El gobierno de Sharon, al igual que todos los gobiernos capitalistas, pretende cargar el peso de la crisis sobre las espaldas de la clase obrera, a través de las medidas thatcheristas de su ministro de Hacienda Netanyahu. Estas medidas incluyen la reducción de los subsidios sociales a las familias, el retraso en la edad de jubilación hasta los 67 años, la privatización del sector público, la reducción de impuestos a las grandes fortunas y la persecución del movimiento obrero organizado. No cabe duda de que la agresiva política del gobierno Sharon hacia los palestinos y sus vecinos árabes tiene como objetivo el desviar la atención de la población israelí hacia el exterior mientras se desmantela el estado del bienestar israelí.
La respuesta de los trabajadores israelíes no se ha hecho esperar: mientras los trabajadores del sector público y los portuarios llevan ya dos meses de huelga contra los planes de despidos masivos, la reforma de las pensiones ha obligado a la confederación sindical Histadrut a la convocatoria de una huelga general, lo que supondría la convocatoria de una de las huelgas generales más importante de la historia de Israel y marcaría un cambio en la lucha de clases. Netanyahu está tratando de parar la huelga recurriendo a los tribunales, y aunque la burocracia del Histadrut ya ha traicionado al movimiento en otras ocasiones, las presiones de la base para la convocatoria de la huelga general son muy fuertes, obligando a Peretz (secretario general del Histradut) a prometer públicamente a los trabajadores que en esta ocasión no les traicionará.
Ningún pueblo que oprime a otro puede ser libre. Mientras el Estado de Israel gaste la parte del león de su presupuesto en gastos militares para reprimir la Intifada palestina o en construir el muro de la vergüenza los trabajadores israelíes, árabes o judíos, verán como su nivel de vida se erosiona cada vez más, bajo el peso de la crisis económica y los recortes sociales. La clase obrera israelí y el pueblo palestino están oprimidos por igual por las cadenas del sionismo; sólo luchando juntos podrán liberarse y romper el círculo vicioso de la pobreza y la opresión nacional. Como demostró la última huelga de los trabajadores portuarios, cuando los capitalistas israelíes recurrieron a puertos en Egipto y Jordania, el principal conflicto en la zona no es entre árabes e israelíes, sino entre patronos y obreros.