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La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, decía Carlos Marx en el Manifiesto del partido comunista. La revolución mexicana de 1910 demuestra precisamente esa idea. Por todo nuestro país se extendieron los grupos revolucionarios de campesinos pobres exigiendo su derecho a vivir una vida digna y plena, libre de vejaciones, explotación y hambre. La Revolución Mexicana de hace 100 años se convirtió en uno de los capítulos más estremecedores en la lucha de clases de nuestro país y a pesar de toda las tergiversaciones de la que ha sido presa, hoy día sigue siendo uno de los mas grandes miedos de la burguesía y una gran fuente de lecciones para los trabajadores y campesinos pobres.  

Desarrollo desigual y combinado

Las Leyes de Reforma dan como resultado una poderosa concentración latifundista de la propiedad agraria. La iglesia ve afectado sus intereses materiales pero la peor parte se la llevan los pueblos indios, quienes además sufren la represión, el encarcelamiento y la persecución. Bajo esta lógica crecieron grandes terratenientes como Luis Terrazas quien decía “Yo no soy de Chihuahua, Chihuahua es mío”; frase literalmente cierta pues él era dueño de casi todo el estado.

En el año 1875, la red ferroviaria contaba con 578 kilómetros (km)  de vías, pero para 1910 alcanzó los 20 mil km, acelerando así la extracción de riquezas naturales, fortaleciendo el comercio y asegurando el rápido traslado del ejército a los lugares donde se desarrollaran levantamientos campesinos. Pero el incipiente capitalismo mexicano nace atado de pies y manos; para 1910 el 77% del capital invertido pertenece a extranjeros, de éste el 44% viene de EEUU, el 24% de Gran Bretaña y el 13% de Francia. Hacia principios del periodo revolucionario, México contaba con una población de aproximadamente 15 millones 160 mil habitantes, de ellos 12 millones conformaban la inmensa capa de campesinos, jornaleros o peones (incluyendo a sus familias). En contraparte sólo existían registrados 834 hacendados (sin incluir sus familias).

Las grandes luchas obreras

En aquellos años los obreros en nuestro país era una clase numéricamente muy reducida (al igual que la Rusia zarista) y dispersa. Pese a ello, su rol en la en la lucha de clases quedo firmemente establecido. El régimen de Porfirio Díaz fue particularmente represivo, el derecho a huelga y la organización estaban prohibidos en 1905, pero con todo y ello se contabilizó (oficialmente) 250 huelgas durante la administración de porfirista. Los fuertes tambores de guerra los hicieron sonar los obreros con las huelgas en Cananea y el Rio blanco en los años 1906 y 1907 respectivamente. Ante el miedo provocado por estas luchas, el gobierno recurrió al asesinato de dirigentes y bases obreras, en el caso de Cananea la represión dejó un saldo de 23 muertos y 22 heridos y en Río Blanco se estima que cuando menos 400 cayeron abatidos por las balas del ejército porfirista.

La desgracia histórica de estas luchas fue que para ese momento el proletariado estaba prácticamente desarmado, sin grandes organizaciones de masas y por otro lado, el partido revolucionario no existía. Los hermanos Flores Magón estuvieron detrás de estas luchas, pero su programa no presentaba una ruptura con el capitalismo sino sólo un conjunto de reivindicaciones económicas y políticas: salario, educación, salud, etc. En el terreno táctico los hermanos Flores Magón tampoco lograron llevar la lucha a una iniciativa unificada con una dirección central. El magonismo fue fundamental en los preparativos de la revolución mexicana, ellos fueron hombres de acción, decididos a dar lo mejor de sí mismos por la liberación de la clase trabajadora y el campesinado, pero fueron “hijos de su época” y las ideas y táctica del marxismo les fueron ajenas, con ello sólo les quedó el camino de aprender por su propia experiencia que desgraciadamente los llevo hacia el anarquismo por verlo como la parte más radical del pensamiento proletario.

Adiós al dictador

Las amplias masas vivían atadas a una pesada cadena de deudas que nunca lograban pagar a las tiendas de raya, a salarios de miseria, a trabajos forzados casi comparables al esclavismo. Las modernas formas de propiedad se combinaban con las más atrasadas formas de explotación. Sumado a ello, la clase gobernante no tenía ningún rubor en mostrar los grandes lujos de que gozaba. Este fue el marco bajo el cual Porfirio Díaz se reelige en junio de 1910, al mismo tiempo que encarcela a su máximo oponente Francisco I. Madero. El régimen de Díaz era odiado profundamente, por ello, a la liberación de Madero y el lanzamiento del Plan de San Luis, las masas se volcán dando su apoyo a un hombre que prometía “democracia” y la “restitución de las tierras” a los campesinos. A pesar de su discurso Madero nunca deseó una revolución como la que luego se desató; él como parte burguesía sólo buscaba una cambio “democrático” acuñado en aquella frase de “sufragio efectivo, no reelección”.  

Después de Noviembre de 1910 el estallido revolucionario se fue extendiendo por todo el país, cada vez más y más hombres se sumaban a “la bola”. Las derrotas del Ejército Federal reflejaban la debilidad de un régimen porfirista podrido, mientras que los grupos armados revolucionarios mostraban la fiereza de quien lucha por su propia vida y por una sociedad sin explotación. Villa y Zapata fueron, a pesar de sus errores programáticos, dos grandes hombres que personificaron la inteligencia, el valor, la entrega de todo un pueblo en armas y las aspiraciones de los sectores más oprimidos hacia un cambio de fondo en la sociedad.

Madero en el poder

La burguesía y los terratenientes sufrían el miedo de perderlo todo ante el virus de la revolución, por ello toman una medida tratando de frenar y desarticular al movimiento: en mayo de 1911 Porfirio Díaz renuncia y parte a Francia, al mismo tiempo que se llama a elecciones. El “gran” dictador cayó después de 30 años de ocupar la silla presidencial; escapó con la cola entre las patas a refugiarse lejos de los campesinos armados. Este primer gran acontecimiento demuestra el gran poder de las masas y la incapacidad de los gobiernos de derecha para sofocar la llama de la revolución. Sin embargo, los objetivos de la revolución aun no se cumplían.

El acuerdo entre Díaz y Madero, denominados acuerdos de Ciudad Juárez, implicaban a cambio un llamado al desarme de los campesinos y mientras que sobre la retribución de las tierras no se mencionaba ni una letra. Pero la caída de Díaz fue un triunfo de las masas que les infundió aun más fuerza y ánimo, por ello no hicieron caso a Madero y sin esperar ninguna bendición tomaron tierras y las distribuyeron.

Cuando Madero sube a la presidencia ya estaba clara su traición, por ello Zapata lo desconoce como jefe de la revolución y responde con el Plan de Ayala, dándole un programa político a la revolución Mexicana.

El programa campesino

Los hermanos Flores Magón son los autores de aquel lema que luego Zapata retoma y que resume las aspiraciones de las masas empobrecidas: “Tierra y libertad”. Una enorme limitación de la revolución mexicana fue que su base era fundamentalmente campesina (jornaleros, peones, trabajadores agrarios, pequeños propietarios). Los obreros golpeados por la represión de 1906 y sin organización revolucionaria que reflejara sus intereses y los sumara a la lucha, se mantuvieron prácticamente al margen de los acontecimientos después de 1910. Esta contradicción dio como resultado un programa fundamentalmente agrario, factor que permitió que los grandes señores del dinero, terratenientes y el imperialismo estadounidense se quedaran con  las palancas fundamentales de la economía: banca, industria, comercio, etc.

Con ello y a pesar del heroísmo de las masas revolucionarias, a consecuencia de la falta de un partido que unificara al proletariado con el campesinado pobre bajo un programa que planteara la disolución de la propiedad privada capitalista, el poder político central lo obtendrían tarde que temprano sus enemigos. La restitución de las tierras a sus dueños originales debía ser uno de los pasos necesarios y obligados de la revolución, pero al mismo tiempo debía lanzar toda una política de expropiaciones hacia los grandes empresarios y banqueros. Con esto se podría haber integrado a los obreros que aun siendo una minoría significarían el factor más poderoso. Este fue el caso de la Revolución Rusa, donde la clase obrera, a pesar de ser minoritaria en relación al campesinado, gracias al partido de bolchevique pudo tomar el poder y eliminar la propiedad privada capitalista.

Revolución permanente

La teoría de la revolución permanente de Trotsky explica que la burguesía de los países coloniales o excoloniales están íntimamente ligados al capital extranjero y a los terratenientes, es decir son incapaces de lograr incluso los objetivos de una revolución democrático burguesa. Por ello, dicha tarea queda en manos del proletariado, aliado al campesinado pobre, que inmediatamente debe seguir con las tareas de la revolución socialista y extender la lucha fundamentalmente hacia los países avanzados.  El proletariado estadounidense era clave para el triunfo en México. 

Villa, Zapata y antes los hermanos Flores Magón fueron grandes hombres que estuvieron a lado de los explotados, sus debilidades programáticas y tácticas tienen una explicación histórica y no personal. A diferencia de los dirigentes Bolcheviques, los dirigentes mexicanos no tuvieron la oportunidad de ponerse en contacto con los grandes debates teóricos, ni pudieron estar cerca de las lecciones que dejaron las luchas obreras de Europa. El pobre desarrollo industrial de México los puso teórica, material y geográficamente lejos de la teoría revolucionaria. 

Pero la historia no hace concesiones a nadie y como resultado Venustiano Carranza fue el que logra coronar los intereses de la burguesía liberal en la “Constitución de 1917”, con ella se logra desmovilizar, después de años de grandes batallas al campesinado, abriendo un periodo de un régimen bonapartista muy inestable.

La revolución Mexicana está viva

En éstas fechas muchos historiadores han hecho todo un trabajo concienzudo para confundir y para borrar la huella de la revolución mexicana. Muchos de estos intelectuales plantean incluso que no existió revolución sino sólo una serie de levantamientos inconexos. Otros se encargan de caricaturizar a Villa y a Zapata; la gran mayoría ni siquiera hablan de Cananea y Rio Blanco. Los festejos que ha organizado el gobierno panista por el Bicentenario son realmente ridículos. Todo ello tiene como origen el miedo a que el pueblo obrero y campesino pobre mexicano se ponga en contacto directo con su historia de lucha contra la explotación. Calderón tiene miedo de esa historia pero por más basura que le pongan encima, no la pueden ocultar.

La crisis internacional del capitalismo ha provocado una oleada de luchas obreras por todo el mundo, incluso en los países desarrollados. En estas condiciones, las tradiciones de lucha resurgirán, la historia renacerá, los jóvenes y obreros levantaremos el puño y juntos lucharemos por un mundo socialista y así de una vez por todas terminar con este sistema de horror sin fin.


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