Durante 70 días se llevó a cabo la campaña de las llamadas “corcholatas”, 5 miembros de Morena que pretenden llegar a ser candidatos del partido que tiene una preferencia electoral de 65%; prácticamente hemos vivido unas elecciones nacionales adelantadas. Y en estas elecciones también se asomaron los intereses de la derecha, no sólo del partido, sino de la misma oposición.

Las campañas sin excepción siguieron la metodología clásica del parlamentarismo burgués, en algunos casos más en otros menos, pero en todas la dinámica dominante fueron las negociaciones cupulares, la movilización de masas mediante promesas de apoyos sociales, hablar de la cuarta transformación, cómo cada uno la entiende y el típico acarreo, mientras tanto, desde el Instituto Nacional de Formación Política, se discutía el programa a defender en la próxima contienda electoral, con un sector bastante reducido de la enorme afiliación morenista. Los pretendientes a candidatos del partido estaban en una dinámica propia, a su entender y sin ningún vínculo real con la base.

Si bien hay simpatías mayoritarias, en especial por Sheinbaum y por Ebrard, no hay un candidato que logre la simpatía del conjunto de la base militante del partido.

En ninguno vimos una campaña militante de discusión política con la base de un llamado a promover el voto y no desde las estructuras estatales sino desde los comités de Morena, nuevamente a la base se le ve como un mero agente electoral de conseguir votos por consigna y no por convencimiento político ni mucho menos con base en un programa de izquierda revolucionario.

Según las últimas encuestas, las campañas han definido más la ventaja de Sheinbaum, redujeron la popularidad de Ebrard y le dieron más presencia a Adán López y a Noroña.

La derecha es Ebrard

La caída de Ebrard es buena noticia para la izquierda del partido, porque, como lo dejó claro en su campaña, este es el elemento más derechista dentro de la contienda.

Ebrard tiene una trayectoria muy larga, es ya un veterano en el juego del parlamentarismo, pero a lo largo de su trayectoria se ha caracterizado por su oportunismo político, saltando de un lado a otro, negociando puestos por declinaciones electorales, envuelto en casos de corrupción como la construcción de la línea 12 del metro.

Pero lo más preocupante es su política de seguridad pública. Ebrard fue el ideólogo principal de la llamada “Tolerancia 0” junto al ex gobernador de Nueva York, Giuliani, ahora en proceso penal por corrupción y coalición con el crimen organizado. La criminalización de la pobreza tocó su máxima expresión durante la gestión de Ebrard en el departamento de seguridad pública de la Ciudad de México.

Esta política no ha quedado en el pasado, al contrario, fue la bandera durante su campaña: Seguridad con drones, reconocimiento facial, etc… pero eso no es todo, Ebrard ha declarado que lo que pretende es una sociedad de clase media mayoritaria, es decir, nada de acabar con la desigualdad, sino sólo reducirla. Esto empata con su inclinación constante al empresariado, así como lo hizo durante la “tolerancia 0”, pretende apoyarse en un sector de este no sólo para la seguridad, sino para el gobierno en general. Marcelo es el fiel defensor del capitalismo, la mentira más grande del siglo XXI.

La burguesía ya nos ha demostrado lo que entiende por humanismo durante el gobierno de AMLO: mientras el gobierno federal dicta en el Diario Oficial que toda la industria no indispensable debe parar durante la pandemia, los empresarios hacen trabajar a las y los maquiladores a puerta cerrada, sin servicio médico; mientras el Gobierno Federal eleva el salario mínimo, los empresarios se esconden para no darlo, mientras se hacen tímidos intentos por ganar soberanía nacional, German Larrea se opone a la recuperación de un tramo de las vías férreas, etc. La burguesía humanista no existe, esta sólo ve por sus intereses, que son opuestos a los nuestros.

En su reciente informe, AMLO mencionó que “Si le va bien a los de arriba, nos va bien a todos”, pero en el capitalismo que se basa en la explotación de los asalariados y la obtención de la máxima ganancia, eso no funciona así.

Esta visión utopista de la burguesía recorre al partido, sólo los sectores más de izquierda y más proletarios, lo tienen claro, sin embargo, ningún candidato del momento lo entiende así, incluyendo a Sheinbaum.

Los guiños a la burguesía y el arribismo de elementos panistas en el equipo de Claudia también son señales de la permeabilidad de los candidateables a la ideología de la derecha, que, como hemos señalado en otros artículos, ha llegado hasta la cocina del partido, tomando incluso su propia dirección, sin apenas oposición de la izquierda morenista.

El fondo del problema es que mientras no se lucha con contundencia contra la burguesía y su expresión política, la derecha, esta intentará por uno u otro modo llegar al poder, muchos sectores no tienen empacho en usar al mismo Morena para hacerse con él. La burguesía no tiene principios, tiene intereses económicos y vehículos políticos para conseguirlos, basta con ver la composición de la mayoría simpatizante de Ebrard, pero también vemos elementos de este tipo entre el equipo de Sheinbaum.

El programa va primero

El programa de lucha va primero en la batalla democrática, de hecho, para que sea democrática en serio, primero deberíamos discutir por qué quiere luchar el pueblo trabajador, que hace falta, qué debemos arrebatar, qué sociedad debemos construir. Aunque el INFP está realizando una labor en este sentido, hasta ahora ha sido totalmente desligada del actuar de los candidateables.

Necesitamos un programa revolucionario y en una democracia de los trabajadores, y que el candidato esté llamado a defender este y no otro. Parafraseando a Marcelo “necesitamos ir más allá” pero no girando a la derecha como lo plantea él, tampoco quedándonos en el reformismo como lo plantea Claudia, sino virando a la izquierda, arrebatando las palancas principales de la economía a los grandes empresarios, para poder pasar de los programas sociales a las conquistas sociales permanentes como la estatización de todos los energéticos y la banca y con ello lograr empleos dignos en estos sectores pero también ingresos suficientes para asegurar educación y salud dignas, créditos sociales al campo e impulso de este, combate desde la raíz a la pobreza y con ella al crimen organizado, porque nadie quiere ser criminal sino es que se forja en una sociedad degradada, sin oportunidades y en donde la corrupción gobierna.

¿Cómo elegir candidato entonces?

Como se menciona más arriba, el programa va por delante, elaborado desde abajo, desde las asambleas territoriales amplias, con las demandas integrándose en ejes nacionales de lucha que luego se conviertan en políticas de gobierno. Y sólo entonces podemos discutir nombres, nombres comprobados y demostrados en la defensa de los intereses de los trabajadores y los sectores populares, del proletariado y dispuestos a enfrentarse con las grandes presiones del capital, el nacional, el imperialista y aún el criminal.

Que siga bajo el control de la base incluso cuando ya esté en la presidencia, sin embargo, no vamos aquí a cerrar los ojos a que conseguir esto es hoy día una batalla contra la derecha que controla el partido y que ha ahogado el debate interno y cerrado los espacios de discusión y organización de base y territorial que no controlaban directamente. Pero esa es precisamente la única vía que garantiza la democracia del movimiento, el control del candidato y la posibilidad de avanzar en la transformación social y económica del país en vías revolucionarias y socialistas.

La base de izquierda del morenismo

Las encuestas abiertas son muy favorecedoras para que incluso la oposición incline la balanza hacia la derecha del partido, Ebrard lo sabe y por eso ha llamado a “todo el mundo a participar” en ellas, frente a este panorama, la base de izquierda está en desventaja.

Desde estas páginas hemos explicado como el método se corresponde invariablemente con la política, si tu política es seguir apostando a un sistema en el que los mismos políticos de siempre, la cúpula, decidan, entonces los acuerdos se hacen por arriba, y a la base le asignan un papel inmóvil y expectante. Pero si la política fuera en beneficio de la mayoría, del pueblo trabajador, la metodología sería involucrarse en el día a día de la batalla política. No podemos seguir permitiendo que se nos deje al margen.

El movimiento social del que viene la base de izquierda del morenismo, es quien consiguió echar al prianismo del gobierno, el principal agente político del empresariado y el crimen organizado, pero no es suficiente, si a través de Morena se siguen imponiendo estos sectores.

La fuerza sigue estando del lado del movimiento, es por ello que la derecha no ha podido levantar cabeza ni en el terreno electoral, ni aun inflando a la candidata designada desde los medios de comunicación burgueses.

Las enormes movilizaciones sociales, la batalla en las urnas y la organización permanente es lo que ha acorralado a la derecha llevándola al sitio en donde se encuentra ahora, pero aún no está derrotada, mientras no destruyamos el sistema que la sostiene, es decir, el capitalismo, su vuelta será inevitable.

Mantener la organización permanente y la lucha en las calles son una tarea clave para el próximo periodo, así como la lucha por el reagrupamiento de los sectores más de izquierda dentro de Morena independientemente de los procesos internos, así como su vinculación con los movimientos independientes.


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