El espurio Calderón ha anunciado la creación de una serie de penales de “súper”, “ultra” y “máxima” seguridad. Esta serie de ocho penales pretende albergar a 20 mil de los presos federales más peligrosos (particularmente los vinculados al narcotráfico). Hasta ahora la inversión para construir solamente uno de estos penales asciende a los 2 mil 600 millones de pesos. Esto hace de esperar que tan sólo la construcción de estos penales sangrará las finanzas públicas con por lo menos 20 mil 800 millones de pesos. Y, reitero, esto es solamente para la construcción. A esto hay que agregar que se espera que, en la división de alta seguridad,  haya vigilancia individual a cada uno de los 500 reos para los que habrá capacidad en la división de alta seguridad de cada uno de los ocho penales. Ahora, esto es simplemente un parche para intentar frenar el desmoronamiento y la decadencia del sistema penitenciario de México. La mórbida sobrepoblación, los motines, las fugas, la corrupción, las ejecuciones y el gobierno de las pandillas y los cárteles es el pan nuestro de cada día en los penales actuales. Todo esto responde a un problema de fondo que estos penales no podrán más que intentar esconder. Para ilustrar este problema intentaré apoyarme en algunos datos.

En 2005, la población penitenciaria era de 3164 repartidos en 6 penales. En 2011 el número llegó a 18283 distribuidos en 12 penales. Esto quiere decir que, aunque se duplicó el número de penales en esos años, la proporción de reos por penal se triplicó. Pero, por si esto no fuera poco, la SSP tiene la perspectiva de cerrar el año 2012 con 35000 presos distribuidos en 22 penales (donde se cuentan los arriba mencionados junto con un programa de ampliaciones de penales existentes). Con esta perspectiva, casi se duplicaría el número de penales (de 12 a 22) pero se mantendría la misma proporción de saturación que se tiene actualmente (hay que decir que incluso es posible que esta proporción aumente debido a la naturaleza de los nuevos penales, particularmente sus secciones de máxima seguridad). Toda esta sobresaturación, sumado a la creciente violencia del narco y su clara injerencia en los asuntos del gobierno han tenido sus consecuencias.

En los últimos cinco años ha habido 887 incidentes en los reclusorios del país, con la participación de 5 mil179 reos. Estos incidentes han incluido motines (en lo que participaron 3 mil 269 reos), riñas (con 922 reos), 320 reos se fugaron, 107 hicieron huelga de hambre. Las repercusiones de esto fueron 316 reos muertos, 52 homicidios, 83 suicidios y 60 agresiones a terceros. Cabe decir que, aunque estos son números oficiales reconocidos por la Secretaría de Seguridad Pública Federal (cosa que puede significar que existan más incidentes no reconocidos por dicha secretaría),  estas escandalosas estadísticas hablan por sí mismas y pintan un panorama más que desolador sobre la realidad en el interior de los penales de México.

A esto hay que agregar que se ha vuelto una práctica común en los penales de México la instalación de fábricas manufactureras. Esta práctica está en sintonía con las nuevas cárceles privadas en los estados unidos. En ambos casos, se instalan fábricas en los penales y se los hace trabajar por salarios muy inferiores a los que se pagan en el exterior. Los presos se ven obligados a aceptar esas condiciones pues necesitan esos ingresos para mantenerse en prisión e incluso para apoyar a sus familias en el exterior. En los penales mexicanos, estas compañías usan métodos como buscar a los presos que falten al trabajo en sus celdas y llevarlos a trabajar. Evidentemente todas las manufactureras se ven muy beneficiados con trabajadores dispuestos a aceptar salarios de hambre y a los que puede controlar y tener vigilados las 24 horas. La miseria de los presos se traduce en las ganancias  de los empresarios.

Idóneamente, los penales deberían servir no solamente para proteger a la ciudad sino para ayudar a rehabilitar a los reos y reintegrarlos a la sociedad. Nada más lejos de la realidad de los penales en México. Para los reos que logran sobrevivir a su estancia en prisión, la sobrepoblación, malas condiciones de vida, explotación y violencia los vuelve reclutas idóneos para las pandillas y cárteles. Esto hace que los penales sean más bien escuelas de crimen que convierte delincuentes menores en miembros del crimen organizado.

En fin, la situación de los penales en México es cada vez peor. Durante el sexenio de Calderón ha sido claro que su interés no está en desarraigar el problema de raíz sino simplemente utilizar la fuerza pública para favorecer a ciertos grupos criminales por sobre otros. Dejando que el pueblo trabajador mexicano pague los platos rotos. Ni los nuevos penales, ni los millones que se invierte en fuerza  pública son la solución que parará la decadencia de la sociedad mexicana que se ve exhibida en la condición de los penales; el problema de fondo tiene nombre y es Capitalismo. Mientras exista una sociedad violenta en que la explotación del hombre por el hombre sea la norma, la situación de los penales no podrá mejorar significativamente.


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