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El “programa de Transición” fue redactado por Trotsky en 1938 como documento central para el congreso fundacional de la IV internacional; el objetivo central del “programa de Transición” era orientar a las pequeñas fuerzas del marxismo (trotskismo), aisladas y perseguidas por el estado burgués pero sobre todo por la feroz reacción stalinista, hacia  las masas trabajadoras que instintivamente buscaban el camino de la revolución (como lo mostró de manera trágica la Revolución Española, las tomas de fábricas en Francia, crecimiento del movimiento sindical en EU, etc;) arrancándolas del terrible obstáculo que representaban las direcciones stalinistas y reformistas para poder orientar el potencial revolucionario de las masas hacia la toma del poder por el proletariado y la transformación socialista de la sociedad.

La única forma en que la vanguardia revolucionaria puede ganar el derecho a dirigir a las masas trabajadoras hacia la revolución (y demostrarse como verdadera vanguardia) es luchando hombro a hombro con las masas aún en las luchas democráticas más elementales; de hecho el programa de transición tiene la tarea de establecer un puente concreto entre las demandas inmediatas (democrático burguesas), que por sí mismas no trascienden al capitalismo, con la necesidad de realizar la revolución socialista; la tarea del programa es elevar la conciencia de las masas de sus luchas inmediatas a la conciencia de su misión histórica revolucionaria.      

Sólo estableciendo un lucha feroz dentro del movimiento obrero contra el reformismo, el oportunismo y el sectarismo es posible superar la contradicción central que se presentaba ante las pequeñas fuerzas del trotskismo (que es la misma contradicción que se presenta ante nosotros en la actualidad): la contradicción entre unas condiciones objetivas maduras para realizar la revolución socialista y una dirección obrera que intenta frenar esa necesidad objetiva orientándola dentro de los márgenes del sistema en la forma de “frentes populares” (en donde la burguesía pone la dirección política y los obreros la carne de cañón), reformismo, oportunismo y sectarismo. Para Trotsky esta es la contradicción central que frena el salto de la humanidad desde la “prehistoria” hasta el comienzo de la verdadera historia humana: “Las condiciones objetivas de la revolución proletaria no sólo están maduras sino que han empezado a descomponerse. Sin revolución social en un próximo período histórico, la civilización humana está bajo amenaza de ser arrasada por una catástrofe. Todo depende del proletariado, es decir, de su vanguardia revolucionaria. La crisis histórica de la humanidad se reduce a la dirección revolucionaria.”

La superación de esta contradicción implica no sólo la organización previa del sector más consciente de la clase obrera sino la participación de este sector con elemento más consciente y sacrificado en las luchas reales de los trabajadores de carne y hueso proporcionado en cada etapa de la lucha las consignas adecuadas para elevar el nivel de conciencia del proletariado, con ese objetivo el programa señala toda una serie de demandas mínimas que se enlazan y orientan hacia la revolución socialista: escala móvil de salario y horas de trabajo, la democratización y la lucha por un programa de lucha para los sindicatos, formación de comités de fábrica, toma de fábricas bajo control obrero, nacionalización de ciertas ramas de la industria, armamento del pueblo, unidad de obreros y campesinos, la lucha contra el imperialismo y la guerra etc; estas demandas por sí mismas no rompen con el sistema pero se enfrentan a él y plantean de una u otra manera la necesidad de trascenderlo.

El programa de transición se ocupa del oportunismo y de su reverso dialéctico que es el sectarismo: “En su base estos núcleos” (sectarios) “se niegan a luchar por los intereses y las necesidades elementales de las masas, tal como ellas son. La preparación de la revolución significa para los sectarios convencerse a sí mismos de las ventajas del socialismo. Proponen volver la espalda a los viejos sindicatos, esto es, a decenas de millones de obreros. ¡Como si las masas pudieran vivir fuera de las condiciones reales de la lucha de clases! Permanecen indiferentes ante la lucha interna de las organizaciones reformistas. ¡Como si se pudiera conquistar a las masas sin intervenir en esa lucha! Se rehúsan a hacer en la práctica una diferencia entre la democracia burguesa y el fascismo. ¡Cómo si las masas no sintieran esa diferencia a cada paso!”. Estas palabras, que complementan los escritos de Lenin (por ejemplo “La enfermedad infantil), están a mil kilómetros de las sectas que dicen reivindicar a Trotsky.

El programa de transición cobra en nuestros días un vigencia tan candente como en la época entre guerras en que fue escrito; vivimos un proceso de convulsiones en todos los niveles que muestran al capitalismo en un callejón sin salida; por otro lado vemos en la dirección de las organizaciones obreras (partidos, sindicatos) a políticos reformistas que no confían en el potencial revolucionario de la masas y hacen todo lo posible por frenar el movimiento mientras que las fuerzas del autentico marxismo aún son una minoría. Sin embargo el reformismo es inútil cuando el capitalismo es incapaz de soportar reformas serias y cuando estas se implementan chocan frontalmente con los límites del sistema imperante o se rompe con el sistema por la vía de la revolución o esas reformas progresistas no pueden ser sostenidas, en estas condiciones las pequeñas fuerzas del marxismo pueden crecer si comprenden las tareas que exige el programa de transición.


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