Las relaciones entre México y Estados Unidos tienen una larga historia de opresión y explotación por parte de lo que hasta hoy es la potencia hegemónica mundial. Durante más de doscientos años, los gobiernos estadounidenses se han anexado territorio mexicano, han apoyado militar y económicamente a sectores de derecha y contrarrevolucionarios y colaborado estrechamente en el control de movimientos sociales hasta su liquidación física como en el caso de la guerra fría. Mientras tanto, el gobierno mexicano ha sido su lacayo en las relaciones internacionales, permitiendo la depredación de los recursos naturales, extracción de materias primas y más recientemente la explotación de mano de obra maquiladora.
¿Que pretende el imperialismo estadounidense con el nearshoring?
Con esta historia detrás, en el actual contexto de guerra imperialista entre los dos grandes bloques económicos, EEUU y la UE por un lado y China y Rusia por el otro, la clase trabajadora mexicana no tiene nada que ganar. Un efecto colateral de esta pugna interimperialista para la economía mexicana está siendo el nearshoring, es decir, la salida de empresas estadounidenses y de otros países de China para establecerse en México. Algunos índices de la economía mexicana, como el aumento de la inversión extranjera directa (IED) o la creación de empleo se están viendo beneficiados. Pero esto, en contra de lo que afirman muchos economistas burgueses, y también no pocos dirigentes reformistas, que presentan este proceso como una transformación de fondo en la economía mexicana y las condiciones de vida de las familias trabajadoras, no resolverá ningún problema de fondo.
Por el contrario, el resultado de este proceso ya está siendo aumentar la explotación de los recursos naturales, el territorio y la mano de obra. La guerra a muerte de Washington por conservar la hegemonía frente al emergente imperialismo chino, que la está amenazando cada vez de forma más evidente, y ya ha conseguido arrebatarle posiciones clave, por supuesto en Asia, pero también en África y Latinoamérica, obliga al imperialismo estadounidense a actuar cada vez con mayor agresividad para intentar resolver sus problemas a costa de una mayor explotación tanto de la clase obrera de los propios EEUU como de los trabajadores y los pueblos de sus “aliados”.
Nos encontramos ante un cambio de época marcado por el declive estadounidense y el ascenso de China y el enconamiento de las tensiones económicas, comerciales, políticas y diplomáticas que se está notando también en la retórica de los gobiernos. El gobierno de México, conocedor de los apuros en los que se encuentra Estados Unidos, lo ha confrontado discursivamente y le obligó en la X Cumbre norteamericana a aceptar en el papel la opresión, discriminación y menosprecio a nuestros paisanos. Sin embargo, a la hora de la verdad esto es papel mojado y esa opresión y discriminación siguen aumentando, como demuestra que las políticas antiinmigratorias de Biden (desde las deportaciones exprés a la persecución criminal de los migrantes mexicanos y del resto del continente) casi no se diferencian de las de Trump. La única parte de los acuerdos entre EEUU y México que sí se cumple a rajatabla son las acciones que indican un amarre mayor a la economía norteamericana, un incremento de la dependencia y una serie de acuerdos que, al contrario de las promesas soberanistas del gobierno mexicano, sólo llevarán a una mayor disponibilidad del país para los intereses estadounidenses y más explotación y precariedad laboral para la clase obrera mexicana.
No puede ser de otra forma, pues la batalla contra el avance chino en el mundo y especialmente en América Latina, sitúa a México como una de las principales reservas de materias primas y mano de obra barata que necesita el imperialismo norteamericano y lo está tomando con las dos manos.
En la última cumbre de Norteamérica entre los países del T-MEC, se acordó luchar por la contención y la competencia con China. El interés de fondo de EEUU es frenar la sangría que está sufriendo en una región que siempre ha considerado su “patio trasero”. En los últimos 10 años 21 países latinoamericanos se han incorporado al plan estratégico chino de la Ruta de la Seda y el gigante asiático es ya el principal socio comercial de países que hasta hace poco dependían decisivamente de la economía estadounidense, empezando por la principal economía latinoamericana, Brasil, y siguiendo por Argentina, Chile, Perú y otros. Esto convierte a México en un aliado clave y lo pone en la mira para convertirlo en su “fábrica trasera” y a bajo costo para reducir su dependencia de China. EEUU pretende aumentar su competitividad en el mercado propio e internacional a través del nearshoring, frente a la invasión de mercancías del dragón asiático.
Esta potencia ha intentado la relocalización durante el gobierno de Trump, es decir un regreso de las empresas al interior de su territorio para reducir la dependencia con China, mejorar su balanza comercial y además, cumplir promesas de campaña como incrementar el empleo y tratar de eliminar los vínculos de las cadenas productivas que le impide reforzar su ofensiva arancelaria contra aquel país sin hacerse un harakiri.
Sin embargo, el objetivo no se ha conseguido, ya que no es un proceso que pueda hacerse rápido o con facilidad y al final la mayor productividad y competitividad del capitalismo de estado chino están haciendo que los planes de Washington no estén teniendo los resultados que esperaban. La dependencia es parte de la globalización y la división internacional del trabajo, ahora lo que están intentando es una salida intermedia, mediante el nearshoring, es decir una relocalización, pero no dentro de EU, sino en un país cercano, en este caso, México, a través del “1 a 1”, es decir, colocar una empresa en México por cada sede en China o directamente trasladar empresas a México. Tan sólo en los últimos meses se ha anunciado la apertura de empresas como Tesla o Kia, esta última coreana, ambas se convertirían en las fábricas de autos eléctricos más grandes en América Latina.
Las “ventajas” de México
México ofrece tres ventajas que han atraído a una lista de al menos 400 empresas para su traslado de China a México.
1) Salarios Bajos. La mano de obra mexicana es entre 10% - 15% [1] más barata que la estadounidense y la europea, especialmente en la industria automotriz, agroalimentaria y aeroespacial.
2) Reducción de los costos y tiempos de distribución. Se calcula que en México se obtiene una reducción en costos de almacenaje y distribución de entre el 10% y 15% más baratos, destacando los fletes por ferrocarril que son hasta 40% más asequibles. En el costo de electricidad y gas el ahorro es de entre 5% - 10% con relación a EU y hasta 10 veces menos que en Europa, especialmente a raíz de la guerra en Ucrania.
3) Ventajas fiscales. En México se regalan terrenos a las fábricas y complejos industriales como incentivo para establecerse, además se ofrece el desarrollo de servicios y el Servicio de Administración Tributaria (SAT) da facilidades como la condonación de impuestos durante los primeros 5 a 7 años, después solo descuenta el 10% y hasta los 10 años pagan la totalidad de los impuestos.
La perspectiva de inversiones por el nearshoring es de hasta 45 mil millones de dólares. Incluso empresas chinas están optando por él para llegar al mercado norteamericano, por eso uno de los acuerdos de la décima cumbre es poner límites a las reglas de origen e importaciones “asiáticas” -lease chinas- en la región, es decir, norteamérica para los Estados Unidos.
Aunque todo este proceso haya supuesto a corto plazo una afluencia de inversiones y crecimiento del empleo (aunque siguen faltando datos concretos de cuantos empleos se han creado realmente) su alcance y cuánto tiempo podrá sostenerse no están nada claros. Lo que sí está claro es que no serán suficientes para cambiar el carácter dependiente y parasitario del capitalismo mexicano, y que el empleo creado está siendo en condiciones extremadamente precarias.
Estas condiciones no podrían mejorar sin afectar los márgenes de ganancia por los que el nearshoring es atractivo, así que lo único seguro es que habrá más explotación y tratarán de que sea en las peores condiciones, para tratar de garantizar una rentabilidad que realmente sea una ventaja frente a China.
Además, el nearshoring traerá mayor explotación de nuestros recursos y un mayor despojo del territorio. En la Décima Cumbre también se llamó a la coordinación de un equipo de geólogos para explorar los sitios de interés estratégico, especialmente relacionado con el litio y otros minerales cotizados en la actualidad y a futuro por el auge de los autos eléctricos y la tecnología; y aunque México ocupa el noveno lugar en reservas de litio, nada comparable con Bolivia, Argentina o Chile, que tienen los primeros lugares [2]. Lo que sí tiene México es una ubicación estratégica en la cadena de suministros.
Esta proyección hacia una rápida y feroz industrialización de México para beneficio de EU se enfrenta además al riesgo de una nueva crisis económica y con ella la amenaza de un parón productivo.
La utopía del “multipolo”
La decadencia del poder de Estados Unidos y sus aliados europeos frente al bloque formado por China y Rusia, que durante los últimos tiempos, y especialmente tras la guerra de Ucrania, se ha acelerado con aliados históricos de Washington como Arabia Saudí, Turquía, India y otros, marcando distancias y llegando a acuerdos con el bloque chino-ruso ha alimentado las ilusiones en la “multipolaridad” alimentadas desde hace tiempo por los dirigentes de la izquierda estalinista y reformista latinoamericana. Las declaraciones recientes de Lula y sus acuerdos con China forman parte de este mismo proceso. Los vínculos cada vez más estrechos de las economías latinoamericanas con China obligarán a Washington a mostrar los dientes e intentar apoyarse en sus peones para no seguir perdiendo posiciones. Esto puede llevar a choques y una confrontación cada vez más abierta.
Sin embargo, la experiencia de los países que ya están más vinculados económica, política y diplomáticamente a China y Rusia rebate claramente tanto a quienes niegan el carácter imperialista de ambas potencias como a aquellos que las presentan como “imperialistas buenos” o “aliados” que ayudarán a conquistar la soberanía frente al imperialismo estadounidense. Librarse del imperialismo solo podrá ser posible con una revolución socialista, pues cambiar de opresor, es decir, EU por China quien está pidiendo turno para ser la siguiente potencia hegemónica en controlar la región y el mundo, no resolverá los problemas de fondo de estos países.
La idea del multipolo es una utopía reaccionaria. La tendencia natural del capitalismo es a una mayor acumulación y centralización de dinero y del poder, si una nueva hegemonía se erige, no lo hará amablemente, luchará por un control total porque no podrá conseguir su objetivo sin una respuesta colérica de parte del imperialismo decadente, como la estamos viendo ahora mismo con la guerra en Ucrania o el criminal genocidio del Estado sionista contra el pueblo palestino con la complicidad de EEUU y Europa.
La batalla por la hegemonía mundial será muy dura y criminal, comercial y bélica; y no se escapará ningún rincón del mundo de sus efectos, ni escatimarán en poner todo lo que tenga a la mano para sus propios fines, así AL será puesta en su totalidad al servicio de las potencias en lucha.
Intervencionismo imperialista
Un ejemplo de lo lejos que puede llegar el imperialismo en una época como esta, es el intervencionismo que se ha denunciado desde la misma presidencia mexicana, con el pretexto del fentanilo y la participación de la DEA en el espionaje en México y su colusión con el crimen organizado. Las amenazas han sido cada vez más constantes.
El imperialismo está dando una batalla propagandística sin tregua. Hace algunos meses acusaba a México de ser el sitio de mayor acogida para espías rusos, amenazando con que eso puede afectar su seguridad de manera estratégica. Además, la campaña perpetua de considerar legalmente a los narcotraficantes mexicanos como terroristas para supuestamente, dar una ofensiva mayor en la lucha contra las drogas. Esta campaña impulsada principalmente por los republicanos, incluido Trump, ha llevado a AMLO a denunciar el intervencionismo norteamericano como una “intromisión abusiva y prepotente” señalando los crímenes y colusión de la DEA con el narcotráfico.
La hipocresía del gobierno estadounidense no tiene límites, por ello el presidente de México ha señalado la corrupción del exdirector de la DEA, Nicholas Palmeri que en 2021 fue captado, en medio de la pandemia, de vacaciones junto a conocidos abogados de narcotraficantes y lavadores de dinero cuando apenas llevaba 14 meses en el cargo.
Mientras el gobierno de Biden llama al narcotráfico mexicano una de las “principales amenazas globales”, la realidad es que este monstruo no sería lo que es sin la enorme colaboración de los principales bancos y las mismas agencias de investigación norteamericanas.
Si bien la crisis de mortalidad por consumo de fentanilo es una verdadera epidemia en EEUU, al gobierno y a los políticos burgueses demócratas y republicanos es lo que menos les interesa. La lucha contra el fentanilo se ha utilizado como demagogia para amagar a México y responsabilizar a China, tratando de meter una cuña entre ambos países. El intervencionismo norteamericano ha sido constante durante toda la historia del país, la amenaza de escalar parece ser más propaganda que un plan en marcha, pero en esta época de desesperación del imperialismo yankee no podemos descartar ninguna posibilidad.
Durante las últimas semanas De Santis, un trumpista que al mismo tiempo compite con Trump por la candidatura del Partido Republicano a la presidencia del próximo año, se ha sumado a la orquesta acusando a AMLO de tener un caos incontrolable con relación al crimen organizado. Al parecer, la posición política con relación a México será de importancia en la carrera electoral rumbo al 2024.
Por un sindicalismo de clase, democrático y combativo
Igual que es imposible librarse del imperialismo sustituyendo el dominio de Washington por el de Beijin o Moscú, las ilusiones en la llamada multipolaridad tampoco mejorarán absolutamente nada las condiciones de trabajo. La competencia sólo sirve para la acumulación sin fin de los capitalistas. Mientras el capitalismo no caiga, y no lo hará sólo, habrá que derribarlo con la lucha organizada y revolucionaria. Esa es una tarea fundamental que tendrá que asumir la clase obrera, levantando una política sindical revolucionaria dentro de los sindicatos, si no queremos seguir viendo como la productividad aumenta a costa de nuestra salud y la depredación de los recursos naturales y humanos del planeta.
El movimiento 20/32 fue un parteaguas de esta nueva época de luchas obreras en respuesta a la decadencia de la hegemonía estadounidense y al ascenso chino. Las y los compañeros nos mostraron el camino de la lucha bajo los métodos tradicionales y más eficientes de la movilización en las calles y las huelgas obreras. Hicieron realidad el aumento salarial, que pese a estar legislado, los empresarios realizaban maniobras para no aplicarlo.
Además, esta clase obrera joven, no se contentó con la lucha económica, también forjó la vanguardia en la lucha contra el charrismo sindical y por un sindicalismo combativo. Sin duda, el capitalismo ha creado a sus sepultureros, como afirmó Marx. La lucha por derrocar al capitalismo debe ser totalmente consciente y permanente, hoy más que nunca es necesaria la lucha contra el viejo y el nuevo charrismo sindical y por la construcción de sindicatos independientes como una herramienta para arrebatar salarios dignos, pero también para defender el territorio y arrebatar las palancas de la producción y del conjunto de la economía de manos de los que nos expropian todo para acumular ganancias a costa de socializar sus pérdidas. Hoy, más que nunca, hace falta dar la lucha por el socialismo y hoy más que nunca somos una clase obrera poderosa que puede darla.
Lo único que puede librarnos del fuego cruzado entre los dos grandes bloques en disputa es una verdadera revolución socialista ningún programa de reformas será capaz de concretarse a favor de la clase trabajadora si no luchamos en las calles para transformar todo el sistema.