A fines del año pasado, en medio de la crisis de salud derivada del COVID 19 y la crisis económica, la Cámara de Senadores retomo el debate del uso legal de la marihuana, así el pasado 19 de noviembre aprobó en lo general el dictamen para regular el uso lúdico, industrial y médico de la marihuana. A continuación, este debate paso a la Cámara de Diputados donde no fue aprobado por lo que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) puso como fecha límite para tomar una decisión definitiva hasta el siguiente período ordinario que inicia en febrero.
Al igual que el tráfico de armas o la prostitución, el tráfico de drogas se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos bajo el sistema capitalista. Como si de auténticas multinacionales se tratase, los cárteles invierten miles de millones en el proceso productivo, garantizan la distribución a escala internacional y, por supuesto, lavan su dinero utilizando los mismos circuitos que las grandes empresas: entramados de empresas fantasma, paraísos fiscales, bancos, etcétera.
El gran negocio tras la legalización de la marihuana
En muchos países la Marihuana se utiliza de manera legal desde hace varios años y eso no sólo no ha reducido la criminalización de la juventud o de las víctimas de las drogas, todo lo contrario, sino también ha significado en los ellos una mercancía bastante lucrativa. En algunos casos con fines médicos e industriales, dado los resultados de investigaciones científicas que comprueban sus beneficios para la elaboración de productos con su materia prima cáñamo y medicinales para tratar enfermedades bajo regulación de cantidades y procesamiento.
Sin embargo, quienes buscan la legalización con fines lúdicos y comerciales, son principalmente la industria de las drogas para tener una herramienta más para obtener beneficios económicos y por supuesto brindar el papel político de enajenar a las sociedades. Por su parte, el uso médico e industrial también persigue fines lucrativos por parte de empresas capitalistas, pues la marihuana es un producto de sencilla, rápida y masiva producción, razón por la cual incluso muchos agricultores de México han sustituido cultivos tradicionales por su producción ilegal para mafias de la industria de las drogas.
Por su puesto los grandes ausentes en el debate son los grupos indígenas y su conocimiento tradicional de donde se originan las instrucciones de usos medicinales y como materia prima, también de rituales, pero con justificación de las culturas y no lúdica de entretenimiento como lo quieren hacer la industria de las drogas capitalistas. En muchos casos los agricultores que han sustituido sus cultivos tradicionales por la producción de marihuana, ya sea porque han sido obligados por la profunda crisis del campo mexicano o vías coercitivas como antes decía por parte de mafias de la industria de las drogas, y que en caso de ser descubiertos se les deja a su suerte sometidos a las leyes mexicanas como productores de drogas ilegales son criminalizados, en este sentido, también hace falta dar protección a estos agricultores de la violencia del narcotráfico y alternativas para realizar producciones agrícolas con beneficios al conjunto de la sociedad.
En países como el nuestro el narcotráfico ha alcanzado un tamaño tan grande que su peso en la economía y la completa fusión con el aparato del Estado hacen inviable su desaparición bajo el sistema capitalista. Sólo en México se calcula que el narco genera unos ingresos brutos de 600 mil millones de pesos al año.
¿Qué intereses hay detrás del debate de la regulación?
Desde su legalización en 2018 las principales empresas del sector, en su mayoría canadienses, ya tienen un valor conjunto de 32.000 millones de euros, disparando sus valores en bolsa y captando la atención de grandes firmas del sector farmacéutico y alimenticio, principalmente estadounidenses. Este mercado mueve cerca de 3.600 millones de euros y podría llegar hasta los 10.000 millones en 2025 sólo en Canadá. Entre las multinacionales que se han introducido en el negocio está la propietaria de la cerveza Corona, que se ha hecho con un 38% de la compañía más grande del sector, Canopy Growth; Coca-Cola, quien estaría en negociaciones con la productora de cannabis Aurora para comercializar bebidas terapéuticas basadas en el CBD; o tabacaleras como Philip Morris.
Aunque algunas asociaciones apuestan por una regulación responsable, que cuente con la supervisión del Estado, la gran industria tabacalera y farmacéutica ya se prepara para lo que se presenta como un lucrativo negocio, como refleja el caso de Canadá. Es de sobra conocida la falta de escrúpulos que han revelado grandes multinacionales farmacéuticas en lo que a ganar dinero a costa de la salud de la gente se refiere como lo vemos ahora mismo con la vacuna contra la Covid-19.
El falso “progresismo” de la legalización
Tras los argumentos de quienes tratan de plantear la legalización como algo progresista o de izquierdas –como lo hace ahora MORENA– se esconde una realidad bien distinta. Y es que en un contexto donde vivimos la peor crisis económica de la historia, con un desempleo, falta de educación y depresión juvenil a galope, donde millones de familias trabajadoras viven en situaciones límite, facilitar y normalizar el consumo de marihuana es arrojar a la juventud a los pies de los caballos, la misma juventud que ha salido una y otra vez a la movilización por sus derechos o ha inundado las calles en la lucha feminista o contra la derecha. Los argumentos que utiliza MORENA es simplemente tapar su nefasto papel social, al mismo tiempo que un planteamiento absolutamente utópico: es imposible creer que ante una oportunidad de negocio semejante las grandes empresas del sector van a someterse a la legislación, y no van a utilizar todos los mecanismos a su alcance para evitar pagar impuestos.
El capitalismo nos envenena
Es en este contexto que se da un debate fugaz y superficial en noviembre pasado, impulsado por empresas capitalistas para tener un producto más para enriquecerse. En términos políticos nos oponemos al monopolio capitalista que solo busca enriquecer a un sector y enajenar a la sociedad y la juventud, consideramos que son muchos los factores que se deben tomar en cuenta y la prioridad no debe ser el uso lúdico comercial ni los beneficiados las empresas capitalistas de las drogas. Desde Izquierda Revolucionaria estamos en contra del consumo de drogas y de su legalización. No se trata, como nos intentan vender, de una decisión individual, sino de una cuestión colectiva y de clase. Es decir, del papel que su consumo juega en la sociedad, a quién beneficia y a quién perjudica. Bajo este sistema, el mismo que mata el planeta, o condena a miles de jóvenes a la precariedad, donde muchas veces fumarse un churro es una forma de evasión para sobrellevar la presión a la que somos sometidos, el consumo se convierte en el arma perfecta para atomizar a los sectores más combativos, para evitar que piensen y luchen. Se trata de comprender políticamente el papel que juegan las drogas, y la necesidad de organizarse para luchar, y para acabar con un sistema caduco que nos envenena y nos condena a la barbarie.