El caos creciente de la economía mundial, el avance inexorable de la crisis capitalista, ha obligado al imperialismo y la oligarquía mexicana a imponer a su candidato a cualquier costo. Con la imposición como ya casi un hecho, se sienten seguros para lanzar ataques hacia la clase obrera, todo con la finalidad de asegurar que la riqueza social sea propiedad privada sólo de la clase burguesa; es la decadencia del sistema capitalista, su inestabilidad, lo que los obliga.

La coyuntura política global demuestra que la clase dominante no piensa resignarse a las perdidas, lo que están perdiendo por la recesión lo están sacando, a toda costa, de sobreexplotar al trabajador ¿Cómo? con una reforma laboral como en Grecia y España. La derecha necesita nuevamente echar polvo a los ojos de los explotados, infundir credibilidad nuevamente a la democracia burguesa. Busca nuevamente poner todo el poder del Estado al servicio de industriales y banqueros. Santificar nuevamente las relaciones entre el trabajo y el capital con el credo de la ley para hacerlas aceptables, adecuar el marco legal para, sin problemas, poder mandar a la policía contra quién se queje, quien reclame. “Modernizar las relaciones de trabajo”, legalizar la explotación más salvaje y asegurar la mayor cantidad de riqueza para los ya ricos.
La iniciativa patronal presentada por Calderón defendida por PAN y PRI consiste en dos grandes frentes de ataque. Por un lado liberar el mercado laboral, abaratar la fuerza de trabajo para que el patrón tenga el mínimo gasto. Para esto se atacan 1. La contratación (contratos de prueba, por hora, contrato verbal, base por productividad), 2. El costo de mantener el empleo (seguro médico, programa para vivienda, prestaciones, evitando generar antigüedad, subcontratación u outsourcing, pensiones y clausulas de jubilación) aquí entra el despido libre, es decir, sin aviso previo y sin liquidación, 3. El salario (pago por hora, productividad). El segundo frente es la organización obrera: la patronal no solamente necesita legalizar las prácticas que le aseguren las mayores ganancias, también requiere eliminar toda capacidad de respuesta de los trabajadores. El segundo objetivo de la reforma laboral es debilitar a los sindicatos y reducirlos a su mínima expresión poniendo límites de todo tipo contra ellos. Restricción, hasta casi desaparecer, del derecho a huelga y sindicalización (aumento de requisitos para constituir un sindicato, para emplazar a huelga, solo doce meses de salarios caídos). Trabas para la recolección de cuotas, informes financieros públicos obligatorios. Se propone que el dinero de cuotas no utilizado sea inmediatamente dado al IMSS, esto junto a la eliminación de cuotas patronales al seguro significa que el trabajador pague doble por su seguro de salud; si lo llega a tener.

Es de todos conocido que la letra de la Ley Federal del Trabajo, a la hora de trabajar, es cosa muerta o desaparecida. Los derechos laborales, las conquistas sociales son negadas a cada paso que da la patronal en su lucha incansable por explotar más la fuerza de trabajo, por expoliar más al proletariado. En el país, y en el mundo, se ha creado una situación de extrema explotación del asalariado, de miseria acumulada y la negación de todo futuro para las masas laboriosas. Esta forma de proceder, alargada en el tiempo va provocando, sobre la explotación “normal”, sobre la contradicción fundamental de la sociedad, un cúmulo enorme de pequeñas contradicciones, pequeños atropellos, faltas, insultos, vejaciones que van acumulando rabia, odio y malestar entre los trabajadores, va tapando las salidas individuales, las distracciones particulares, desnuda la relaciones de trabajo hasta los huesos, dejando a la vista la más descarnada realidad sobre como la sociedad levanta la fortuna de pocos sobre la miseria escalofriante de millones.
Sin embargo ningún gobierno en el mundo puede hacer esto sin provocar las más hondas reacciones de la sociedad. El ejemplo más inmediato lo encontramos en España y Grecia, dónde la lucha y la conciencia ha provocado manifestaciones, huelgas generales, tomas de fábricas y que millares de personas cuestionen frontalmente la viabilidad del capitalismo. Es destacable como, en México, la debilidad orgánica de la derecha la ha hecho titubear antes de enfrentarse a un escenario como este. Para ellos tan solo la posibilidad de la movilización obrera les hizo ya, trastabillar y tropezar.
La respuesta generalizada del movimiento obrero ha sido el rechazo abierto, reconociendo sin reservas su carácter reaccionario y retrograda. La respuesta del movimiento, el debate y la movilización se vio levemente retrasada debido a la falta de orientación desde las direcciones sindicales por un lado y, por el otro, a la orientación puramente parlamentaria que al principio se quiso dar. Utilizar únicamente la vía parlamentaria y legal para enfrentar este ataque es repetir los errores de pasadas luchas, de la Ley del ISSSTE en 2007, de la extinción de LyF en 2009, y para mayor desgracia, del fraude electoral de este 2012. Lamentablemente la actitud de la dirección de MORENA y de AMLO no ha dado para que participe activamente como si lo hizo en otras ocasiones, como 2008 en la contrarreforma petrolera o en 2009 apoyando la lucha de SME.

Rápidamente se ha demostrado la total insuficiencia de la “acción legislativa”. La experiencia de un movimiento que lleva varios años topándose de frente contra la barrera de la falsa legalidad dio paso casi de inmediato a la necesidad de la movilización, pero inclusive esto ya no al mismo nivel que antes. Las acciones del SME, la CNTE, han sido unificadas con la UNT, telefonistas y STUNAM. La respuesta por parte de la base de estas organizaciones está obligando a sus dirigentes a pasar del acostumbrado radicalismo verbal a las acciones tangibles. En particular los llamados de Agustín Rodríguez a la Huelga General son muestra inequívoca no de su radicalismo sindical sino de la presión de la base y en general. También se ha dado un nuevo paso, una situación poco vista en luchas pasadas, la participación de los sindicatos industriales. Los trabajadores de Nissan de Morelos han salido a la lucha convocados por su sindicato. La entrada en escena de los sectores donde la movilización no ha sido la constante en pasados años muestra las hondas repercusiones que provocará la reforma laboral pero también, y más importante, que los tiempos están cambiando y, poco a poco, estirando los músculos la clase obrera esta entrando en escena para imprimir su sello a la lucha de clases.

De los momentos más característicos de esta nueva situación, donde los trabajadores usuran sus organizaciones para defenderse y obligaran a quien esté en las secretarias a ponerse al frente de la lucha o hacerse a un lado, es el protagonizado por los trabajadores de Nissan, quienes pararon la carretera a Cuernavaca durante varias horas; por el momento son la excepción, pero también son el comienzo del camino hacia un sindicalismo combativo. Hasta ahora, uno de los principales retos a superar, en la lucha contra la reforma laboral, y todas las que vienen atrás es incorporar a los grandes sindicatos industriales, cuya mayoría está en manos de agentes de la burguesía metidos a dirigentes del Congreso del Trabajo y la CTM. El rechazo que hasta ahora han mostrado estos dirigentes es muy diferente a la actitud que habían mostrado frente a otros ataques o en la vida sindical diaria, donde han sido quienes han solapado muchos de los atropellos cometidos. Por supuesto que están defendiendo intereses propios y de camarilla pero no se mueven por gusto sino por que saben que el terreno bajo sus pies se está convirtiendo inexorablemente en un volcán en nacimiento; es el movimientos creciente en la base lo que hace que se muevan las alturas. No podría tener más razón el presidente del consejo de vigilancia del sindicato petrolero y priísta Ricardo Aldana cuando declara que “hoy México tiene tranquilidad social y laboral gracias a los sindicatos”. La paz laboral, las reformas a leyes secundarias, al apaciguamiento de los conflictos y el descabezamiento de las disidencias, el abandono de las huelgas y los atropellos de la patronal, todo esto ha descansado durante décadas en el control ejercido por lo charros. Pero ahora la situación económica y política puede obligar a dar un giro.

Ante la aprobación de la reforma es necesario pasar de las palabras a los hechos, a la violencia de arriba la violencia de abajo. La dirección de los sindicatos independientes debe ponerle fecha a la Huelga General y organizarla consecuente y minuciosamente. Hay que llamar a un Consejo Nacional de Huelga, que defina un plan de acción único, que construya un Frente Único contra la reforma laboral y todas las que vienen detrás. Un calendario unificado de movilizaciones para lograr la unidad en la acción; el hecho de que entre el miércoles  26 y el viernes 28 la gran mayoría de las movilizaciones confluyeran en los mismos puntos, en las mismas demandas, al mismo tiempo y en el mismo lugar es una prueba irrebatible de la dirección natural del movimiento hacia la unidad. Hay que coronar este proceso y llevarlo a un plano superior con la unificación de la lucha también en las direcciones, en los hechos y no solo palabras. Con una fecha para la Huelga General y una convocatoria a la unidad hay que llamar a la acción conjunta también a los sindicatos oficialistas, obligándolos frente a sus bases a actuar o desenmascararse.

La forma en que el movimiento ha respondido ha despertado del letargo a muchos sectores de la clase trabajadora, pero aun hace falta más. Hagamos que los sindicatos sean pilar de la lucha clasista, combativa y revolucionaria contra el capitalismo y no su sostén. Hay que dar una orientación revolucionaria a la actividad inmediata de la organización sindical. El momento puede ser aprovechado para obligar al dar marcha atrás a la reforma laboral, a la imposición pero sólo a condición de que exista una alternativa marxista organizada en los sindicatos que pueda incidir en el proceso a favor de los interese de toda la clase obrera y de sus tareas históricas. Para combatir la reforma laboral y todos lo ataque del próximo sexenio debemos tener bien en claro: Al capitalismo no se le reforma, ¡se le destruye!

 

01 de octubre del 2012

 

 


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