Lamentablemente no sorprenderemos a nadie si decimos que ser joven en la actualidad es sufrir pobreza, discriminación, violencia y tener un futuro muy borroso. La juventud en el mundo, se mueve hoy en el filo de la navaja, crisis económica, falta de educación y destrucción del planeta son tres de los principales problemas que afrontamos, pero no son los únicos y en este país tampoco, quizá, los peores y más acuciantes para casi 40 millones de seres humanos.

Nos niegan el futuro

Ser joven en México, implica, según datos de la Coneval, para casi la mitad (48.8%) de la población de entre 12 y 17 años la pobreza y aún la pobreza extrema. Y esta cifra puede llegar hasta casi el total si eres indígena o vives en los Estados del sur o municipios marginales del Pacífico norte y el norte del país. Y un dato importante, de los 276 municipios que tienen más del 95% de sus jóvenes en pobreza 135 son en áreas urbanas y zonas metropolitanas, si bien ser campesino es un factor importante, una parte muy importante de la juventud marginada económicamente está en las ciudades.

Para el sector que no está en pobreza extrema, o en lo que ahora es llamado pobreza multidimensional, es decir, que no se tiene acceso a educación, servicios de salud, seguridad social, alimentación, vivienda y servicios básicos - falta de dos o más de estos - la situación no es mucho mejor. Del total de jóvenes que hay en el país 66.8% no asiste a la escuela y 59.5% laboramos en el sector informal. Ambas condiciones se han agravado con la pandemia, pues el empleo se ha destruido, el que se crea ahora es con salarios más bajos y hay poco más de un millón de alumnos del nivel básico y medio superior que abandonaron o abandonarán sus estudios en este periodo.

Para quienes trabajan, no sólo está el problema de los bajos salarios, también la falta de prestaciones, la inestabilidad, la desigualdad de género, pues la opresión machista en los hogares hace que casi la mitad de las mujeres jóvenes no labore pues tienen que cuidar a otros, hacerse cargo del hogar o protegerse de la violencia, y las que laboran reciben en muchos casos menor sueldo. La patronal aprovecha nuestra condición para hacer jugosos beneficios en trabajos de porquería y miserables en la industria de alimentos y restaurantera, las ventas al por menor, la construcción, servicios, etc.

Y como ya dijimos para las mujeres es todavía peor. Nuestras compañeras sufren la opresión de familias machistas y violentas, y en la calle los feminicidios, que siguen en aumento, los sufrimos mayoritariamente las menores de 27. También la violencia en las parejas jóvenes se sufre, la falta de acceso a educación sexual y afectiva, anticonceptivos y a aborto legal, gratuito y seguro.

Toda esta terrible situación se redondea con la violencia criminal, con el narco utilizando a los jóvenes como carne de cañón, aprovechando las pésimas condiciones de vida de cientos de miles, como apuntamos al principio, en las colonias periféricas o marginales de las ciudades. El uso de drogas, la violencia, la epidemia de depresión, los suicidios, una de las tazas más altas de América Latina… pero ante todo esto miles, y cada vez más y más fuerte nos rebelamos.

Urge un cambio real y de raíz

Miles de nosotras y nosotros nos negamos a ir de cabeza y sin chistar al infierno que el capitalismo ha preparado para los jóvenes trabajadores o estudiantes, hijos de familias humildes, de comunidades que durante décadas y siglos hemos sido azotados, vilipendiados y olvidados. ¡Basta ya!

Miles nos integramos a la lucha en las escuelas, luchando por mejores condiciones de estudio, en los paros de las universidades estatales y en las nacionales. En la lucha obrera y sindical, en el magisterio, en las huelgas de las maquilas, etc. donde cada vez más jóvenes participamos para conseguir un salario digno, para no morir lentamente mientras trabajamos y mal vivimos. Y en la lucha feminista, miles de nosotras hemos salido con o sin pandemia, a pesar de la pandemia porque la guerra contra las mujeres humildes y trabajadoras no cesa.

Necesitamos cambiar todo esto, no más de la barbarie capitalista que se cierne sobre nosotros, no más el futuro negado, queremos un mundo para vivir, para nuestras madres y padres, nuestras hermanas y hermanos, sin opresión, explotación, donde no muramos de hambre, de trabajar, de violencia o bajo el yugo de las drogas. Y para ellos nos tenemos que organizar, para luchar todas y todos por construir una nueva sociedad para las masas trabajadoras, jóvenes y de todas las edades.

Contra los que trafican con nuestras energías y sueños, contra los que nos niegan la vida y los que intentan engañarnos con programas públicos que benefician a los patrones, a las escuelas privadas, a los sectores conservadores y clericales, compañera, compañero: ¡Únete a Libres y Combativas! ¡Únete al Sindicato de Estudiantes! ¡Únete a Izquierda Revolucionaria! Y luchemos juntos por una sociedad donde si tengamos porqué vivir y un futuro que desarrollar, una sociedad socialista.


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