Las protestas en la capital Reikiavik han sacado a miles de personas a las calles en las manifestaciones más grandes de la historia del país. Como resultado la coalición de gobierno entre el Samfylkingin (socialdemócratas) y el Partido Conservador de la Independencia se ha roto. El gobierno de Islandia es el primero en caer como consecuencia de la actual crisis económica. No será el último.
Jóvenes y trabajadores han protestado en las calles de Reikiavik desde que la crisis golpeó el pasado mes de octubre a Islandia. El viernes 23 de enero, el primer ministro islandés, Geir H. Haarde, utilizando como excusa su mala salud, convocó nuevas elecciones para el 9 de mayo y dijo que no se presentaría de nuevo. Hasta ese momento seguirá como primer ministro. El domingo, el ministro socialdemócrata de comercio, salió del gobierno después de despedir al organismo encargado de la regulación financiera. Lo responsabilizó de la crisis y pidió nuevas elecciones. El mismo día, el vicepresidente socialdemócrata del Banco Central dimitió. El Partido Socialdemócrata parece que sale del gobierno por la puerta trasera. El lunes, la coalición finalmente cayó después de una reunión de los socios de coalición.
El primer ministro dice que los socialdemócratas se no colaboran y que el partido realmente son tres partidos diferentes. Según Haarde, los socialdemócratas estaban exigiendo el puesto de primer ministro, lo que él no considera razonable. También criticó a la dirección socialdemócrata por no tener la fuerza necesaria para completar la coalición. Lo que quiere decir es que el partido está bajo la presión de las masas.
Las protestas de masas en las calles de Reikiavik
Desde el plan de rescate y adquisición de los bancos islandeses en octubre, se han producido protestas semanales fuera del parlamento organizadas por el movimiento "Voces del pueblo". En ausencia de una genuina dirección de la clase obrera, un grupo de intelectuales y personalidades de la cultura han asumido la dirección de este movimiento.
El Partido Socialdemócrata, el partido tradicional de la clase obrera, formaba parte del desacreditado gobierno contra el que iban dirigidas las protestas y esperaba seguir como la situación "normal" apelando a la unidad nacional. El Partido Verde, aunque fuera de la coalición, se había perdido en el reformismo pequeño burgués y le pilló totalmente por sorpresa el inicio del movimiento. Los sindicatos actuaron de una manera similar a los socialdemócratas y, originalmente, comenzaron a negociar con el gobierno una nueva legislación laboral. Como en muchos otros países, la dirección de la clase obrera ha perdido el contacto con la base social de su partido.
Las protestas continuaron cada sábado durante todo el otoño, atrayendo a 2.000-3.000 participantes. A finales de noviembre hubo signos que indicaban que las protestas comenzaban a tener un efecto. Los sindicatos exigieron la dimisión de varios ministros. También en diciembre los jóvenes protestaron todos los sábados. Los manifestantes el día de Año Nuevo interrumpieron la emisión de televisión tradicional de los partidos políticos. Después, en un congreso del liberal Partido Progresista (con base entre los campesinos) celebrado el 17 de enero, se eligió un nuevo líder que comenzó a defender la ruptura de la coalición.
El movimiento no se limitó a las protestas. Comenzó un proceso de discusión entre los participantes que intentaban comprender lo que iba mal. La gente quiere un mayor control de sus dirigentes, quieren el final de la corrupción y el nepotismo que han protagonizado unos cuantos ricos que ahora pretenden que los demás paguen la factura. Como sucedió en la revolución de Venezuela comenzaron a defender la necesidad de una nueva constitución, los islandeses ahora reclaman la gestión de su país. En el último medio año ha habido muchas reuniones por todo el país en las que se ha discutido la crisis económica. Se invitó a ministros para que explicaran sus acciones pero fracasaron sus intentos de culpar al sistema financiero y Gordon Brown. En cambio el movimiento cada vez era más combativo y exigía la dimisión del gobierno.
La semana pasada
Cuando se reanudaban las sesiones parlamentarias el 19 de enero no se puedo celebrar la sesión porque 2.000 manifestantes bloqueaban el edificio parlamentario. Las protestas continuaron el martes, miércoles y jueves. Se produjeron enfrentamientos violentos entre la policía y jóvenes manifestantes. Aunque, como en Grecia, la juventud ha dominado las protestas, está claro que cuentan con la simpatía de los trabajadores. Algunos centros de trabajo incluso enviaron delegaciones a las manifestaciones.
Muchos por arriba esperaban que con la dimisión del primer ministro el viernes se calmara la furia de las masas. Parece probable que su anuncio estuvo motivado por el miedo a la manifestación del sábado. En lugar de calmar el ambiente lo que consiguió fue envalentonar a las masas. Una manifestante escribía lo siguiente en su blog:
"La energía era increíble, muy diferente de la fuerte corriente subterránea de rabia, desesperanza y desesperación que ha prevalecido. Es como nuestra última victoria [la intención de convocar elecciones del primer ministro], ha provocado una tremenda energía y euforia, la manifestación de ayer fue como una celebración. Fue fantástico, en un momento cambió la historia de nuestra nación". (Power to the People. The Iceland Wather Report. 25/1/09).
La mayor protesta en la historia de Islandia reunió a unas 5.000 personas. La consigna más popular era: "gobierno incompetente" y se cantaban canciones nacionales en las que se reivindica el derecho del pueblo al país. Las protestas precedentes y las esporádicas del domingo se celebraron frente a la sede del Banco Central, exigiendo la dimisión de su consejo de administración. Durante las protestas el primer ministro mantuvo una posición firme contra los manifestantes e insistía constantemente en que no dimitiría. Pero el lunes tuvo que hacerlo y la base del Partido Socialdemócrata jugó un papel crucial.
El Partido Socialdemócrata y las organizaciones de masas
Durante el otoño las preferencias de los votantes experimentaron un cambio rápido. El Partido Conservador Independiente perdió un tercio de sus votantes y el Partido de la Izquierda Verde dobló sus votos. Pero no era a costa del Partido Socialdemócrata que conseguía mantener su 27 por ciento del electorado. Si se hubieran convocado elecciones en ese momento, la izquierda habría recibido el 60 por ciento de los votos. Sin embargo, la dirección del Partido Socialdemócrata no está interesada en esa perspectiva, prefiere mantenerse en la coalición actual con la esperanza de que las protestas se apaguen. Pero las masas no les siguen en sus deseos. Las protestas aumentaron y la presión comenzó a acumularse dentro del propio partido.
Como en muchos otros países, la dirección de la clase obrera intenta poner un freno al movimiento, "¡unidad nacional!" es la consigna de los dirigentes socialdemócratas y sus aliados en el Partido Conservador Independiente. El tipo de "unidad nacional" que tenemos en la mente y que les permite atacar el estado del bienestar, aumentar los impuestos para que devolver las deudas contraídas con los bancos extranjeros. El presidente del Partido Socialdemócrata, también ministro en el gobierno, lleva mucho tiempo defendiendo que al gobierno y se niega a romper la coalición.
Precisamente esta posición ha hecho que el partido se hunda en las encuestas. Como hemos visto, durante todo el otoño, el partido conseguía mantener su apoyo aproximado del 27 por ciento. En las últimas encuestas el partido ha perdido la mitad de sus seguidores a favor del Partido Progresista, cuyo presidente apoya la ruptura de la coalición.
Un partido en crisis
La base del partido pasó a la acción. El martes hubo una reunión de la agrupación del partido de Reikiavik en la que se defendió la ruptura de la coalición y nuevas elecciones esta primavera. El vicepresidente del partido ha tenido que enfrentarse de manera más o menos abierta con el presidente, cuando apoyó la exigencia de nuevas elecciones diciendo que el partido "no debe temer a la nación". En la reunión, uno de los participantes pidió la dimisión de todos los parlamentarios del partido y recibió un estruendoso aplauso. La agrupación de Reikiavik representa la gran mayoría de los militantes y esta división en la dirección del partido es el resultado de la presión de los trabajadores que aún están en la base del partido.
El jueves, Ingibjörg Sólrún Gísladóttir, presidente de los socialdemócratas, comenzó a hacer ruido por el efecto que tendrían unas nuevas elecciones. El viernes, los ministros socialdemócratas es probable que presionaran al primer ministro para que convocara las elecciones y dimitiese. Posteriormente, como hemos visto, dimitieron dos dirigentes socialdemócratas, el Ministro de Comercio y el vicepresidente del Banco Central, el primero atacando al gobierno y defendiendo nuevas elecciones.
Así que ha estallado un conflicto abierto dentro de los socialdemócratas, entre el ala de derechas que apoya la coalición con los conservadores, y el ala de izquierdas más inclinada hacia el Partido Verde de Izquierdas. La crítica del parlamentario Haarde de que el partido se está partiendo en tres y que no puede cumplir sus obligaciones debe ser considerada en este contexto. La clase dominante está preocupada por el hecho de que los socialdemócratas, después de años de servir lealmente a los intereses de la clase dominante, ahora siente la presión de las masas y debe encontrar alguna forma de expresión.
El Partido Verde de Izquierdas también ha girado a la izquierda en Navidad y sus parlamentarios apoyaron abiertamente el movimiento, incluso se unieron a las manifestaciones. Como resultado de su fracaso a la hora de participar en las primeras etapas del movimiento, no han pasado de los márgenes de las protestas, incluso sus figuras destacadas han caído mucho en las encuestas.
Una economía en caída libre
Según The Economist, la economía islandesa se contraerá en 2009 por lo menos un 10 por ciento, con una tasa de desempleo que aumentará por diez. La moneda ha caído un 50 por ciento, lo que ha provocado una subida dramática de los precios de las importaciones. Esto representa un ataque duro contra los niveles de vida.
Además, la deuda personal, como en muchos otros países, ha aumentado tremendamente en el último período, movida por unos precios inmobiliarios inflados. El fácil acceso al 100 por cien de las hipotecas llevó a muchos jóvenes a endeudarse, ahora la lucha es pagar esas hipotecas. La situación es peor debido a la extensión de préstamos vinculados a la inflación y los denominados en euros. Un 20 por ciento de inflación significa un aumento del 20 por ciento de la deuda de todos los islandeses con préstamos basados en la inflación, una caída del 40 por ciento de la moneda supone que todos los que tienen préstamos en euros su deuda ha aumentado dos tercios. Las perspectivas para la economía islandesa son sombrías. No es de extrañar que la población esté furiosa con los políticos que han estado al mando y permitido que esto ocurra.
El gobierno presta para el rescate de los bancos
La deuda del gobierno ha pasado del 29 al 109 por ciento del PIB. Eso significa que la crisis bancaria ha costado a los islandeses un 80 por ciento de todo lo que se produce en el país durante un año. La mitad de esta cantidad va a la devolución de la deuda acumulado por los bancos en el último período. Un 25 por ciento del PIB se ha gastado en "recapitalizar los bancos", es decir, sustituir el dinero que ellos han gasto en devolver préstamos el año pasado. Otro 10 por ciento del PIB se ha gastado en el Banco Central, cuyas reservas de divisas se han hundido debido a la crisis bancaria. Es posible que parte de este dinero se pueda recuperar con la venta de empresas que poseen los bancos, pero en la actual situación económica esos activos también bajan de valor.
El gobierno de Islandia es el primero de Europa que cae como resultado de la crisis del capitalismo, pero no será el último. El déficit del presupuesto gubernamental se calcula que el año próximo será de un 10 por ciento, la deuda aumentará la misma cantidad. El FMI no presiona al gobierno para que devuelva los préstamos el año próximo pero sí quiere que en 2010 el gobierno comience a recortar el gasto o aumente los impuestos, es decir, que los islandeses paguen la crisis. Paul Thomsen, director del FMI, comenta que "podría ser la reestructuración bancaria más cara que el mundo haya visto jamás con relación al tamaño de la economía".
Los políticos islandeses intentan quitar importancia a los efectos de la crisis, un portavoz del primer ministro dice que "confían bastante en que tendremos los recursos para que la población pueda mantener un nivel de vida razonable mientras pasamos lo peor". Las cifras hablan por sí solas, la devolución de estos préstamos supondrán aumentos de impuestos y recortes de los servicios públicos, un ataque a los niveles de vida de la población islandesa que continuará en los próximos años.
¡Qué los banqueros paguen la crisis!
La deuda externa de Islandia no la ha contraído la población islandesa. La deuda no es el resultado de comprar automóviles de lujo o invertir en servicios públicos. Es el resultado de la especulación de una minúscula camarilla dentro de la población, que ahora huyen del país a sus lujosas casas en el extranjero. Y ahora los bancos multinacionales quieren que la población de Islandia pague el caos hecho por esta minoría de super-ricos.
Los banqueros deben pagar la crisis, ¡no la población! Los banqueros en Gran Bretaña, Alemania y Holanda deberían cobrar las deudas a sus colegas islandeses, que ahora huyen del país. ¿Por qué la población islandesa sufre los errores de una ínfima minoría?
Un programa socialista
El Partido Socialdemócrata y el Partido Verde de Izquierdas necesitan defender un programa socialista. La única salida para los trabajadores y los jóvenes de Islandia está en el socialismo. ¡Qué los banqueros paguen la crisis! Arrebatemos todas las empresas a los especuladores financieros. ¿Por qué los capitalistas deben mantener las empresas rentables mientras el gobierno se hace cargo de los bancos no rentables? Los pagos de devolución de la hipoteca deben estar a un nivel razonable. Los que no puedan pagar que puedan mantener sus casas. Sobre la base de un programa con este tipo de reivindicaciones, el Partido Socialdemócrata y el Partido Verde de Izquierdas podrían ganar las elecciones y garantizar el nivel de vida a los trabajadores.
La revolución islandesa
La esperanza de la clase dominante islandesa es que el movimiento pierda impulso y que el nuevo gobierno sea capaz de calmar la situación. Sin embargo, este proceso es improbable. En realidad, los intentos de imponer congelaciones salariales por parte de las asociaciones de empresarios y recortes al estado del bienestar al mismo tiempo a costa del nivel de vida, es una receta acabada para la lucha de clases. La lucha de este invierto es sólo el principio de las luchas más combativas que están por venir.
A pesar de su pequeño tamaño, la población islandesa tiene la oportunidad de dar a los pueblos de Europa un ejemplo. Podrían entrar en la historia como la vanguardia de la revolución europea. Ya las clases dominantes europeas miran con horror los acontecimientos en Islandia. Pero así son los trabajadores. El gobierno de Islandia es el primero en caer en Europa debido a la crisis del capitalismo y no será el último. Las valientes acciones de los islandeses animarán a los trabajadores de otros países a seguir su ejemplo.
Ya hemos visto cómo el Partido Socialdemócrata, el Partido Verde de Izquierdas y los sindicatos han girado a la izquierda. Este es sólo el principio. Para luchar por el mantenimiento de los niveles de vida, los trabajadores necesitarán transformar sus organizaciones y convertirlas en organizaciones de combate. La única manera de conseguirlo es construyendo una corriente marxista dentro de las filas de las organizaciones del movimiento obrero.
¡Qué los banqueros paguen su caos!
¡No a los despidos! ¡Trabajo para todos!
¡No al aumento de los pagos hipotecarios!
¡Por un gobierno de izquierdas con un programa socialista!
Febrero de 2009.