Desde la década de los 80s China preparó un escenario para transitar de un capitalismo de Estado de fachada socialista hacia el libre mercado y políticas de expansión internacional. Una de sus principales tareas fue incentivar la producción industrial en un país que hasta la década de los 70s, el 80% de la población habitaba zonas rurales con propiedad colectiva de las tierras. Así, la nueva etapa se distingue por la cuantiosa migración interna hacia las zonas urbanas y desde la 1990, por la incentivación regulada por el Estado de la industria privada, en las llamadas Zonas Económicas Especiales.

Con Xi Jinping China entra de lleno al sistema global capitalista, colocando en el 2015, al Yuan como parte de la canasta de monedas del FMI y poniendo en marcha su proyecto La Nueva Ruta de la Seda, el cual en un principio sólo involucraba a Euroasia y África pero desde hace dos años contiene también a varios países de Latinoamérica, bajo la reprobación del imperialismo estadounidense. Dicho proyecto se basa en usar fondos chinos para grandes proyectos de infraestructura y agroindustria a nivel internacional sin condiciones transparentes. En Brasil y Argentina se ha invertido principalmente en la agroindustria y rama automotriz, mientras que en Panamá y Ecuador en vías de comunicación.

En México, China ha incursionado principalmente en proyectos energéticos, minería y de transporte; en este último destacan el Tren mal llamado Maya y el Tren Transoceánico. Si bien México aún no entra a la Nueva Ruta de la Seda, al gigante asiático le interesan dichos proyectos para poder trasladar a un bajo costo y tiempo las mercancías y materias primas generadas y extraídas respectivamente de nuestro país. En el 2015, Reporte Índigo reportó la existencia de 10 mineras chinas que operaban en México, algunas de las cuales son acusadas por organizaciones indígenas de desplazar comunidades y financiar grupos del narcotráfico. El tema de las minas vuelve en la 4T aun cuando ésta propuso no dar nuevas concesiones y sólo conservar las ya existentes, en el 2019 comenzaron los acercamientos de la empresa china Ganfeng Lithium, la cual es proveedora de Tesla, para colaborar con la minera inglesa Bacanora ya asentada en Sonora, debido al hallazgo de la mina de litio más grande encontrada en el mundo hasta ahora. El plan es hacer con sus 7mil empleados, una planta de reciclaje de pilas para abastecer la industria de carros eléctricos, rama importante para China ¿El litio se quedará entonces en manos extranjeras? Aún no se firman los contratos. Así mismo, a pesar de la Transición Energética Soberana encabezada por la 4T, en noviembre del 2020, SPIC, una de las empresas estatales chinas más influyentes, adquirió a Zuma Energi, antigua empresa mexicana con parques eólicos en Oaxaca y Reynosa y dos centros de generación solar en Chihuahua y Sonora.

Aún cuando China se enarbola como un Estado “comunista”, su actuar no dista del imperialismo estadounidense y otras potencias capitalistas. Promociona la privatización a nivel internacional, succionando los recursos de los países menos desarrollados a costa de las comunidades. Aunque en la ley esté prohibido, varias fábricas en China mantienen condiciones de hacinamiento y extenuantes jornadas laborales. Y al estar la huelga indirectamente criminalizada, algunas veces los obreros son orillados a tomar medidas descarnadoras, en Foxconn, manufacturera de Apple, que después de haber pasado por una ola de suicidios de obreros, en el 2014, estos presionaron a los dueños con la amenaza del suicidio colectivo, del cual hubo varias víctimas. China es en realidad una potencia imperialista y depredadora con un régimen centralizado heredado del maoísmo, en carrera por aventajar a EEUU.

El interés de China en Latinoamérica responde a un plan económico de larga duración, cimentado en la lógica del capital, para afianzarse como la próxima potencia mundial. La inversión de China no es una salida del imperialismo, con ella sólo se cambia de dueño; la verdadera salida es abogar y luchar por la nacionalización total de nuestros recursos y expropiar las industrias a manos de los imperialistas.


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