Morena y su alejamiento de las luchas sociales
Para AMLO y lo más encumbrado de la dirección de Morena, no existe otra vía para resolver los problemas sociales más que por la vía electoral. Esta política, sin embargo, ha chocado frontalmente con la realidad. Los problemas sociales que padecen millones de familias pobres no pueden esperar la llegada del calendario electoral. ¿Qué hacer si el narcoestado amenaza tu vida y la de tu familia?, ¿qué hacer si las empresas mineras te quitan tu único patrimonio?, ¿qué hacer si las reformas estructurales te arrebatan tu futuro educativo y laboral?...Millones de trabajadores no han podido esperar ningún cambio por arriba; en las estructuras del sistema, han tenido que salir a buscar una transformación de la situación basándose en su propia fuerza y capacidad de organización.
La experiencia ha demostrado que las necesidades más acuciantes de las masas no las resolverá el Estado, independientemente de qué partido se encuentre en su administración. Ante ello, ha existido la tendencia a crear formas de resistencia y organizaciones que se basan en la movilización de la clase trabajadora y que se contraponen a la estructura legal del Estado. Las autodefensas y las Policías Comunitarias son el ejemplo más acabado de ello, pero también los profesores, los campesinos y los estudiantes, han tenido que desafiar la corrupta y mafiosa democracia burguesa para defender sus derechos. La dinámica política en que ha caído el Estado burgués, fundiéndose con los intereses más reaccionarios y degenerados del narcotráfico, ha hecho imposible utilizar la democracia burguesa; el parlamento, las leyes, las instituciones, como palancas a favor de la clase trabajadora, como en otros tiempos se hizo. Una característica de las actuales luchas es que tienden a desafiar por completo al aparato estatal, en lugar de utilizarlo en su provecho. Cuando las Autodefensas, los sindicatos, o los movimientos sociales han pretendido establecer una “negociación” con el Estado; entablando “acuerdos políticos”, han sido burdamente traicionados.
Morena mismo ha sido traicionado por sus propios “amigos” que ocupan posiciones claves en el aparato estatal. De ahí la ruptura con el PRD, con aquellos personajes que impulsó a las gubernaturas de Puebla (Moreno Valle), Sinaloa (López Valdés) y Oaxaca (Gabino Cue). Así como la relación tirante con Mancera en el DF y Arturo Núñez en Tabasco. La legalidad burguesa recientemente ha dado a Morena un nuevo puñetazo en la cara, al rechazar la consulta sobre la privatización de Pemex. La clase trabajadora, a diferencia de la dirección de Morena, ha buscado otros causes para continuar la lucha; AMLO ha preferido tragarse estos ataques, cayendo en la inmovilidad.
La política de Morena no sólo ha descartado la lucha más allá de las elecciones, sino que también ha dado la espalda a las luchas más trascendentales. López Obrador ha limitado su papel como dirigente a escribir mensajes de solidaridad vía Facebook, ya sea a los estudiantes del IPN, ya sea a los familiares de los normalistas desaparecidos. El rechazo a estas formas de “hacer política” es natural y ha acusado un descrédito sin precedentes hacia AMLO y Morena, particularmente entre la juventud y los sectores más compenetrados con la lucha.
El llamado breve y casi de contrabando, de AMLO hacia la base de Morena, el pasado 26 de octubre en el Zócalo capitalino, para que se sumaran a las manifestaciones por Ayotzinapa, a casi un mes de que éstas comenzaron, es correctamente interpretado por amplios sectores como una evasiva a la lucha: “yo les propongo que sin esperar convocatoria, llamamiento, participemos en todos los actos de protesta para exigir justicia en el estado de Guerrero”. Esta tímida apelación, tuvo más el carácter de oficializar y reconocer lo que ya venía ocurriendo: la participación espontánea de la base de Morena en la lucha por Ayotzinapa.
Lo que Morena espera de las elecciones
La dirección de Morena calcula que a pesar de su alejamiento de la lucha y su pérdida de autoridad entre la clase trabajadora (cuestión que se evidencia en la pobre asistencia a los comités de Morena y a los actos públicos de AMLO), pueden obtener una cantidad de votos en las elecciones de 2015 que les permitiría mantener el registro como partido, ganar algunas diputaciones y otros espacios de gobierno. La apuesta de Morena es capitalizar electoralmente la crisis del PRD y el desgaste del PRI y PAN. Más que centrar su atención en generar una fuerza política propia, vinculada a las luchas sociales, espera que estas luchas se expresen automáticamente en el terreno electoral en su favor.
Un ejemplo contundente de las pretensiones de Morena son las declaraciones de AMLO, el cuál pretendía justificar su silencio ante la brutal represión contra las marchas en el DF de la siguiente manera: “Sí me doy cuenta de lo que pasa en el Distrito Federal, cómo no me voy a dar cuenta; lo que pasa es que tengo una responsabilidad, como dirigente tengo que administrarme y cuando hay cosas graves, ahí sí doy a conocer mi punto de vista” (sic). Esta “política” de arreglos y “cochupos” entre los políticos profesionales, es de la que están cansados millones de trabajadores y particularmente los jóvenes.
El mismo AMLO no puede dejar de reconocer que el abstencionismo será la marca de las próximas elecciones. Así lo afirmó en el Zócalo de la capital: “Ya sé hasta lo que sigue. Van, después, a llamar a no votar, con ese argumento de que todos somos iguales”. Y es que las acciones de Morena borran los rasgos distintivos entre un partido al servicio de la clase trabajadora, y un simple aparato electoral, al cual todo se supedita en aras de los votos. La dirección de Morena abona firmemente a que el abstencionismo, y con él la permanencia del PRI, PAN y PRD en la mayoría de los espacios de gobierno, sea en estos momentos la tendencia más clara.
Recientemente se ha conformado la bancada de Morena en la cámara de diputados, a partir del desprendimiento de 18 diputados, provenientes del PT, Movimiento Ciudadano y PRD, mismos que podrían aumentar. Este movimiento, sin embargo, contradice la idea expresada por AMLO en distintas ocasiones, sobre la necesidad de desligarse de los viejos partidos y sus vicios. Así lo expresaba AMLO el 5 de abril, en una entrevista en Delicias, Chihuahua (publicada en www.amlo.org):
P: ¿Las alianzas del PRD con otros partidos cómo las ve?
R: Esa es una de las razones por las que me hice a un lado, no estoy de acuerdo, sobretodo con que haya firmado el pacto de la mafia del poder, no estoy en el PRD, pero tampoco en el PT, ni en el Movimiento Ciudadano, ahora es MORENA.
P: ¿MORENA tendrá alguna idea de estar con algún otro partido?
R: No, ahora vamos a dedicarnos a organizar a MORENA en todo el país, es importantísimo, no se logra nada si no hay organización ciudadana.
Estas combinaciones “inteligentes”, a partir de agrupar a “personajes honestos” dentro del aparato del Estado, para resolver los problemas sociales sin luchar, ya han resultado un fracaso estrepitoso. Todo ello abona a la pérdida de confianza y autoridad política hacia Morena, lo que no implica que efectivamente esté en posibilidades de mantener su registro y ganar espacios de gobierno en las próximas elecciones. Esa es la clase de “triunfos” a los que aspira la dirección de Morena, más no su base, la juventud y los trabajadores que están en lucha.
Luchar dentro y fuera de Morena
Morena es un producto de la histórica lucha contra el fraude del 2006, donde el ímpetu de cientos de miles de activistas por organizarse terminó por dar vida a este partido. Sin embargo, las aspiraciones de su base social se han visto distorsionadas, ante la política y métodos organizativos impulsados desde la dirección que no se corresponden con las condiciones actuales de la lucha de clases. Los militantes de Morena deben romper con la inercia legaloide que se impone dentro del partido, vinculándose de forma organizada a las luchas sociales, jugando un papel activo y destacado. Pero esto no puede hacerse “a título individual”, sino impulsando a que el conjunto de Morena sea un partícipe activo y decidido de las luchas sociales. Se requiere una revolución interna para volver a situar a Morena como una agrupación de lucha consecuente y no un partido con una visión únicamente electoral.
Es lógico que exista entre la juventud –protagonista fundamental de las recientes luchas- y un sector de trabajadores, escepticismo y crítica hacia Morena, crítica que se traslada de la dirección hacia el militante de base promedio. Esta situación únicamente habrá de cambiar si desde los comités de base de Morena hay una actitud decidida y entregada hacia las luchas, sumándose a las mismas de forma desinteresada, sin ningún “cálculo electoral” de por medio. Las bases de Morena además deben ser las primeras en fustigar sin recato y públicamente las posiciones timoratas y claudicantes, especialmente si provienen de la dirección; ya que es la dirección la que tiene la responsabilidad de impulsar a Morena como un partido combativo, y no un aparato electorero. Basta ya de pretextos, Morena debe salir a luchar, para ello es preciso organizar a los sectores más combativos al interno de este partido para formar una corriente revolucionaria e iniciar una transformación desde la base de esta organización.