El triunfo histórico de Andrés Manuel López Obrador y MORENA en las elecciones del 1 de julio, representa un punto de inflexión en la lucha de clases de nuestro país. Después de 89 años de tiranía priísta y panista, de explotación, guerra sucia y miseria para la mayoría del pueblo, los años de resistencia y combates de los trabajadores, de la juventud, de las mujeres, del campesinado y los pueblos indígenas han cosechado sus frutos: hemos barrido a la derecha de la presidencia, del Congreso y de la mayoría de los distritos. Una victoria que ha asombrado al mundo entero, y que demuestra la enorme fuerza de los oprimidos para transformar la sociedad.
Unos resultados sin precedentes
Con una participación del 63 por ciento, y tras verificarse el 90 por ciento de los cómputos distritales, AMLO llevaba hasta la medianoche del 5 de julio ¡27 millones 016 mil 410 sufragios, un 53.14 por ciento! Ningún candidato en la historia de México ha obtenido un respaldo de esta envergadura. Por su parte, el panista Ricardo Anaya logra en el mismo cómputo 11 millones 309 mil 410 (22.24 por ciento), y José Antonio Meade, del PRI, 8 millones 389 mil 622 sufragios (16.50 por ciento). AMLO supera en treinta puntos a Anaya y en 37 a Meade.
El PRI, poder hegemónico durante 70 años, ha quedado aplastado, arrasado por las masas en una votación histórica para el país y para América Latina. Ni siquiera Lázaro Cárdenas tuvo una votación como esta. La mayoría de MORENA se extiende al Congreso, con el 55% en el senado y el 60% en la cámara de diputados. En 13 estados rebasó el 60% de la votación, varios de ellos en el norte donde hace 12 años tenía una preferencia menor de 20 puntos. Basta decir que el PRI se impuso en 2012 en 20 estados mientras en 2018 no ha ganado ninguno. Por su parte, el PRD ha tenido una caída estrepitosa, duramente castigado por el pueblo tras años de capitulación a la derecha y de haberse transformado en un partido más del régimen.
El colapso del capitalismo mexicano y la lucha de masas
El 1 de julio las urnas fueron tomadas por millones de familias trabajadoras y de jóvenes, conscientes del alto costo que han significado los dos últimos fraudes electorales. La imposición de Felipe Calderón en 2006 nos dejó como resultado la guerra contra el narcotráfico que suma, hasta la fecha, más de 234 mil muertos, de 30 mil a 50 mil desaparecidos, y una sangría económica de más de 1.8 billones de pesos, el equivalente a un presupuesto nacional.
En 2012 el gobierno de Peña Nieto comenzó con una gran impopularidad y desprestigio. La nueva asignación del jefe priísta estaba bañada en sangre: fue el responsable de la terrible represión desatada sobre el pueblo de Atenco, de los muertos, los presos y las mujeres violadas. Y en su mandato se han llevado a cabo contrarreformas y privatizaciones que han empobrecido al pueblo, además de una represión salvaje.
La rebelión de la población contra la tiranía del régimen se ha dejado sentir con intensidad provocando el tsunami del 1 de julio. La lista de luchas sociales, huelgas y protestas que han involucrado a millones de personas en estos años es muy amplia y difícil de sintetizar: desde el movimiento del 132, las grandes huelgas y movilizaciones magisteriales, los paros en las maquilas y de los jornaleros de San Quintín, la explosión de las autodefensas contra el narco, las marchas contra los gasolinazas o contra los Mega proyectos de muerte y en defensa del agua y del territorio… de entre ellas, por supuesto, destaca la gran protesta por los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, que fue la gota que derramó el vaso de la indignación contra un gobierno asesino.
Los resultados del 1 de julio condensan el hastío de la población contra este estado de cosas, incluida la espiral de violencia e inseguridad que sufrimos y que es la consecuencia directa de la descomposición del capitalismo mexicano y de las políticas que la oligarquía ha llevado a cabo. Las cifras son escalofriantes. Sólo en número de asesinatos, México se situó en 2016 por delante de Iraq y Afganistán y sólo por detrás de Siria. La principal víctima de esta guerra sucia ha sido la juventud, aplastada en un país sin oportunidades, y las mujeres jóvenes, pobres y trabajadoras que sufren la lacra de los feminicidios: 7 de nosotras son asesinadas cada día en México, una matanza que cuenta con la impunidad y la complicidad de los grandes centros del poder económico y político.
Giro a la izquierda
Estos resultados reflejan, ante todo, un pronunciado giro a la izquierda por parte de la clase trabajadora, de los jóvenes, los campesinos, los indígenas y amplios sectores de las capas medias. Los hechos han respondido a los prejuicios que la clase dominante trata de volcar cotidianamente: es mentira que en México haya pasividad e indiferencia, al contrario, aquí tenemos la muestra de un elevado instinto revolucionario y combativo, un gran avance en la conciencia que demuestra que la única lucha perdida es la que no se da, y que la experiencia de estos años no ha pasado en balde.
La escalada de movilizaciones sociales ha sido el factor clave para el triunfo de AMLO. Y la furia acumulada se ha expresado por la vía electoral, rebasando todas las desventajas que implica jugar en el campo del enemigo, que cuenta con recursos y un aparato nacional para hacer fraude por la vía virtual, comprando votos, embarazando urnas, con campañas mediáticas de mentiras o directamente mediante la coacción y la violencia.
Aunque el fraude marchó y se consumó en algunos sitios, como en Chimalhuacán, la oligarquía, el aparato del Estado y el imperialismo norteamericano no se atrevieron a concretar un mega-fraude por temor a un levantamiento popular de consecuencias incalculables.
Derrota estrepitosa de la derecha
La magnitud de la derrota ha profundizado la crisis del PRIAN y del PRD. Algunas corrientes dentro de estos partidos están pidiendo la destitución de la dirigencia nacional, como en el caso de Democracia Interna del PRI, dirigida por el represor de la APPO, Ulises Ruiz. Que puedan caer las principales cabezas del partido, incluyendo al mismo Peña Nieto, está dentro de lo posible.
En el caso del PAN se repite el mismo escenario: los casos de corrupción en los que está involucrado Anaya y su impopularidad dentro del partido le pasarán cuenta. Hay sectores que ya han pedido su expulsión del partido por traición.
El fracaso del PRIAN es también un duro golpe para el grupo Atlacomulco, para oligarcas como Slim y Azcárraga, para los empresarios del Grupo México y del Concejo Coordinador Empresarial (CCE), para toda la élite empresarial y política que atacaron con toda su furia a Andrés Manuel, pero que acto seguido, haciendo gala de su hipocresía y al ver todo perdido, le dan la mano, le rentan el Estadio Azteca y le reconocen el triunfo antes de los resultados oficiales.
Sabemos bien de que trata tanta hipocresía: estos elementos, responsables de la situación de miseria y violencia que sufrimos, claman ahora por la “reconciliación nacional” y ofrecen su colaboración al nuevo gobierno para garantizar su impunidad y conservar sus privilegios.
Sin embargo, el pueblo de México votó para acabar con eso y no estamos dispuestos a seguir permitiendo que los corruptos y los explotadores de siempre, continúen enriqueciéndose a nuestra costa, a costa del pueblo trabajador. Este primero de julio, tachamos una boleta electoral que quería decir: ¡Ya basta! ¡Fuera toda la oligarquía!
Efectos en Latinoamérica y EEUU
Este giro a la izquierda en México es realmente inspirador para el conjunto de América Latina, y pone en cuestión el supuesto crecimiento de la derecha en la región. Una cosa es que los fracasos de los llamados “gobiernos progresistas” hayan permitido a partidos abiertamente capitalistas avanzar en el terreno electoral, y otra muy diferente que haya un desplazamiento hacia la reacción entre las masas. Las huelgas generales en Argentina y Brasil, los resultados de la izquierda colombiana, los levantamientos en Honduras y Nicaragua, las movilizaciones masivas de mujeres por el derecho al aborto y contra los feminicidios en Argentina y Chile, son sólo algunos ejemplos de las enormes dificultades de la derecha y la clase dominante para llevar a cabo su agenda de ataques y recortes.
Por eso el triunfo de AMLO en México tiene tanta importancia y plantea un nuevo escenario. México es un país clave en América Latina y los procesos políticos que atraviesa tienen un impacto formidable en el continente y en los propios EEUU. Sus efectos pueden ser muy positivos, incentivando aún más la confianza de las masas en sus propias fuerzas.
Los efectos de cara a EEUU también son evidentes. El imperialismo norteamericano es muy consciente de que este giro a la izquierda en México conecta con los procesos de radicalización y polarización dentro de su propio territorio, especialmente con el creciente apoyo a las ideas socialistas entre la juventud norteamericana.
Cumplir con el pueblo y los oprimidos, romper con la lógica del capitalismo
Los resultados electorales abren un periodo de muchas ilusiones y esperanzas entre los oprimidos, pero también de lucha y organización. A los trabajadores nadie nos ha regalado nunca nada, todo lo que hemos logrado nos ha costado sangre, sudor y lágrimas. Hemos aprendido el gran costo que tiene que la derecha dicte nuestras condiciones de existencia, pero también hemos aprendido a vencerla.
Hemos ganado la batalla electoral, pero el peligro continúa. Las presiones desde la derecha, desde el poder empresarial, desde el aparato represivo del Estado y el imperialismo hacia el gobierno de AMLO se van a multiplicar. Y van a encontrar un gran eco en la bola de arribistas y oportunistas que han llegado a MORENA saltando desde barcos que se hundían para continuar medrando y sacar provecho personal.
Por eso es importante que los sectores más avanzados y combativos de la izquierda, del movimiento obrero y los activistas sociales entendamos las tareas que tenemos por delante.
AMLO ha insistido durante su campaña que los grandes poderes económicos y financieros no tienen nada que temer. Pero la idea de que es posible un capitalismo “con rostro humano”, en el que empresarios, especuladores y oligarcas acepten repartir sus beneficios y mitigar la explotación del pueblo trabajador está condenada al fracaso. Lo mismo se puede decir de la intención de acabar con la corrupción sin atacar los fundamentos del orden capitalista. La experiencia de varios gobiernos en Latinoamérica —Bolivia, Brasil, Venezuela, Ecuador, Argentina…— y en Europa —como Syriza en Grecia— nos ha enseñado mucho.
Todos esos empresarios en los que AMLO confía y a los que invita a participar en su proyecto, le responderán lo mismo que sus homólogos capitalistas en el resto de América Latina, Europa y del mundo: tienes una sola opción, aplicar una política económica en nuestro beneficio, y lo único que puedes elegir es hacerlo de forma voluntaria o a empujones.
El triunfo de AMLO es una noticia extraordinaria, pero por sí sólo no garantizará acabar con la explotación y la falta de democracia. El régimen mexicano no sólo es corrupto y cruel, tiene además una larga tradición de recurrir a la represión más salvaje cuando se siente amenazado.
Es necesario comprender que ahora comienza otra fase de la batalla, igual o más decisiva que la hemos librado victoriosamente el 1 de julio. Y, para ganarla, necesitamos aumentar la organización de los trabajadores y la juventud, levantando una alternativa de izquierda consecuente en cada escuela, colonia y centro de trabajo.
AMLO pidió en la campaña una amplia mayoría en votos, en diputados y senadores para limpiar la basura. Ya tiene esa mayoría. Pero si acepta la lógica del capitalismo sus promesas se quedarán en eso, en promesas. Esta victoria sólo se traducirá en un cambio real para los explotados y humillados desde la lucha y la defensa de un programa de clase y socialista.
¡Únete a Izquierda Revolucionaria para luchar por estas ideas!
• Derogación de todas las Reformas Estructurales: energética, educativa, hacendaria, etc.
• Renacionalización de todas las empresas y servicios públicos privatizados.
• Implementación de contratos colectivos de trabajo en todos los sectores y libre sindicalización.
• Salario mínimo de $12,000 mensuales para cubrir todas las necesidades esenciales de las y los trabajadores.
• Reintegración de todos los profesores despedidos por la Reforma Educativa y estabilidad laboral a todo el magisterio.
• Derecho a la seguridad social, digna, gratuita y universal.
• Por la memoria histórica: Juicio y castigo ejemplar a los responsables de la guerra sucia, de las desapariciones forzadas y de los muertos de Ayotzinapa.
• Depuración de la policía y las Fuerzas Armadas de todos los elementos reaccionarios. Control de las academias policiales y militares por parte de las organizaciones sociales y democráticas de los trabajadores y los campesinos.
• Por los derechos sociales, económicos, políticos y culturales de los pueblos indígenas.
• Ni una menos ¡No más feminicidios! Por el derecho al aborto libre y gratuito. Plenos derechos a la comunidad LGTIB+.
• Por un programa de escuelas infantiles y comedores comunitarios a disposición de las familias humildes.
• Por el 10% del PIB a la educación y el impulso de la ciencia y la cultura.
• Nacionalización bajo control de los trabajadores de la banca y sectores estratégicos de la economía para garantizar el bienestar de la mayoría.