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¡A los ciudadanos de Rusia!

25 de octubre [7 de noviembre] de 1917, 10 de la mañana

El Gobierno Provisional ha sido depuesto. El Poder del Estado ha pasado a manos del Comité Militar Revolucionario, que es un órgano del Soviét de diputados obreros y soldados de Petrogrado y se encuentra al frente del proletariado y de la guarnición de la capital.

Los objetivos por los que ha luchado el pueblo —la propuesta inmediata de una paz democrática, la supresión de la propiedad agraria de los terratenientes, el control obrero de la producción y la constitución de un Gobierno Soviético— están asegurados.

¡Viva la revolución de los obreros, soldados y campesinos!

El Comité Militar revolucionario del Soviét de diputados obreros y soldados de Petrogrado[texto escrito por Lenin]

 

Este año se cumple el centenario de la Revolución de Octubre, cuando los trabajadores, los soldados y los campesinos pobres de Rusia se sacudieron siglos de opresión y humillación bajo el zarismo, acabaron con el poder de la burguesía y los terratenientes, y establecieron las bases para una nueva sociedad. Los gigantescos acontecimientos que tuvieron lugar en Rusia entre febrero y octubre de 1917 conmocionaron al mundo entero porque fueron la demostración de que los esclavos podían liberarse del yugo de sus amos, que las masas oprimidas podían organizar la sociedad sin el concurso de sus explotadores. La onda expansiva de la Revolución de Octubre se sintió inmediatamente en todo el mundo: Alemania, Austria, Hungría, Finlandia, Italia, Bulgaria, el Estado español, los países coloniales… La clase obrera de todos los continentes fue contagiada por el mensaje de Octubre y los bolcheviques, y apoyándose en su ejemplo crearon la organización revolucionaria más importante que la historia haya conocido jamás: La Internacional Comunista. Nunca antes el capitalismo había estado tan amenazado.

Defender el legado de Octubre y del bolchevismo

En el prólogo a su obra sobre la revolución rusa, Trotsky señala: “El rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos. En tiempos normales, el Estado, sea monárquico o democrático, está por encima de la nación; la historia corre a cargo de los especialistas de este oficio: los monarcas, los ministros, los burócratas, los parlamentarios, los periodistas. Pero en los momentos decisivos, cuando el orden establecido se hace insoportable para las masas, éstas rompen las barreras que las separan de la palestra política, derriban a sus representantes tradicionales y, con su intervención, crean un punto de partida para el nuevo régimen. Dejemos a los moralistas juzgar si esto está bien o mal. A nosotros nos basta con tomar los hechos tal como nos los brinda su desarrollo objetivo. La historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos”.

Cien años después, Octubre sigue teniendo una enorme significación histórica para los trabajadores y jóvenes que luchamos contra el orden capitalista. Las lecciones de aquella revolución deben estudiarse a la luz de los acontecimientos del presente. Para la mayoría de los dirigentes de las organizaciones tradicionales de la izquierda (ex socialistas, ex comunistas, ex sindicalistas), y para no pocos de las nuevas formaciones de la izquierda reformista, la revolución rusa es un hecho histórico sin la menor trascendencia práctica en la actualidad y, cuando no la denigran, no cesan de difundir una imagen distorsionada y falsa de la misma. Por supuesto, esto no es ajeno al papel de estos individuos en la lucha de clases. Muchos de ellos se han convertido en apologistas de la estabilidad del capitalismo, y con su política de colaboración de clases hacen viable la agenda antiobrera de la burguesía, sus recortes y austeridad. Todos estos sectores han abandonado cualquier vínculo con las ideas del socialismo y del marxismo, y jamás se podrán conciliar con la revolución rusa.

Los reformistas del movimiento obrero, vulgares transmisores de los prejuicios y mentiras que la burguesía ha fabricado durante décadas, no se cansan de repetir que la revolución rusa fue un golpe de Estado que condujo inevitablemente a la dictadura estalinista. Cualquiera que haya estudiado honestamente la génesis y el desarrollo de la Revolución de Octubre llegará a la conclusión de que esa visión no es más que una grosera falsificación. Nunca la historia ha registrado una revolución más popular, más participativa y democrática. Nada más alejado de un golpe de mano que la toma del poder protagonizada por los trabajadores y los soldados rusos en Petrogrado y Moscú el 7 de noviembre de 1917 [25 de octubre según el calendario occidental], una insurrección sancionada por el II Congreso de los sóviets de toda Rusia, la representación más genuina, directa y democrática de las masas rusas.

Octubre ha sido una de las gestas más importantes de la humanidad por su carácter liberador y consciente. Por primera vez en la historia, el objetivo de una revolución no fue perpetuar la división de clases, la explotación económica o el Estado como instrumento de opresión (como ocurrió con las grandes revoluciones burguesas), sino eliminar esas reliquias de la sociedad clasista y crear las condiciones materiales y culturales para un salto sin precedentes en la civilización.

El programa socialista e internacionalista de la revolución rusa y del Partido Bolchevique —dirigido por Lenin y Trotsky—, de los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista, siguen estando vigente para los revolucionarios de hoy en día. Las tareas y problemas que afrontaban los marxistas en 1917 son, esencialmente, semejantes a los planteados en la actualidad, cuando la crisis más aguda del capitalismo en setenta años extiende su mancha de desigualdad, paro masivo, opresión nacional, guerras imperialistas y destrucción del medio ambiente, amenazando el futuro de la humanidad. En los países capitalistas desarrollados e imperialistas, en Latinoamérica, en Oriente Medio…toda la experiencia histórica transcurrida desde el Octubre soviético demuestra que no hay terceras vías para conseguir la emancipación de los trabajadores. Las ilusiones en la posibilidad de una suerte de “capitalismo de rostro humano”, idea que cobró fuerza entre sectores de la intelectualidad de izquierdas tras el colapso de la URSS y los regímenes estalinistas de Europa del Este, fue una consecuencia más de la ofensiva ideológica de la burguesía contra las ideas del socialismo. El único capitalismo posible es el que estamos sufriendo, una pesadilla cotidiana para cientos de millones de seres humanos.

Desde Izquierda Revolucionaria vamos a celebrar este gran aniversario con todo tipo de actividades. En el mes de febrero lanzaremos una web específica sobre la revolución rusa, que contará con todos los escritos esenciales de sus protagonistas principales, un amplio archivo documental, materiales de actualidad, crítica del estalinismo, textos de la Tercera Internacional y la Oposición de Izquierda, fondo de imágenes, videos y carteles, y mucho más. También en colaboración con la Fundación Federico Engels publicaremos y reeditaremos los libros fundamentales de la revolución, como Historia de la Revolución Rusa de Trotsky, Diez días que conmovieron al mundo, de John Reed, y otros no tan conocidos pero que representan una excelente crónica de aquellos acontecimientos como el libro de Alfred Rosmer, Moscú bajo Lenin.

Conocer, estudiar, comprender las lecciones de la revolución rusa de 1917 es una obligación para todos los que luchamos por la transformación de la sociedad, sobre todo para quienes nos consideramos comunistas. Tras décadas de falsificación del marxismo a manos de la burocracia estalinista, reconvertida ahora en la nueva clase capitalista de Rusia, es imprescindible volver a las esencias de Octubre, al auténtico leninismo. Este es el único camino para garantizar la victoria de la clase obrera mundial en las duras pruebas que se avecinan.


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