En el mes de abril, el Director del IMSS, Tuffic Miguel Ortega, sin ningún empacho declaraba que el Sindicato de Trabajadores del Seguro Social ha sido clave para el rescate económico de la Institución. Este pequeño pero sustancioso anuncio deja claro hasta dónde las direcciones sindicales han llegado a colaborar con las patronales y directivos de las empresas cercenando los contratos colectivos de trabajo, precarizando el empleo, reprimiendo a la base opositora a esta colaboración y aceptando con los brazos cruzados el desmantelamiento de las instituciones públicas y de servicios.
Tuffic agradece a Manuel Vallejo Barragán, Secretario General actual del SNTSS y diputado activo por el PRI, por “convencer” a los trabajadores de apretarse el cinturón ante la inminente crisis económica que está obligando al Estado mexicano a realizar “ajustes” a los presupuestos públicos. Sin embargo, lo que no se dice es que mientras nosotros vemos como cada día nuestro trabajo y el Instituto se precariza los altos directivos e incluso nuestros “democráticos y combativos” dirigentes sindicales se dan una vida llena de lujos y privilegios muy lejanos a los de la clase trabajadora mexicana. Manuel Vallejo Barragán, y dos de sus secretarios gremiales mantienen en nómina y como comisionados a siete de sus hijos, que en conjunto representan para el IMSS un egreso de más de un millón 700 mil pesos al año.
Pero no sólo los dirigentes de los sindicales abiertamente patronales negocian nuestros empleos y vidas como si se tratase de canicas, también dentro de los sindicatos independientes se cuecen este tipo de pactos, colaboraciones y privilegios. Todo bajo el argumento que siempre la vía es buscar salidas políticas a los conflictos y llegar a acuerdos que “a todos beneficien”.
¿Los sindicatos son el problema?
A diferencia de la derecha que utiliza esta realidad para justificar un ataque feroz y cínico hacia los sindicatos y sus afiliados, los trabajadores de Izquierda Revolucionaria rechazamos rotundamente que el problema sean los sindicatos, todo lo contrario. Los sindicatos fueron y son un gran peligro para los empresarios y patrones, tanto que en su momento el Estado junto con los empresarios lucharon y consiguieron cooptar a los dirigentes y los que no, eran asesinados, desaparecidos o encarcelados. La patronal trabajó por volver a las grandes centrales y agrupaciones sindicales inofensivas, despolitizadas, corporativas, burocráticas, rechazando todo rasgo de combatividad, democracia, organización, lucha e independencia de la patronal y del Estado.
La contradicción es evidente en el sindicalismo charro, oficialista pero no es menos indignante entre el sindicalismo independiente, pues, salvo excepciones, los avances de la patronal se han enfrentado a una muy tibia o incluso nula respuesta por parte de nuestras organizaciones. Quienes hemos levantado la voz e insistido en que la única forma de frenar el avance de las contra reformas e incluso dar una batalla de ofensiva es volviendo a recuperar nuestros métodos de lucha como la movilización y la huelga, somos despedidos, amedrentados e incluso al grado de ser considerados traidores al sindicato.
Desde su óptica, las salidas políticas han permitido, por un lado, a ellos mantener sus privilegios y por el otro, a nosotros el empleo. Los trabajadores sindicalizados que tenemos una serie de derechos -porque eso es lo que son y no privilegios-, no los hemos obtenido colaborando con la patronal sino gracias a la movilización y al combate abierto contra los empresarios. No fue gracias a la buena voluntad de nuestros opresores o a la gran capacidad negociadora de nuestros dirigentes, fue gracias a la fuerza que tenemos como trabajadores, demostrada en la calle como hemos conquistado nuestras victorias.
Democratizar nuestros sindicatos, es una tarea urgente y necesaria para enfrentar los embates presentes y que arreciarán conforme la crisis económica se desarrolle en el país. Volver nuestros sindicatos grandes colosos de combate contra el capital no es tarea fácil pero la tenemos que emprender de la forma más militante, subversiva e incluso clandestina para poder ganar terreno a los agentes de la patronal.
El sindicalismo que necesitamos hoy
Las convocatorias a movilización, paro o huelga no deben ser de discurso, protocolo o pase de lista. Los delegados sindicales no están para la gestión, están para generar agitación y explicación política entre la base; volvamos al método democrático de convocatoria de asambleas por departamento y área, por el debate abierto, fraterno y democrático de las decisiones y acuerdos, por la elección democrática y abierta de nuestros representantes. Por el trabajo militante de base y no de oficina para las convocatorias a mítines, marchas, paros o huelgas; con pega de carteles, explicación e integración de los usuarios a nuestra lucha, volanteos masivos, llamados a otros sindicatos y a la juventud a secundar nuestra lucha, etcétera.
Estas propuestas no son inventos de una juventud sindicalista inexperta e impaciente, esta metodología es con la que nuestras organizaciones fueron conformadas, estos son los métodos de la clase trabajadora que lucha. Necesitamos que se abra paso a la juventud trabajadora y las nuevas formas de organización y lucha, necesitamos nuevas direcciones, que se dejen de discursos y pasen a la acción militante y combativa; tenemos un duro trabajo, pero no imposible, por ganar nuestras organizaciones para la lucha y que esta crisis económica no la pague la clase trabajadora sino los empresarios, banqueros y lacayos.