El neoliberalismo, la ideología dominante del capitalismo moderno, está sufriendo un desafío. Durante el último cuarto de siglo el neoliberalismo, algunas veces denominado fundamentalismo de mercado, la política de no intervención en la economía, ha sido la ideología, ha ideado la política que le ha acompañado, que se ha opuesto firmemente a los derechos e intentado reducir las condiciones de vida de la clase obrera en todo el mundo. Ahora la crisis está obligando a las autoridades a intervenir, regular e incluso nacionalizar empresas. ¿Ha muerto el neoliberalismo?
Parece que las reglas neoliberales se han derrumbado. Martin Wolf, gurú económico del Financial Times, sitúa la fecha del cambio en el colapso de Bear Stearns el pasado mes de marzo. "Recordemos el viernes 14 de marzo, fue el día en que murió el sueño del capitalismo global de libre mercado. Durante tres décadas nos hemos movido hacia sistemas financieros movidos por el mercado. Con su decisión de rescatar Bear Stearns la Reserva Federal, la institución responsable de la política monetaria en EEUU, principal protagonista del capitalismo de libre mercado, declaró el final de esta época. Demostró con los hechos su acuerdo con el comentario de Joseph Ackerman, ejecutivo jefe de Deutsche Bank que: ‘Ya no creo en el poder autocurativo del mercado'. La desregulación ha alcanzado sus límites".
Cuando la crisis golpea a la conciencia popular, la prensa popular refleja el mismo pensamiento, con un nivel intelectual más bajo. El titular del derechista Daily Express clamaba: "No dejemos que los vividores destruyan Gran Bretaña (17/9/08)". El artículo comenzaba: "Millones de familias británicas se enfrentan a la destrucción de sus vidas cuando los balancines de la economía de la nación están al borde de la catástrofe, derrumbada por la codicia y estupidez de los vividores en las altas finanzas". De repente los Amos del Universo, los creadores de riqueza de la City y Canary Wharf, se han convertido en "vividores y especuladores", por utilizar la frase de Alec Salmond.
Los arzobispos de Canterbury y York compartieron sus comentarios. Rowan Williams denunció la especulación que había "sido el motor de la conquista financiera astronómica de los últimos años". Siguió diciendo que la crisis demuestra "la verdad de que se ha generado una riqueza inimaginable a unos niveles de ficción igualmente inimaginables, transacciones de papel sin un resultado concreto más allá del beneficio para sus negociadores".
John Sentamu dijo lo siguiente a los banqueros: "Para un espectador como yo, aquellos que han conseguido 190 millones de libras vendiendo por debajo de su valor las acciones de HBOS, a pesar de su fuerte base de capital, y lo arrojaron en brazos de Lloyds TSB, son claramente ladrones de bancos y destructores de valores".
Además cita un tema inatacable: "Una de las ironías de esta crisis financiera es que demuestra que es completamente posible actuar contra la pobreza. Costaría 5.000 millones de dólares salvar la vida de seis millones de niños. Los líderes mundiales podrían encontrar 140 veces esa cantidad en el sistema bancario en sólo una semana. ¿Cómo pueden decirnos que tomar medidas para salvar a los más pobres es demasiado caro?"
Estas personas están preocupadas por la crisis financiera. Que, en cierta forma, es una crisis financiera, pero que en realidad es la crisis del capitalismo. En una economía no planificada, el dinero es el único nexo que existe entre las personas. Como explica Marx: "Mientras el character social del trabajo aparece como la existencia monetaria de la mercancía y, por tanto, como una cosa fuera de la producción real, son inevitables las crisis monetarias, independientes de la crisis real o como una intensificación de las mismas". (Carlos Marx. El Capital. Vol. 3. P. 649):
Surgimiento del neoliberalismo
La ideología neoliberal nació como resultado de la tormenta económica que trajo consigo el final del gran boom de la posguerra. En 1973-1974 vimos la primera crisis generalizada del capitalismo mundial. El período precedente, desde 1948 a 1973, demostró ser una edad dorada para el capitalismo mundial. La producción aumentaba cada año, lo mismo ocurría con los niveles de vida. En esta situación de pleno empleo el capitalismo podía permitirse hacer concesiones para seguir haciendo beneficios. Después de todo, la clase obrera, al menos en los países capitalistas desarrollados, tenía una posición negociadora muy favorable.
La ideología asociada a la edad dorada fue la economía keynesiana. Pero los remedios keynesianos no causaron ni prolongaron el gran boom económico. Esto ya lo explicó Ted Grant en su artículo: ¿Habrá una recesión? Escrito en 1960. Sin embargo, la época contrastaba con el período entreguerras de desempleo de masas y lucha, así que la percepción para todas las clases era que el capitalismo había cambiado fundamentalmente. Existía la creencia general de que los booms y las recesiones habían quedado relegados a los libros de historia.
La recesión de 1973-1974 provocó una enorme sacudida política. La clase obrera internacionalmente se movilizó para defender las conquistas del período de la posguerra. La clase dominante, por su parte, estaba decidida a reducir los niveles de vida y recuperar la tasa de beneficio. Como resultado de este choque estalló una oleada revolucionaria por todo el mundo capitalista. Las viejas certezas desaparecieron y se cuestionaron. Además del rápido aumento del desempleo la economía mundial experimentó una espiral ascendente de precios. El desencadenante inmediato de la inflación fue la crisis del precio del petróleo de 1973 y 1979. Nunca antes habíamos experimentado inflación junto a recesión, a este fenómeno se le denominó estanflación. Este fue el crisol que creó el neoliberalismo.
Un puñado de economistas de derechas, Milton Firedman era el más conocido, nunca se habían tragado el mito keynesiano de que el capitalismo se había domado. Cuando la economía keynesiana entró en crisis la clase dominante comenzó a apoyar a estos economistas. A finales de los años setenta dominaban las facultades de economía de las universidades. Sus ideas fueron ampliamente recibidas, uno de ellos el primer ministro laborista James Callaghan, que en una conferencia del Partido Laborista de 1976 dijo lo siguiente: "Solíamos pensar que se podría salir de una recesión y aumentar el empleo mediante la reducción de impuestos y el estímulo del gasto gubernamental. Yo os digo con toda franqueza que esa opción ya no existe, y que si existió alguna vez, sólo funcionó en una ocasión desde la guerra inyectado una dosis mayor de inflación en la economía, seguido por un nivel más elevado de desempleo como siguiente paso".
Este paso representaba un rechazo de cualquier intento de política reflacionaria frente al aumento del desempleo. Fue aceptar la economía monetarista y el dominio capitalista. El monetarismo, que forma parte del canon del neoliberalismo, no es sólo una teoría económica árida, es un arma de asalto calculada contra la clase obrera. Los monetaristas recordaban la época anterior a Keynes cuando los economistas aconsejaban a los gobiernos que no interfirieran en la economía, sino que sólo se dedicaran a controlar la oferta monetaria. Si, como ellos decía, los keynesianos eran ‘hombres de ayer', ellos eran ‘los del anteayer'.
El triunfo del neoliberalismo
¿Por qué el gobierno no debería interferir en la economía? Porque los doctrinarios creían que el mercado (capitalismo), por sí solo, produciría resultados ‘óptimos'. ¡Los mercados funcionan! Esta presumida recuperación de la ideología del laisser faire del siglo XIX era un arma contra las industrias nacionalizadas conquistadas por la clase obrera, contra l economía mixta que dio a los trabajadores alguna protección contra los rigores del mercado, contra el estado del bienestar y todas las conquistas logradas por los trabajadores en casi un siglo de lucha contra un capitalismo irrefrenable. Según los principios neoliberales, incluso se deberían abandonar el intento de redistribución por ser un ataque al resultado "natural" de las fuerzas del mercado ya que la división existente de los ingresos y la riqueza es producida por el mercado. Si había desempleo, entonces los salarios eran demasiado altos, si se reducían entonces se recuperaría el pleno empleo. Es una locura, pero es una locura que sirve perfectamente a la clase dominante.
Asociada con el neoliberalismo llegó la "globalización". Desaparecieron las barreras arancelarias por todo el planeta. El capital se extendió por todas partes. Sus defensores decían que la "globalización" significaba que era inútil la resistencia. Como el capital se movía sin límites, los estados nacionales se volvían inútiles. Tuvieron que reducir los impuestos sobre los beneficios y obedecer cada uno de los deseos de las multinacionales o simplemente se irían a otra parte. La regulación desapareció. Presionaron a los trabajadores para que aceptaran salarios cada vez más bajo o si no perderían sus empleos. Era una carrera de fondo. ¡Era inútil resistirse! Nosotros insistimos en que se trataba de propaganda de la clase dominante, una imagen simplista de la realidad.
El triunfalismo neoliberal encontró eco debido al colapso de la Unión Soviética y los regímenes estalinistas asociados de Europa del Este. ¡El capitalismo había ganado la Guerra Fría! Parecía que no había alternativa al capitalismo (o ‘al mercado' como lo denominan los apologistas). Ese fue el tema del famoso ensayo de Francis Fukuyama de 1989: ¿El final de la historia?
Al principio se creía que como el neoliberalismo se oponía de manera tan obvia a los intereses de la clase obrera, entonces no se podría aplicar en una democracia política. Los trabajadores votarían contra él. Así que lo impusieron como un "experimento" en el Chile de Pinochet, en unas condiciones de dictadura militar. Después del golpe de 1973, se sintió lo suficiente fuerte para destruir los sindicatos libres, borrando el estado del bienestar, privatizando muchas industrias, abrieron los recursos del país a la explotación imperialista y empobreciendo masivamente a la clase obrera. La política neoliberal se impuso mediante la tortura y el asesinato.
La pesadilla chilena
Pinochet fue convencido por los "Chicago boys", los discípulos económicos de Friedman que infectaban los pasillos del poder tras el golpe, para que eliminaran la desregulación de los bancos. Esta política demostró ser un desastre, provocando una crisis monetaria devastadora en 1982. Pinochet entonces tuvo que volver a regular los bancos para evitar un colapso bancario.
El hecho de que no funcionara la política neoliberal y se puede demostrar que nunca ha funcionado, nunca ha sido realmente un problema para sus defensores. El único sentido en el que ha "funcionado" la política neoliberal ha sido en cambiar la correlación de fuerzas contra la clase obrera. Eso es lo que ellos pretendían.
La siguiente defensora del neoliberalismo fue Margaret Thatcher. El sistema electoral británico permitió a Thatcher una victoria arrolladora en las elecciones, con más del 43 por ciento del electorado. Su gobierno presidió complacientemente un desempleo de masas que superó los tres millones de parados. Algunas de sus políticas económicas, como los tipos de interés por las nubes que asfixió la inversión y consiguió que la libra y las mercancías británicas fueran nada competitivas en los mercados mundiales, parece que pretendían de manera deliberada eliminar empleos y aniquilar una parte importante de la industria manufacturera. Los parados fueron utilizados como un látigo contra los trabajadores con empleo a la hora de sentarse en las mesas negociadoras. Almacenaron grandes cantidades de carbón con la intención de cerrar las minas, consideradas la vanguardia del movimiento obrero. Se destruyó la industria del carbón rentable con un objetivo político. Nada de esto era "eficaz" en el sentido normal de la palabra. Se acumuló un despilfarro inmenso de recursos que se podrían haber utilizado para beneficio de la sociedad. El mantra de Thatcher era "no hay otra alternativa". Millones de trabajadores anhelaban el pleno empleo y los aumentos de los niveles de vida de la edad dorada. En un sentido Thatcher tenía razón. Esa época se fue. El neoliberalismo pretendía restaurar la empresa capitalista normal, a pesar de su mala situación. La única manera de defender los niveles de vida ahora era cambiar la sociedad.
En EEUU Ronald Reagan también aplicó la agenda neoliberal, que en la década de los ochenta se había convertido en la ideología dominante del mundo capitalista. Las instituciones económicas internacionales: el FMI, el Banco Mundial y ahora la Organización Internacional de Comercio, se convirtieron en los fortines del neoliberalismo, exprimiendo de manera implacable a los países pobres en nombre del imperialismo para que abrieran sus servicios, industria y agricultura a los países ricos, privatizar sus industrias y hacer que sus recursos naturales estuvieran libremente disponibles para los saqueadores extranjeros. Los consejos de la Unión Europea, sobre todo el Banco Central Europeo cuando se fundó, cada vez estaban más influenciados por el fundamentalismo de mercado.
Reagan declaró que "el gobierno no era la solución, sino el problema". Como jefe del gobierno una de sus primeras medidas fue asestar un golpe a la clase obrera, su primer objetivo fue el sindicato de controladores de tráfico aéreo. Cuando el PATCO convocó la huelga en agosto de 1981, Reagan declaró ilegal la huelga y despidió a más de 11.000 huelguistas. El neoliberalismo es el regreso al liberalismo económico del siglo XIX. Socialmente no es liberal, sino necesariamente autoritario y represivo para la clase obrera, su objetivo central es restaurar la hegemonía irrefrenable del capital.
Incluso más importante que la elección de Reagan fue el nombramiento de Paul Volcker como responsable de la Reserva Federal, el banco central norteamericano, en 1979. Volcker procedió a "ocuparse" de la inflación subiendo los tipos de interés y permitiendo la aparición del desempleo de masas. Como EEUU era la potencia capitalista hegemónica, esto provocó el aumento de los tipos de interés en todo el mundo. El vandalismo financiero de la década anterior regresó a la economía mundial. En las dos crisis del precio del petróleo, 1973 y 1979, los países exportadores de petróleo consiguieron un montón de "petrodólares" gracias a los aumentos de precios. Realmente no sabían qué hacer con todo este dinero. Los grandes bancos occidentales se felicitaron por cómo habían reciclado los petrodólares. Cogieron este dinero y lo arrojaron a los países en vías de desarrollo en forma de deuda del tercer mundo, presionando a los ministros de económica de América Latina para que aceptaran este efectivo. Pero el aumento de los tipos de interés de los años ochenta hizo que los países menos desarrollados fueran incapaces de hacer frente a los pagos.
México fue el primero que dejó de pagar la deuda en 1982. Durante toda la década el FMI se movió implacablemente a través de América Latina exigiendo su dinero en nombre de las potencias imperialistas. Exigieron que los gobiernos de América Latina dejaran de mejorar los niveles de vida de sus ciudadanos y en su lugar entregaran sus recursos naturales para pagar sus deudas. A este proceso se le llamó exportación para la industrialización, todo parte del proyecto neoliberal.
El resultado fue una catástrofe para América Latina, la "década perdida". Desde 1980-1989, la producción y niveles de vida cayeron en todo el continente. La parte de la producción mundial de América Latina en una década pasó del 6 al 3 por ciento. Mientras la producción subía un 2,5 por ciento anual durante la década de crisis de 1973-1980, desde 1980 a 1989 cayó un 0,4 por ciento anual. El imperialismo consiguió su venganza. En 2005 la carga de la deuda de América Latina era de 2,94 billones de dólares, la mayoría heredada de la década de los años ochenta. Esto suponía casi dos tercios de toda la deuda de los "mercados emergentes".
Las cicatrices aún son visibles. En 2003 el CEPR Briefing Paper (Another Lost Decade? De Mark Weisbrot y David Rosnick) pronosticaba un miserable crecimiento del 0,2 por ciento de 2000 a 2004, un 1 por ciento durante todo un período. Señalaban que durante los veinte años anteriores, 1980-1999, la región creció sólo un 11 por ciento, un resultado peor que durante la Gran Depresión. En cambio, entre 1960 y 1979, América Latina creció un 80 por ciento. Estas cifras dan una imagen de pobreza, malnutrición y enfermedad que son las conquistas del neoliberalismo.
Los socialistas y los defensores de la gente corriente están autorizados para denunciar a los valedores del neoliberalismo y la globalización. La crisis económica inevitablemente provoca una crisis de las ideas dominantes, que, como explicó Marx, son las ideas de la clase gobernante.
Todo cambia
Ahora todo cambia. El laisser faire está bien cuando los beneficios aumentan y cuando sólo los pobres y la clase obrera son los que defienden la interventicón del estado para que les proteja de las crueldades de las fuerzas del mercado. Otra cosa distinta es cuando está en juego el pellejo de la clase capitalista. Entonces se comportan como víctimas desventuradas que necesitan toda la ayuda del estado que puedan conseguir. Y, en cuanto a ellos concierne, si la clase obrera tiene que quedarse con las manos en los bolsillos pues es su problema.
Ruth Sutherland estaba de acuerdo con la siguiente cita (The Observer. 28/9/2008): "En EEUU, cientos de miles de millones de dólares de los riesgos bancarios serán transferidos al gobierno federal, que se añadirán a la enorme carga de la deuda de EEUU y aumentará su dependencia de los inversores extranjeros... Los políticos se enfrentan a desafíos formidables: apagar el fuego, después reparar el sistema financiero mientras mantienen una tapa sobre la inflación, después pondrán nueva regulación. Lo peor aún está por llegar. El gran drama por el plan de rescate de Hank Paulson ha sido un redoble que ha relegado todo lo demás a un lado, incluso el colapso del Washington Mutual, el mayor fracaso bancario visto jamás en EEUU. Pero hay cuestiones más profundas más allá del plan de rescate, como subrayaban los arzobispos de Canterbury y York en sus intervenciones en el debate sobre el futuro del capitalismo. Si hay un aspecto positivo en esta crisis, es que nos ha dado la oportunidad de acabar con el mito del mercado omnipotente".
"Las personas en la City nunca han pretendido particularmente dar una justificación moral a sus actividades, pero eran capaces de asumir un manto de autoridad debido al volumen de dinero que habían hecho, o parecía que hacían. Casi todos, políticos, reguladores, periodistas, votantes, prestatarios, aceptaban la City como su propia tasación, fuera aprobada o no, el capitalismo vaquero se consideraba inatacable.
"Los que sostenían que esas primas enormes eran malas para el tejido social, porque subrayaban la desigualdad y socavaban la percepción popular de justicia, eran considerados como izquierdistas incalificables o simplemente envidiosos. Los que defendían una regulación más enérgica eran despedidos como metomentodos, burócratas y sofocadores de la innovación. Y aquellos que estaban incómodos con ciertas actividades disertaban sobre como filtrar la riqueza para que beneficiara a todos".
Y concluye: "Esta crisis nos incita a reevaluar nuestra relación con el dinero y la deuda, y a pensar duro sobre cómo podemos crear una versión más justa e inclusiva del capitalismo. No debería ser un regreso a los dioses falsos del mercado".
Christopher Cox, presidente de la Comisión de Cambio y Valores de EEUU, hace la siguiente observación menos idealista pero sí imperiosa: "Los últimos seis meses han dejado suficientemente claro que la regulación voluntaria no funciona".
Incluso más convincente es David Rothkopf, funcionario veterano del departamento de comercio durante la administración del presidente Bill Clinton, cuando dice que el mundo está en un punto de inflexión. "Es un momento decisivo. El final de los 25 años de Reagan-Thatcherismo, ‘dejar al mercado, menos gobierno es mejor gobierno'. Es período ha terminado".
Y Ben Bernanke, presidente de la Fed, resume este nuevo ambiente: "No hay ateos en madrigueras ni ideólogos en las crisis financieras".
El presidente Sarkozy está de acuerdo en este gran cambio que se está produciendo en la conciencia. "(La) idea de un mercado todopoderoso sin ninguna regla ni intervención política es una locura". La indesafiable ortodoxia económica de ayer ahora es una locura. "La autoregulación se ha terminado. El laisser faire se acabó. El todopoderoso Mercado que siempre tiene razón ha desaparecido".
Es toda una crítica mordaz, sin precedente para una generación. Ninguna de estas críticas, por supuesto, sugiere una alternativa al sistema capitalista. Todo esto suena como si sintieran que el juego de manos del neoliberalismo les hubiera engatusado. Su rabia va dirigida contra los "genios" financieros, son ahora conscientes de que simplemente eran charlatanes, que han estado disfrutando de una buena vida a nuestra costa y arrastrándonos por el lodo en el proceso.
El New Deal
Su llamamiento es por la regulación. Nos dicen que el capitalismo sería un buen sistema sólo si se regulara adecuadamente. ¿Cuál es la relación real entre capitalismo y regulación?
Aunque no hemos oído este tema hasta hace poco, si ha sido una retórica recurrente a lo largo de la historia. "Las prácticas de los cambistas monetarios sin escrúpulos están acusadas en el tribunal de la opinión pública, rechazadas por los corazones y las mentes de los hombres... Los cambistas han huido de sus altos puestos del templo de nuestra civilización". Estas palabras son de Roosevelt anunciando el New Deal en EEUU en los años treinta. Su primer acto como presidente fue declarar una fiesta bancaria. Similar a la prohibición de vender en corto impuesta a ambos lados del Atlántico hace poco. Es una medida anti-pánico, no se ocupa de las causas del pánica, que son los problemas reales del sistema financiera, ni tampoco de la simple histeria psicológica. Roosevelt dejó bastante claro lo que pretendía hacer, su intención era salvar al capitalismo. "La voz de los grandes acontecimientos está llamando. Reforma si quieres sobrevivir".
Roosevelt emprendió varias reformas bancarias. Pudo haber sido o no lo "correcto", pero representaban una incursión radical en los poderes del capital financiero. La Ley Glass-Steagall aprobada en 1933 separaba la inversión de la banca comercial. Hoy es innecesario porque los cinco bancos de inversión norteamericanos han sido destruidos por la crisis financiera en estos últimos doce meses. Otras medidas de la Ley de 1933 desaparecieron con la locura de la desregulación que empezó a partir de los años ochenta. La desregulación es, por supuesto, un axioma fundamental del neoliberalismo.
Para detener la oleada de cierres bancarios Roosevelt creó la Federal Deposit Insurance Corporation (Empresa Federal de Garantía de Depósitos), que garantizaba los depósitos bancarios. Los clientes de Northern Rock habrían deseado que Gordon Brown hubiera tenido una amplitud de miras similar cuando rediseñó la arquitectura de la regulación financiera en 1997. Desgraciadamente no lo hizo. Brown fue y es un defensor de la "regulación leve" y un devoto de la mitología neoliberal. Como resultado de sus malos cálculos, en 2007 este país fue el primer en ver la caída de un banco (los depósitos de Northern Rock no estaban a salvo) en ciento cuarenta años.
Roosevelt también estableció la Comisión de Cambio y Valores para regular los bancos e instituciones financieras. La CCV ha sido acusada, con razón, de mantenerse dormida durante estos últimos años. Nos encontramos ahora con todo el sistema financiero derrumbado y envenenado, y ¡aparentemente los reguladores no se habían dado cuenta!
Este fracaso de la CCV apunta a un problema más amplio. Para la CCV era difícil hacer su trabajo probablemente porque durante estos últimos su tarea era considerada innecesaria (se suponía que los mercados funcionaban perfectamente por sí solos) y continuamente su tarea era reducida por los fundamentalistas del mercado.
Esto nos lleva a otra cuestión. ¿Qué efecto tuvieron las reformas de Roosevelt? Muy poco, parece. La espuma financiera que se había construido en el boom especulativo en su mayor parte fue eliminada por el huracán económico de 1929-1933. En esta cuestión hay un principio general, la regulación financiera es algo similar a cerrar la puerta del establo después de que el caballo ha escapado.
Cuando hay un boom, los participantes creen que éste durará eternamente. En realidad, durante un tiempo casi todas las acciones suben y casi todas las inversiones producen dividendos. Ese es precisamente el aire que respiramos desde el inicio de este boom en 2001 hasta su final en 2007. Cuando el caballo galopa tranquilamente las riendas se relajan. Cuando los capitalistas se dan de cabeza con un crack, entonces son mucho más cautelosos, quizás más de lo necesarios. Así la desregulación y la re-regulación realmente siguen al ciclo boom-recesión, como parte de la psicología capitalista que se convierte en un factor objetivo en el ciclo.
Como comentábamos antes, el rescate propuesto "Suena como una ruptura pasmosa de la filosofía neoliberal. Pero no es así. El neoliberalismo siempre fue una mentira gigantesca. No les importa la gente sin techo. La gente en peligro de perder su empleo en una recesión no tiene importancia. Pero cuando se trata de los bancos y multimillonarios, la autosuficiencia es para los pájaros. Estas personas son vagabundos desventurados".
Como dice Michael Roberts: "La mayor parte del dinero (del plan Paulson) irá a ayudar a los peces gordos de Wall Street para salir de su caos. Es curioso, cuando es evidente el inminente colapso del capitalismo, de repente, el socialismo es una buena idea. Sólo que es socialismo para los ricos mientras que el resto continuamos viviendo bajo el capitalismo". Los capitalistas continúan oponiéndose a las intervenciones en los mercados que puedan beneficiar a los trabajadores.
Neoliberalismo y capitalismo
Esto nos da una pista para responder a la pregunta que hacemos al principio de este artículo: el neoliberalismo está desacreditado pero, ¿está muerto? El neoliberalismo es un arma en el arsenal de la clase dominante. El capitalismo es nuestro enemigo, no el neoliberalismo. El neoliberalismo no dejará de ser una amenaza hasta que haya desaparecido el sistema capitalista.
Los capitalistas están ante nosotros como pecadores penitentes. Parece que han abandonado el neoliberalismo. Pero no están motivados por la ideología sino por los intereses materiales. Utilizarán la ideología del neoliberalismo cuando ésta convenga a sus intereses. La desacreditarán cuando no sea así.
Sus intereses materiales no han cambiado. Lo que ha cambiado es que la crisis ha necesitado la intervención para rescatar a los empresarios. Cuando la necesidad temporal haya desaparecido, volverán a sus negocios habituales. Mientras ellos sean capaces de hacer dinero sin ayuda, los capitalistas tenderán a oponerse a la intervención estatal. Y, como la lluvia o el sol, los capitalistas saben que sus beneficios son el trabajo no pagado a los trabajadores y que, por las buenas o por las malas, tienen que reducir los niveles de vida de la clase obrera.
El ministro de economía alemán, Peer Steinbruck, plantea una cuestión relacionada con el neoliberalismo: "Dentro de diez años veremos 2008 como una ruptura financiera". Continúa pronosticando el final de EEUU como "superpotencia financiera". Pero incluso el capitalismo neoliberal tiene que funcionar siguiendo unas reglas. Estas reglas fueron impuestas por la hegemonía de EEUU. La crisis del neoliberalismo supondrá que setas reglas deberán renegociarse. Sin duda, Steinbruck en nombre de Alemania apuesta por un nuevo orden mundial.
¿Un nuevo orden mundial?
Otros también están combinando la crisis del neoliberalismo con la crisis de su más entusiasta defensor: EEUU. John Gray es un veleta del capitalismo moderno, escribe el siguiente artículo en The Observer (28/9/08) con el dramático titular: "Un momento pasmoso en la caída del poder de EEUU". Sarcásticamente comenta: "El éxito de China se ha basado en su constante desprecio por los consejos de occidente y no son los bancos chinos los que actualmente tienen problemas. Qué simbólico fue ver ayer a los astronautas chinos pasear por el espacio mientras el Secretario del Tesoro norteamericano se humillaba". (Paulson se humilló ante Nancy Pelosi, portavoz demócrata en el Congreso, para conseguir su apoyo para el plan de rescate). Gray concluye con lo siguiente: "Es la clase política norteamericana la que, al abrazar la peligrosamente simplista ideología de la desregulación, tiene la responsabilidad del caos actual".
En el mismo número de The Observer, Richard Wachman, escribe con el siguiente titular: "Esto transforma el sistema financiero. Para siempre". Y resume así su argumentación: "El poder de EEUU está en reflujo y el fundamentalismo de mercado es una ideología caduca".
Para siempre es mucho tiempo en política. Es verdad que EEUU tiene un enorme déficit con aquellos países con los que comercia. Seguramente este es un síntoma de debilidad económica. El país está endeudado con el resto del mundo. El dólar es ridiculizado. La hegemonía norteamericana se debilita. Así que ¿es aún una superpotencia económica inexpugnable?
La verdadera pregunta es: ¿Qué otro país puede dirigir el capitalismo mundial e imponer las normas y principios sin los que no puede funcionar?
El capitalismo siempre ha pasado por ciclos de boom y recesión. El crack de Wall Street de 1929 llevó directamente a la Gran Depresión, la peor recesión capitalista hasta ahora. El economista Chales Kindleberger intenta responder en su libro, The World in Depression 1929-39, a la pregunta de por qué la Gran Depresión fue tan profunda y tan extendida. Su explicación fue que la recesión fue tan severa y duradera porque en última instancia no había un prestamista internacional. No creemos que sea una explicación concreta para la década desastrosa, pero sí es un aspecto importante de la realidad. Antes de la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña era considerada hegemónica y actuaba como el prestamista en última instancia. El patrón ora realmente era el patrón libra esterlina. La guerra supuso un desafío decisivo a la hegemonía británica.
Después de la Segunda Guerra Mundial, EEUU reafirmó su supremacía con el Acuerdo de Bretton Woods que determinó los términos del comercio mundial. Impuso de facto el dólar como moneda mundial y tenía el poder de actuar como prestamista internacional de última instancia.
Entre las guerras, EEUU era la nación capitalista más poderosa, pero no imponía su poder sobre la economía mundial, seguía una política aislacionista. Este anarquía internacional llevó a devaluaciones para "arruinar a mi vecino" y la sequía virtual del comercio mundial. A su vez esta situación pactó en las economías de cada país alrededor del globo. Ahora la hegemonía de EEUU es desafiada, pero no existe una alternativa clara a la vista.
Si el análisis de Kindleberger de los años treinta es correcto y hoy estamos entrando en una época similar, entonces nos enfrentamos a tiempos tormentosos.
9 de octubre de 2008.