Este 30 de mayo se celebran elecciones presidenciales en Colombia. La convocatoria electoral se da en un contexto marcado por el creciente enfrentamiento de la oligarquía colombiana contra el gobierno revolucionario de Hugo Chávez en la vecina Venezuela (un enfrentamiento animado y orquestado por el imperialismo estadounidense), una profunda crisis política y económica y la incertidumbre que genera el que ,tras 8 años en el gobierno y varios meses de pugna en el seno de la clase dominante respecto a la posible reelección de Uribe, éste finalmente no haya podido presentarse.
Los datos oficiales de desempleo (14,5% según las estadísticas oficiales del DANE), informalidad (más del 50%), precariedad laboral y pobreza (más del 70% según distintas fuentes) son de los peores de Suramérica. A todo ello se unen los durísimos efectos de una crisis mundial que está recortando tanto la posibilidad de emigrar como haciendo caer las exportaciones a EE.UU. y Venezuela, principales socios comerciales de Colombia. En el caso de los intercambios comerciales con Venezuela, el detrioro de las relaciones tras el establecimiento de las bases militares estadounidenses en suelo colombiano está teniendo efectos dramáticos sobre sectores como el textil, el automóvil y otros.
Ariete del imperialismo contra la revolución venezolana
Tras Israel y Egipto, Colombia es el principal receptor de ayuda económica y militar del imperialismo estadounidense. El presupuesto militar colombiano (que creció un 20% de 2007 a 2008 y aumentó nuevamente en 2009) representa, según el diario El Espectador, el mayor porcentaje sobre el PIB del continente: un 4,7% frente al 1,9% de media. Bajo una fachada democrática el régimen colombiano combina la utilización del aparato represivo militar y policial (que también ha crecido espectacularmente en los últimos años) con la actuación de las bandas paramilitares fascistas, que fueron organizadas y armadas por el propio estado, para asesinar a luchadores y obreros campesinos, perseguir y eliminar a periodistas, etc. Sólo desde la llegada de Álvaro Uribe al poder han sido asesinados centenares de sindicalistas. De cada 10 sindicalistas asesinados en el mundo 9 son colombianos.
De todos los países latinoamericanos con gobiernos títeres del imperialismo, Colombia es sin duda dónde la estrategia imperialista de crear una cabeza de playa contra la revolución venezolana más ha avanzado. El imperialismo estadounidense ha barajado a lo largo de los últimos años varios planes para intervenir contra la revolución venezolana basándose en el ejército colombiano y los paramilitares. Hasta el momento estos planes han sido guardados en el congelador porque, pese a la brutal ofensiva represiva contra el movimiento obrero y campesino, éste sigue en pie y plantando cara a la oligarquía. El intento de utilizar Colombia para aplastar la revolución venezolana podría abrir la puerta a la revolución en la propia Colombia.
Esto no significa que, sobre todo si la revolución venezolana se queda a medio camino y no resuelve los problemas de las masas, estos planes hayan sido definitivamente descartados. De los aproximadamente 27 millones de habitantes de Venezuela se calcula que unos 5 millones tienen origen colombiano. La mayoría pertenecen a los sectores más humildes. El triunfo definitivo de la revolución en Venezuela, expropiando a los capitalistas y resolviendo los problemas tanto de los trabajadores y pobres venezolanos como de los colombianos residentes en Venezuela, sería la mejor arma para derrotar los planes contrarrevolucionarios que tienen como base Colombia y extender la revolución al país hermano. Pero si ello no ocurre la desmoralización consiguiente podría minar las defensas de la revolución y facilitar el trabajo a los contrarrevolucionarios
Las bases del uribismo y cómo derrotarlo
La burguesía colombiana aprovechó la inercia de la derrota histórica de la situación pre-revolucionaria que vivió el país durante finales de los años 70 y la primera mitad de los 80, y las políticas absolutamente erróneas de los dirigentes guerrilleros, para ampliar su base social entre las capas medias e incluso entre sectores atrasados de las masas. Cada vez que hay una movilización obrera o campesina de masas la burguesía y sus medios sacan demagógicamente la cuestión de los secuestrados por la guerrilla e intentan criminalizar a los dirigentes de la lucha vinculándolos a las FARC o el ELN. Esta política ha sido llevada al paroxismo bajo Uribe con la llamada "política de seguridad democrática", que permite al gobierno militarizar la sociedad con la manida excusa de la "lucha contra el terrorismo".
Uribe salió de las filas de la llamada narcoburguesía. Bajo su jefatura en la Dirección de Aviación Civil las licencias de vuelo otorgadas a narcotraficantes se multiplicaron espectacularmente y como Gobernador de Antioquia impulsó las llamadas cooperativas de seguridad CONVIVIR, consideradas por las asociaciones de derechos humanos internacionales el embrión de la principal organización paramilitar fascista colombiana (las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC). Esta organización paramilitar es la responsable de haber asesinado a miles de campesinos para quitarles sus tierras, así como a luchadores sociales y activistas sindicales. Tras llegar al poder, con la habilidad y cinismo que le caracterizan, Uribe marcó distancias públicamente con algunos de sus viejos amigos (e incluso encarceló y deportó a varios a EE.UU.) buscando la aceptación de los distintos sectores de la oligarquía, equilibrándose y actuando como árbitro entre ellos.
La inercia de las masas por las derrotas del pasado, la utilización demagógica del conflicto armado por la clase dominante, la válvula de escape que representa la emigración (a Venezuela, Ecuador, Europa y EE.UU), las remesas, exportaciones a EE.UU y Venezuela y afluencia del dinero del narcotráfico a la economía legal -combinados con el crecimiento económico mundial-, permitieron a Uribe mantenerse en el poder los últimos 8 años. Sin embargo, el factor fundamental es la ausencia de una alternativa clara y decidida por parte de los dirigentes de la izquierda capaz de ilusionar a las masas.
El apoyo electoral a Uribe nunca ha superado el 30% del censo. El partido más votado en Colombia en todas las elecciones es la abstención (50-60% de media). Si los dirigentes sindicales de la Central Unitaria de trabajadores (CUT) y del Polo Democrático Alternativo (PDA), que en las últimas presidenciales consiguió un resultado histórico (22%, 3 millones de votos) y gobierna desde 2003 Bogotá (donde viven 10 millones de personas, el 25% de la población) tuviesen una política socialista sería posible romper la costra de inercia y desmoralización creada por las derrotas y la represión, movilizando a millones de trabajadores y jóvenes que hoy son empujados a la lucha individual por sobrevivir y no participan políticamente. Sin ello el proceso de toma de conciencia de las masas y recuperación de la izquierda será más complejo y contradictorio.
Recuperación del movimiento de masas
Durante los últimos años la situación social en Colombia ha empezado a cambiar y la izquierda política y social ha tenido numerosas oportunidades de avanzar. La crisis económica y política está erosionando la estabilidad del régimen uribista y el movimiento obrero y campesino ha protagonizado importantes movilizaciones de masas. La revista burguesa Dinero hablaba en noviembre de 2008 de la mayor oleada de luchas obreras en 20 años. Hubo 400 huelgas sólo en Bogotá. Movilizaciones como las de los trabajadores de la caña de azúcar, los trabajadores judiciales o los campesinos indígenas rompieron los planes gubernamentales para criminalizarlas, aislarlas y reprimirlas, culminando en la huelga estatal del 23 de Octubre de 2008. Sólo la negativa de los dirigentes sindicales a continuar y extender la lucha impidió avanzar más. En 2009 y 2010 hemos visto nuevas luchas. Los efectos de la crisis mundial están impactando duramente la economía, provocando ataques contra las condiciones de vida de los trabajadores. Estos están siendo respondidos en los últimos meses con movilizaciones importantes en defensa de la educación y salud públicas, como las marchas contra el decreto de emergencia de la salud, que representa el mayor ataque a este derecho básico en las últimas décadas: una privatización salvaje del mismo que ha desatado la respuesta indignada de trabajadores y usuarios.
La burguesía y el imperialismo comprenden que no todo está atado y bien atado en Colombia. Eso, junto a las luchas intestinas por el control del poder entre la burguesía tradicional y la llamada narcoburguesía, explica porqué sectores del imperialismo y de la propia clase dominante colombiana se opusieron a que Uribe modificase la constitución para reelegirse. Finalmente estos sectores se han impuesto y el propio Uribe ha aceptado a regañadientes no continuar con sus planes para ser reelegido. En plena crisis económica y con un creciente desgaste político, Uribe necesitaba el mejor resultado de su carrera. El riesgo de que en un contexto tan volátil una derrota o un fraude para impedirla colmasen el vaso del descontento social y pudiesen provocar un giro masivo a la izquierda fue determinante.
Dada la política reformista de los dirigentes del PDA, en las legislativas de marzo los uribistas del Partido de la U se impusieron claramente. No sólo aumentaron su representación, sino que el segundo partido más votado fue el Conservador (que también forma parte de la coalición gubernamental que apoya a Uribe). El principal partido de la izquierda (el Polo Democrático Alternativo, PDA) vio retroceder tanto su número de votos como de escaños. El PDA pagó el giro a la derecha de sus dirigentes y su renuncia a aplicar políticas socialistas allí donde gobierna, en particular en la alcaldía más importante del país: Bogotá. El principal beneficiado fue el Partido Verde, un movimiento muy confuso y contradictorio de carácter pequeñoburgués nucleado en torno al ex alcalde de Bogotá (y ex secretario general de la CUT escindido del Polo por la derecha) Lucho Garzón, y sobre todo a otro ex alcalde bogotano, Antanas Mockus, un "independiente" que intenta aparecer como una especie de Obama a la colombiana y situarse por encima de la división entre uribistas y antiuribistas.
De la victoria uribista en las legislativas de marzo al fenómeno Mockus
Es posible que en las presidenciales de mayo se imponga el uribismo a causa de la ausencia de una política revolucionaria por parte de la izquierda (el candidato del Polo, Petro, pertenece a los sectores más derechistas y conciliadores de éste). Aún así, como explicamos en anteriores artículos ("Un primer balance de las legislativas colombianas ¿Porqué han ganado los uribistas?")en un contexto tan volátil no se puede descartar una sorpresa. Ya lo estamos viendo.
En pocas semanas, la victoria de Mockus en las internas del Partido Verde ha desatado un fenómeno parecido al que vimos con Obama en Estados Unidos. El propio Sergio Fajardo, que era una posible opción de recambio para algunos sectores minoritarios de la burguesía y sobre todo la pequeña-burguesía ha renunciado a su candidatura y se ha unido como candidato a vicepresidente a la fórmula Mockus. Hace un par de semanas los sondeos situaban a Mockus a cuatro puntos del candidato de la U: Juan Manuel Santos (ex ministro de Defensa y mano derecha de Uribe). El último sondeo publicado el 30 de Abril ya le daba ventaja sobre Santos: 38% a 29% de intención de voto. Aunque Uribe y sus secuaces harán todo lo posible por invertir esta tendencia, recurriendo a las maniobras más variopintas, la posibilidad de una derrota del uribismo se ha hecho real.
El llamado fenómeno Mockus está atrayendo a sectores de las masas que, cansadas del uribismo, buscan una alternativa "limpia" y no encuentran una propuesta clara e ilusionante, con confianza en sus propias fuerzas y que transmita la sensación de poder ganar, en el candidato del PDA. Esto confirma varias cosas que venimos defendiendo los marxistas de la CMR desde hace tiempo. En primer lugar, que estamos en una época a nivel internacional cuya principal característica es la enorme inestabilidad y volatilidad, una época de cambios bruscos y repentinos en la que es preciso huir de análisis esquemáticos y fórmulas rígidas (derechización de la sociedad, etc.) que nada explican y sobre todo nada ayudan a prever. En segundo lugar, que como los marxistas de la CMR hemos venido defendiendo a lo largo de los últimos años en Colombia y Venezuela, en el país hermano existe un profundo malestar acumulado bajo la superficie que busca un cauce para expresarse.
Como explicábamos en el artículo "¿El otoño del patriarca?" publicado hace aproximadamente un año, cuando prácticamente nadie creía posible que Uribe (o un candidato uribista) perdiesen la presidencia: "La dimisión de Santos como ministro de Defensa (para presentarse a una posible elección sin Uribe) significa que un sector de la clase dominante cree que insistiendo en su imagen como paladín de la lucha "contra el terrorismo", invistiéndole con todo el apoyo de Uribe y logrando además la anuencia más o menos unánime del imperialismo estadounidense y las burguesías europeas, podrían ganar y eludir algunos de los riesgos más inmediatos que presenta la opción reeleccionista. Sin embargo, la opción Santos tiene tantos o más riesgos para la clase dominante que intentar la reelección de Uribe. El primero es el de que Santos es visto como un candidato incluso más a la derecha que Uribe (por difícil que esto sea) y al mismo tiempo como un oligarca de toda la vida. En un contexto como el actual, podría hacer que todo el descontento social se movilizase entorno al candidato que compitiese contra él"
En aquel artículo apostábamos porque este candidato que recogiese el descontento por la izquierda pudiese ser el del Polo, sobre todo si, como en 2006, este llegase a la segunda vuelta. Sin embargo, las políticas reformistas e incluso de contra-reformas del PDA en la alcaldía de Bogotá y su actuación como freno en las luchas obreras de los últimos años, el giro a la derecha de muchos de sus dirigentes (en total contradicción con el giro a la izquierda que esperaban sectores de las masas), y su crisis interna, ha hecho que el malestar haya encontrado expresión –con todas sus contradicciones, confusión y vaguedad ideológica- en la figura de Mockus y el Partido Verde.
Las elecciones presidenciales y las perspectivas
Un sector minoritario de la burguesía teme que un nuevo gobierno uribista con Santos al frente y con la necesidad ineludible de hacer pagar los platos rotos de la crisis a los trabajadores y el pueblo sea visto como una declaración de guerra por las masas y haga estallar todo el malestar social acumulado. Algunos de estos burgueses no ven con malos ojos a Mockus como una manera de intentar lavarle la cara al sistema y ganar tiempo. No obstante, la mayoría de la clase dominante parece temer que aplazar esta terapia de choque produzca una crisis aún más profunda del capitalismo colombiano. Por si fuera poco, la experiencia de otras coyunturas históricas y el instinto les dice que en un contexto de incertidumbre y crisis un cambio de gobierno como éste podría ser visto por las masas como un triunfo, incrementar la confianza en sus propias fuerzas y producir movimientos incontrolables. En realidad, los temores de ambos sectores oligárquicos están bien fundados. El sector del imperialismo y la oligarquía que apoya a Santos y por el momento sigue siendo mayoritario apuesta por una terapia de choque contra la clase obrera que le permita salir de la crisis lo más rápido posible a costa de incrementar aún más la explotación y un gobierno que muestre desde el primer día los dientes a la revolución venezolana y al movimiento de masas. Este gobierno, con Santos al frente, tendría a Uribe entre bastidores, listo para entrar en escena si ello fuese necesario en cualquier momento.
De hecho, ante los problemas que está teniendo su candidato para repuntar en las encuestas, Uribe y el Partido de la U ya han intervenido en la campaña intentando calentar el ambiente, acusando a Venezuela de injerencia y apelando a los prejuicios de los sectores más atrasados de la población con el objetivo de crear una ola de chovinismo y cierre de filas que permita desviar la atención de sectores de las masas de los ataques que está llevando a cabo el gobierno contra sus condiciones de vida y de los efectos de la crisis del capitalismo sobre la población y que Santos pueda montarse sobre esta ola reaccionaria para llegar a la Presidencia.
En una coyuntura tan compleja y volátil como la colombiana, las perspectivas electorales están muy abiertas y la propia actuación subjetiva de los candidatos, así como cualquier acontecimiento en el terreno económico o político (el accidente que expresa la necesidad) podrían desequilibrar la balanza. La clave de las elecciones presidenciales del 30 de mayo estará en si el fenómeno Mockus (que está despertando ilusiones entre capas importantes de jóvenes, profesionales, empleados, etc.) consigue movilizar también a la gran mayoría de los trabajadores y a los sectores populares, incluidos muchos de aquellos que no han votado en anteriores elecciones. Como explicábamos en el artículo anteriormente citado: "El punto más difícil de determinar siempre a la hora de elaborar una perspectiva política, y más en una época de transición como la que se vive hoy en la sociedad colombiana, es cuando la cantidad se va a transformar en calidad. Antes o después, es inevitable que los sectores más atrasados de las capas populares y las capas inferiores de la pequeña-burguesía que han apoyado a Uribe y confiado en su discurso durante estos años, tras haber sido duramente golpeados por el derrumbe de las pirámides y estar sufriendo los golpes de la crisis económica, retiren su apoyo a éste y giren a la izquierda. ¿Ha empezado a ocurrir ya esto? (…) La respuesta a estas preguntas sólo la dará la propia práctica. Lo que sí podemos decir es que la tendencia de los acontecimientos va claramente en esa dirección"
La actuación del propio Mockus puede condicionar de forma importante la campaña. Hasta ahora ha enviado mensajes contradictorios pero en general ha tendido a criticar por la izquierda, aunque de un modo muy confuso, al uribismo, prometiendo políticas sociales para los más humildes y luchar contra la corrupción, denunciando el paramilitarismo y la violencia. Esa es la principal razón de su apoyo. Recientemente, Mockus incluso afirmaba "admirar y respetar a Chávez por ser un presidente democráticamente elegido por el pueblo venezolano" y prometía recomponer las relaciones con Venezuela. Bajo la presión de los sectores más a la derecha de su movimiento y de un sector de la clase dominante, al día siguiente matizó sus declaraciones manteniendo el "respeto" y la promesa de diálogo con Venezuela pero marcando distancias respecto a Chávez.
El fenómeno Mockus es interesante no sólo por sí mismo sino como síntoma de lo que ocurre en la sociedad colombiana. En primer lugar, sirve para comprender que, tal y como hemos defendido desde la CMR los últimos años, no basta con que el imperialismo y la oligarquía colombiana quieran convertir a Colombia en portaaviones de la contrarrevolución contra Venezuela. Para lograrlo tienen que aplastar previamente la resistencia de los trabajadores, campesinos y la mayoría de la población colombiana, que pese a todo se mantienen en pie e instintivamente rechazan los planes contrarrevolucionarios respecto a la revolución en Venezuela y América Latina.
Si gana Santos, en un contexto de crisis económica y profundo malestar acumulado, su gobierno será muy inestable y débil. Deberá atacar duramente al movimiento obrero y no contará con margen de maniobra para evitar un enfrentamiento frontal con las masas. Esto creará nuevas y grandes oportunidades para la izquierda. Si Mockus ganase, estaría sometido a una presión tremenda por parte de la clase dominante y el imperialismo para que renuncie a sus promesas de mejorar la situación de las masas y aplique las políticas que necesita la burguesía colombiana. Si intentase resistirse, así fuese tímidamente, la oligarquía colombiana lanzaría una ofensiva brutal e incluso podría intentar tumbarle. Si, como es probable, llevase una política similar a la de Obama en EE.UU. (con el que, como antes dijimos, presenta algunas similitudes) intentando ganar tiempo y aplicar más gradualmente las medidas de ajuste que demanda la burguesía la contradicción entre sus promesas y los hechos agudizaría la polarización social y política y abriría también una enorme oportunidad para el Polo y la CUT, sobre todo si ambas organizaciones obreras de masas rompen con las políticas reformistas y vacilantes de los últimos años y se dotan de un programa y un plan de lucha genuinamente de izquierdas que dé respuesta a las aspiraciones de las masas
Por un programa marxista para el PDA y la CUT
En cualquier caso, el fenómeno Mockus demuestra que el anhelo de un cambio en la sociedad colombiana existe, es poderoso y está en claro ascenso. En esta situación, y con el programa que está defendiendo Petro (que casi no se distingue del de Mockus o los liberales), la tendencia natural en amplios sectores de las masas (incluidos muchos votantes del PDA) ,que ven la posibilidad de desalojar a los uribistas del poder, será a cerrar filas en torno a Mockus, especialmente en la segunda vuelta.
Para los marxistas y activistas de la izquierda del Polo es una tarea irrenunciable explicar que un auténtico cambio en Colombia sólo puede producirse acabando con el sistema capitalista que crea la violencia, la corrupción, el paramilitarismo, el desempleo, la barbarie, etc. y presentar un programa que partiendo de las necesidades y reivindicaciones más inmediatas de la población sepa vincular estas con la necesidad ineludible de luchar por la transformación socialista de la sociedad. Además hay que llamar a las masas no sólo a votar por el PDA el 30 de septiembre para apoyar al principal partido de la izquierda y los trabajadores en Colombia sino a organizarse en el mismo para luchar por una política revolucionaria capaz de movilizar y entusiasmar a las masas y hacer posible esa transformación social.
El que la clase obrera y los campesinos pobres sigan organizados, movilizándose y plantando cara a la represión y el paramilitarismo es un enorme obstáculo para los planes imperialistas de convertir a Colombia en el Israel latinoamericano. Para los marxistas una situación tan compleja y contradictoria significa que centenares de activistas de la CUT y el PDA ya están buscando explicaciones y alternativas y lo harán aún más en los próximos meses y años. La construcción de una corriente marxista de masas en el Polo y la CUT es el único camino para dotar a ambas organizaciones tradicionales de la clase obrera de un programa que haga de ellas las herramientas que necesita el pueblo colombiano para liberarse del yugo de la oligarquía y empezar a resolver a sus problemas.