El pasado 21 de septiembre se discutió en el 11 Congreso Nacional del PRD una política de alianzas abiertas, que inclusive le permitiría al partido presentar candidatos comunes con PRI y PAN en elecciones federales y estatales. Nueva Izquierda, Alternativa Democrática Nacional (ADN) y Foro Nuevo Sol fueron los impulsores de esta reforma, pese al ambiente en contra de 392 delegados que lanzaban gritos de ¡Vendidos!, ¡Entreguistas!, ¡Chuchinero!. René Arce y Carlos Navarrete salieron a relucir como los principales defensores de esta política.

Pese a la afirmación constante de que el aprobar esta política no significaba que era un hecho la alianza en 2009 con el PRI o con el PAN, eso significa reducir el programa de izquierda del partido al mejor postor de la derecha. El argumento vertido sobre la importancia de estas alianzas (por ejemplo con el PRI) para evitar el triunfo del Yunque en el norte es absurda. El Yunque ha ganado elecciones en el norte a causa en buena medida de una alternativa de izquierda inexistente o vacilante por parte del PRD. Lo que este partido necesita para ganar la elecciones y realizar cambios profundos es una política de izquierda bien definida y basada en la defensa de los intereses del pueblo trabajador, más no de unos cuantos. No es gracias a las alianzas como un partido que defiende los intereses de los trabajadores debe ganar las elecciones como lo afirma Ortega “Nos aliamos para crecer y ganar votos”, sino por una política consecuente con este principio, es gracias a un programa que defiende los intereses de la mayoría, que aquí como en todo el mundo la mayoría es el pueblo y no los empresarios y políticos que no ven más allá de sus bolsillos.

En cierto que el PRD requiere un cambio profundo, en las entrañas tiene enquistado el germen del oportunismo representado por el más cínico de todos: Jesús Ortega.

Los argumento vertido por los máximos exponentes de esta corriente (NI) dieron al traste con la serie de errores ha cometido el partido entre ellos, el permitir que gente del PRI fundamentalmente entren al partido como arribistas y oportunistas, esto usado como un argumento para permitir las alianzas con el PRI o el PAN es incongruente, y muy dañino para el partido como la alternativa de los trabajadores, según Navarrete esta política se justificaba porque “la mayor cantidad de muertos del PRD se dio del 88 al 94, en el régimen de Salinas, y hoy tenemos en el PRD una buena cantidad de gente que trabajaba en el gabinete que mató a nuestros muertos”, estas palabra no son menos que una burla hacia los trabajadores que por años dieron su vida y energía a la construcción de este partido. Son precisamente estos arribistas que sólo miran sus intereses, que han entrado al partido a ganar un puesto y olvidarse de los principios por los cuales surgió, olvidando a la gente que lo conformó los que han llevado a miles de trabajadores a desconfiar del PRD y son estos los que debemos echar del partido, junto con “los chuchos” que si bien varios pueden pertenecer al partido desde su inicios, eso no implica que tengan en alto los intereses de los trabajadores como toda izquierda debe tenerlos.

Después de un debate acalorado la política impulsada por los chuchos pasó con una votación de 637 votos, estos cambios aunque no explicitan los partidos con los que se pueden hacer alianzas si afirma que estas deberán ser “de un amplio abanico de fuerzas que coincidan con el PRD”, lo cual es tremendamente ambiguo, ¿Qué coincidan para que?, ¿Quién decide si coinciden o no? ¿En base a que política deben coincidir?.

Los chuchos se han descarado como lo que son: empleados panistas dentro del PRD. Los trabajadores y militantes de base del PRD debemos luchar contra estos traidores y expulsarlos del partido. El PRD tiene muchos retos, y la única forma de cumplirlos es limpiando internamente nuestro partido.

 


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