Desde los primeros momentos de conocer el resultado del fraude electoral la sonrisa de Peña Nieto anunciaba calamidad para los trabajadores y explotados. Algunas de las acciones más urgentes del nuevo gobierno en caso de que se imponga el fraude electoral serán las llamadas reformas estructurales. Entre ellas resalta la contrarreforma laboral que los representantes del régimen ya ofrecen para antes que termine el año, los más aventurados hasta antes de que el priísta tome posesión.

Períodos de prueba de trabajo de hasta 180 días, al final el patrón podrá dar por terminada la relación laboral sin responsabilidad para éste. Modificación sustancial al pago de salarios, con el fin de que se pueda realizar por hora: reforma al artículo 83 de la Ley Federal del Trabajo (LFT) para que el salario se pueda cubrir de manera proporcional al tiempo laborado, lo cual se traduciría en la desaparición del salario mínimo; ya no sería obligación de los patrones pagar el mínimo completo, sólo pagarían por hora (7.47 pesos la hora). El monto de bonos, incentivos y comisiones pueda ser determinado por las compañías de manera unilateral. En los juicios laborales sólo se podrá pagar hasta un máximo de un año de salarios caídos. Aumenta las causales de despido y permite los ceses libres, pues no será obligatorio entregar a los trabajadores el aviso de rescisión.

En una de sus palabras: modernizar, es decir, poner la situación laboral del país al día de la explotación más incruenta del capitalismo mundial. Y así tranquilizar y conquistar las simpatías de la “comunidad financiera”, quienes, dicho sea de paso, no son otros sino los mismos industriales y banqueros que desde la Coparmex y el CCE han alabado a Peña como el idóneo para la estabilidad económica en México y el garante de que las mentadas contrarreformas serán llevadas a cabo.

Como en el caso de la electricidad, el petróleo, la educación o la salud, después de una contrarreforma frontal fallida los gobiernos derechistas de ambos partidos llevaron a cabo un ataque soterrado y silencioso, modificando leyes secundarias, creando otras que contradicen la LFT y cerrando los ojos a las prácticas patronales y las condiciones de trabajo; ahora ha llegado un momento en que no se puede seguir por el mismo camino, so peligro -para la patronal- de desperdiciar otro sexenio tal como sucedió con Fox y Calderón. Las condiciones de la crisis y explotación capitalista mundial exigen a México dar un salto cualitativo y la derecha se apresta a atacar con todo y de frente, envalentonados con la imposición de su candidato.

Sin embargo el nuevo gobierno tendrá más de un problema para aplicar con éxito sus recetas. Una de las dificultades será el no ser mayoría calificada en el Congreso de la Unión. La reforma laboral presentada por el grupo parlamentario del PRI aunque muy semejante a la del PAN, presentada por el, entonces, Secretario del Trabajo Javier Lozano, difiere en el papel que intenta dar a los sindicatos. "Los sindicatos si no tienen dinero, pues son sindicatos más débiles, más fáciles de vulnerar. El PAN quería pulverizar el movimiento obrero. Ahí sí Peña Nieto no está de acuerdo", dice el jefe de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC) y futuro senador del PRI, Isaías González. Esto será fuente constante de jalones entre las diferentes bancadas, pero podemos esperar qué en las cuestiones primordiales votarán juntos.

Más bien éste punto hay que enfocarlo no como una contradicción de forma, de estilo o de jerarquía de intereses entre el PAN y el PRI sino, más bien, como los inevitables dolores de un gobierno débil, cuestionado y repudiado, en medio de una aguda crisis económica mundial. Tendrán que pensar cada cosa dos veces antes de salir y enfrentar un movimientos social contestatario que no deja las calles y que está poniendo en tela de juicio todos los pilares del Estado mexicano y el poder de al burguesía. La contradicción está entonces entre los intentos de aplicar las medidas y el temor a atizar la ira popular y acercar al elemento proletario a entrar en acción, en defensa o peor, en contrataque.

A diferencia del PAN, puramente empresarial, cuya política laboral tuvo que adaptarse a los cotos charros previamente existentes, el PRI obtiene una parte de su dominio basado en el más obtuso y degenerado burocratismo sindical. Maniobrar para cumplir con las tareas dictadas por el imperialismo y la oligarquía nacional, obtener el apoyo del PAN y algunos industriales escépticos sin perder su control entre los charros sindicales, y asegurar la paz social necesaria a la aprobación de los ataques. Este es el verdadero punto débil de EPN y cualquier Estado capitalista hoy día.

Sin embargo, el elemento omnipresente, que los unos callan, los otros niegan, los más obtusos ignoran y los más reaccionarios tratan de asesinar apenas asome su cabeza, es el elemento obrero, la inmensa fuerza del gigante dormido pero con la sola existencia basta para mantener a raya a algunos. En una sociedad donde la explotación del obrero es la riqueza de una minoría podemos asegurar que a pesar de cualquier derrota momentánea el movimiento obrero mexicano pasará al ataque rompiendo cualquier traba, sacudiéndose a toda la burocracia y desafiando a la imposición de EPN y sus reformas.


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