La lucha que dimos en 2018 para echar a la derecha prianista del gobierno y conquistar condiciones de vida dignas persiste ya que no se han resuelto los problemas de fondo. No podemos plantearnos transformar de raíz la sociedad si no hay una ruptura política real y contundente con los empresarios y sus agentes en la política tanto dentro y fuera del partido.

Aquí no se trata de buenos y malos, sino de depurar al Estado de políticos y empresarios que apliquen políticas contrarias a los beneficios de la clase trabajadora y el pueblo. Ellos sólo se rigen por una moral y una ley: el máximo de beneficios a costa de lo que sea y como sea. El problema del sistema capitalista y su Estado no es moral, sino que radica en el hecho de que una parte ínfimamente pequeña de la sociedad se apropia del total de la riqueza que generamos la inmensa mayoría a través de la explotación extenuante. Eso no lo pretenden cambiar por ningún motivo, todo lo contrario, pretenden quedarse en el poder como sea, al costo que sea.

La fuerza sigue a favor de los oprimidos, la derecha ha querido agruparse y, a pesar de sus duros intentos, este objetivo no se ha consolidado. Pero, no podemos confiarnos, la burguesía está golpeando a través de sus políticos y su objetivo es implicar a AMLO y la 4T al máximo en la colaboración de clases para llevar a cabo su agenda. Lamentablemente esta política de cooperación está siendo alimentada por AMLO y Morena, lo que, en los hechos, está resultando que la burguesía avance en el gabinete, en el grupo parlamentario y en el control del partido.

La burguesía infiltrada mediante la derecha dentro del partido, intentará eliminar todo elemento combativo y de clase, involucrarán a MORENA y a la 4T en todo lo que salga mal, usarán la 4T para golpear y reprimir −como estamos viendo ahora mismo hacia el movimiento feminista, el magisterio y los normalistas en Chiapas −.

El sector de derecha ha avanzado también por la política de concesiones del gobierno federal, su apoyo a los altos funcionarios derechistas y empresarios (como Alfonso Romo, Esteban Moctezuma o Marcelo Ebrard). Todos ellos se esfuerzan y centran su atención en volver a MORENA en un partido más del régimen, que defienda un programa reformista cualquiera y que, por tanto, sea inofensivo hacia el sistema.

La entrada de Manuel Espino para ser nombrado precandidato para Durango, es una muestra de lo lejos que ha llegado este proceso de burocratización.

La derecha del partido también ha emprendido una cruzada por quitar a las masas no sólo cualquier decisión, sino cualquier iniciativa y reducirlas al papel de votar por quien se les señala en las correspondientes elecciones. Todo este proceso, está agudizando la perdida de terreno para las masas oprimidas y sus intereses dentro del partido. Después de las elecciones de 2021 cientos de militantes de base que empujaron el trabajo, con todo y a pesar de todo, han sido expulsados o asilados, con acusaciones imbéciles e increíbles contra gente que ha dado años y esfuerzos.

En estas condiciones, sin una alternativa a la lógica burocrática de adaptación al poder que domina la cúpula, ganar más elecciones significará la pérdida del partido para las masas.

La derrota a la derecha prianista solo fue el primer paso, tenemos que pasar a la ofensiva, necesitamos ocupar el papel protagónico de esta transformación social. Estos días, a pesar de la pandemia, se ha demostrado la disposición al combate, estamos decididos a defender nuestras conquistas.

La izquierda dentro de Morena no puede escudarse en la autoridad de AMLO, en la “unidad” o en no vulnerar al partido frente a la derecha al exponer sus críticas, todo lo contrario, renunciar a la lucha interna por construir un verdadero partido de izquierda, revolucionario y anticapitalista, es el camino más seguro para que la derecha destruya a Morena desde fuera y desde dentro.

Necesitamos un partido de izquierda que abandone la política de postulación de candidatos chapulines, volver a la movilización y vínculos con la luchas organizadas, reivindicando un programa auténticamente de izquierda y revolucionario; comenzando por derogar  todas las contrareformas estructurales y romper con  todos los empresarios que se ven beneficiados con ellas; expropiar y nacionalizar las industrias clave y poner su riqueza al servicio de la mayoría de la población, así como de las empresas que bajo pretexto de la pandemia están rebajando las condiciones laborales y echando a la calle a los trabajadores; aumentar el presupuesto al sector salud, educación pública, ciencia, cultura y artes; lanzar un plan de rescate e industrialización del campo y detener los megaproyectos y asesinatos a defensores del territorio.

Esta es una crítica por la izquierda necesaria y legítima. Quienes marcamos esto no somos enemigos de MORENA, ni, mucho menos de derecha, somos las y los compañeros que queremos que de verdad el proceso se fortalezca en líneas combativas y realmente haya una transformación revolucionaria contra el origen de nuestra opresión, el capitalismo.

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