Las elecciones del pasado 1 de julio han marcado un punto de inflexión en la historia de la lucha de clases en México: como nunca se había visto en proceso electoral alguno en nuestro país, ese día las masas desposeídas se movilizaron con especial determinación para derrotar en las urnas a los partidos tradicionales de la burguesía, el PRI y el PAN, y expulsarlos de la presidencia de la República, cediéndole ese lugar a AMLO y Morena.
De acuerdo a cifras preliminares, se trató de un proceso que movilizó al 70% de los 89.1 millones de mexicanos que formaron parte del padrón electoral. De ese porcentaje AMLO recibió el 51%, es decir 32 millones de votos contra los 14 millones (23% del total) de Ricardo Anaya (PAN-PRD), 11 millones (18%) de José Antonio Meade (PRI) y los 3 millones (4%) del Bronco. El voto a favor de AMLO superó por 4 millones los obtenidos en total por sus tres contrincantes (28 millones) y rebasó por 13 millones a los 19 millones de votos logrados oficialmente por Peña Nieto en 2012.
El impacto de la votación derivó también en que cinco de las nueve gubernaturas en disputa, quedaran en manos de Morena: Ciudad de México, Chiapas, Veracruz, Morelos y Tabasco, en todas por amplio margen sobre sus oponentes. Y en el plano de las legislaturas federales los efectos fueron devastadores para la derecha pues se prevé que el bloque que impulsó la candidatura de Meade (PRI-PVEM-NA) pase de los 53 senadores actuales a los entre 11 y 27; para los partidos de Anaya (PAN-PRD-MC) la perspectiva es la de los 39 senadores actuales a los entre 35 y 48; y en lo referente al bloque que encabezo AMLO (Morena-PT-PAS) las proyecciones indican que esos partidos en total pasarán de los 18 a los entre 127 y 142 senadores.
Y la Cámara federal de diputados el panorama es muy similar: el bloque PRI-PVEM-NA pasará de los 254 a los entre 96 y los 156 parlamentarios; el bloque PAN-PRD-MC ira de los 182 a los entre 70 y 92 curules. Y para el caso de Morena-PT-PAS se proyecta un salto de los 69 diputados actuales en total a los entre 256 y 276.
Es verdad que las proyecciones ya le asignan la mayoría en ambas cámaras al bloque de partidos que apoyaron la candidatura de AMLO, sin embargo dicho resultado no le da el 75% de los votos que se necesita en el Congreso de la Unión para aprobar reformas e impulsar políticas de fondo sin el voto de los parlamentarios del PRI, el PAN y sus comparsas. Para actuar sin la dependencia de dichos partidos, AMLO necesitaría que su bloque contará con al menos el 225 curules en el Senado y 375 en la Cámara de Diputados.
Pero además del parlamento, otro escenario hostil que enfrentará AMLO será el de las gubernaturas y los congresos locales, ampliamente dominados por el PRI y el PAN, pues de las 32 entidades que conformar el territorio nacional, 27 están controladas por el PRIAN y sus partidos comparsa y, como ya lo mencionamos más arriba, quedándole solo 5 estados a Morena.
Todos esos factores nos permiten destacar que AMLO no tendrá un panorama fácil para gobernar dado que el PRI y el PAN continúan teniendo importantes posiciones en el aparato del Estado, mismas que emplearán para intentar descarrilar al gobierno de Morena, especialmente en lo relacionado a toda aquella política que entre en contradicción con los intereses de los empresarios.
Pero también es necesario decirlo de forma franca: el peligro para el gobierno de AMLO no sólo viene del exterior, sino también del interior, es decir de ese 30% de candidatos a diputados y senadores desertores del PAN y del PRI que contendieron en las elecciones del 1 de julio por el bloque Morena-PT-PAS. Esta alerta también es validad para decenas de personalidades del mismo perfil que se adhirieron a la campaña de AMLO y que se integrarán a su equipo de gobierno. El mismo PAS es un partido ultraconservador. Todos esos personajes ajenos a la tradición de lucha y a las aspiraciones de los trabajadores que le dieron vida a Morena, tienen su propio programa, el cual es más afín al de los empresarios que al de los pobres. Toda esa clase de elementos, en cuanto den la primera muestra de oposición a la consigan de AMLO de “Primero los pobres”, deben ser separados de sus cargos y expulsados del movimiento.
Siendo ello así, nos atrevemos a asegurar que si AMLO se basa exclusivamente en el parlamento y la normalidad de la democracia burguesa para gobernar e impulsar acciones que verdaderamente beneficien a la clase trabajadora, corre el peligro de enfrentar serios escollos que lo frenen. Por ello será necesario que la lucha parlamentaría sea apoyada por las movilizaciones masivas en las calles para, al igual que lo hicimos él pasado 1 de julio en las urnas, demostrar músculo y doblegar la resistencia de los parlamentarios, gobernadores y todo aquel individuo que se oponga a una política que verdaderamente tenga como eje de acción “Primero a los pobres”.