El reciente y grave accidente del metro de la Ciudad de México, en el que perdió la vida una joven de 17 años, abrió el debate sobre la situación de este medio de transporte y de la movilidad de la clase trabajadora en la megalópolis mexicana. Más aún cuando al grave accidente siguió una repentina serie de fallas, por fortuna sin víctimas fatales, que según sus palabras llevó a la jefa de gobierno a pedir apoyo de elementos desarmados de la Guardia Nacional para resguardar las instalaciones; e incluso de la SEDENA, para revisión de los procesos y de los protocolos de seguridad.

Cabe mencionar que, desde el punto de vista de teoría general de los sistemas y de la ingeniería, la frecuencia de fallas en un sistema tiende a aumentar de manera logarítmica con una pendiente relativamente suave, y cualquier cambio abrupto puede deberse a una intervención externa. Es probable que los dos accidentes graves del metro en la presente administración de la Ciudad de México hayan sido ocasionados por corrupción desde la construcción (Línea 12) y por una infraestructura que ya rebasó su vida útil y sin el mantenimiento preventivo apropiado (línea 3), con una participación menor pero importante del factor humano.

Sin embargo, el reciente y súbito incremento de fallas y de objetos hallados en las vías, sí puede deberse a acciones orquestadas, que se correlacionan con la respuesta política (o necrofílica) de la derecha mexicana con miras a las elecciones de 2024[1] y a restar puntos a Morena para tener más oportunidad en las elecciones para el gobierno de la CDMX. Una política totalmente criminal, en la que la vida de las y los niños, jóvenes y trabajadores que se mueven diariamente por este medio de transporte no sólo no importa, sino que es despreciada, es más, muchos pensarán o se dirán abiertamente: mejor si hay pérdidas de vidas, así el costo político será mayor para Morena y su precandidata más fuerte.

¡Fuera Espino!

No sería la primera vez que el metro fuera objeto de acciones de este tipo. Ya en 2001, cuando López Obrador era jefe de gobierno y quiso poner en orden al líder del sindicato charro, hubo incidentes inusuales; por ejemplo, una caja de señalización manual de la Línea B, fabricada con materiales de alta resistencia, aparece atravesada por una barreta. Se llegó a tal punto que una labor rutinaria de los supervisores, antes de iniciar el servicio, era recorrer las vías pues “aparecían” varillas, cables y piedras. Cuando el gobierno buscó desaforar al líder charro para que respondiera por estos ataques a las vías generales de comunicación, éste paró el metro, y con él a la ciudad. Y es que hablamos de un sindicato priista en toda la extensión de la palabra.

Tiene un líder charro con más de 40 años en el poder, que compraba diputaciones para evadir órdenes de aprehensión por agresiones a sus opositores, y dueño de empresas proveedoras del metro. El sindicato charro controla no sólo las plazas operativas, sino incluso algunas a nivel supervisión. También tiene aviadores en puestos administrativos y algunas plazas de técnicos que nunca bajan a vías.

No hay mayor sabotaje que un presupuesto insuficiente

Los señalamientos acerca del accidente se dirigen hacia la falta de mantenimiento a causa de la “reducción” de su presupuesto en la presente administración. Cabe mencionar que si bien este ha aumentado en términos nominales, aunque habría que revisar el incremento de precios en esa industria, y puede que no sea significativo,

El metro se inauguró en 1969, por lo que desde hace 25 o 30 años debió haberse elaborado y empezar a ejecutar un plan, no de mantenimiento, sino de reemplazo paulatino de su infraestructura (rodante y no). Sin embargo, este plan no se conoce, y es hasta fechas recientes que se inició un proceso de reemplazo en la Línea 1. Nuevamente, a falta de presupuesto suficiente, este proyecto se financió con un préstamo a 15 años Queda claro que el presupuesto es y ha sido insuficiente para resarcir lustros de desmantelamiento y abandono del sistema de transporte.

En el mismo tenor, mientras la ciudad dependía cada vez más del metro, su crecimiento en cobertura era muy lento. Vale mencionar que esto permitió la supervivencia de las mafias de transporte colectivo, herederas del “pulpo camionero” priísta, que hoy sirven a intereses políticos y económicos.

El metro adolece de errores de diseño, de construcción, de la edad de la infraestructura, de presupuesto insuficiente, de atraso en cobertura y, por si fuera poco, de uno de los sindicatos más corruptos del país. Son problemas que no se han atacado desde hace décadas porque es el pueblo quien lo usa, no la oligarquía. Para que les trabajadores cuenten con un servicio suficiente, digno y seguro, se deben atacar todos estos factores de manera integral.

A diferencia de la derecha oportunista y necrófila, Izquierda Revolucionaria hace una crítica desde la izquierda, denunciando la política hipócrita y criminal de la derecha y su sabotaje, pero también es importante señalar los problemas que sistemáticamente enfrenta el metro; tales como un presupuesto insuficiente y condiciones laborales controladas por un sindicato charro. También señalamos que la administración actual no debe evadir su responsabilidad centrándose en el tema del posible sabotaje, mientras mantiene un presupuesto insuficiente.

La geografía de la desigualdad

Peor aún –como muchos otros temas de la centralización–, en la medida que el servicio mejore, se volverá un imán para la población de otros estados de la megalópolis que, en donde vive, tiene que padecer transportes infrahumanos, tan caros como en Europa o EE UU, y tan inseguros que sus accidentes y los robos a bordo han dejado de ser noticia.

Les trabajadores viajan diariamente a la Ciudad de México porque en los lugares donde viven la economía está deprimida y no hay empleos, ya no digamos dignos, sino al menos con un salario similar a los de algunas alcaldías de la Ciudad de México. No ha habido un enfoque regional que promueva la economía ni empleos dignos en toda la megalópolis; mucho menos una economía orientada a lo colectivo, basada en cooperativas, empresas comunitarias o ejidos. En esta paradoja, la Ciudad de México aprovecha la fuerza de trabajo de estados circunvecinos, pero a la vez necesita satisfacer sus necesidades de movilidad; cosa que nunca se ha logrado. La desigualdad regional y el crecimiento periférico de la miseria son ocasionadas por el capitalismo y se encuentran en la raíz del problema del transporte masivo en las grandes ciudades.

Una primera conclusión es que el metro requiere de soluciones integrales, multifactoriales, para dar un servicio digno y seguro. Una segunda, peor, es que el sistema ha condenado a millones de habitantes de la megalópolis a escoger entre la miseria o viajar todos los días a algunas alcaldías de la Ciudad de México para sobrevivir. Estamos ante un ejercicio de opresión que debe resolverse pronto, con el desarrollo homogéneo de la economía nacional, una utopía dentro de un sistema que se basa en estas desigualdades para funcionar. Lo menos que se puede exigir al gobierno actual, que se dice progresista, es apoyar el desarrollo de la economía local fuera de la Ciudad de México, particularmente la orientada a lo colectivo. Arreglar los problemas del metro es indispensable, pero no suficiente. Hay que suspender esta violencia económica contra les trabajadores que los obliga a desplazarse lejos de su hogar para sobrevivir.

Si nos oponemos a la presencia de la Guardia Nacional no es por colocarnos del lado de la derecha, al contrario, la derecha siempre ha sido ferviente defensora del uso de la fuerza para reprimir a la izquierda. La realidad es que la GN ha sido conformada en un 74% de instituciones preexistentes como la Policía Federal[1], muchas de ellas con cientos de denuncias de violaciones de Derechos Humanos. Las mismas que son responsables de la desaparición de los normalistas y de actos represivos como el de Nochixtlán, al magisterio, comunidades indígenas e incluso el asesinato de civiles como el caso del joven Alex en Guanajuato. Nosotros no olvidamos.

Es un error sustituir la organización de los trabajadores con la presencia de la Guardia Nacional. Nuestro llamado debe ser a la organización sindical para echar a los charros y corruptos y organizando también a los usuarios para denunciar cualquier acto de sabotaje.

Por una política auténticamente de izquierda

La única forma de resolver de fondo el problema de fondo es un giro de 180 grados en la política del gobierno de la CDMX, en el que la prioridad sea la inversión masiva en este medio de transporte para que no se pierda ni una vida más, asimismo es fundamental la organización de trabajadores y usuarios para combatir el boicot de la derecha y echar a los charros del sindicato del metro. Asimismo, eliminar la desigualdad económica entre las alcaldías centrales de la Ciudad de México y la periferia para que los trabajadores no tengan que desplazarse por horas hasta su centro de trabajo. Luchemos porque el gobierno de la ciudad asegure transporte colectivo, en cualquiera de sus modalidades, seguro, eficiente y económico a la clase trabajadora. Pero también por eliminar esa desigualdad económica con la que el capitalismo condena a los trabajadores a laborar lejos de su casa.

 

[1] https://www.animalpolitico.com/2022/02/guardia-nacional-solo-23-mil-elementos-propios


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