofensiva de la contrarrevolución, es decir, cuando la oligarquía reaccionara en defensa de sus intereses e intentara desestabilizar y derrotar a la revolución obrera. Este pacto también significó para el gobierno de Allende la difícil tarea de llevar a cabo políticas beneficiarias para la clase trabajadora y con orientación socialista debido al grado de compromiso en que se encontraba con los sectores burgueses; para ejemplificar esta situación nos ayuda en darnos cuenta de que las medidas que el gobierno aplicó significaron muchísimo más de los que ellos se imaginaban que podían lograr llevar a cabo.
El gobierno de Salvador Allende y su dirigencia no logró o simplemente no hizo lo que tenia que hacer, para defenderse y mantenerse en el poder, lo que debía hacer en el momento preciso, y aunque miles de oportunidades se presentaron para asestar el golpe que hubiera abatido a la oligarquía por lo menos en esos primeros momentos de reacción, estas nunca se llegaron a concretar. La dirigencia de la UP no confió y de verdad otorgó el poder necesario en la clase obrera porque sencillamente los subestimaron y no los creyeron capaces de asumir tan importante rol, necesario para el éxito de la revolución; en vez de ayudarlos a organizarse, mas bien se trataban de impedir la creación de sindicatos y grupos de obreros por el miedo a que el movimiento de les “fuera de las manos”. Por eso establecía claramente Lenin que para lograr la revolución los obreros deben organizarse y que sin organización simplemente es revuelta fácil de aplastar por la burguesía.
En los momentos de crisis por la reacción, la masa obrera se manifestaba en defensa de su gobierno y se volcaban a las calles esperando la llamada de sus lideres que les indicaran alguna acción para enfrentar a los grupos de derecha que buscaban retomar el control político, pero estos dirigentes, que consideraban que mediante las reformas y de la utilización de las reglas del juego democrático para lograr la transformación simplemente los llamaban a la calma y a volver a sus casas. Pero es aquí donde la burguesía prepara insistentemente su plan para derrocar al gobierno.
“Mientras que Allende predica la ‘responsabilidad’ y la ‘disciplina’ a las masas, la reacción esta acumulando fuerzas para un golpe. Profundamente deprimidos por la victoria de Allende y asustados por el movimiento de las masas, los terratenientes y los capitalistas comprenden la imposibilidad de derrocar a Allende inmediatamente. Están dispuestos a esperar .No obstante, se están haciendo preparativos cuidadosos, se están recogiendo armas, los altos mandos del cuartel general están conspirando. El peligro es muy real.” (Militante, 1/10/71)
Los dirigentes de la UP, empeñados en sus esquemas reformistas y confiando ciegamente en la lealtad de los generales patriotas que habían sido llamados como árbitros en la tensa situación, de repente se mostraron totalmente impotentes para parar la ofensiva de la derecha. No era ni mucho menos en la teoría revolucionaria lo es, enfrentar a la insurrección de la burguesía mediante posiciones reformistas. El movimiento fracasa a causa de la debilidad y falta de claridad política de los dirigentes de dicho proceso de cambio.
Tal vez, si los dirigentes obreros chilenos hubiesen defendido los intereses de la clase obrera como lo hicieron los políticos burgueses y no hubieran desaprovechado cada oportunidad que se les presentaba para realizar verdaderamente la revolución, cosa que no hicieron los representantes de la burguesía en absolutos, el ideal de un estado de los trabajadores hubiera sido posible de efectuar en nuestra América Latina, pero no ocurrió así.
Finalizamos nuestra investigación con las palabras de Adonis Sepúveda:
“No cabe la menor duda de que las intenciones de Salvador Allende y los demás dirigentes de la UP eran honradas. Deseaban sinceramente un cambio pacífico y sin traumas” de la sociedad. Desgraciadamente, para hacer la revolución socialista, no basta con tener buenas intenciones. Todos nosotros queremos una transformación “pacífica y sin traumas”, pero también hemos aprendido de la historia: que jamás ninguna clase dominante ha renunciado a su poder y sus privilegios sin luchar ferozmente. Por eso es necesaria la revolución.”
No se puede negar que el hecho de que Salvador Allende permaneciese hasta la muerte en el Palacio de la Moneda le honra, pero toda la simpatía del mundo del mundo no puede cambiar lo que pasó el 11 de septiembre de 1973 y las consecuencias que significó para los chilenos; no puede esto absolver a Allende de su parte de responsabilidad en lo sucedido. Los intentos que buscan desviar la atención de los trabajadores de lo que realmente ocurrió y del por qué esto sucedió a través de sentimentalismos son poco dignos de verdaderos socialistas y revolucionarios. Si realmente queremos honrar la memoria de Allende y de los miles de hombres y mujeres que también murieron aquel día y los años después, lo primero que hay que hacer es aprender de la experiencia para no repetirla.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
ILICH, Vladimir LENIN. Sobre Marx y Engels. Ediciones Vanguardia Obrera S.A. Madrid, 1990.
LUXEMBURGO, Rosa. Reforma o Revolución. Publicado y distribuido por la Fundación de Estudios Socialistas Federico Engels. Madrid, 2002.
MARX, Carlos y ENGELS, Federico. Contribución a la Crítica de la Economía Política. Publicado y distribuido por la Fundación de Estudios Socialistas Federico Engels. Madrid, 2000
BOBBIO, Norberto. El Filósofo y la Política. (Estudio preliminar y compilación de José Fernández Santillán). Fondo de Cultura Económica. México.
Lecciones de Chile. A 25 años del golpe militar. Rev. Marxismo Hoy; Revista de Debate Político. Fundación de Estudios Socialistas Federico Engels, Monográficos Especiales. Madrid, septiembre de 1998.
Septiembre. La Historia Escrita; 30 años del golpe. Rev. La Nación; Suplemento Especial. Chile, septiembre de 2003.
1970.