Este año se cumplen 25 años de las movilizaciones magisteriales de 1989, conocidas históricamente como la Primavera Magisterial, encabezadas por la CNTE que derivaron en la caída de Carlos Jonguitud Barrios de la dirección nacional del SNTE y en la conquista de uno de los bastiones más importantes del magisterio democrático, la Sección 9 democrática.

En 1982 estalló la crisis económica en nuestro país, en ese contexto el gobierno de Miguel de la Madrid impulsó la política de contención salarial a partir del Proyecto de Reordenamiento Económico, después de 1985 Pacto de Solidaridad Económica, que golpeaba brutalmente los niveles de vida de los trabajadores. A ello se agregaban las secuelas del terremoto del 19 de septiembre y las de la crisis bursátil de 1987 que ocasionó un proceso inflacionario donde los precios aumentaron por encima del 150% tan solo ese año. Con ello el salario del magisterio pasó de los 3.5 salarios mínimos en 1982 a cerca de 1.3 para abril de 1989. Esa sería la base de la demanda por la que iniciarían las movilizaciones en enero de ese año bajo la consigna de “aumento sustancial” del salario en el Distrito Federal.

Carlos Jonguitud Barrios al igual que los demás charros como Fidel Velázquez de la CTM, habían aceptado que la crisis económica fuera cargada sobre la espalda de los trabajadores creyendo que con eso aseguraban mantener el apoyo presidencial del que gozaban. Así habían mantenido no solo un férreo control sindical, reprimiendo y asesinando a los disidentes, sino también minando las condiciones de vida de los trabajadores. Por ello la primera jornada del año 89, el paro del 30 de enero, encabezado por la oposición democrática de la Sección 9 demandaba la rezonificación del DF como “zona cara” en su Congreso seccional que se celebraría el 8 de febrero. La jornada del 30 de enero había sido el primer paso para evidenciar ante la mayoría del magisterio capitalino las maniobras de los charros, con ello se abría la posibilidad de ganar la dirección de la sección. El ejemplo de ambas jornadas, encabezadas sobre todo por los maestros de primaria, comienza a extenderse a lo largo y ancho de la ciudad extendiendo el paro a otras secciones, granjeando la solidaridad de los padres de familia. Para el 17 de abril, fecha en que la Sección 9 encabezada ya por la mayoría democracita había convocado a una huelga nacional, la lucha se había extendido a Puebla, Zacatecas, Chiapas, Oaxaca, Nuevo León y Guanajuato.

El asenso de la lucha magisterial obligo entonces al gobierno federal primero a mediar entre el magisterio democrático y el CEN del SNTE, encabezado por Jonguitud, pero pocos días después tuvo que anunciar la dimisión del mismo al mando del sindicato. Ello significo un triunfo parcial para el magisterio democrático. Como lo señala Martha López, activista de la Coordinadora, “no sólo podríamos haber derrotado al charrismo sindical –que sí lo hicimos– sino haber ganado todo el sindicato, (pero) no tuvimos la visión clara y nos quedamos cortos de miras al querer tener sólo la dirigencia de la sección 9…definitivamente sí teníamos las condiciones idóneas para haber arrebatado el SNTE y así impedir que esta mujer, Elba Esther Gordillo, hubiese hecho el daño que aún provoca” (La Jornada, 2 de agosto del 2009, p.14).

Lo anterior resulta una valiosa conclusión, en especial tomando en cuenta la lucha contra la reforma educativa y sus leyes secundarias que fueron aprobadas el año pasado, pues el triunfo valioso de la Sección 9 en abril de 1989 abría la posibilidad de que el sindicato a nivel nacional fuera recuperado como una auténtica herramienta de lucha, sin embargo esta no se concretó.

Las conquistas, como la democratización de una sección, la educación pública o mejores salarios, solo serán temporales en tanto se mantenga una correlación de fuerzas favorable para los trabajadores. Pero cuando esta cambia la burguesía y sus representantes no dudan en recuperar con la mano derecha lo que les hemos arrebatado por el lado izquierdo. Por ello reducir las luchas en términos gremiales, y peor aun seccionales, es un error estratégico pues es una base para la división de la unidad de nuestra clase y la limitación de nuestros objetivos. Un ejemplo claro de ello es la división estatal de la reciente lucha magisterial. La unificación a nivel nacional del movimiento a lo largo del año pasado demostró la fuerza de la que gozamos los trabajadores una vez que luchamos unificadamente. Por otro lado también se demostró que para mantener la unidad se requiere de una perspectiva política homogénea.

La Primavera Magisterial fue sin duda alguna una lucha heroica de nuestra clase, demostró que los trabajadores y los jóvenes podemos derrotar a los peores gánsteres enquistados en los sindicatos; que la movilización rinde sus triunfos y que sólo la lucha decidida puede arrebatarle a nuestros enemigos lo que nos pertenece. Por eso en este veinticinco aniversario de la Primavera Magisterial desde el periódico Militante hacemos hincapié en la necesidad de recuperar las lecciones de las luchas pasadas, aprendiendo de los aciertos y errores, para con ello impulsar nuestras batallas actuales. ¡Ayer como hoy, la CNTE puede derrotar al charrismo sindical si recuperar sus mejores tradiciones de lucha!

¡Recuperemos las lecciones del pasado, preparemos las próximas batallas!


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