Industria, inversión y empleo.
Calderón y demás analistas, entre ellos el Banco Mundial, coinciden en que la economía mexicana en 2008 podrá crecer en un 3.5%. El problema es que para ese mismo año los pronósticos destacan que la economía yanqui tendrá un desarrollo prácticamente similar al del 2007, es decir de estancamiento, y difícilmente jugará un papel de estimulo para nuestra economía. Además por otro lado están las problemáticas de PEMEX y las remesas, las dos fuentes más importantes de divisas para nuestro país. Bajo este panorama resulta inimaginable una reactivación de la industria nacional que funja como un factor que empuje a la economía hacia arriba.
El sexenio de Fox representó un periodo de desmantelamiento de la industria nacional, la cual está integrada casi en un 95% por medianas, pequeñas y micro industrias. Ya entonces la patronal Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra) reportaba que en los últimos 10 años, ocho de cada diez nuevas empresas habían quebrado. Para el 2004 dichas empresas ya laboraban tan sólo a una quinta parte de su capacidad productiva, es decir el 80% de su capacidad se mantenía ociosa. Este es un hecho dramático para la clase trabajadora, pues estas empresas, que para colmo de Calderón colaboran con el 52% del PIB, concentran el 72% de los empleos. A este respecto hay estudios que señalan que a lo largo de los últimos seis años las manufacturas perdieron el 17% de sus puestos de trabajo.
El periodo de Vicente Fox, en el que a pesar de haber obtenido una inflación baja se creció menos que los dos anteriores sexenio, puede ser caracterizado como el de mayor destrucción de fuerzas productivas a lo largo de la última década. Sin embargo, para el caso de Calderón, no existe alguna clase de base material firme que nos haga pensar que esta tendencia se revertirá. La perspectiva más probable es la de que en el mejor de los casos (subrayamos esto de en el mejor de los casos) las cosas continúen igual, sino es que peor. Al respecto, en este 2007 ya hay serios síntomas que por sí mismo hablan de la dirección de esta tendencia; veamos qué es lo que se ha informado a este propósito en la prensa burguesa:
a) De enero a febrero se registra una caída del 50% en gasto de capital fijo (maquinaria y equipamiento) en relación al mismo periodo del 2006.
b) De enero a marzo, de acuerdo al INEGI y a la SHCP, la producción industrial registró un crecimiento de 1.4 puntos porcentuales, traduciéndose ello en una caída del 77% respeto al mismo periodo del 2006.
c) La SHCP informa que de enero a julio la industria creció tan sólo un 0.9%, es decir prácticamente nada.
d) Para agosto se informa que la mitad de la industria de la construcción, considerada como uno de los principales motores de la economía nacional, está paralizada. Este descalabro es peor al del año 2000, el cual en su momento fue considerado como muy grave, cuando sólo se encontraba paralizada una de cada cuatro empresas de este ramo.
Una nota publicada por El Financiero del 20 de agosto pasado es bastante ilustrativa del triste periodo que vive la industria nacional: “La industria se haya en una progresiva descapitalización… a 13 años del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) los contrastes se observan en el comportamiento de la industria manufacturera, pues entre 1994 y 2000 tuvo un crecimiento su Producto Interno Bruto (PIB) de 5.58 por ciento; en el periodo de 2000 a 2006 dejó atrás su expansión para entrar en una fase de estancamiento, con avance marginal de 0.68 por ciento. Esta situación se mantuvo para el primer semestre de 2007, cuando el PIB de la industria manufacturera mostró una variación de 0.2 por ciento. En este contexto, las manufacturas experimentan una gradual pérdida de competitividad”.
Formalmente ante este panorama desolador, el crédito tendría que entrar como auxiliar vitaminizando a la industria. Sin embargo la realidad indica que la posibilidad de que los banqueros jueguen un papel de primer orden, más allá de medidas marginales, ante esta crisis industrial, está descartada. Las ganancias de la banca privada han sido particularmente jugosas durante ya bastantes años, encontrando en el sexenio de Fox una nueva bonanza, sin que ello se haya traducido en la conformación de una plataforma firme de financiamiento para la industria.
La sequía de créditos no es una tendencia nueva pues de 1995 a 2005 el de la banca privada se desplomó del 43 al 18% en proporción al PIB y en el caso de la banca de desarrollo por medio del BM, este desplome fue del 60%. Este fenómeno ha arrojado como resultado que, según la Coparmex, en los últimos 10 años el crédito a la mediana y pequeña industria haya caído en un 500%.
El papel de la banca demuestra su carácter especulativo y ratifica la tesis de Lenin en el sentido de que en la época del imperialismo, el capital financiero termina por subordinar al capital industrial. Una nota de La Jornada de 7 de marzo de 2006 titulada Aumentaron 257% las ganancias de tres de los principales bancos, señala que “A partir de las transferencias por más de 116 mil 100 millones de pesos que realizó el gobierno federal en 2005 a favor de cuatro bancos, tres de ellos: BBVA-Bancomer, Banamex-Citigroup y Banorte, alcanzaron una utilidad conjunta de casi 37 mil 500 millones de pesos durante el año pasado, las más altas de su historia en México”.
Pero ello no ha tenido ni el más mínimo efecto para dejar en el pasado la sequía de créditos. Esto queda claro cuando, a datos de junio del 2007, se desglosan los activos de la banca privada en su conjunto, los cuales para ese mes fueron de 13 billones 736 mil millones de pesos. De ese total, solo un billón 524 mil millones de pesos (10.9%) fueron para créditos, ocupando el segmento mas grande de esta última cantidad el crédito para consumo (dinero plástico) con un 28.3%.
En 2000 el acceso de las empresas al crédito de la banca privada ya era bajo, para esos años tan sólo el 23.7% de estas lo empleaban, pero ese porcentaje ha caído en la actualidad hasta el 16.9%.
Otra fuente de financiamiento que debería jugar un papel para oxigenar a la industria nacional es la Inversión Extranjera Directa (IED), la cual está orientada a la producción. Sin embargo, acorde a los tiempos y lo cada vez menos atractivo de la economía mexicana, este es un rubro que también demuestra un comportamiento a la raquítico e inestable.
IED 2001-2006:
Año
Promedio crecimiento anual (%)
2001
4.5
2002
2.4
2003
1.8
2004
2.5
2005
1.9
2006
6.3
Si bien 2006 representó una recuperación en el crecimiento de la IED, ello también como producto de una concesión del imperialismo a partir de la imposición de Calderón, el BM estima que al terminar este 2007 este tipo de inversión llegará a los 20 mil 982 millones de dólares, ello solamente representa un poco mas de dos mil millones en relación a un año antes en el cual estas inversiones ascendieron a los 18 mil 938 millones. Y para el 2008 esa misma institución espera que la IED nada más llegue a los 19 mil 761 millones de billetes verdes. Los resultados estimados para estos dos últimos años implican regresar a la tendencia del bajo crecimiento que la IED mantuvo durante la mayor parte del gobierno de Fox.
Además en términos de evaluar hasta dónde la IED es capaz de resarcir los daños de la industria nacional, no sería suficiente con mirar las cantidades en abstracto. La inmensa mayoría de la industria nacional es de mediana para abajo y está lejos de ser atractiva para esta clase de inversiones; por su parte la gran industria no ocupa más allá del 5% de total. La IED en su inmensa mayoría va orientada a este sector, que es de capital trasnacional o con una fuerte participación de este último.
Además de reinvertir en el sector mas desarrollado de la industria, la IED no llega a nuestro país a abrir nuevas empresas, papel que formalmente tendría que estar desempeñando, sino para adquirir parte de las ya existentes. A este fin se dedican 52 centavos de cada dólar que llegan por medio de IED.
Pero la problemática de las inversiones en México no sólo se limita a la sequía de créditos ni al pobre papel de la IED, sino que va más lejos. A todo ello, y para complicar aun más el panorama de la industria, se agrega la fuga de capitales.
Durante 2001, resintiendo los efectos de la desaceleración economía de los EU sobre México, salieron del país divisas propiedad de mexicanos para ser depositadas en cuentas de bancos extranjeros, principalmente del imperialismo yanqui, en una cantidad de 7 mil 99 millones de dólares. En 2004 esta cantidad llegó a los 4 mil 588 millones. Sin embargo esta cifra duplicó a la de 2004 y superó a la de 2001 en tan sólo un trimestre de 2006, de julio a septiembre, llegando a los 8 mil 323.6 millones de dólares. Esta última cantidad por sí misma ya supera a los 7 mil 357.7 millones de dólares que salieron tras los llamados “errores de diciembre” de 1994 que marcaron la pauta para el inicio de la crisis de 1995, la cual fue las mas profunda en la historia de México. Los movimientos de estos capitales ya son un anuncio que anticipan la tormenta económica que se avecina en México.
Pero las razones para estar preocupados no se termina ahí, otro indicador que nos habla del nivel de fugas de capital son las inversiones en el extranjero de los “varones del dinero”, las cuales representan una seria sangría para la economía nacional. Es alarmante que estos caballeros, entre quienes destacan Carlos Slim, Lorenzo Zambrano, Eugenio Garza, etcétera, durante los seis años que duró el gobierno de Fox hicieran inversiones en el extranjero superiores a los 21 mil millones de dólares. Sin embargo, ojo, de acuerdo a la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) esa cantidad crecerá “holgadamente” al terminar 2007, pues tan solo Cemex adquirió este año en 14 mil 700 millones de dólares, una empresa cementera australiana. Es decir, que la perspectiva indica que tan sólo en un año saldrá de México en este tipo de inversiones una cantidad similar a la que salió a lo largo de los seis años anteriores. Y apenas estamos hablando del primer año del gobierno espurio.
A ciencia cierta, a partir de este pandemonium, además de la concentración de riquezas, el único resultado tangible de desarrollo económico a partir de la táctica de la burguesía a lo largo de ya varios años de “neoliberalismo” ha sido el sector informal en el que los “avances” son verdaderamente escandalosos: un informe del FMI publicado por La Jornada el 13 de octubre del año pasado destaca que a lo largo del gobierno de Fox la economía informal (la cual va mas allá del comercio en las calles) se expandió hasta lograr un tamaño equivalente a una tercera parte del PIB, al alcanzar un valor de 284 mil millones de dólares.
Uno de los efectos más traumáticos de la crisis y de este abierto proceso de destrucción de las fuerzas productivas, ha sido el incremento del desempleo. A pesar de los años en que se experimentó cierto desarrollo económico gracias al auge de las exportaciones, la generación de empleos aun en esas condiciones quedó lejos de cubrir las expectativas. A lo largo del sexenio de Salinas se crearon 710 mil 720 nuevas plazas; con Zedillo esta cantidad ascendió a los 2 millones 535 mil 789 y con Fox la cifra se quedó en los 897 mil 276 nuevos empleos. En total 4 millones 143mil 785 nuevos empleos a lo largo de 18 años.
Considerando este gran total, es evidente el retroceso del empleo si tomamos en cuenta que cada año se integran al mercado de trabajo un millón 300 mil jóvenes en busca de empleo. En porcentajes, y basándonos en las cifras oficiales, de 2000 a 2006 el desempleo creció del 1.9 al 3.58%. Y de enero a septiembre de este 2007 ya se incrementó hasta el 3.87%. De acuerdo al INEGI, para mediados de este año ya había 6.4 millones de personas en el desempleo total y 11 millones en el subempleo. Bajo el contexto que hemos analizado en su conjunto, revertir esa tendencia a lo largo de 2008 se presenta como imposible.
Como una medida de la burguesía para tratar de amortizar los costes de la crisis, además de abatir los salarios y despedir a trabajadores, esta ha optado por precarizar masivamente el trabajo. Es decir, contratar a millones de trabajadores sin ofrecerles ni la más mínima estabilidad laboral y ninguna clase de prestación, incluido el IMSS. En estas condiciones laboran aproximadamente 20 millones de mexicanos.
Con el sacrificio de la clase trabajadora la burguesía está tratando de hacerle frente a la crisis, sin embargo la prolongación de ésta y las fuertes posibilidades de que se profundice, le hacen pensar que los ataques implementados hasta el momento, no son suficientes; que es necesario ir más lejos para estrujar más aun a la clase trabajadora. Después de los diferentes palmos de nariz que se llevó Fox cada que quiso atacar la Ley Federal del Trabajo (LFT), el régimen optó por archivar durante un periodo lo que se conoció como “Ley Abascal” que era la propuesta del entonces titular de la Secretaria del Trabajo y Previsión social (STPS) para reformar las leyes laborales, con el objetivo de aniquilar las conquistas restantes y de paso obtener un mayor control del Estado sobre el derecho a huelga.
La enorme polarización social de aquellos años, los cuáles llegaron a su punto mas álgido en la lucha revolucionaria del 2006, obligaron a la burguesía a suspender temporalmente sus reaccionarios objetivos sobre la LFT. Pero el deterioro de la economía se ha extendido y a estas alturas ya no les ha quedado más remedio que de nuevo plantear la necesidad de atacar a la LFT, como quedó totalmente claro a finales de octubre pasado cuando el nuevo titular de la Secretaria del Trabajo Javier Lozano Alarcón, “anunció que al final del año estará lista la propuesta de reforma laboral, que será entregada a los legisladores después de la revisión de 184 iniciativas para modificar la Ley Federal del Trabajo”. (La Jornada 261007).
Si caen los beneficios, la burguesía necesita abaratar urgentemente los costes de producción y se tiene que lazar sobre la variable que consideran más su alcance: las condiciones de trabajo. Sin embargo atacar a la LFT no es tarea fácil, menos cuando las masas recientemente han dado muestras contundentes de ya no estar dispuestas a tolerar más ataques.
El panorama es desolador para la industria, una perspectiva probable es que el cierre entre ellas se incremente. Un análisis por encima de la superficie podría hacernos pensar que este fenómeno, en un momento dado podría ir desactivando al movimiento obrero e inhibiendo las luchas de los trabajadores al perder sus empleos. Pero la realidad es más compleja y es importante mirar mas a fondo esta problemática, considerándola dentro del momento en qué se encuentra la lucha de clases. Para tener una visón mas de conjunto y poder trazar una perspectiva, hay que considerar algunos aspectos.
A finales de los años 90 el movimiento obrero entró en una etapa de recuperación que ya en aquellos años le impidió, por medio de movilizaciones, a Zedillo privatizar a la industria eléctrica; entre 2001 y 2002 la recuperación del movimiento era tal que prácticamente paralizó la política de ataques de Fox, permitiéndole avanzar, y no gracias a los trabajadores sino a los dirigentes que no estuvieron dispuestos a ir hasta las últimas consecuencia, únicamente en la contrarreforma al Régimen de Jubilaciones y Pensiones de los trabajadores del IMSS; en el 2006 los mineros dan una muestra a la más alta escuela de los métodos tradicionales de lucha proletaria, particularmente los de Sicartsa, de cómo se defiende y se gana una huelga nacional; ese mismo año estallan los acontecimientos revolucionarios más importantes en décadas de historia de lucha de clases en México: a nivel local Oaxaca y a nivel nacional la lucha contra el fraude electoral. En la administración de Calderón es atacada la Ley del ISSSTE y miles de trabajadores del magisterio y de dependencias públicas, responden convocando y organizando cuatro paros nacionales.
Por supuesto que no estamos planteando un desarrollo mecánico y automático del movimiento, en el que cada semana la lucha de clases sube como espuma sin parar. Se trata de una cuestión dialéctica en la que hay alzas y bajas, con periodos de lucha más intensos seguidos de una actividad menor. Todo esto es normal, la clase trabajadora no puede estar indefinidamente luchando sin parar, sino que también se toma sus periodos de reposo para recuperar fuerzas, sacar lecciones del pasado, reagruparse y nuevamente lanzarse a la lucha. Los marxistas organización jamás hemos pensado que la clase trabajadora una vez que se lanza a la lucha, ya no para. La dinámica de la lucha de clases es de otra manera. Lo que nos interesa resaltar es, primero, que a pesar de las altas y bajas naturales, la tendencia del movimiento es hacia arriba; segundo, que la clase trabajadora ha vivido durante el último quinquenio, especialmente durante 2006, un estupendo periodo de aprendizaje y experiencia no vivido en décadas; tercero, que a pesar de que el fraude electoral se impuso y que la Ley del ISSSTE fue atacada, por citar dos ejemplos recientes, la clase trabajadora aun no recibe una derrota decisiva y desmoralizante y el estado de ánimo sigue siendo favorable para luchar.
En esas condiciones de lucha, el desarrollo de la problemática de las fábricas cerradas por la extensión, la profundización del estancamiento de la economía o de plano su colapso, perspectiva esta última que no podemos descartar si los EU entran en recesión, se puede transformar en un nuevo frente de batalla de la clase trabajadora por medio de un movimiento de la defensa del empleo a través de la ocupación de fábricas cerradas. Además un factor externo que favorece esta perspectiva, dado el ejemplo que significa, es el movimiento de fábricas ocupadas en Venezuela y otros países de América Latina.
En México bastaría una, dos, tres fábricas tomadas para que el ejemplo sea retomado por miles de trabajadores. Un movimiento de fábricas tomadas podría marcar un nuevo punto de inflexión para el proceso revolucionario que se ha abierto en nuestro país. Además, en lo relacionado a la defensa de la LFT y en contra de otros ataques, debemos mantener y levantar bien el alto la consigna de la huelga general de 24 horas.
Las finanzas del Estado.
Otro medio empleado por la burguesía como parte de su estrategia para tratar de revertir la crisis del capital, ha sido la de ir reduciendo gradualmente el déficit de las finanzas públicas. Por medio de esta política restrictiva, en la que el Estado aumente sus ingresos a la par que diminuye sus egresos, la burguesía pretende combatir la inflación y generar estabilidad monetaria, ello con la intención de además estimular las inversiones. También en este rubro, la burguesía busca pretextos para aplicar sus políticas de ataques, por ejemplo durante todo el desarrollo estabilizador (1952-1970), el déficit presupuestal fue cero o prácticamente cero, lo que no impidió una expansión de la inversión del Estado en la economía
Los avances de la burguesía en la reducción del déficit público son notorios, logrando que éste pasara del 14.7% que tenía en 1982, al cero por ciento logrado en 2006. Un primer elemento a destacar, y que es trascendente para la lucha de clases, es que esa reducción gradual se logró principalmente a partir de recortes salvajes del gasto social, la privatización de la mayor parte de la industria pública y el incremento a los impuestos cautivos como el IVA, el cual paso del 5 al 15%, y los de las gasolinas, las cuales contienen en su precio final un 50% aproximado en impuestos.
En esta política, la recaudación fiscal ha jugado un papel bastante limitado, puesta ésta en general ha experimentado durante ya varios años una tendencia a la baja, pasando del 17% en proporción del PIB de 1985, al 9.5 alcanzado en 2006. Pero además, a pesar del resultado del déficit cero, otra variable que no puede hacer sentir satisfecha a la burguesía es que si a la hora de hacer las cuentas de las finanzas del Estado se omiten los ingresos petroleros, resulta que el déficit no petrolero se va hasta el 8%, tal como sucedió en 2006 de acuerdo al FMI.
Ante la desesperación del Estado por su sed de más recursos, Calderón impulsó y logró con el apoyo del PAN y el PRI su Reforma Fiscal, la cual le permitirá recursos adicionales por 114 mil millones de pesos, equivalentes al 1% del PIB, en su primer año de aplicación. Sin embargo existe una serie de factores que hacen suponer que dicha reforma, de por sí ya limitada, tendrá un efecto más que marginal para favorecer a las finanzas del Estado. Ya mas arriba comentamos sobre la exención de impuesto para una capa de empresarios, por 10 mil millones de pesos a lo largo de 2008 para tratar de evitar que el IETU tenga efectos inflacionarios.
Además, respecto al Gasolinazo, aprobado como parte del paquete de dicha Reforma Fiscal, por medio del cual se espera recaudar 22 mil millones de pesos, éste prácticamente será anulado por las crecientes importaciones de hidrocarburos, especialmente de gasolinas. Tan solo para el 2007 se espera que se importen 10 mil millones de dólares en gasolinas.
Pero a estas contradicciones se agregan los privilegios fiscales para la clase dominante. Para ilustrar el tamaño del boquete que significan dichos privilegios, basta recordar los resultados del 2000 al 2005 en los cuales el gobierno “transfirió”, por empelar la terminología de la SHCP, a los empresarios un billón 175 mil 498 millones de pesos, cantidad equivalente al 50% de la propuesta original de egresos públicos del 2008. Esta “transferencia” se realizó por medio de la devolución de impuestos y la asignación de créditos fiscales. Y esta forma de subsidio para la burguesía, en la que no se está considerando al IPAB y al rescate carretero por ejemplo, continúa sin descanso, prueba de ello es que durante el primer semestre de este 2007 la SHCP devolvió en impuestos a la burguesía 168 mil millones de pesos.
Si todo esto no se tratara de una dura realidad que tienen que padecer todos los días las masas oprimidas, podríamos decir que las amargas quejas del gobierno sobre la difícil situación de las finanzas públicas no son más que una estupenda broma. Sin embargo no es una broma, pero sí, la política de Calderón y sus antecesores sobre las finanzas públicas refleja de manera exponencial el nivel de descaro y cinismo con que actúa la burguesía y el papel lacayo del Estado. El marxismo explica que el Estado es una herramienta al servicio de la clase dominante, en este caso de la Burguesía. La forma y la intensidad en que el Estado actúe en beneficio de la burguesía, ya sea en el terreno político o en el económico, en buena medida estará determinado por el grado de desarrollo de la nación de que se trate, el estado de la economía, el periodo en que se encuentre la lucha de clases y la relación de fuerzas entre éstas.
Así, en un contexto de una nación atrasada como la mexicana, la burguesía adquiere un carácter fuertemente parasitario respecto al Estado; carácter que se magnifica en periodos de estancamiento y crisis económica.
La debilidad de las finanzas de Estado está fuertemente relacionado con los efectos del estancamiento económico, las cuales también caen porque el nivel de consumo de las masas se reduce y por consecuencia se debilitan, por ejemplo, impuestos cautivos como el IVA; además los despidos y los cierres de empresas reducen el número de contribuyentes. Respecto a los empresarios, un caso que ejemplifica dicha situación, es en un informe del 2005 que destaca que las reservas de que disponía durante ese año el sector empresarial para el pago de impuestos, habían sufrido una recaída del 9.5%.
Del petróleo depende un porcentaje importante de los ingresos del Estado, en el 2006 esa dependencia fue del 36% del total. Esta fuente de financiamiento, por décadas enteras ha sido el principal soporte del Estado para la ampliación de sus políticas; por sí mismo este es un enorme factor de riesgo dado que el mercado petrolero es muy oscilante, con alzas y bajas de los precios, algunas muy profundas en ambos sentidos, lo cual crea una base bastante inestable para una economía como la mexicana, fuertemente dependiente de esta materia prima.
A esas oscilaciones naturales del mercado petrolero, se le agrega al hecho de que se trata de un bien finito que, como se explicó mas arriba, está llegando a sus límites. En nuestro caso un ejemplo de ello es Cantarel, principal pozo petrolero de todo México, el cual ya se está agotando. Además, para colmo de las finanzas públicas y la producción petrolera nacional, PEMEX está seriamente golpeada, hundida en deudas, a la par de una minúscula inversión del Estado para el desarrollo de su infraestructura, de tal manera que, bajo la política del régimen, está prácticamente imposibilitada para levantar cabeza y jugar como un motor más eficiente para la economía y para los ingresos del Estado. Estas contradicciones, aunadas a una menor demanda por parte de los Estados Unidos, hacen que los altos precios del barril del petróleo, que ha llegado a máximos históricos en muchos años, prácticamente no tengan un efecto positivo para las finanzas públicas, ni para la economía en su conjunto.
México es uno de los principales países productores de petróleo y en otras condiciones, con precios como los que ha alcanzado en los últimos meses y semanas el barril mexicano, el cual ha llegado incluso a los 80 dólares, se tendría que estar viviendo toda una bonanza, especialmente para las finanzas del Estado. Sin embargo esto no ha sucedido. Ya más arriba citamos informes de la SHCP y de la Administración de Información de Energía de los EU, en los que se reconoce la forma en que han caído los ingresos petroleros a pesar del caro precio del barril.
Pero un problema lleva a otro, a lo largo de la administración foxista ocho de cada 10 dólares que ingresaron por las ventas petroleras, se empelaron para el pago de la deuda pública. Mantener una base sólida para el pago de la deuda publica, es una tarea prioritaria para el Estado pues también de ello depende la estabilidad monetaria, condición para exigida por las inversiones y también para que no se encarezca más la deuda externa en pesos.
Para el primer trimestre del 2006, la deuda neta del gobierno federal llegó a los 3 billones 610 mil millones de pesos, teniendo un equivalente al PIB del 21.1%. Durante años los diferentes gobiernos han tomado medidas para abaratarla y que tenga un peso menor respecto al PIB, y cuando menos a los que se refiere a los últimos seis años, los resultados han sido pobres. Por ejemplo, el porcentaje antes mencionado es solamente 0.1% inferior al del cierre del 2006 y 1.8% menor al que se tenía en el 2000.
La deuda pública es un verdadero lastre para las finanzas de Estado, son un monstruo que nunca sacia su hambre y su sed. Tan sólo, por ejemplo, la parte que le corresponde a la deuda interna, de acuerdo a Banamex, crece a un ritmo de 925 millones de pesos diarios. También esta misma institución bancaria destaca que a septiembre del año en curso, la deuda interna del gobierno sumó 2 billones 643 mil 926 millones de pesos, representando ello un incremento anual del 20.22%.
Abstrayéndonos de otras obligaciones del gasto del Estado y sólo mirando el caso de la deuda interna pública, ya con sólo este hecho resulta evidente la enorme contradicción entre el vertiginoso ritmo con que crece este tipo de deuda y el pobre desarrollo que experimentan las finanzas del Estado. La problemática de PEMEX tiende a exacerbar esa contradicción.
Para el Estado es de vital importancia mantener unas finanzas públicas sanas no sólo porque dicho objetivo está en sincronía con su política macroeconómica, sino porque también estas son una fuente importante más para la trasferencia de capitales, lógica ineludible para un país atrasado en la etapa imperialista del capital, y para continuar subsidiando a la parasitaria burguesía nacional por medio de la devolución de impuestos, la asignación de créditos fiscales, el pago de la deuda del IPAB, la Pidiregas, el rescate carretero, etcétera.
Además, a las presiones de las finanzas del Estado se une la debilidad de Calderón que, en lo particularmente relacionado con el gasto publico, aunque sea de manera moderada, se ha trasformado en un factor que, cuando menos en el caso de la propuesta para 2008, el gobierno se vio obligado a acepar un acuerdo final en la Cámara de Diputados que supera ligeramente la propuesta original de egresos elaborada por la SHCP. Calderón y el PAN no pueden aprobar nada en las cámaras sin el apoyo del PRI. Por su parte el PRI está desesperado por posicionarse electoralmente en todos los niveles. El PRI ya está pensando en las elecciones intermedias del 2009 y sabe que su apuesta está en fortalecer las finanzas de los diferentes gobiernos estatales en los cuales, a pesar de su debacle electoral a nivel federal, tiene su principal bastión dado que aun la mayoría de estos gobiernos está bajo su dominio. Esta presión del PRI aseguró 52 mil 472.5 millones extras para los estados, por encima de la propuesta original de Calderón.
Por su parte Calderón no tuvo más remedio que aceptar esta concesión, dado que necesita salvaguardar su alianza con el PRI pues de ello dependerá en mucho que este partido esté dispuesto a colaborar con el PAN para sacar adelante contrarreformas más ambiciosas como la de la LFT o imponerle IVA a medicamentos y a alimentos, etcétera.
Esta debilidad de Calderón y del PAN, junto con chantaje del PRI, también fue aprovechada por el PRD para presionar y elevar el gasto que finalmente se presupuestó en educación, salud, el campo, desarrollo social e infraestructura hidráulica y carretara. Para estos rubros en su conjunto se logró un egreso adicional en total de 190 mil 320.8 millones de pesos. Realmente esta suma extra representa demasiado poco para resarcir el enorme retroceso que ha sufrido el gasto social a lo largo de ya casi 30 años de constantes recortes; siendo francos existen muy pocas razones para que los diputados del PRD estén contentos con lo que ellos consideran un triunfo. Sin embargo este pírrico avance provocó una reacción colérica de parte de la fracción parlamentaria del PAN, a tal grado que 60 diputados de este partido se revelaron contra el coordinador de su fracción, Héctor Larios, por haberle dejado toda la iniciativa al PRI en la resolución del gasto público del 2008 y amenazaron con votar en contra de dictamen. Finalmente una intensa labor de cabildeo de última hora, ayudó para que solamente seis panistas cumplieran su amenaza votando en contra.
¿Qué es lo que refleja el pánico y la histeria de esta capa de diputados panistas? Los egresos adicionales logrados por las presiones del PRI y el PRD verdaderamente están lejos de ser una cantidad estratosférica ¿Por qué armar esa clase de revueltas? Si miramos por encima de la superficie esta situación, podríamos llegar a la conclusión de que no hay nada que justifique lo que pasó entre la fracción parlamentaria del PAN. Pero si miramos un poco de más de fondo las cosas, la histeria de estos panistas expresa la difícil situación en la que se encuentran las finanzas públicas, para las cuales unos cuantos pesos de más se transforman en un severo dolor de cabeza. Pero a la vez esta contradicción también refleja el carácter de la época en que se encuentra el capitalismo mundial y el atrasado capitalismo mexicano, hundidos en una crisis orgánica, en el cual para los beneficios de la burguesía cada peso y cada dólar valen demasiado. Se trata de una época en la que la burguesía y su Estado se ven obligados a pelear con uñas y dientes cada centavo, siendo ésta una condición que le cierra el paso a los reformistas y su programa.
La época dorada para el reformismo ha quedado en el pasado, la crisis orgánica del capitalismo ha hecho imposible que ese capítulo se repita. Las condiciones materiales de la sociedad contemporánea no le han dejado otro camino a la humanidad más que el de la disyuntiva trazada por Engels: socialismo o barbarie. Dicha disyuntiva le abre un panorama bastante favorable a los marxistas, no visto antes en la historia del capitalismo. Incluso más favorable por mucho al contexto internacional y nacional en el que los bolcheviques desarrollaron su lucha, hasta llevar al proletariado ruso al poder en 1917.
Dichas condiciones son más favorables no sólo por la bancarrota del capitalismo y su incapacidad de ofrecer reformas que le permitan comprar la paz social, sino porque el proletariado en todo el mundo, incluido el mexicano, está más desarrollado que nunca. En realidad el capitalismo mundial y el mexicano son un cóctel en extremo volátil que en cualquier momento estallará en un sentido u otro, y decimos que en un sentido u otro porque por muy profunda que sea la crisis del capitalismo mundial y por enormes que sean sus dificultades para poder desarrollar las fuerzas productivas (Marx explica que el capitalismo sólo se puede reproducir bajo la condición de un constante desarrollo de las fuerzas productivas), no existe la crisis final y última del capitalismo. O los trabajadores toman el poder o la burguesía recobra el control de la situación, empujando al proletariado a una etapa de mayor barbarie.
Así, frente a esta contradicción, el papel del factor subjetivo, el del partido revolucionario, adquiere una doble relevancia, porque la historia demuestra que no basta la disposición del proletariado para terminar definitivamente con la situación de explotación y opresión que vive, sino que además hace falta una guía que le ayude a canalizar esa disposición en dirección a su tarea histórica que es la eliminación del capitalismo y la construcción del socialismo. Esa guía solo puede ser un partido con un programa socialista que esté fuertemente incrustado en el movimiento obrero y sus organizaciones tradicionales. En estos momentos, esta última, la construcción del partido, es la tarea más importante de los revolucionarios que integramos la Tendencia Marxista Militante.
Tan sólo mirando el estado de las finanzas públicas y sus contradicciones, el panorama sólo permite pensar en que conforme se agudice esa problemática a la burguesía no le quedará mas remedio que lanzar ataques mas profundos por medio, por ejemplo, de la implementación del IVA para medicamentos o alimentos, tratar de privatizar al sector energético y tirar lo que ellos consideran “lastre”. No referimos en este último caso las pensiones.
Ya en 2006, después de que los trabajadores del IMSS ya habían recibido el ataque a este respecto, la deuda del Estado por el sistema de pensiones ascendía a un equivalente del 116% del PIB. Con el reciente ataque de este año a la Ley del ISSSTE, ese porcentaje se reducirá en algo a partir de 2008 cuando entre en función la nueva ley, pero realmente no tendrá un efecto significativo para oxigenar las finanzas del Estado. Por ello tarde o temprano el régimen no tendrá más remedio que ir con todo contra el sistema de pensiones público, el cual es una enorme carga para el gobierno.
En los datos del 2006, de ese porcentaje total las pensiones del ISSSTE equivalieron al 45% del PIB, las del IMSS al 25%, las de estados y municipios al 25%, las de PEMEX y CFE juntas al 7%, las de universidades públicas al 1.3% y las de la banca de desarrollo al 0.3%.
De acuerdo a la lógica de la burguesía, el Estado tiene que hacer algo con esto que considera un peso muerto. Siendo ello así, la burguesía, conforme las presiones de las finanzas públicas se incrementen, se verá obligada a tratar de ir más lejos de lo que hasta el momento ha ido en el caso del sistema público de pensiones, creando mayores tensiones y sentando las bases para nuevas luchas.
Concentración de riqueza
La rapiña de la burguesía es insaciable, una constante bajo el capitalismo es la tendencia hacia la concentración de capital. Efectivamente, el capitalismo está bajo una crisis orgánica y muchas empresas se arruinan, pero ello no quiere decir que todos pierdan. Por ejemplo, mientras que en 2001 quiebra Enron, quien fuera la séptima empresa más importante de todo los EU, y en 2004 sucede lo mismo con WorldCom, considerada esta en su momento la quiebra empresarial más importante de toda la historia del imperialismo yanqui, al mismo tiempo Pfizer, en 2002, compra Pharmacia en 64 mil millones de dólares; lo mismo hace en 2003 The Bank of America con su competidor FleetBoston Financial, adquiriendolo en 47 mil millones de dólares y, ese mismo año, Olivetti compra Telecom Italia con 27 mil 835 millones de dólares.
Vivimos un periodo descomunal de concentración de capital. Para explicar gráficamente este fenómeno, basta destacar que en el caso del mercado del software, entre 1992 y 2006 firmas como Oracle adquirieron 59 empresas; IBM se hizo de 61 y Microsoft de 77. Este proceso de concentración de capital y riquezas por medio de las fusiones empresariales es bastante enérgico, tan sólo en 2006 se destinaron capitales a escala mundial con dicho objetivo por 3.79 billones (millones de millones) de dólares, superando en un 38% mas al dinero empelado para adquisiciones en 2005.
México no ha estado exento de este fenómeno. En nuestro país no sólo, por ejemplo, prácticamente todos los bancos se han fusionado (o sea, han sido adquiridos por...) con la banca trasnacional, sino que además se ha logrado engendrar una puñado de empresarios y banqueros (los “varones del dinero”) los cuales han acumulado una enorme fortuna, a tal grado que ya se han podido disputar codo a codo, en el mercado mundial de fusiones, algunas empresas al capital trasnacional, esto fuera o dentro de nuestro país.
Por ejemplo el Grupo Carso, de Carlos Slim, hasta hace algunos meses ya era dueño de CICSA, Cigatam, Telmex, Telnor, Comertel Argos, Red Uno, Uninet, Sanborns, América Móvil, Sears Roebuck,, Saks Fifth Avenue, Telcel, Dorian's, Inbursa, Compusa, Volaris, Mixup, Claro Codetel, ITESCA, Ferretería Fuller, entre otras. Y una reciente adquisición es Supercanal, la segunda televisora por cable más importante de Argentina.
Otro caso es el del Grupo Cemex, el cual ya en 2005 tenía empresas distribuidas en 50 países y recientemente adquirió la cementera australiana Rinker.
El proceso de concentración de capital es inaudito en la historia de nuestro país, ya el año pasado se anunciaba que el 0.15% de la población mexicana poseía activos en la Bolsa de Valores equivalentes al 30% del PIB. En este año, de acuerdo a La Jornada del 14 de junio, ahora el 0.17% de los mexicanos acumulan una fortuna equivalente al 40% de PIB. Y como otro resultado que ratifica esa tendencia, está el caso de Carlos Slim el cual, en agosto de este 2007, ya fue clasificado por la revista Fortune como el hombre más rico del planeta con una fortuna superior a los 60 mil millones de dólares, cantidad equivalente al 7.2% del PIB nacional.
Contradictoriamente a este proceso que ha generado fortunas cuantiosas en poco tiempo para algunos cuantos, el grueso de los mexicanos tiene que estar padeciendo los efectos de una economía que, incluso en los periodos de recuperación como fue la segunda mitad de la década de los años 90, no ha sido capaz de solucionar prácticante nada en los niveles de bienestar, sino todo lo contrario. Esto queda de relieve en el informe de agosto pasado, mismo mes en que Slim alcanza su nuevo estatus entre los millonarios, en el que Banamex señala que “después de una década, en 2006 el ingreso monetario de los hogares mexicanos pudo rebasar en uno por ciento al nivel que tuvo el año previo a las crisis de 1995”. En otros términos, dicho avance se tradujo en prácticamente nada.
Este resultado por sí mismo contrasta con cualquier clase de informe que señale que la pobreza ha disminuido en México. El año pasado las cifras oficiales reconocían a 50 millones de mexicanos en la pobreza, pero algunos otros analistas señalaban que esta cantidad llegaba a los 60 o, incluso 70 millones. Mirando el panorama económico de nuestro país, no existe absolutamente nada que represente algún cambio como para poder afirmar que la pobreza masiva ha perdido terreno.
En buena medida los ataques constantes a los niveles de vida a lo largo de casi tres décadas, conforman la base material sobre la que, por debajo de la superficie, se fue acumulando a lo largo de varios años la frustración y rabia de las masas que encontró finalmente un cause para salir a flote y manifestarse en los estallidos revolucionarios del 2006.
Sin embargo, de cara al proceso revolucionario que se ha abierto en nuestro país, en cuanto a la base material de la sociedad no existe ningún cambio serio para pensar que los acontecimientos en la lucha de clases podían adquirir alguna cause en sentido opuesto. La única promesa segura del panorama económico de México es la de una mayor polarización social.