En las últimas semanas hemos sido testigos de una más de las provocaciones montadas por el Gobierno Federal contra nuestra máxima casa de estudios, con la intensión de justificar la criminalización de la juventud así como avanzar en la ofensiva contra la educación pública superior en nuestro país. Diversas interpretaciones son las que existen sobre los acontecimientos del lunes 3 de Marzo en el Auditorio Che Guevara, pero en su mayoría sólo reafirman las obvias diferencias entre diversos grupos sin considerar el contexto en el cual se han desarrollado tales hechos. Por su parte las autoridades sólo han planteado la ilegal ocupación del espacio y denunciado el uso irracional de la violencia para dirimir los conflictos, pero siendo excesivamente cautas para plantear una postura y un análisis que de claridad a la comunidad sobre estos sucesos. Ello no es cuestión menor, sino que evidencia una cautela propia que deriva de la lectura sobre tales acontecimientos así como el cálculo político para salir bien librados de esta coyuntura.
Por un lado, los actuales ocupantes sólo asienten al acusar a otros grupos por los sucesos pero sin reconocer que la gestión actual no ha logrado hacer accesible el espacio a los miles de integrarse de la comunidad como un recinto político, académico y cultural. Generando incluso una imagen para el espacio que ha favorecido las campañas de descrédito a la organización de estudiantes y trabajadores, provenientes tanto de Rectoría como de actores políticos externos a la universidad. Por otro lado, las autoridades universitarias acusan de ilegal la ocupación del espacio y de que este no es accesible para la comunidad. Pero callan cínicamente cuando los jóvenes solicitamos los espacios institucionales, negados en la mayoría de los casos ante el temor de que sirvan de referentes que demuestre que es posible organizarse y luchar por la mejoras de nuestra universidad y nuestro mundo. Ambas posiciones, a pesar de su discurso, no garantizan que el auditorio pueda ser un espacio de la comunidad universitaria que realmente esté disponible para ésta.
Ambas, tanto autoridades como los grupos que se encuentran en el auditorio, han olvidado y relegado de nueva cuenta a la comunidad universitaria. Los primeros por temor a que el espacio sirva como espacio de organización para la comunidad, y los segundos por su incapacidad de hacer el espacio accesible para la misma. Pero somos los profesores, los trabajadores y los estudiantes quienes en última instancia podemos no sólo darle vida y uso adecuado al espacio, sino a quienes se debe. Si ninguna de las dos posturas garantiza que el espacio esté abierto a la comunidad, entonces sólo la comunidad misma puede impulsar una dinámica distinta para desarrollar el espacio de modo adecuado. Por ello es que llamamos a la formación de una Comisión Tripartita de profesores, trabajadores y estudiantes a partir de la cual pueda administrarse el espacio sin la intervención política de las autoridades universitarias y su uso discrecional, para superar su situación actual. Permitiendo que el espacio esté abierto tanto para actividades académicas como culturales y políticas; tanto para los miembros de la FFyL como para el resto de la comunidad universitaria y el conjunto del pueblo mexicano que mantiene a la universidad con su trabajo.
Creemos que sólo de este modo el Auditorio Che Guevara podrá realmente volver a manos de la comunidad. Siendo tanto un espacio académico fundamental como un espacio cultural y un bastión del movimiento obrero y juvenil. Garantizando su reapertura para toda la comunidad universitaria.